Rompiendo con los esquemas de la página: primera parte
En mi artículo anterior “La alfabetización: evoluciones, revoluciones y vestigios” discutí cómo el saber leer y escribir está atado a tecnologías de escrituras en papel, sea manuscrito o impreso. Después de miles de años escribiendo sobre superficies sólidas con todo tipo de instrumentos para marcar y tras cientos de años de publicación basada en tinta puesta sobre paper, nuestra relación a la palabra se ha naturalizado con las características que estos soportes proveen. El desarrollo de los medios de comunicación fílmicos, electrónicos, y digitales, aunque han potenciado literatura experimental que explora su potencial, aún no han tenido un impacto social significativo en la innovación de la escritura misma. En este artículo presentaré una obra de literatura electrónica que rompe con cinco esquemas desarrollados alrededor de la página impresa, discutiendo sus implicaciones para repensar la palabra en los medios digitales.
La obra que discutiré es el poema electrónico “Taroko Gorge” escrito por Nick Montfort en el 2009 tras su visita al Gran Cañón del Taroko en Taiwán. Puede leer el poema en el enlace provisto arriba o en la ventana que se presenta a continuación. Si no lo ha leído antes, por favor tome unos minutos para hacerlo y continúe una vez lo haya terminado.
Si no lo ha leído completo, no se preocupe. Puede regresar a terminarlo luego, una vez haya visto algunas de las maneras en que reta los paradigmas de la escritura y literatura desarrollado alrededor del papel.
1. La palabra estática
El primer esquema que rompe es obvio a simple vista: los versos y estrofas del poema se mueven. En la escritura impresa, los textos son una secuencia fija de palabras que al imprimirse se quedan quietecitas en el papel. Una vez escritas, es muy difícil cambiar la posición de las palabras ya que la tinta penetra en las fibras del papel y dejan marcas permanentes. En la pantalla de un dispositivo digital, sin embargo, la posición de las palabras pueden cambiar de un momento al otro ya que son proyectadas en pantalla un mínimo de 60 veces por segundo. Esto permite que movamos un cursor en pantalla, por ejemplo, o que los versos del poema “Taroko Gorge” fluyan como las aguas del río Liwu han fluído por millones de años formando el cañón del Taroko. Algo tan sencillo como el movimiento de los textos ha sido inspiración para creación poética por décadas en cine y video y literatura digital experimental. Para conocer esta tradición de escritura cinética, lea la tesis doctoral de Álvaro Seiça, titulada “setInterval(): Time-Based Readings of Kinetic Poetry”.
2. Control sobre la velocidad de lectura
Cuando leemos material impreso los textos son una serie de marcas estáticas que esperan a que nuestros ojos se posen sobre ellos para ser leídos. Una vez leídos, la dimensión del tiempo entra en juego, particularmente en la poesía, ya que los ritmos de las frases, oraciones, versos y estrofas le dan forma a la cadencia de nuestra lectura. La presentación del texto mismo en la página, sea impresa o virtual, no cambia al pasar el tiempo y es la lectora quien determina la velocidad a la cual desea leer. Los medios visuales que incorporan el pasar del tiempo (cine, video y medios electrónicos y digitales) pueden establecer la velocidad máxima y mínima de lectura. “Taroko Gorge” presenta un verso nuevo cada 1.2 segundos, inicialmente cayendo hasta llegar a 26 versos y entonces fluyendo hacia arriba según los nuevos versos empujan a los demás hacia arriba. Los versos que desaparecen en la parte superior de la pantalla se vuelven inalcanzables ya que no se puede subir en la ventana del navegador para accederlos. Este paso de lectura permite la lectura silente cómoda, pero una un poco apresurada en voz alta para no perderse el texto. Como las aguas de un río, no se puede detener su flujo (aunque sí se puede fotografiar o grabar con capturas de pantalla en imágen o video) así que para leer el poema completo se requiere su atención fija, sin distracciones hasta llegar al final.
3. La lectura completa
Cuando leemos en un libro sabemos exactamente cuándo comienza y cuándo termina el texto (aunque existen excepciones en la literatura experimental y libros hipertextuales). Mientras leemos podemos ver cuántos versos o páginas le falta a la obra y llegar al final es un elemento importante en nuestra experiencia estética de la misma. En una obra como “Taroko Gorge” no tenemos esta información accesible y no hay manera de saber cuánto le falta a la obra. Interesantemente, estamos tan acostumbrados a tener esta información, que nos provoca ansiedad e impaciencia el no saber. El no saber provoca interrogantes: ¿Qué pasa si voy al baño y me pierdo el final de “Taroko Gorge”? ¿Se detendrán los últimos versos o fluirán hasta desaparecer y dejar el final de la pantalla? ¿Tendré que comenzar de nuevo para poder leerlo completo? ¿Y cuándo se acabará este bendito poema? Si desea descubrir esto por su propia parte, pare de leer aquí y regrese al poema hasta terminarlo, ya que voy a revelar un secreto.
El poema es infinito. O sea, nunca va a terminar de fluir en pantalla, siempre y cuando esté abierto en su navegador. “Taroko Gorge” es generado por un programa en JavaScript fácilmente accesible si utiliza el comando para ver el “page source” en su navegador (control+u, command+u en Mac). Esto nos lleva al otro esquema de la página que rompe la literatura electrónica.
4. El texto como secuencia de palabras
La página impresa y publicada representa el final de un proceso de creación y producción que puede ser tan sencillo como una persona autopublicando su obra como un proceso elaborado que envuelve intervenciones editoriales, la creación de paratextos, maquetación, diseño, tipografía, encuadernación, empaque, mercadeo y más hasta llegar hasta sus manos. El objeto publicado cristaliza en sí lo que el crítico Jerome McGann llama la socialización de los textos y captura una secuencia fija de palabras y símbolos de puntuación. Esto incluye tanto libros tradicionales, como aquellos creados por procesos computarizados, como The Policeman’s Beard Was Half Constructed generado por RACTER y los más de 800,000 libros producidos y publicados por un programa escrito por Philip M. Parker, el autor más prolífico en Amazon.com. Estas obras generativas operan dentro del paradigma establecido por el libro: sus textos publicados no cambian y los programas de computadora que los produjeron han completado sus procesos de generación.
Pero en el caso de “Taroko Gorge” (y gran parte de la literatura electrónica) la producción de la programación ha concluído, pero la producción del texto presentado en pantalla sucede al momento de accederse. Cada 1.2 segundos, el programa crea un verso utilizando las variables y formatos programados por Montfort, formando 2 tipos de estrofas con sus estructuras particulares. A continuación puede leer una porción del código fuente para ver las variables y palabras utilizadas en la elaboración del poema.
Estas variables, los datos y las estructuras que producen este poema electrónico provocan una pregunta clave: ¿Qué ha escrito Nick Montfort? Si definimos la escritura desde el esquema en el cual un autor produce una secuencia de palabras fija, entonces no ha escrito un poema, sino un programa en JavaScript publicado en la Red y los versos que produce son meramente verborrea producida por una máquina. Pero si rompemos con los esquemas de la página para entender que la escritura en espacios digitales puede consistir de programas que producen textos dentro de un marco conceptual de posibilidades limitadas que obedecen las intenciones del autor, pues entonces Montfort ha escrito un poema, aunque produzca una infinidad de combinaciones textuales.
5. El concepto de relectura
Un texto impreso se puede leer una y otra vez. Un grupo de personas que lee el mismo libro está leyendo la misma secuencia de palabras (en teoría: la realidad es más extraña, pero eso es otro tema para otro día). Pero con un texto siempre cambiante “Taroko Gorge” rompe este esquema tan fundamental para los estudios literarios. Se pueden tomar muestras del texto y estabilizarlas mediante impresión, captura de pantalla, copiar y pegar en un procesador de palabras, leer en voz alta y grabar y otros métodos, pero esto es simplemente una documentación del poema electrónico creado por Montfort. El poema se puede releer, pero hay que entender este acto como una lectura de una porción y una manifestación del poema, no del poema mismo. El poema es tanto la programación como lo que genera.
Y en cuanto concierne el fin del poema, considero que tiene muchos finales posibles:
- Cuando dejas de leer.
- Cuando te das cuenta que es infinito y decides que has leído suficiente.
- Cuando entiendes que se repite, no exáctamente, pero con patrones textuales reconocibles y comienzas a intuir los algoritmos que lo crean.
- Cuando lees el código fuente del poema y ves los materiales y mecanismos que lo constituyen.
- Cuando te das cuenta que cada vez que visitas el mismo río, estás visitando un espacio eternamente cambiante, compuesto de los mismos elementos (rocas, tierra, agua, árboles), reconocible a pesar de los cambios, y recuerdas las célebres frases que Platón atribuyó a Heráclito– que “uno nunca se puede bañar en el mismo río” porque “todo fluye”, todo cambia– y notas que el mecanismo de este poema es análogo al tema que trata.
Todo fluye. Todo cambia. Incluyendo los materiales con los cuales nos expresamos y los paradigmas que desarrollamos alrededor de los mismos. En mis próximos artículos, discutiré varias otras maneras en que la literatura electrónica rompe los esquemas desarrollados alrededor de la página impresa. Es esencial para entender el futuro de la palabra en los medios digitales.