Ruth Bader Ginsburg: disidente, profeta
La jueza Ginsburg se destacó como la gran disidente. Varias horas luego del anuncio de su muerte comenzaron a circular mensajes referentes al carácter disidente de Ginsburg. “Disiento”, comenzó a ser el lema preferido de grandes sectores que había convertido a Ginsburg en un personaje de cultura popular en los últimos años. Muchos dudan de la veracidad y de la radicalidad del disenso de Ginsburg, pero nadie duda de que su nombre es sinónimo de este. La disidencia jurídica no es una disidencia radical. Tradicionalmente los jueces que disienten lo hacen dentro del marco conceptual de las determinaciones judiciales. Utilizan los mismos conceptos y el mismo aparato de poder que legitima su propia existencia. En ese sentido el disenso que representa la jueza Ginsburg no es igual al que puede representar un sector radical de izquierda o un fenómeno religioso-profético como la Teología de la Liberación. Pero, si por un lado el disenso de Ginsburg no es radical, tampoco se puede caracterizar como un acto de subordinación al poder establecido. Es por eso que lo podemos llamar profético.
En un escrito que publicó para el Centro Judío de Brooklyn en 1946 la joven Ruth Bader, todavía estudiante, hace referencia a su herencia judía y afirma que “somos parte de un mundo cuya unidad ha sido destrozada”. Esta es su repuesta al final de la Segunda Guerra Mundial. El holocausto de los judíos, la destrucción de Europa y la guerra del Pacífico pusieron al mundo al borde de la destrucción total. Esta destrucción se anunciaba en el rastro del uso de armas atómicas en Japón. Ante esos eventos la joven Ruth Bader predice que podrá “haber un mundo feliz y una vez más, cuando los hombres creen un fuerte lazo entre unos y otros, una unidad inquebrantable por cualquier prejuicio”. Esta es la experiencia fundante del estilo del disenso de Ruth Bader Ginsburg. El anuncio de su palabra como una profecía coloca esas declaraciones dentro de su propia tradición del profetismo judío. En ese sentido es que podemos comprender mejor su disenso en el tribunal.
En un discurso de 2009 acerca de la herencia judía dentro del Tribunal Supremo Ginsburg afirmó que ella prefiere la declaración de Arthur Goldberg acerca de la identidad judía en el tribunal cuando el mismo dice que “mi preocupación por la justicia, la paz y la sabiduría brota de mi herencia”. Esta herencia judía se identifica, para Ginsburg, con una tradición bíblica de lucha contra la injusticia. En el mismo texto de 2009 la jueza Ginsburg afirmó que el mandamiento del Deuteronomio que está en la entrada del Tribunal Supremo que dice “zedek, zedek, tirdof”, en hebreo y que significa “justicia, justicia, deben buscar”, es el recordatorio de aquello por lo que debe luchar. Una vez más, para la jueza Ginsburg, su papel como juez está atado a la herencia de su tradición judía donde el profeta es buscador de la justicia y sólo en la justicia es que encuentra su razón de ser.
En 2013 la jueza Ruth Bader Ginsburg pronunció un discurso acerca del papel de las opiniones disidentes. En dicho discurso la jueza Ginsburg afirmó que una opinión disidente que se pronuncia en el tribunal no significa que la mayoría está solamente equivocada, sino que “profundamente equivocada”. Hace referencia a su costumbre de presentar algunas de sus opiniones disidentes de forma oral en la sala del Tribunal. Este acto es lo que la convierte en profeta. El que profetiza, en la tradición hebrea, no es el que predice el futuro. El profeta del antiguo testamento es el que le habla de frente al poder establecido y se convierte en un reto, en un desafío. Así que el profetismo del que deriva Ginsburg su disidencia es el profetismo del que no se queda callado ante el poder. En ese mismo discurso ella cerró afirmando que “continuaré hablando en la disidencia cuando asuntos importantes estén en juego”.
La disidencia de la Jueza Ginsburg es una disidencia profética. Nos recuerda una tradición a la que ella no renunció. Con sus luces y sus sombras, la jueza Ginsburg supo dar rienda suelta a un profetismo que se ha convertido en una forma de cumplir con el llamado definitivo de todo judío, “tikún”, “arreglar el mundo”. La disidencia de Ruth Bader Ginsburg es la disidencia del que se sabe emplazado para hablar en nombre de quien ha sido silenciado. La disidencia de Ruth Bader Ginsburg no es la del cómplice del poder sino la del profeta que se enfrenta con la esperanza de que, aunque no se logre cambiar el mundo en ese momento, esa voz será escuchada en el futuro. En ese sentido la voz de la disidencia de Ginsburg debe ser leída hoy como el anuncio de un futuro, o de futuros posibles.
En 1856 el juez Benjamin Curtis escribió una opinión disidente en el caso de Dred Scott que establecía que los negros residentes de los Estados Unidos era ciudadanos de dicha nación, esto en rechazo a la determinación de la mayoría relacionada a la no existencia de la ciudadanía de los esclavos. Esa disidencia se convirtió en el razonamiento del futuro que abrió las puertas para que el Tribunal Supremo ilegalizara la segregación racial. En ese sentido, la opinión disidente de Curtis fue profética, así como la disidencia de Ginsburg debe serlo para nosotros.