Servilismo, mentiras y números
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Circula en las redes sociales un video del Sr. Ricardo Rosselló, al lado del Sr. Donald Trump, actuando como si fuera un adolescente en un festival de Star Wars retratándose con Mark Hamill. La ocasión fue la visita, que jamás olvidaremos los puertorriqueños que sí lo somos, del presidente luego del paso del huracán María por la Isla. La sonrisita, el despliegue de asombro festivo de parte del joven que ha llegado a ser gobernador, es más patético de lo que representa la peliculita porque está acompañado de alguien que llegó a ser presidente de forma sorpresiva. Tanto así que el más sorprendido fue él mismo. Sorpresa que, dada su ejecutoria hasta ahora, perdura. El moderador de un programa televisivo vulgar y de un contenido tan profundo como el de un plato bien plano, procedió a denigrar a los puertorriqueños y a Puerto Rico con sus comentarios. ¿María?: Un vientecito que al lado de Katrina fue un soplo. ¿Muertes?: ¡16! ¡Qué magnífico trabajo hizo el gobe respaldando a los ciudadanos! ¡Qué diligente con sus preparativos el sonriente gobe! El gobe, tonto y perezoso, corroboró la cifra y aceptó el piropo. Y luego, sonriente como si se tratara del senior prom de su escuela superior, se hizo un “selfie”, a un ángulo tan perfecto y tan disimulado (para que el dignatario del norte no se diera cuenta), que solo un graduado de MIT logra. Tan poco obvio fue que el video circula no solo en FB y en YouTube, sino que las fotos del encuentro han aparecido en periódicos y en televisión internacionales.Mientras el presidente le dice al pueblo que “han descuadrado el presupuesto” y Melania está más seria que un chavo de plomo (circulaban cuando escaseaba el cobre), el gobe mira a alguien en la audiencia con su sonrisita, que poco a poco se convierte en una de oreja a oreja, tal y como lo haría el bufón de la corte para entretener al rey.
Más tarde (lo pueden ver también en YouTube), en Casa Blanca (D.C.) durante la celebración del mes de la Herencia Hispana en octubre 6, el comandante en jefe quiso burlarse del acento puertorriqueño, pronunciando Puerto Rico mal ante las risas de sus alzacolas. Trece días después, en el mismo lugar, nuestro gobe fue a pedir más ayuda y felicitó a Mr. Trump por “cumplir con todas las promesas” que le hizo a “Puerto Rico”, según el presidente le decía que el gobierno no podía estar en la isla “para siempre”.
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Poco antes de estos sucesos, el 3 de octubre de 2017, Primera Hora informaba que el gobe había dicho que la cifra de muertos, trece días después del paso de la tormenta, se había duplicado: eran 34 los muertos. El pronunciamiento, hecho desde el montaje en el centro de convenciones que lleva el nombre del papá del gobe, que se usó para darle visos de urgencia y diligencia a las gestiones gubernamentales, incluyó un recuento de la visita del presidente. Pero, como confesión pública, el gobe admitió que fue él quien decidió llevarlo a Guaynabo, donde los efectos del huracán fueron mínimos. Mientras todo esto ocurría quedaba en la mente la gran pregunta del porqué anunciarle menos muertes que las que ahora sabemos pueden haber ocurrido a causa de la tormenta. Hipotética como sea sugiero como respuesta que es parte del servilismo mágico que ha invadido las cabecitas PNP: si no molestamos y mentimos, y les echamos flores, nos darán la estadidad. Por supuesto, como van a pedir, tal parece que en su brillante delirio no se dan cuenta de que ¡les darán menos!
Las mentiras se fueron multiplicando casi pari passu con las muertes. El gobierno había decidido que ¡los muertos eran 64! En ese número hincaron sus tacones y nadie los movía. Datos provistos por Telemundo PR y obtenidos por fin el 1 de junio de 2018, el Departamento de Salud corroboró el exceso de muertes que, bajo presión, rindió el Registro Demográfico. Estos indican que de septiembre a diciembre de 2017 murieron 11,459 personas. En el mismo periodo en 2017 los fallecidos alcanzaron 10,062. Una diferencia de 1,397 defunciones más en el tiempo que abarca la llegada de la tormenta y los meses que le siguieron. Ese número ronda otros que el Washington Post recopiló e informó el 1 de junio del corriente: hasta octubre de 2017 el New York Times calculó 1,052 muertes; para la misma época el Centro de Periodismo Investigativo calculó 985; un grupo de profesores del Recinto Universitario de Mayagüez calculó que la cifra estaba entre 605 y 1,039, y que podían decir, con un error de solo 5%, que fueron 822.
Entonces llegó el informe de la escuela de Salud Pública de Harvard que, en vez de usar los números que hubo que sacarle con tenazas al Departamento de Salud local y a pesar de los intentos obstruccionistas del gobierno central, incluyendo a Héctor Pesquera y al gobe, visitaron 3299 hogares. El estudio es complejo, difícil de comprender si uno no tiene algún conocimiento de muestreo y estadísticas. Las cifras obtenidas han sido simplificadas al número que queda en el medio del intervalo de confianza (o grado de certeza) de 95%, que va desde 793 a 8,498, de ahí el número 4,645. Muchos que saben poco o nada de estadísticas han criticado el estudio desde su óptica política: o anexionistas o republicanos que protegen al presidente americano. Algunos estadísticos que saben (aunque no sé si también por inclinaciones ideológicas) han criticado el estudio por la amplitud de la brecha entre el valor más bajo y el más alto, pero lo que hay que entender son dos cosas: no cabe duda de que el margen de error del cálculo es grande; pero que si el valor más bajo de 793 se toma como el más representativo (ciertamente está más cerca de los que se calcularon basados en los muertos y que presenté en el párrafo anterior), el número de muertos es doce veces mayor que el oficial. Si se toma la nueva cifra oficial, de 1,397 muertos entonces es 22 veces más que los 64 que le quisieron vender al gobierno del moderador televisivo que vive en Casa Blanca (D.C.). Un embuste monumental.
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Es patético cómo el gobierno rossellista es tan incompetente que ni tan siquiera sabe mentir. Hechos un nudo navegan entre el servilismo y la realidad de su ineptitud. Con el servilismo piensan que se acercan cada vez más a la estadidad. Con su ineptitud se alejan cada vez más. Ha sido una jugarreta de los intríngulis políticos que les haya tocado gobernar cuando en los Estados Unidos la ineptitud también reina suprema. Los problemas legales y, potencialmente constitucionales del Sr. Trump han hecho florecer sus instintos fascistas y dictatoriales. La falta de lógica y la arbitrariedad reinan allá; aquí se quieren copiar. Hay además una movida siniestra y peligrosa de estar trayendo norteamericanos a encabezar instituciones locales que requieren conocimiento de nuestra historia, nuestra cultura y nuestras idiosincrasias. Esos reclutas también son parte del servilismo que demuestran los anexionistas quienes parecen estar diciendo: “si los empleamos, nos lo agradecerán dándonos la estadidad”.
Ese tipo de agradecimiento no solo es absurdo, sino que no guarda proporción con lo que han hecho por nosotros en estos meses de necesidad luego del huracán. Un editorial de USA Today (1 de junio de 2018) enumera las razones por las cuales no tenemos que dar muchas gracias al gobierno que nos coloniza: 1) falta de urgencia ante la devastación, 2) el desastre de los contratos y la falta de ayuda de FEMA para distinguir entre cosas legítimas y pillerías (como “Whitefish de Montana”), 3) incapacidad para devolver con prontitud el sistema eléctrico. Esta última función se le asignó al distinguido Cuerpo de Ingenieros del Ejército, quienes, según dice el periódico, no estaban preparados para eso ni nunca han hecho tal cosa.
La imitación no tiene límites. Copiando a su amo en su insaciable deseo de publicidad, cuando aún se prolonga el dolor de muchos por sus pérdidas humanas y materiales, el gobe está de modelo, imitando los anuncios de Prada y Calvin Kline como si se estuviera preparando para su próximo trabajo en 2020 (me parece muy bien). La insensibilidad es tan grande que con quien solo se puede comparar es con el que ha elevado esa vara a niveles estratosféricos: el presidente de la nación que nos abusa.
Como muestra, el artículo de Amy Davidson Sorkin el 31 de mayo de 2018 en el New Yorker, están también el sarcasmo y las mentiras del otro lado. Según el Sr. Trump, se da “un diez” en su manejo de la situación en Puerto Rico después del huracán María. Nota la periodista que durante el estudio de Harvard entre enero 17 y febrero 24, aún mucha gente no tenía ni agua ni luz. Muchos todavía sufrían el paso de la tormenta y las mentiras de los gobiernos y sus ineptitudes. Todavía hay quien las sufre. Además de los de aquí, piensen en los que están en moteles abandonados en Florida, Texas y Nueva York.
No podemos ser ingratos con las gentes que ayudaron, pero de rodillas por la ayuda lenta y despreocupada del gobierno norteamericano, jamás.