«Si estás herido»
Pa’ Tite y pa esa gente de Guayama que se empeñan en mantenerlo vivo…
y pa’ los de Santurce.
Y pa’ Tato también, obviamente.
“Como si todo en la vida le faltara”, es el lamento del desamparado Concepción al que Tite Curet Alonso le puso la letra que lo inmortalizó. Lo que para el campesino, el jibarito de Rafael Hernández, era la imposibilidad de subsistir de la venta del producto de su tierra, en los tiempos y las palabras de Tite lo representaba la carencia de empleo; y ya no era un traje para su viejita lo que no se podía comprar, sino el “derecho de vivir”. Casi cincuenta años median entre ambos lamentos: medio siglo de cambios radicales de modos de vida; y aunque el “Lamento de Concepción” no se presente como metonimia de “los pesares” de Borinquen, su apropiación popular apunta a que expresa una angustia “de ala rota que [ni él, la Perla, los caseríos, o “el pueblo trabajador”] nunca se la mereció”.
Ese lamento se me parece a la angustia del “triste problema”, al que refiere otra canción de Tite que resume un sufrimiento “peor que el olvido”: un dolor angustioso, sin remedio, con el cual hay que vivir, aunque “el pensamiento esté fuera de lugar” y que a nadie se le pueda expresar.
Se trata de un dolor, que puede ser producido por la pérdida de un ser querido, que amarga indefinidamente la vida. Pero también son voces que ante estos dolores incomprensibles o innombrables se aferran resignadamente a la vida: ese derecho que siente amenazado Concepción “en su lamento . . . en su terrible agonía”.
¿Qué es estar herido? ¿Cuán heridos nos sentimos en una sociedad espectacularmente atropellada como la que habitamos los que insistimos en radicarnos en este mal llamado cien por treinta y cinco? Heridas están las víctimas de los crímenes y sus familiares; y heridas también están las víctimas de la desigualdad social: quienes están condenados a las peores escuelas y a las incertidumbres del sistema de salud, entre muchas otras cosas. Heridos asumimos estar la “clase trabajadora”, ante una crisis económica global que mantiene en jaque nuestros empleos, nuestros hogares, nuestra unidad familiar. Herida, profundamente herida, está una sociedad más que amenazada por los desmanes del narcotráfico ¿y podemos decir también por las falsas promesas del consumo? Herida está una sociedad en la que los gobernadores humillan a las comunidades pobres, criminalizándolas en su campaña. No vi ningún rico en las fotos con que nos atemorizaban para que “les eliminemos su derecho a la fianza” a los acusados.
Si a algo apuntaban ambas campañas, la del Sí y la del No, es al reconocimiento de la identificación de la división de clases como eje del asunto de la criminalidad. Es a otros, los criminales —que con sardónica inocencia son identificados como pobres, de caseríos, de barriadas, de comunidades especiales—, a quienes se les negaría el derecho absoluto a la fianza. Para enfatizar su superioridad y ¿su mayor nobleza?, los gobernadores nos estrujaron en la cara su derecho de usar las imágenes de unos acusados en su propia contra. Nada más y nada menos que el gobernador y el Tribunal Supremo le dijeron al país que el partido de gobierno “tiene derecho” de actuar sobre la sensibilidad —las heridas— de dos madres que simplemente les piden que no las humillen: a una recordándoles la muerte de su hijo y a la otra, negando públicamente la inocencia del suyo. Y este derecho lo perdieron, porque hicieron un gesto frente a un fotoperiodista como si estuvieran en un video de reggaeton. Gesto que el gobernador repite cuando es él quien sale en la prensa nuevamente, triunfante, poderoso, estrujándole en la cara a esos otros que él es más fuerte. Y primero lo dijo una juez, cuyas nominaciones y permanencias en el empleo pueden depender de su victoria en las elecciones. Y después los jueces “fast trak” del Tribunal Supremo. Se trata de una agresión inmisericorde, amparada por la misma constitución que defiende a esos acusados al presumir su inocencia y que ellos no lograron cambiar.
Esa foto de Fortuño nos presenta que estamos atrapados en una guerra. Independientemente de la victoria del No en el referéndum de la fianza, la guerra lamentablemente continúa. ¿O esa victoria aliviará las heridas? ¿Acaso no regresarán nuevamente esas imágenes en la campaña electoral, con mayor cinismo y demagogia? ¿Desistirán de sus mensajes en twitter? ¿No volverá a abrir la boca otro Edwin Mundo?
Según el tono de la campaña, sobre todo por la voluntad de ganar unos sobre otros —como si se tratara de un evento hípico— me parece que la victoria del No, no va a detener el aire triunfalista ni las campañas xenofóbicas de criminalizar a los pobres. Gracias al gigantesco esfuerzo de muchos, se ha impedido —a pesar de las limitaciones de la democracia— que los Fortuños, los Kid Cajitas y los Rodríguez ñema se salieran con la suya, pero la herida no sanará ni ellos cesarán su empeño de meter el dedo en la llaga.
Y la herida tampoco sanará, porque estamos muy lejos de ganar “la guerra contra las drogas”. Por el contrario, lo que presenciamos es que se irradia con la agresividad del cáncer. Y como una epidemia nos amenaza a todos; y puedo asumir que todos tememos ser la próxima víctima. ¿O hay alguien que se siente totalmente protegido? ¿Acaso la muerte de Stefano y los tiroteos en Guaynabo no han dado al traste con la idea de la protección del “acceso controlado”?
Ahora, a pesar de que reconozco fue sólo una de las voces de la oposición, quisiera prestar atención a la campaña del MST. Si nos dejáramos llevar por su lema, la victoria del Sí hubiera provocado un revanchismo similar al usado en la campaña penepé. ¿Cómo se materializaría la amenaza implícita en la campaña “Con la fianza no se juega”? Desde la perspectiva revolucionaria, se defiende el derecho a la respuesta fuerte, incluyendo el uso de la violencia, porque se afirma que es la manifestación de una justicia mayor. Cuando la ley es atropello, la rebelión es justicia: sería el slogan que justificaría respuestas consecuentes con esa amenaza. O, para contemplarlo dentro del panorama de la afirmación nacional: esta amenaza es consecuente con el recordadísimo soneto de “En la brecha” de José de Diego, cuyos últimos versos llaman a embestir, “como el toro acorralado”.
Tal vez estamos regresando a los tiempos de la violencia revolucionaria; y no lo digo porque piense que esté bien o que esté mal. O quizás inevitablemente lo tengamos que ver desde la perspectiva de Fanon: realmente, “los condenados de la tierra” estamos bajo un ataque cruel de la violencia del oprimido y del colonizado. Tanto se golpea económica, política, cultural y socialmente a una comunidad que se justifica su respuesta violenta. Y quizás fuera a eso a lo que se refiere la campaña: a una respuesta social que ¿revertiría los efectos de esta guerra? ¿vengaría a los otros heridos? ¿sanaría las heridas?
¿Qué hacer “si estás herido”?
Y, obviamente me refiero a las heridas por consecuencia de una agresión, que es como veo la actual situación. Y ante esa circunstancia, la canción de Tite que me apropio para titular esta articulación ofrece una respuesta metafóricamente sencilla: “Si estás herido”. Y les pido unos minutos para que lo escuchen.
Este tema es parte del disco Planté bandera de Tommy Olivencia con Chamaco Ramírez de 1975. Este álbum le hace parar los pelos a uno, porque sabrosamente representa los sabores de la salsa. Planté bandera es casi otro proyecto de Tite Curet como compositor. Es conocido el llamado proyecto Cheo, álbum para el cual Tite compuso ocho de sus temas. Para este disco, el segundo de Chamaco en su regreso a la banda de Olivencia luego de otro “triste problema”, Tite compuso seis de las nueve canciones. Sin embargo, más que en el disco de Cheo Feliciano, el conjunto de temas de Planté bandera invita a verlo como una colección de estampas que dialoga con colecciones de cuentos como En una ciudad llamada San Juan (René Marqués 1960), En cuerpo de camisa (Luis Rafael Sánchez 1966) e incluso Spiks Pedro Juan Soto 1956). En las canciones de Planté bandera se escuchan historias y sentimientos de un barrio virtual, enlazados por la música caribeña (guaguancós, rumbas, merengue, bomba y boleros, todos ensalsados) y por el relato de (sobre)vivencias. En ese barrio hay que “cuidarse” como “Casimira”; a veces se anda “como asustao” por “no hablar patois”; y el “amor es una telenovela”, “pasada de moda”, en la que se ama “amordisco”. En su figuración de historias cotidianas, en este álbum se “planta bandera” aún llegando “tarde a la rumba”, “porque yo también tengo derecho de sentarme y sentirme satisfecho”[i].
Dentro de esas circunstancias, además del consejo de cuidarse que da la santería, se aconseja reaccionar como un león, “cuando lo hieren ataca”. El barrio, que ha pasado a ser el espacio icónico de la identidad en estos tiempos posmodernos, es un espacio inseguro, donde reina la desconfianza, donde la rivalidad prevalece, donde atacar vale más que “contar”[ii]. Ah, esto dicho en una salsa: un relato de una circunstancia, un cuento. ¿Cómo sobrevive el cuentero si no hace como el león? ¿Qué es hacer como un león: atacar con los dientes o con la boca? ¿atacar para devorar o atacar con palabras? ¿Acaso no debemos salvar esa frágil diferencia entre el acto y la palabra?
Sin ánimo de proponer un pacifismo new age, me pregunto: ¿hasta cuándo vamos seguir respondiendo como un león herido? Cuentan algunos analistas de las sociedades del Medio Oriente que las heridas entre las familias palestinas e israelitas son tan profundas y están tan enraizadas en sus historias familiares que da la impresión de que el ímpetu de venganza es inapagable. Es tan enorme el dolor que requeriría de una capacidad de perdón sobrehumana. Quisiera pensar que los resultados del referéndum del 19 de agosto son un indicio de esperanza: de que la fuerza del cantor puede amilanar a la del agresor
¡Ah!, pero no olvidemos que a veces el dolor —la herida— es incomunicable como en “Mi triste problema”: por lo que tal vez tengamos que resignadamente conformarnos con anunciarla, reconocer que existe y “andar con la pena de que nadie sepa cuál es mi dolor”.
[i] Cito en desorden de “Casimira”, “A la yumbaé”, “Como una novela”, “Planté bandera”, “El amor” y “Evelio y la rumba”; todos, excepto los últimos dos, identificados como composiciones de Catalino Curet Alonso.
[ii] Seguramente un centenar de temas de hip hop y de reggaeton habrán verbalizado este clima de violencia con mucha mayor fuerza y claridad. Perdón, por ser un ignorante en el asunto.