Sobre las pasadas elecciones en Chile
trasfondo
Un profesor italiano me preguntó por qué yo continuaba escéptico después del triunfo del NO en el plebiscito de 1989: “¿Pero es que acaso no ha llegado la alegría a Chile?” Se refería a la palabra usada en la campaña del NO: “La alegría ya viene”. Yo le contesté que sí, pero que era sólo un alivio pasajero. Esta semana el alivio es mayor.Se puede decir de varios países que “la economía está bien, pero la gente está mal”. Chile ha tenido un crecimiento anual de más del 5% durante el gobierno de Sebastián Piñera lo que en términos de la economía capitalista está muy bien; pero la diferencia entre ricos y pobres sigue siendo más abismal que nunca. La persecución de los mapuches en el Sur; los diversos proyectos neoliberales que atentan contra la ecología del país; el no cumplimiento de las promesas (por lo demás, ambiguas) a los estudiantes; el bajo nivel cultural general, especialmente el que se proyecta a través de los medios de comunicación. El destape cada vez mayor de la caja de Pandora de los crímenes de la dictadura y los encubrimientos posteriores ha sido estos últimos años apabullante.
Uno de los legados más infames de la dictadura militar en Chile es una constitución que aseguraba la mantención en el poder de los dos principales conglomerados políticos de la nación que habían protagonizado o consentido el golpe en contra del presidente socialista Salvador Allende, relegando a la izquierda progresista al dilema de incorporarse servilmente a las huestes en el poder o sobrevivir en un limbo.
Chile es un ejemplo de la teoría de los tres tercios consistentes en que la población del país se divide en partes relativamente iguales: derecha, centro e izquierda.
(a) El primero representa los intereses de los sectores tradicionales del país a los que se adosan los inevitables lacayos (los perros guardianes que menciona José Donoso en Casa de campo) constituido actualmente por la Unión Democrática Independiente (UDI), heredera directa de la dictadura militar, y Renovación Nacional, más moderada pero fervorosa continuadora del modelo neoliberal del pinochetismo;
(b) el sector de centro, vacilante, con oscilaciones que suelen determinar los resultados de las elecciones, es muy de clase media y se parte por la mitad según la conveniencia del momento; allí se destacan varios grupos, pero especialmente el Partido Demócrata Cristiano (PDC), y, finalmente,
(c) la izquierda en la que sobresalen dos direcciones: la formada por dos partidos de índole social-demócrata que en estos últimos 23 años se han aliado pragmáticamente con los partidos de centro para gobernar el país: el Partido Socialista (PS) y el Partido Por la Democracia (PPD). Pertenecer a estos partidos ofrece una sensación de complacencia a izquierdistas pragmáticos (o temerosos) y les hace sentirse cómodos en la efervescencia neoliberal. La otra, en soledad y desamparo político, la forman el Partido Comunista (PC) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), los sectores estigmatizados por la dictadura y que reúnen a los fieles al legado allendistas: los sobrevivientes de la tragedia y sus hijos(as).
El poder eleccionario se redujo a dos frentes: (a) la llamada Concertación de centroizquierda que conforman el PDC (centro) y los sectores social-demócratas de la izquierda (PS y PPD) y logró conquistar la presidencia del país en 1990, y (b) con diferentes nombres, la alianza derechista entre la UDI y RN que recuperó momentáneamente el poder en 2010 a consecuencia de las luchas internas de la Concertación y el nombramiento de un candidato sin atractivo y negándose a realizar primarias, lo que provocó la candidatura socialista rebelde de MEO, el hijo de Miguel Enríquez.
Debido a un recurso muy hábil en el sistema de elecciones, en cada distrito, provincia o región sólo podían salir elegidos dos candidatos. Quedaba prácticamente asegurado el triunfo de un candidato por cada una de las aglutinaciones políticas de derecha y de centro, dejando fuera de opción a todos los demás. Hasta 2006 hubo, además, senadores “designados” (Pinochet mismo fue senador antes de morir) lo que aseguraba que el Congreso controlaría cualquier medida que atentara contra la preservación del sistema implantado por la dictadura aun cuando el presidente perteneciera al PPD (Ricardo Lagos) o al PS (Michele Bachelet): tanto Lagos como Bachelet continuaron la estrategia neoliberal aunque desde una perspectiva social-demócrata. Sea como sea, ambos son recordados como nuestros presidentes con mayor sensibilidad social de los últimos tiempos, tanto que Bachelet probablemente no tendrá dificultad en ganar la segunda vuelta. Ya MEO ha declarado que eso es inevitable lo que implícitamente indica que la apoya.
El domingo pasado
Lo que ha ocurrido este pasado domingo es interesante porque puede abrir el camino a otros sectores, notablemente la juventud, para que se decida a emplazar y desplazar a muchos congresales enquistados en sus sillones.
En primer lugar, ha quedado claro que la ciudadanía ha perdido su confianza en los gobiernos, sean de centroderecha o centroizquierda. Lo demuestra la alta cuota de abstención, un 50% inusual en Chile, y los numerosos votos en blanco o intencionalmente nulos.
Por primera vez la centroizquierda consideró que debía incluir al Partido Comunista en su lista, no por generosidad, sino porque sus cálculos preelectorales los hacía presumir otra derrota y este partido cuenta aún con una fuerte base de apoyo. Para ello, se cambió el nombre de Concertación al de Nueva Mayoría. Ya en las pasadas elecciones de 2010 el PDC, en las zonas mineras del Norte, había calculado que le convenía hacer arreglos con el PC. (Este distrito por ti; el otro, por mí). Esto permitió que por primera vez llegaran al Congreso tres diputados comunistas.
A todo esto, el MIR prosiguió su rechazo a todos los partidos, y terminó disperso en candidaturas marginales (humanistas, verdes) que no alcanzaron más del 2 o 3% de los votos, aunque muchos de ellos deben haber botado por el hijo de Miguel Enríquez, el líder asesinado por la dictadura e hijo adoptivo de un exministro de Allende. Además, los perennes descontentos o los “onderos” (los que se oponen a cuanta cosa los gobernantes propongan, no sin razón la mayor parte de las veces) distribuyeron sus votos entre los siete candidatos menores si es que llegaron a votar, lo que dudo mucho.
Esta vez tampoco hubo acuerdo y se presentaron dos candidaturas extras en uno y otro lado del espectro político. En la izquierda, Marco Enríquez-Ominami, generalmente llamado por sus siglas, MEO, quien obtuvo un 11% de los votos, lo que seguramente impidió que Bachelet (casi 47%) ganara en la primera vuelta. En la derecha, Franco Parisi con más del 10% disminuyó mucho el porcentaje de Matthei (25%), la candidata del partido del desprestigiado presidente Piñera (UDI).
Poder estudiantil
Lo más llamativo ha sido la elección de cuatro exdirigentes estudiantiles, líderes de las pasadas huelgas universitarias. El propósito de estas luchas a través de concentraciones y marchas por las avenidas centrales de Santiago era sobre todo mejorar la educación a todo nivel y liberarla del lucro. Son pocos los estudiantes que se atreven y tienen el talento para asumir posiciones de liderazgo con todo el riesgo que eso conlleva en una sociedad dominada por intereses económicos locales y extranjeros. Hasta ahora esos cuatro dirigentes elegidos por amplias mayorías habían limitado su lucha a defender los intereses del estudiantado, a veces en las calles y no pocas veces en enfrentamientos con la policía. Habían dicho que sus intereses reivindicativos se limitaban a la esfera de las instituciones educacionales que representaban. Pero pronto apareció el slogan de Camila Vallejo “A cambiar Chile”. Cuando hace meses anunciaron que no estaban conformes con los logros conseguidos al nivel de la protesta por la educación y que iban a postular a la Cámara de Diputados (representantes), fueron tildados de traidores y oportunistas principalmente por aquellos que siempre habían estado en contra de ellos. Establecieron como sus objetivos llamar a una asamblea constituyente, cambiar la constitución pinochetista y, más que nada, los trucos eleccionarios vigentes. Los cuatro que salieron victoriosos son dos mujeres comunistas, Camila Vallejo y Karol Cariola; un socialista, Gabriel Boric, y un independiente, Giorgio Jackson. Todos ellos constituyen lo que ya se ha llamado la “bancada estudiantil” en una Cámara constituida por 66 de Nueva Mayoría contra 48 de derecha.
El paso de la lucha en las calles a la acción política en el Congreso puede ser positivo para el futuro del país, sobre todo porque esos cuatro jóvenes son brillantes, entusiastas, honestos y dedicados; el común de la gente los ve como algo diferente, sobre todo por quienes los admiran, pero también por los que los detestan. No les va a ser fácil, pero no estarán solos en la Cámara. Hay 64 más que van a estar con ellos.
Sólo me queda esperar que para las próximas elecciones presidenciales nos dejen votar a los chilenos residentes en el extranjero.