Still Alice
El año de Julianne Moore (la Alice del título) ha llegado por fin. Luego de una carrera en la que ha obtenido cuatro nominaciones al Oscar (dos como mejor actriz principal; dos como mejor actriz de reparto) fue coronada como la mejor actriz de 2014 por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas por este filme. La diferencia entre el logro de Moore, que sufre de una enfermedad en el filme, y lo que la Academia premió como mejor actuación masculina del año está evidente en la película.
Alice Howland es una profesora de lingüística en la Universidad de Columbia en Nueva York. Se ha distinguido por sus investigaciones, sus artículos y sus libros. Frecuentemente es invitada por otras instituciones a dar conferencias, pero comienza a darse cuenta que sufre episodios en que la palabra que quiere decir la evade, en que se le olvida lo que iba a decir, o no entiende algo que le han preguntado. Sus estudiantes notan su desorganización en las clases, y su popularidad entre ellos, que antes era suprema, comienza a declinar. Eventualmente descubre que sufre de una forma hereditaria de Alzheimer que se manifiesta precozmente.
Como mujer brillante que es, Alice trata de diseñar trucos que le permitan recordar las cosas, pero la enfermedad es incontenible y va haciendo sus estragos sin que nada pueda detenerla. Va entrando en unas etapas en las que sus relaciones con su marido John (Alec Baldwin, excelente, como siempre,) y sus tres hijos (dos mujeres) ya crecidos se complica porque la vida sigue su rumbo y no se detiene para acomodar la realidad de la enfermedad. A pesar de su deseo, Alice no puede enunciar muchas palabras ni recordar lo que ocurre de un momento a otro.
A través de estas ordalías Moore, la actriz, va transformándose en un ser que ya no puede depender de su ingenio e inteligencia, ni de su encanto personal, y va descendiendo a un mundo de tinieblas. Lo fascinante de su actuación es que no depende de una imitación física de un defecto muscular, sino de las emociones alteradas por una enfermedad que aún no entendemos bien y que conduce a la peor oscuridad: no tener memoria. Esa desaparición desvincula a la persona que sufre la enfermedad de todo lo que lo rodea. Pero no sabemos a ciencia cierta si en los pocos recodos de las neuronas que no se afectan aún residen pequeños cuentos que el afectado no puede verbalizar. La ciencia no sabe qué sucede en el cerebro del enfermo después de ciertas etapas. Tampoco sabemos qué es el estar vivo y no recordar nada. Ni si duele.
Lo que sí podemos apreciar es la desesperación de las personas alrededor del afectado por perder la relación con alguien amado. Según progresa el deterioro del personaje en el filme, un aspecto del logro de Moore es que nos trasmite la angustia que debe ser saber que se perderá el contacto con el mundo, que ha de perder la capacidad para conmemorar, que es después de todo, lo único que queda en el último tiempo de la vida.
Escrita y dirigida por Richard Glatzer y Wash Westmoreland, “Still Alice” está basada en el libro homónimo de Lisa Genova, y es una película que brilla gracias a la actuación de Moore y la competencia del resto del elenco. Al final de la cinta hay una referencia a “Angels in America”, para muchos, incluyéndome, la mejor obra de teatro que se ha escrito en los Estados Unidos desde su debut en 1993. Una obra de una compasión extraordinaria y de un impacto social e histórico de gran valía. El drama termina con una nota de optimismo. Verán que también es la nota en la película.
La ciencia ya ha descubierto mucho. Tal vez nunca lleguemos (¡que jamás ocurra!) a ser como Funes, el memorioso, y acordarnos de todo, pero podría ser que algún día contengamos esta enfermedad devastadora para todos.