Straight from the horse’s mouth
La frase en inglés «straight from the horse’s mouth» (literalmente: «directamente de la boca del caballo») quiere decir «directamente de la fuente más confiable» y, en ocasiones, de la fuente más inesperada. En este caso, uso la frase en ambos sentidos. El caballo en este caso es la casa financiera suiza Credit Suisse, cuyo Research Institute hace pocos meses emitió su segundo informe sobre la distribución de la riqueza en el mundo. (Las referencias y links para los interesados están al final de este artículo). El informe, titulado Global Wealth Report, 2012 permite un vistazo rápido a ciertas dimensiones importantes del mundo en que vivimos.
El informe estudia la distribución de la riqueza personal (las propiedades reales o financieras de individuos adultos) en el mundo. Parte del informe incluye información a la que estamos acostumbrados, como la comparación de la riqueza de diversos países. Los datos no pueden sorprendernos. Así, el informe constata que 34% de la riqueza personal (la llamaré riqueza de aquí en adelante, para abreviar) se encuentra en Europa. Otro 28% se encuentra en América del Norte. Es decir, 62% de la riqueza es propiedad de personas que residen en Europa y Norteamérica. El resto del planeta se las arregla con 38% de la riqueza. Los habitantes de América Latina entera, para tomar la zona más cercana, cuentan con sólo 4% de la riqueza personal del mundo.
Pero si bien es importante constatar la diferencia persistente entre países ricos y pobres, también sabemos que al interior de cada país existen grandes desigualdades. Ni todos los norteamericanos son ricos, ni todos los latinoamericanos son pobres. Hay muchos pobres en Europa, y más de un millonario en América Latina. Aquí es que el mencionado informe hace algo nuevo e interesante: intenta ofrecer una imagen de la distribución de la riqueza a través de fronteras, tomando la humanidad entera, la sociedad global, como unidad de análisis. En lo que tan sólo puede describirse como un gran «understatement» los autores del informe resumen sus hallazgos del siguiente modo: «Wealth is unevenly distributed. Our analysis finds some stark differences in the distribution of wealth.» Decir que «la riqueza está distribuida desigualmente» no hace justicia a la imagen que surge del informe indicado. Veamos algunos datos.
Según el informe, el 1% más rico de la población mundial (repito: 1%) posee nada menos que 44% de la riqueza del planeta. El 10% más rico del planeta posee 84% de la riqueza personal del mundo. Esto quiere decir, amigo lector o lectora, que el 90% de la población mundial cuenta con 16% de la riqueza. El 50% más pobre, la mitad de la humanidad, cuenta, según el informe, con exactamente 1% de la riqueza. Aquel 10% es, literalmente, dueño del mundo.
Cuando Credit Suisse publicó su nuevo Global Weath Report, Robert Frank, columnista del Wall Street Journal, comentó, refiriéndose a uno de sus hallazgos: «Here’s another stat that the Occupy Wall Streeters can hoist on their placards: The world’s millionaires and billionaires now control 38.5% of the world’s wealth». Efectivamente: el informe constata que hay 29.7 millones de millonarios (fortunas calculadas en dólares) en el mundo. Esto es más o menos igual a la población de Perú. Se trata de .5% (mitad del 1%) de la población del planeta. ¿Qué parte de la riqueza del mundo controlan los millonarios del planeta? Los autores del informe suavizan el dato al resumirlo afirmando que «menos del 1% controla más de un tercio» de la riqueza personal. En realidad, el informe indica que los millonarios, mitad de 1% de la población mundial, controlan 38.5% riqueza, algo que está más cerca del 40% que de un tercio (33%). En fin, .5% de la población mundial –los millonarios– poseen casi 40% de la riqueza. Lo que el informe tampoco señala, aunque el comentarista del Wall Street Journal sí se atreve a indicarlo, es que ese 38.5% constituye un aumento, si se compara con el 35.6% que el informe anterior había estimado como la riqueza en manos de los millonarios. (¿Dónde residen estos millonarios? 34% reside en Estados Unidos. 11% en Japón. 9% en Francia. 6% tanto en Alemania como en Reino Unido. 5% en Italia. Estos países ya suman más del 70% de los millonarios. De América Latina, el país con más millonarios es Brasil: tiene 1% de los millonarios del planeta.)
Pero está la otra cara de la moneda: la base de la pirámide del capitalismo global. Los millonarios, como vimos, que constituyen .5% de la población adulta mundial poseen casi 40% de la riqueza personal. Al otro lado tenemos a la población cuya riqueza no sobrepasa $10,000. Los que están debajo de esta cifra constituyen 67.6% de la población mundial. Mientras el .5% millonario tienen 40% de la riqueza, este 67.6% empobrecido tiene 3.3% de la riqueza. En fin: hablar de polarización de riqueza y pobreza, hablar de poder del 1% sobre nuestras vidas lejos está de ser una hipérbole. Como admitía el columnista del Wall Street Journal, el movimiento de protesta Occupy Wall Street (que ha levantado su dedo acusador contra el 1% más rico del país) muy bien podría copiar los hallazgos de este informe en sus banderas.
De hecho, si miramos a estudios sobre Estados Unidos en particular, encontramos datos similares (y también algunas cosas inesperadas en cuanto a la percepción de esos datos, algo que comentaremos al final de este artículo). Un conocido estudioso, G. William Domhoff, autor de varios trabajos clásicos sobre el tema, resume los datos más recientes. En Estados Unidos el 1% más rico posee el 34.6% de la riqueza personal. El 20% más rico posee nada menos que el 84% de la riqueza. Es decir, el 80% de la población posee sólo 16% de la riqueza. Algo más impactante: si tomamos el 40% más pobre descubrimos que posee tan solo .3% de la riqueza. Decir que aquel 1% controla efectivamente la vida del país no es, por tanto, una exageración.
Ese 1% que controla casi 40% de la riqueza es quien toma las decisiones sobre las inversiones y quien influencia, cuando no dicta, las orientaciones y las políticas económicas de los gobiernos en todo el mundo. Sus ideas, debatidas, elaboradas, difundidas por «expertos», think-tanks, fundaciones y otros organismos de elaboración de política, fijan los términos del debate público sobre políticas económicas y sociales. A cada paso elaboran política, cabildean posiciones, seleccionan, financian y vetan candidatos. ¿Quién puede sorprenderse de que en décadas recientes hayan generalizado políticas de desreglamentación y desregulación del movimiento de capitales, de privatización de bienes públicos, de recortes de impuestos a los ricos y las empresas, de políticas del llamado «trickle down» (aseguremos la prosperidad de los de arriba y la riqueza «goteará» hacia abajo), y, más recientemente, de rescates masivos con fondos públicos de grandes empresas privadas amenazadas por la crisis, por un lado, y de exigencia de pago escrupuloso de la deuda pública a los bancos privados, por otro? ¿Quién puede sorprenderse, si tales políticas benefician precisa y directamente a los dueños del mundo? Entre los guardianes de sus intereses se encuentran en la actualidad las casas acreditadoras, que examinan la salud fiscal de cada estado, y le imponen las políticas que dejen intacta la riqueza de los más ricos.
En un país como Puerto Rico, que vive bajo la constante amenaza de la acreditación de Standards & Poor’s no está demás considerar la descripción que ofrece Edgardo Lander, un estudioso del tema: «Las agencias evaluadoras de riesgo, en particular las tres más importantes, Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch, que no han sido designadas para esa función por ninguna autoridad pública o democrática, se han convertido en jueces de la situación económica y políticas públicas de cada país. Estas agencias han ido asumiendo no sólo la evaluación de si las políticas públicas corresponden o no a los intereses del ‘mercado’, si contribuyen o no a generar ‘confianza en los mercados’. Se han convertido en formuladores directos de políticas públicas, haciendo exigencias precisas sobre las decisiones que los gobiernos tienen que tomar, amenazando con aumentar la calificación de riesgo del país si no se hace lo que se demanda. Evaluaciones negativas por parte de estas agencias usualmente producen incrementos en las tasas de interés que tiene que pagar el país en cuestión para obtener nuevos créditos, lo que puede representar costos adicionales de centenares de millones de dólares, que se transforman en forma inmediata en un incremento de los ingresos del sistema financiero privado.
“El comportamiento de la dirección política de esos Estados ante los dictámenes de estos jueces ha demostrado que, en momentos de crisis, opera un nuevo modelo de ‘democracia’: las amenazas o dictámenes de estas agencias tienen más peso sobre las decisiones de política económica que la voluntad de los ciudadanos.
“Del mismo modo, cuando los ‘mercados’ consideran que no hay condiciones de suficiente ‘confianza’, la sola amenaza de movimientos masivos de capitales financieros hacia otros lugares más amables con los inversionistas puede ser suficiente para alterar las políticas rechazadas por las instituciones financieras».
Vivimos efectivamente bajo la dictadura de «los mercados»: la concentración de riqueza vacía a la democracia de contenido real, al menos en lo que a política económica, fiscal y social se refiere. ¿Acaso pueden mantenerse tales estructuras sin recurrir a la violencia? En cuanto a esto, al igual que en otros casos, es bueno tomar la información directamente de la boca del caballo. En su manifiesto neo-liberal, el ideólogo empresarial Thomas L. Friedman, señalaba en 1999: «The hidden hand of the market will never work without a hidden fist –McDonald’s cannot flourish without McDonnell Douglas, the builder of the F-15. And the hidden fist that keeps the world safe for Silicon Valley’s technologies is called the United States Army, Air Force, Navy and Marine Corps». O en castellano: «la mano invisible del mercado, nunca funcionará sin el puño invisible. Mc Donald no prosperará sin la Mc Donell Douglas, que ha construido el F15. El puño invisible que garantiza un mundo seguro para la tecnología de Silicon Valley se llama ejército, fuerzas aéreas, armada y cuerpo de marines de los Estados Unidos».
Concentración atroz de la riqueza, captura de la democracia por los que controlan la riqueza, garantía militar de las reglas del mercado. Ese es el resumen que se desprende de lo dicho. Pero la imagen estaría incompleta si dejamos fuera las resistencias. 2011 fue también el año de la «primavera árabe», de movimiento de los indignados, del movimiento Occupy. Regresando al tema de la distribución de la riqueza, un estudio reciente ofrece datos interesantes sobre las actitudes y percepciones de la mayoría de la población en Estados Unidos, el país cuyos habitantes por general son vistos como los baluartes más sólidos del sistema económico existente.
Dos investigadores, Michael I. Norton y Daniel Ariely, realizaron un estudio sobre las percepciones que la población de Estados Unidos tiene sobre la distribución de la riqueza en su país, y, aún más interesante, sobre el tipo de distribución que considerarían ideal o justa. La amplia muestra que usaron incluía personas de todas las edades, identidad racial, género, nivel económico y afiliación política (demócratas, republicanos, etc.) entre otras variables. Las respuestas indican un sorprendente consenso por encima de cualquiera de estas variables. Entre los hallazgos del estudio vamos a destacar dos.
En primer lugar se evidenció que la gran mayoría de las personas subestima el nivel de desigualdad existente en Estados Unidos. Las personas estimaron que el 20% más rico del país controla alrededor del 60% de la riqueza. La realidad es que el 20% más rico controla, no el 60, sino cerca del 85% de la riqueza. Por otro lado, estimaron que el 40% más pobre tiene 10% de la riqueza del país. La realidad es que el 40% más pobre controla, no el 10, sino el .3% de la riqueza. ¿Cuál sería una distribución justa de la riqueza? Ante esa pregunta, a pesar de que subestiman el nivel de desigualdad existente, el estudio reveló un consenso a favor de reducir la desigualdad. Así, del estudio se deriva el apoyo a que el 20% más rico posea alrededor de 32% de la riqueza y que el 40% más pobre posea el 30% de la riqueza. Repito: que el 20% más rico, que ahora tiene 85% de la riqueza, reduzca radicalmente su parte al 32% y que el 40% más pobre, que ahora tiene .3% de la riqueza, aumente aún más radicalmente su parte al 30% de la riqueza. Es decir, ajustar la realidad a la noción de justicia de los participantes en la encuesta conllevaría una masiva y radical redistribución de la riqueza en Estados Unidos.
De hecho, como parte del estudio se le dio a escoger a los participantes entre tres gráficas tipo «pastel» cada una dividida en cinco pedazos. Una representaba una distribución igualitaria: cada quinto de la población tendría un quinto de la riqueza de país. Otro, sin que los participantes lo supieran, representaba la distribución del ingreso de Suecia, mucho más igualitaria que la de Estados Unidos. La tercera, de nuevo sin que se informara a los participantes, representaba la distribución actual de la riqueza en Estados Unidos (con 85% de la riqueza, por ejemplo, en manos de un quinto de la población). Se pidió a los participantes que expresaran sus preferencias de una opción contra otra y de todas como conjunto. 92% prefirió a Suecia comparado con Estados Unidos. Como dicen los autores del estudio, los americanos, sin saberlo, «prefer Sweeden». Pero aún más sorprendente es el dato de que 77% prefirió la distribución igualitaria a la distribución existente en Estados Unidos. En conjunto 47% prefirió la distribución sueca, 43% la más igualitaria y ¡sólo 10% la distribución existente en Estados Unidos!
La única conclusión a la que se pude llegar es que existe una base amplia para construir un movimiento de cambio económico radical, incluso en Estados Unidos: un sentimiento difundido, que quizá no se reconoce a sí mismo como «de izquierda», pero que efectivamente está bastante más a la izquierda de la mal llamada izquierda del Partido Demócrata. ¿Se convertirá ese sentimiento en una fuerza activa en la políticaestadounidense, o seguirá siendo una mera corriente subterránea? Buena parte de nuestro futuro depende de la respuesta a esa pregunta.
Referencias:
- El informe del Credit Suisse-Research Institute, Global Wealth Report, 2012 puede encontrarse en: https://infocus.credit-suisse.com/data/_product_documents/_shop/323525/2011_global_wealth_report.pdf
- Robert Frank, «Millionaires Control 39% of Global Wealth», Wall Street Journal, 19 octubre 2011 en: http://blogs.wsj.com/wealth/2011/10/19/millionaires-control-39-of-global-wealth/
- G. William Domhoff, «Wealth, Income and Power» (October 2011) http://www2.ucsc.edu/whorulesamerica/power/wealth.html
- Edgardo Lander, «Un nuevo periodo histórico? Crisis civilizatoria, límites del planeta, desigualdad, asaltos a la democracia, estado de guerra permanente y pueblos en resistencia» en http://dialogos2012.org/2012/02/um-novo-periodo-historico-por-edgardo-lander/?lang=es
- Thomas Friedman, «A Manifesto for the Fast World», New York Times, 28 marzo 1999 en: http://www.nytimes.com/1999/03/28/magazine/a-manifesto-for-the-fast-world.html?pagewanted=all&src=pm
- Michael I. Norton, Daniel Ariely, «Building a better America – one wealth quintile at a time», Perspectives on Psychological Science (2011) en http://www.people.hbs.edu/mnorton/norton%20ariely.pdf