Ahora son los jovencitos, los endeudados, los turistas, las familias y, sobre todo, las familias con crías, quienes aseguran la herencia dominical que les dejó la Grecia clásica.
Ahora son los jovencitos, los endeudados, los turistas, las familias y, sobre todo, las familias con crías, quienes aseguran la herencia dominical que les dejó la Grecia clásica.
Mi amigo Luillo Ruíz, productor del filme Driven, me había mandado a llevar dos docenas de banderas puertorriqueñas a Venecia (la película clausuraba el renombrado festival de esa ciudad) y estas sencillamente no cabían en la maleta.
Cuando pasaron el umbral del salón donde Juan Cruz impartió su taller de crónica, la línea imaginaria que separa al escritor del periodista desapareció.
En realidad, pude reconciliarme con “la vuelta del perro”. El auto, lenta y ruidosa circulación de imágenes turbias, es prótesis del cuerpo encamado de mi madre: cámara que se desliza por espacios yuxtapuestos de tantos siglos.
Como aborigen con lanza y taparrabo que ve invadida su costa, @1020LaLola atacó con el artefacto cultural de nuestros tiempos. Vestida en traje de baño, agarró la mortífera arma del celular y con dardos virtuales, atacó a tuitazo limpio.
Su estilo evoca la narrativa de Galeano en la importancia de los detalles, los nombres, los lugares y las circunstancias. Guillermo Rebollo Gil da golpes relámpago o “jabs”, cortitos pero poderosos.
«Sin tener que mirar, sé que mis tíos están montando el horno donde asarán los pavos…Los pavos aún están amarillos, les falta para estar hechos». Esta es la crónica de un día de Acción de Gracias.
Una crónica y exposición que, lejos de honrar a los muertos, invitan a una reflexión sobre la muerte como un tema común, más que un misterio. Porque como dice un antigüo refrán: «hay que aprender a morir para poder aprender a vivir.»