Una vez se monta, se copia y se proyecta, el cine se encierra en una inevitabilidad reproduciéndose como una exaltación ontológica de la muerte. Hay un control absoluto del tiempo posmórtem que informa nuestra participación.
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Una vez se monta, se copia y se proyecta, el cine se encierra en una inevitabilidad reproduciéndose como una exaltación ontológica de la muerte. Hay un control absoluto del tiempo posmórtem que informa nuestra participación.