Televisualizando zombis
A Efraín González y Eduardo Alegría, compinches del placer del miedo.
El primer episodio de la tercera temporada de la serie The Walking Dead rompió récords la noche del 12 de octubre atrayendo 10.9 millones de telespectadores. De acuerdo a la revista The Hollywood Reporter, este es el episodio de cualquier serie dramática que ha logrado atraer el mayor número de televidentes en la historia del cable básico estadounidense. Este número es mucho más impresionante cuando se considera que el mismo no incluyó a los suscriptores de Direct TV ya que existía una disputa contractual entre la compañía y el canal AMC. Varios factores han contribuido al éxito de esta serie. La misma es parte de la programación del canal AMC, el cual se ha distinguido durante los últimos años por transmitir series de alta calidad —en términos de actuación, dirección, guiones, vestuario, cinematografía, etc.— que giran en torno a temas excitantes, arriesgados y hasta controversiales como Mad Men y Breaking Bad. The Walking Dead está basada en un cómic de culto (el cual fue publicado por primera vez en 2003) que fue creado por el escritor Robert Kirkman y el artista Tony Moore (quien más tarde fue sustituido por Charlie Adlard). La adaptación del cómic a la televisión fue concebida por Frank Darabont, un escritor y director de reputación sólida en la industria hollywoodense (la cual se manifestaba por medio de la popularidad de taquilla de sus adaptaciones de textos de Stephen King, así como por las tres noimnaciones al Óscar que había recibido por The Shawshank Redemption y The Green Mile).Aún con todos estos elementos de calidad y reputación a su favor, el hecho de que la trama de la serie gira en torno a un grupo de seres humanos tratando de sobrevivir en un mundo poblado por zombis crea una disyunción entre The Walking Dead y las otras series dramáticas que caracterizan al canal AMC (así como la gran mayoría de la programación actual en los Estados Unidos). Tradicionalmente, el género de terror no es considerado como una categoría prestigiosa dentro de las prácticas culturales contemporáneas. En el imaginario social, la concepción dominante del género de terror está ligada a tramas poco realistas e hiperbólicas llenas de actos violentos (e.g., desmembramientos y decapitaciones) así como de muertes tortuosas y ensangrentadas. Esta concepción se consolida sobre todo durante el final de los 1970 y el principio de los 1980 gracias al subgénero del slasher film, e.g., Halloween (Dir. John Carpenter), Friday the 13th (Dir. Sean Cunningham) y Nightmare on Elm Street (Dir. Wes Craven). La misma ha encontrado actualmente su apoteosis en el grupo de películas que se han denominado como torture porn—e. g., Saw (Dir. James Wan) y Hostel (Dir. Eli Roth).
Aunque ha existido históricamente un menosprecio hacia el género del terror, a través de los años hemos visto textos de terror que gozan de prestigio artístico y cultural. Sin embargo, muchos de estos ejemplos están mayormente ligados a adaptaciones de textos literarios por directores reconocidos con estrellas populares y con presupuestos substanciales —e.g., Rosemary’s Baby (basada en la novela de Ira Levin y dirigida por Roman Polanski), The Exorcist (basada en la novela de William Peter Blatty y dirigida por William Friedkin) y The Shinning (basada en la novela de Stephen King y dirigida por Stanley Kubrick).
Uno de los elementos vitales compartidos por estos textos, ya sea en la versión novelística o en la fílmica, es que la articulación del terror va de la mano con el desarrollo de personajes no estereotipados y potencialmente complejos. Como Brian Lowry explica en su artículo titulado “TV Has the Advantage in Storytelling,” actualmente la narración dramática más intrincada puede encontrarse en la televisión. Lowry propone que, contrario al cine, la dimensión novelística del medio televisivo le permite el desarrollo de personajes a través de los arcos narrativos largos. Lo que el cine ofrece que le es difícil de replicar a la televisión lo es una experiencia de intensidad sensorial y fenomenológica tanto por el ambiente que crea la sala de cine (e.g., ver la película en la oscuridad), así como por el caráter particular de la narrativa fílmica, la cual es autónoma (entre otras cosas, por su duración finita). Como Sarah Kozloff explica, la serialidad de los programas televisivos imponen limitaciones al suspenso que se puede crear dentro de sus narrativas (el cual es integral al género de terror). Durante sus tres temporadas (especialmente la que se transmite actualmente), The Walking Dead ha encontrado maneras efectivas para combatir el factor de la “tensión reducida” existente en la television al incorporar un número significativo de situaciones de acción, ansiedad y espanto en cada uno de sus episodios. A la misma vez, las carencias posibles que el formato televisivo pueda imponer en términos de producir miedo y angustia son compensadas por medio de otros tipos de placers que sirven para estimular a los telespectadores. El mejor ejemplo lo es el talk show de 30 minutos titulado Talking Dead. El mismo se transmite luego de cada episodio original y sirve como foro de disusión sobre la serie en general, así como los eventos específicos del episodio recién transmitido. Cada episodio incluye un segmento titulado “In Memoriam” que recapitula no sólo las muertes de personajes, sino también las destrucciones de los zombis (conocidos como walkers en la serie), las cuales se han tornado más gráficas y violentas con el pasar de las temporadas. Es interesante ver cómo al descontextualizar estos momentos, los mismos pierden la intensidad de terror que tienen dentro de la narrativa y se convierten en elementos paródicos para los seguidores de la serie.
La palabra zombi es de origen africano occidental. Como explica el diccionario de la Real Academia Española, zombi se refiere a una persona que se supone muerta y que ha sido reanimada por arte de brujería, con el fin de dominar su voluntad. Interesantemente, la conexión entre la brujería y los zombis no ha formado parte vital de este subgénero de terror en el contexto estadounidense (auque hay algunos ejemplos como I Walked with a Zombie, dirigida por Jaques Tourneur en 1943). En estas películas, la causa por la cual los zombis existen nunca se revela contundentemente. Usualmente se proponen conjeturas —las cuales tiendedn a estar relacionadas con accidentes científicos y tecnológicos— pero las mismas nunca se confirman. Por ejemplo, en Night of the Living Dead (1968), el texto paradigmático para los artefactos culturales contemporáneos sobre zombis, los personajes principlales escuchan un reportaje que propone que la radiación producida por un satélite proveniente de Venus al entrar a la atmósfera terrestre es responsable de que los muertos se transformen en zombis. Una vez esta transformación ocurre, lo único que motiva a los zombis es su necesidad de satisfacer el hambre de carne humana que sienten. No hay ningún otro sentimiento ni deseo presente en ellos.
Night of the Living Dead (así como la mayoría de las otras películas de Romero) establecen una analogía interesante entre los zombis y los grupos históricamente marginados dentro de la sociedad estadounidense. El filme muestra la crueldad y el sadismo que caracteriza al grupo de hombres blancos que están a cargo de eliminar a los zombis en el área de Pittsburgh. Estos hombres no sólo disfrutan a plenitud de su tarea sino que también se burlan innecesariamente de sus “presas.” Este comportamiento atroz alcanza su culminación al final de la película cuando este pelotón de “justicia” mata innecesaria e insensatamente a Ben luego de que éste sobreviviera ataques constantes la noche anterior. Es importante notar que el cuerpo de Ben, quien es negro, es maltratado al ser pinchado y arrastrado utilizando un gancho de acero para ser quemado en una hoguera. En el contexto histórico del final de los 1960, estas imágenes relacionadas al cuerpo de Ben (las cuales forman parte de los créditos finales del filme) evocan vivamente el maltrato que habían experimentado muchas personas negras en los Estados Unidos.
Romero continúa insistiendo en esta asociación entre los zombis y los grupos históricamente marginados —aunque la misma no siempre esté conectada a elementos de raza— para recalcar la idea de que siempre habrá personas que busquen aprovecharse en cualquier situación (aunque la misma sea una crisis como la que se contruye en estas películas) para imponer su poder sobre otros. Su filme Diary of the Dead (2007) concluye con las palabras de la narradora preguntándose si vale la pena salvar la humanidad mientras se muestra una escena donde dos hombres están disfrutando perversamente mientras disparan y mutilan zombis. Aunque sugestiva, debemos tener cuidado con la analogía entre los zombis y la grupos marginados en nuestra sociedad. El hecho de que los zombis sólo respondan a una necesidad (e.g., comer carne humana) reduce exponencialmente cualquier lectura política que se pueda hacer de ellos. Por otro lado, en estos momentos donde la austeridad económica reina en nuestras vidas, la imposibilidad de sentir deseos que no sean parte de nuestras necesidades básicas nos posiciona más cerca de estos zombis de lo que hubiésemos pensado.
La manera en que los humanos se portan más inhumanamente que los que ya no son humanos (i.e., los muertos vivientes quienes constituyen una forma de otredad) representa una de las críticas sociales más evidentes en muchos textos sobre zombis. En The Walking Dead, esta contradicción se ha hecho patente durante la temporada actual con la aparición del personaje del Gobernador y los habitants de Woodbury. De cierta forma, el contexo post-apocalíptico donde transcurre la trama de The Walking Dead parece invocar más a las películas de vaqueros que al género de terror o la ciencia ficción. El impulso de territorialización y de encontrar un lugar seguro donde se pueda (re)construir la “civilización” es parte de la sintáxis de los Westerns. De esta forma, los zombis son una iteración nueva de los salvajes en los Westerns. El hecho de que éstos se puedan domesticar, como lo hizo el personaje de Michone para poder sobrevivir dentro de este caos, comprueba esta hipótesis. Aunque el uso de esta sintaxis pueda ser ideológicamente sospechosa, espero que The Walking Dead problematice la misma. Quiero seguir viendo esta serie domingo tras domingo con el anhelo de que la misma continuará asustándome, conmoviéndome y haciéndome pensar.
Referencias
Kozloff, Sarah. “Narrative Theory and Television.” Channels of Discourse, Reassembled. Ed. Robert C. Allen. 2nd ed. Chapel Hill & London: U of North Carolina P, 1992. 67 – 100.
Lowry, Brian. “TV Has the Advantage in Storytelling.” Variety 28 January 2009. Online.