Tensión en las Coreas
En 1945, al terminar la Segunda Guerra Mundial, la península de Corea -antigua posesión japonesa- fue ocupada por la Unión Soviética y Estados Unidos, tomando como línea de división el paralelo 38º del territorio. El estallido de la Guerra Fría tuvo como resultado la división de este país en dos estados. En el norte, se estableció en 1948 la «República Popular de Corea», de régimen comunista y apoyado por la Unión Soviética. En la mitad sur, se creó la «República de Corea», de régimen autoritario fuertemente anticomunista y teniendo como aliado a los Estados Unidos.
El 25 de junio de 1950, el ejército de Corea del Norte invadió a Corea del Sur en una clara provocación contra el dominio estadounidense en esa región. El gobierno de Estados Unidos tuvo una reacción inmediata ante la agresión, por la amenaza que ésta representó para las posesiones de este país en el Lejano Oriente. Ese mismo día, el presidente Harry S. Truman ordenó al general MacArthur que proporcionara a Corea del Sur la ayuda necesaria y la debida protección militar.
El conflicto rápidamente se convirtió en una guerra internacional que involucró a más de 20 naciones. La Guerra de Corea tuvo su origen en el auge del comunismo soviético y el triunfo comunista en China; quienes al unir sus fuerzas con Corea del Norte, podrían extender el comunismo en todo el territorio asiático, comenzando por el vecino de Corea del Sur. Del otro bando, se situaron los enemigos del comunismo, Corea del Sur con Estados Unidos, entre otros países. Para algunos líderes estadounidenses, ésta resultó la ocasión propicia para derrotar definitivamente al comunismo del mundo.
En enero de 1953, el republicano Dwight Eisenhower tomó posesión de la presidencia de Estados Unidos y en el mes de marzo murió el presidente Stalin de la Unión Soviética. Finalmente, tras una serie de difíciles negociaciones, el 27 de julio de 1953 se firmó el armisticio, quedando el paralelo 38º como línea de separación entre las dos Coreas; es decir, la misma situación territorial que existía antes de la guerra. Ese fin de la Guerra no resultó en mejoría de las relaciones entre las dos Coreas. Hubo más de medio millón de muertos, muchos más heridos y destrucción significativa. Tanto la Unión Soviética como Estados Unidos sufrieron un gran descontento social. Sin embargo, en Estados Unidos se revivió un sentimiento nacionalista, expresado a través de un marcado anticomunismo que tomó tintes represivos en contra de quienes simpatizaban con la ideología socialista.
Sesenta años después del “fin” del conflicto ambos países han logrado convivir sin “mayores dificultades”. En el 2010 Corea del Norte bombardeó la isla de Yeonpyeong, una zona civil de Corea del Sur. El ataque causó cuatro muertos -entre estos dos civiles- y una decena de heridos, provocando una respuesta inmediata de las fuerzas surcoreanas. El gobierno de Corea del Sur y su población prometieron una venganza mil veces peor en caso de surgir una nueva agresión armada desde el Norte. Muchos expertos pronosticaron una nueva Guerra entre las Coreas, pero “nada” ocurrió.
La historia parece repetirse. A principios de marzo la ONU impuso nuevas sanciones económicas y comerciales a Corea del Norte por pruebas nucleares realizadas el 12 de febrero. Como respuesta Corea del Norte declaró nulo el armisticio que puso fin a la Guerra de Corea y aseguró que se está preparando para una inminente guerra contra Corea del Sur y EE.UU. Por su parte, Corea del Sur aseguró que el acuerdo de armisticio no ha quedado invalidado, debido a que legalmente su anulación requiere la conformidad de ambas partes. En su intento por acaparar los medios y ser foco de atención, el gobierno de Corea del Norte publicó en su canal de YouTube un nuevo vídeo en el que se simuló un ataque con misiles a la Casa Blanca y el Capitolio estadounidense. Más recientemente el régimen norcoreano cortó de forma unilateral la línea de comunicación militar entre el Sur y el Norte.
Nadie puede predecir lo que sucederá en la región, donde la tensión es permanente por estos días. Sin embargo, es poco probable que las tensiones escalen al punto de una guerra. Los países involucrados en esta crisis tienen mucho que perder y poco que ganar ante un conflicto bélico de grandes proporciones. Corea del Norte, uno de los países más hermético del mundo y prácticamente el único baluarte puramente comunista, siempre ha amenazado con un ataque nuclear. A pesar de todas sus artimañas, Corea del Norte figura como una pequeña y aislada nación asiática que se las ha arreglado para acaparar los titulares del mundo durante décadas y que utiliza este tipo de provocaciones internacionales para extorsionar a otros países y obtener de ellos la ayuda que desesperadamente necesita para su desolada economía. Se podría decir que el principal objetivo de las amenazas norcoreanas es de índole interno y consiste en fortalecer el control de la población y del Ejército. Ante los efectos de la globalización su estructura comunista y nacionalismo se han visto debilitados. Por lo que, el gobierno de Kim Jong-Un intenta elevar la tensión mediante continuas advertencias de guerra inminente para así generar unidad entre sus compatriotas contra Corea del Sur y EE.UU. Paradójico a su gran armamento nuclear, una guerra podría ser fatal.
Corea del Sur tampoco tiene interés en participar de una guerra que generaría masiva destrucción a su territorio. Siendo la decimotercera economía mundial, tiene mucho que perder. Cada vez que hay noticias de conflictos militares en la península, Corea del Sur tiene que tranquilizar y convencer a los inversionistas para impedir que su economía caiga.
Por su parte, Estados Unidos no está interesado en el estallido de otro foco de crisis militar, luego que las aventuras bélicas estadounidenses en Irak y Afganistán han generado duras críticas al gobierno y deteriorado su economía. Las maniobras conjuntas estadounidenses y surcoreanas son más bien un elemento disuasivo más que conflictivo.
China, considerado el último y más poderoso aliado de Corea del Norte, no tiene el más mínimo interés en una guerra que desestabilizaría la región y tendría efectos nocivos para su proyecto de desarrollo nacional y proyección como líder global. No obstante, lo único que le faltaría a China para demostrar su poderío actual es un conflicto bélico donde pueda poner a prueba su enorme ejército y tecnología nuclear.
En ese sentido, quizás la Guerra de Corea nunca ha terminado como se nos ha hecho creer. Este conflicto servirá para medir el poder y tolerancia de las actuales potencias mundiales, principalmente China y Estados Unidos, ante un nuevo panorama globalizado del mundo. Para nuestra Isla y su maltrecha economía un conflicto bélico en Corea sería fatal. Los precios de la mayoría de los productos que consumimos aumentarían aún más de lo ya previsto. Con el descalabro financiero existente, la histórica mala administración imperante y la poca voluntad de cambio y honestidad del actual gobierno, sería la excusa perfecta para seguir justificando una continua crisis económica y la prolongación de muchos de nuestros problemas.
Hay que admitir que las relaciones exteriores entre países han tomado un giro inesperado, donde cabe destacar que el comunismo –la ideología de izquierda más peligrosa y de la cual había que cuidarse– ya no representa una amenaza o quizás nunca lo fue. A su vez, el patriotismo ha tenido que ceder mucho con tal de mejorar la economía, que al final de cuentas es el verdadero problema al que se enfrentan las naciones hoy día. Para muchos, el posible y a la vez lejano conflicto supondría el verdadero fin de la Guerra Fría y el reconocimiento de un nuevo panorama mundial o ¿simplemente son los embates de la globalización económica que vivimos?