The Favourite
La historia, como de seguro han visto en los avances, tiene que ver con la lucha emocional, revestida de deseos de poder y de influencia, entre la Duquesa, favorita por muchos tiempo de la reina Anne, y su prima distante, Abigail Hill (Emma Stone), por la atención de la soberana. Al principio vemos las suntuosidades, las sinuosidades, y los secretos, del lugar principal donde se hizo la filmación, Hatfiled House en Hertfordshire, y esto ayuda a darle a la cinta la atmósfera temporal que requiere. Hatfiled House sustituye a Kensington Palace, que era donde vivía la reina, y mucha de ella la vemos a través de la cinematografía de Robbie Ryan, a quien recientemente, tal parece, alguien le regaló un lente de ojo de pez. Además, con economía y síntesis, se establece la relación entre Anne y la duquesa, y la influencia que la última tiene sobre los asuntos de estado, y el tesoro del reino. Conocemos al conde Sidney Godolphin (James Smith) quien junto al conde Robert Harley (Nicholas Hoult) y el duque de Marlborough (Matk Gattis) están involucrados en la política detrás de las guerras contra Francia. Harley resiente la influencia de la duquesa sobre la reina y trata, sin suerte, de desviar las ideas que Sarah Churchill le pone en la cabeza a su alteza real.
De pronto, la película toma tono de farsa y se convierte en “Tom Jones” (1963) con toques de Fanny Hill, que parece que es prima de Abigail. Esta viene en una diligencia a pedirle trabajo a su prima distante, la duquesa. (No se menciona que Abigail también era pariente de Harley, lo que contribuía a que Sarah la repudiara.) Su padre ha perdido, al juego y la botella, su estatus en la sociedad. Entregó a su hija como pago en un juego de barajas, y la niña sabe más trucos que los que se practicaban en Gomorra. En la diligencia que viaja, un soldado que la ve, y se masturba. Tal parece que nadie más se da cuenta y, luego, cuando la muchacha se va a bajar, le toca el fondillo, y esta cae de bruces en el fango. Es la escena cómica de la película. Así, enfangada, se presenta a palacio, donde pasa por las criadas, las cocineras, los sirvientes, y los pajes, hasta enfrentarse a su pariente. Esta la trata como basura: es el comienzo de una gran amistad. El diálogo tiene cierto pique en esta escena y, esporádicamente, en otras, que me hicieron reír, pero el pique más pique, viene después.
La reina sufre de “gota” (lo pongo entre comillas, porque los historiadores no se han puesto de acuerdo si era eso o no) y tiene un ataque terrible, para lo que le están poniendo carne cruda en la pierna a ver si le detiene la angustia. La lista Abigail sabe de unas hierbas que alivian el dolor y, sin que nadie lo sepa, va al bosque a caballo, consigue la planta, hace un mejunje, y se lo pone en unas llagas que tiene la reina en la pierna (que les aseguro que no es gota), y la mujer siente alivio. De primera intención, por haber entrado al aposento real sin permiso, la duquesa le da un castigo: seis azotes, aunque solo recibe dos. Eventualmente Abigail se las arregla para que la reina sepa quién fue la que le alivió el dolor: “It was me!”, casi le dice cuando la reina pasa ya aliviada en su silla de ruedas por un largo pasillo.
El resultado es que Abigail comienza a subir de categoría. Más cuando el joven Samuel Masham (Joe Alwyn) se ha fijado en ella (la vio recogiendo las hierbas para el mejunje que le puso la reina) y, no tarda en que escenifiquen juntos otra escena muy bonita, tipo Tom Jones, que el director Yorgos Lanthimos se ha esmerado en coreografiar y prolongar bastante. Como ahora puede pasearse por palacio (se ha congraciado aún más con la soberana jugando con sus conejitos, que representan sus hijos que han muerto) accede a las habitaciones de la reina. Una noche la ve haciendo el amor con ¡la duquesa! Se aprovecha de ese conocimiento para, poco a poco, suplantar a la duquesa en la cama de su alteza real.
Por supuesto que puede que esto haya sucedido entre la reina y/o la duquesa y Abigail. Claro, para la época era ciertamente un escándalo, y hubiera destruido la imagen de todas ellas. El problema es que no se sabe, no hay constancia histórica de tal cosa pero, después de todo, esto es una película. Lo que sí se sabe es que, invadida por los celos, la duquesa leyó en corte un poema que sugería que la reina y Abigail se hacían el amor. Eso le concede la licencia literaria a los guionistas. Mas, tal y como se presenta en el filme, cuando cada una de las mujeres sabe que la otra sabe, lo primero que vino a mi mente fue: ¡chantaje! Hay que ver la cinta para averiguar.
Además del chisme, la mejor razón para ver este mejunje histórico, es para ver la actuación magistral de Olivia Colman como la reina Anne. Es una interpretación compleja, feroz, sensible, llena de matices de frustración, felicidad pasajera, y momentos pesarosos, que representa el pathos de la reina, una mujer solitaria que perdió 17 (sí ¡17!) hijos y los sustituyó con los conejos que vivían en su aposento. Contrario a lo que presenta el filme como su motivo para alejarse de Sarah Churchill, hay testigos de los desaires públicos y las amenazas políticas que le hizo la duquesa a Anne y colmaron la copa real. Fueron la verdadera razón de la ruptura. La lucha entre la duquesa y Abigail la encarnan bien Rachel Weisz y Emma Stone, pero no tiene el fuego y la animadversión que le hubieran dado, digamos, Bette Davis y Joan Crawford. El chisme de la película no es tal para los tiempos modernos, donde cada cual debe tener, y muchos tienen, la libertad de hacer lo que quiere con su amor y su sexualidad. The Favourite, ciertamente no la mía, no sabe exactamente si es sátira, farsa, comentario social de la época o recuento político, porque es todas. Desafortunadamente, para mí, el mejunje no funciona.