The Last Colony
Un documental puertorriqueño con este nombre inmediatamente se delata porque nos dice de qué lado está su director, de modo que entré al teatro temiendo encontrarme con una película proselitista, un año antes de las elecciones. Para mi sorpresa, aunque nada cambió la apreciación que hice de las ideas políticas del director Juan Agustín Márquez en cuanto al ELA, su aptitud cinemática me impresionó. Su manejo de la cámara (junto a Héctor Ortiz y Gerardo Rodríguez), la fluidez de la narrativa y la calidad de la edición indican un futuro que ya se veía en sus trabajos previos (ha ganado dos Emmy).
No solamente eso, Márquez ha congregado, con una que otra excepción, un grupo de exponentes que saben de lo que hablan y que expresan sus ideas dejándonos saber sus sentimientos sobre lo que debe de ser o no Puerto Rico. No hay sorpresas. Los conocemos a todos y hemos oído antes sus enfoques sobre la situación política de la isla, particularmente aquellos que han figurado como candidatos a puestos electivos. Por eso no nos sorprenden las posiciones de Fernando Martín, María de Lourdes Santiago, Luis Fortuño, Kenneth McClintock, Pedro Pierluisi y Aníbal Acevedo Vilá. Lo que sí sorprende es que lejos de la muchedumbre y las tonterías de los programas televisivos que se prestan a griterías y debates sin altura ni profundidad, estas personas despliegan discursos que nos permiten escuchar y evaluar sus posturas. Puede que uno difiera de ellas, pero aquí están expresadas con aplomo y tranquilidad, con el respeto que se debe tener para el pueblo que escucha narrativas cuyos contenidos pueden salvar o condenar este país. Digo esto porque, a pesar del deseo del director de llamar a Puerto Rico una colonia, se ha mantenido cierta distancia de esa decisión ideológica y la información en el documental es certera y muchas veces analítica.
Hablarle a la cámara es como mirarse en un espejo en el que uno no se ha de ver hasta mucho después: ahí estás, diciendo lo que dijiste y cómo lo dijiste y, a menos que el director y editor de pietaje no trunquen tu participación, estarás a la vista por lo que parecerá una eternidad. Márquez ha sido cuidadoso de no tratar de distorsionar la imagen (me refiero a lo que vemos, no a lo que cada uno proyecta) de sus entrevistados para sacar para ellos ventajas políticas. Por otro lado sí intenta manipularnos cuando en dos ocasiones, como si fuera “Big Brother” y un mensaje subliminal de la época estalinista, la cara de Pedro Pierluisi aparece en pantalla completa y se va acercando cada vez más a nosotros. Además de ser un error estético, es demasiado obvio. Es una pena que esto se haya intercalado en un documental que tiene el potencial de ser educativo. Asimismo, el director debió quedarse fuera del documental ya que con el título nos ha dicho cómo piensa. Si la idea era que alguien hilvanara las ideas, eso no lo necesita el público puertorriqueño que le dará pensamiento al documental, y se pudo haber hecho con un narrador de forma más efectiva. Pero son dos fallas que un regreso a la mesa de edición podrían resolver.
Además de las figuras ya mencionadas hay otros que participan y dan sus versiones de lo que puede o no suceder desde un punto de vista político en el país, basado en lo que sucedió con el plebiscito de 2012. Antes de entrar en ello quiero aclarar que para mí hay números y datos que son indiscutibles. Por ejemplo, que Puerto Rico tiene una deuda de $78 billones no hay duda. De cómo se llegó a esa situación hay versiones distintas, muchas acomodaticias, a pesar de que los números no mienten. Desafortunadamente la discusión sobre eso se convierte en opiniones que rayan en creencias mitológicas. Afortunadamente ese tema no se trata en la película, pero lo traigo para advertirle al espectador que mucha de la información sobre la situación de Puerto Rico como territorio no incorporado es correcta, pero se usa de distintas formas tanto por los nuestros como por los congresistas puertorriqueños en Washington que ofrecen su interpretación. No estoy diciendo que se hace por maldad, sino que muchas opiniones emergen más como ilusiones que como hechos. Además, esos “hechos” se basan en el plebiscito de 2012.
Números hay en el documental sobre el plebiscito de 2012 y el único en que se puede confiar es que una mayoría votó en contra de la condición territorial presente. Estos números incluyen el hecho incontrovertible que de 1, 814, 031 votos, en el voto de la preferencia de opciones no territoriales, hubo 470, 032 votos en blanco o un 26% de todos los votos. La interpretación de estos resultados ha sido motivo de discusión desde entonces, pero el Comité de Energía y Recursos Naturales del Senado norteamericano que evaluó los resultados decidió que el voto en blanco no cuenta. Eso, que votos en blanco no cuentan, por supuesto que es correcto. Pero en este caso sabemos que ese voto en blanco fue uno de protesta y destapa más la inefectividad del proceso que el deseo del pueblo o la conclusión que han querido extraer los políticos de varias ideologías.
Casi todos los participantes comentan sobre el plebiscito y, como es de esperarse, favorecen una interpretación que respalda sus conocidas inclinaciones políticas. Algunos logran hacerlo de forma convincente por la pureza de su posición. ¿Quién tiene la valentía de Rafael Cancel Miranda para retar lo que nos dice? Máxime cuando es parte de la historia que se sigue repitiendo en los acometidos contra Puerto Rico. Aquí tengo que señalar algo que me pareció poco valiente: no aparece en inglés lo que dice Cancel Miranda. Si el documental está dirigido a los EE. UU. se deben de enterar los norteamericanos de lo que está diciendo alguien que arriesgó su vida por la independencia de su país tal y como lo hicieron los antepasados de los norteamericanos que lucharon contra los ingleses.
Muy efectivos e inteligentes en sus entrevistas estuvieron José Alfredo Hernández Mayoral y Alfredo Carrasquillo, quienes tienen puntos de vista distintos sobre cuánto tenemos o no de colonia. Peter Rosenblatt, quien fuera embajador a los Estados Federados de Micronesia y sabe dos o tres cosas sobre territorios incorporados y no incorporados, nos da una información valiosísima que hay que escuchar. Don Young, representante republicano por Alaska desde 1973, quien en el 1998 presentó un proyecto sobre el estatus político de Puerto Rico que pasó el Congreso por un voto y murió en el Senado norteamericano, da su opinión sobre el estatus favoreciendo que se decida entre estadidad e independencia. El veterano político lo hace de forma contundente y es el más gracioso de todos: se refiere a Romero como “el caballo”. Un anexionista que ha estudiado en el norte y pasado bastante tiempo allá pronuncia “choose” como “shoes”, y nos hace conscientes que tendrá su pie en la boca por mucho tiempo por venir.
Al final uno puede votar por la forma política que prefiere. No se vistan que no van. La papeleta no está aprobada por Casa Blanca y es “non-binding”… ¿Ha habido alguna que lo sea?
Lo que se hace patente es que Márquez es un buen documentalista que puede hacer cosas que valgan la pena. Llevar la ideología en la manga no ha evitado el éxito de Michael Moore, ni le quitó impacto al “Religulous” de Bill Maher. Por otro lado, no tengo idea de por quién vota Ken Burns y no me enteré de la ideología de Jennie Livingston cuando vi “Paris is Burning” (me la imagino liberal, pero no sé a qué partido puede pertenecer). Me encantaría ver a Márquez continuar en la dirección que iba con su estupenda “100,000”, sobre el problema de los perros realengos en la isla. Ojalá no lo empleen para hacer anuncios publicitarios para las campañas. Y si se los ofrecen, que sea valiente y diga ¡NO!