The Life Ahead: memorias
Madame Rosa (Loren) es una sobreviviente del Holocausto que ha sido prostituta y ahora se dedica a cuidar los niños de otras prostitutas. Un día va a un mercado de pulgas tratando de vender unos candelabros. Un preadolescente senegalés le arrebata el bulto con los candelabros y se da a la huida. Trata de vendérselos a un hombre cuya fama principal es de traficante de drogas (Massimiliano Rossi), pero el ‘teniente’ del hombre trata de ahuyentarlo. Como suele suceder en los vecindarios de toda ciudad, en sus sectores todos saben quién es quién y a qué se dedican. Casi inevitablemente los candelabros encuentran su camino de vuelta a Madame Rosa, gracias al médico que cuida a todos en su cantón. El doctor Cohen (Renato Carpentier) no solo trae el botín sino a Momo (Ibrahima Gueye), el perpetrador del robo. Ambos le piden al chico que pida perdón y se excuse por su acción, algo que el muchacho hace a regañadientes. Más sorprendente resulta que el doctor le pida a Madame que cuide al muchacho. Buena negociante, le exige paga al médico que, después de cierto regateo, se lo concede.
El filme va documentando las relaciones entre Momo (se llama Mohamed, pero explica que detesta el nombre) y Madame Rosa, pero también con otros dos niños que ella tiene bajo su ala y con Lola (Abril Zamora) la madre del más pequeño de los dos. La rebeldía de Momo lo conduce por caminos peligrosos y lo somete a situaciones que podrían costarle cárcel o deportación. Además de su relación con Madame Rosa y Lola, tiene trabajo en la tienda de antigüedades y alfombras de Hamil (Babak Karimi). Allí muestra su habilidad para reparar alfombras y tejer partes de algunas. En casa de Madame Rosa (su casa) lava platos y ayuda en tareas domésticas.
Edoardo Ponti y Ugo Chiti escribieron el guion del filme (que dirigió Ponti, hijo de la estrella) basándose en la novela de Romain Gary, “La vida ante nosotros” que, en su versión fílmica anterior, se llamó “Madame Rosa”. En aquella, Simone Signoret comprobó su fuerza dramática y su capacidad para mostrar ternura sin recurrir al sentimentalismo. Han pasado 43 años desde aquella versión. En aquella, el chico era argelino y los problemas de la época entre árabes y judíos eran un tema prominente. En esta, el trasiego de drogas y las tensiones raciales predominan como asuntos de la cinta.
Sophia Loren tiene casi 87 años y ha tenido una carrera llena de triunfos y de premios. En sus años iniciales era una belleza rutilante que parecía destinada a ser una simple diosa sexual. Su talento, sin embargo, inmediatamente trascendió esa etiqueta y la impulsó a niveles artísticos que pocos actores alcanzan. En el filme, con una peluca gris que la hace ver más avejentada de lo que en realidad luce cuando no está ante las cámaras, su aceptación del cariño que por ella va desarrollando Momo y ella por él, es el logro más sublime de su actuación. A pesar del individualismo de Momo y sus malacrianzas, ella comprende que el muchacho ha tenido tantos traumas físicos y emocionales que requiere amor incondicional para salvarse. Loren maneja sus escenas con firmeza elegante y nos hace ver que entiende y acepta el amor que Momo ahora lleva en su corazón.
Según va poniéndose errática por el desarrollo de lo que puede ser demencia senil o Alzhéimer, el semblante de Madame Rosa se agrieta más mientras el olvido va borrando sus memorias y llevándola a ese terreno que nadie puede contar que es la incapacidad de comunicación y de comprensión. La nueva versión tiene un giro (me lo reservo) que no tuvo la versión del 1977 y que le añade a la cinta un elemento sorpresivo ante lo que es una historia con un fin predecible.
Lo que me trae a la memoria del filme de 1977. Aquel ganó el Oscar a la mejor película extranjera y su estrella ganó el equivalente francés de ese premio, el César, como mejor actriz. A pesar de la actuación de Loren y del joven Ibrahima Gueye y de que hay escenas llenas de los momentos felices que tiene el chico lejos de su hogar, mi recuerdo de la versión antigua fue que me conmovió. La nueva versión me puso triste, pero hizo más trayéndome la memoria de aquella.
De todos modos, volver a ver a Sophia Loren en la pantalla, dirigida por su hijo, es una grata experiencia que no se puede pasar por alto. Les traerá buenas memorias.