The Lunchbox
Mumbai, antiguamente Bombay, es una ciudad de más de 12 millones de habitantes que es una concatenación de ruidos, colores, olores y, como se imaginan, de gente. El tránsito humano y vehicular, en el que predominan motoretas, motoras, bicicletas, taxis, rickshaws, y tuk-tuks (triciclos con pedales o motor) es un enjambre casi impenetrable que es una maravilla de organización caótica. Todos consiguen llegar a donde se lo proponen a pesar de que parece ser imposible.
En ese ambiente, donde la palabra revolú se queda pequeña, es legendario que le llegan todos los días a decenas de miles de personas, las fiambreras preparadas, o por su mujer, o por un servicio de comidas, y enviadas por mensajero. Las fiambreras (el Lunchbox del título) recubiertas de su estuche distintivo viaja por bicicleta, mar, tren y, nuevamente bicicleta para alimentar al destinatario. El sistema es tan eficiente que, según dice un mensajero en la cinta, seguramente analfabeto, ha sido estudiado y avalado por ¡Harvard!
Esta película agridulce y tierna es como pocas que pueda recordar en los últimos años. A pesar de sus fallas (a veces hay que tener la paciencia de estar en un tapón en Mumbai) vale la pena ver lo que es una comedia de errores que nos revela algunas de las cambiantes costumbres de esa tierra misteriosa y turbulenta que es la India.
Inexplicablemente, la fiambrera de un trabajador del gobierno se extravía y en su lugar recibe una que está destinada al marido de una bella mujer que vive para estar pendiente de su hija, de su tía, y cocinar para su marido. Ila (la guapísima Nimrat Kaur) se preocupa por cocinar bien porque su marido parece estar tan sumido en su trabajo que escasamente le hace caso. La casa o apartamento de Ila es pequeña, como lo son en realidad la mayoría allí, y su cocina consiste de una hornilla en la que confecciona sus delicias. Conversa con su tía (a quien nunca vemos), que habita los altos del mismo edificio en que vive Ila. La tía le da secretos de como cocinar ciertos platos y le presta especias y condimentos para sus manjares, que le pasa por la ventana colgándolas de una canasta que sirve de montaplatos.
Algo se trastorna en el servicio avalado por Harvard y la fiambrera le llega a Saajan Fernandes (Irrfan Kahn) un trabajador en la oficina de recaudos municipales que está por retirarse. El es un viudo que vive solo y que tiene que consolarse con disfrutar, cuando dejan la ventana abierta, de las cenas de la familia que es su vecina. Un toque genial y sutil es que la niña de la familia es la que cierra la ventana cuando a veces lo ve mirándolos comer desde su terraza, pero es la única que lo saluda cuando quiere. Ese detalle de la dualidad de sentimientos es un leitmotif en la cinta, pues la trama se mueve entre la fantasía y la realidad de los personajes.
Saajan queda convencido de que los logros culinarios de su servicio de comidas ha tenido un viraje hacia lo epicúreo, hasta que cae en cuenta que en la fiambrera en que viene el chapati hay una nota. Pronto, Ila y Saajan comienzan a intercambiar mensajes que los van acercando emocionalmente. El resto… hay ver la película para saber qué pasa.
Irrfan Kahn, quien tuvo participaciones destacadas en “Slumdog Millionaire” (2008) y “Life of Pi” (2012) es un actor de técnica sutil que representa su personaje con la adecuada tristeza y timidez que uno espera de alguien que está solo entre 13 millones de gentes. Nimrat Kaur es una belleza que pasa la película con su bindi (el puntito en la frente, a veces) como único maquillaje, lo que dice mucho de su relación con su arte. Es además muy convincente como la nueva mujer india que es capaz de tomar decisiones y confrontar los problemas por sí misma. Brilla en la cinta, además de los principales, Nawazuddin Siddiqui como Shaik, el hombre que ha de sustituir a Saajan cuando este se retire. Siddiqui, una de las grandes estrellas de Bollywood, es estupendo como el también solitario (que está por resolver ese problema casándose) personaje que se hace amigo de Saajan.
Ritesh Batra dirigió y escribió este guión encantador. Este es su debut como director de un largo metraje y si es cierto que como muestra basta un botón, esta película augura muchas cosas buenas. La música de la cinta compuesta por Max Richter es estupenda y la cinematografía de Michael Simmonds acentúa la intimidad del filme y las emociones muy privadas del tímido Saajan y la soñadora Ila.
Hay a través de la película, demostrando la inteligencia de Batra como guionista y de como se comunica con su camarógrafo, momentos de crítica social sin didactismo. En una escena Skaik le dice a Saajan que el padre de la novia no lo quiere porque es bajo de estatura y muy prieto. Esto ocurre en el curso de una conversación sin visos de prédica, pero el prejuicio se queda con uno. En otra, en la que Ila se acerca a su marido que se está mirando en el espejo, la cámara enfatiza la dualidad y la realidad por venir. Vemos a las dos mujeres, la real y la reproducida por el espejo, y entre las dos está el marido. Ila es realidad y fantasía, y como son las cosas en la India, separándolas estará siempre el marido, el macho dominante. No se pierdan esta joyita.