The Vast of Night
La cámara les sigue sus pasos a los dos amigos hasta sus destinos; la central telefónica y a WOTW, la estación. En todas estas movidas hay algo misterioso, pero las incógnitas que se acumulan y va azuzando nuestro sentido no son obvias. No acechan destripadores o asesinos, sino el silencio, las sombras y la ausencia de gente: la soledad. La cámara, uno de los principales protagonistas del filme, está casi a ras del suelo y se desplaza vertiginosamente cuando se lo propone o se acerca para los primeros planos de los dos rostros que conocemos. El de Fay, con sus auriculares; el de Everett con los suyos. Las manos de ella en las clavijas del cuadro telefónico; las de él en el micrófono o en el teléfono con el que se comunica con los radioescuchas. El director del filme (Andrew Patterson), quien también contribuyó al guion, nos está preparando para una gran sorpresa.
Tratando de conectar una llamada, un ruido extraño interrumpe a Fay. Nunca ha oído algo similar y llama a Everett para ver si él lo puede identificar; no puede. Cada vez que lo escuchan más se sorprenden de que el ruido parece venir de sobre sus cabezas. Mas, en la vasta planicie que rodea el pueblo, lo único que hay son bosquecillos de poca envergadura y edificios chatos. Con la misma grabadora que usaron para sus entrevistas, Fay captura el sonido y Everett lo transmite para ver si alguien lo reconoce. No pasa mucho tiempo cuando alguien llama para explicar que hace un tiempo oyó un sonido similar. El hombre se llama Billy (Bruce Davis) y no lo vemos en ningún momento, solo oímos su voz. El tono de esa voz es un sonido que sin adornos ni histerias es confortante al mismo tiempo que siniestra. Y según va contando lo que oyó y bajo qué circunstancias lo hizo, la tensión y el suspenso va en asenso y nos captura.
Fay tiene que ir desde la central telefónica a varios sitios y lo hace corriendo, acompañada muy de cera de la cámara omnipresente que enfatiza la ausencia de máquinas y tecnología, en otras palabras, el pueblo es bastante primitivo. Todas las tomas del cinematógrafo M.I. Littin-Menz nos inquietan. Algo ha de emerger de las sombras y le ha de hacer daño a la muchacha. Hay partes que son en blanco y negro y muestran la influencia sobre el filme del programa televisivo The Twilight Zone, que, es este caso, es a propósito. ¿Estaremos viviendo en esa dimensión?
En estos momentos en que el cine, como muchos negocios, ha sufrido los estragos de la pandemia, es refrescante que películas que tal vez hubieran pasado desapercibidas tengan la oportunidad de que un público amplio las vea. Esta es una revelación: pequeña, impactante, sin adornos electrónicos exorbitantes, modesta y totalmente divertida. Un debut directoral de primera. Apaguen todas las luces de la casa cuando la vean y disfruten.