Todos somos Manny Manuel
Esta reflexión no es sobre Manny Manuel. Es sobre la ausencia de solidaridad en Puerto Rico y la amplia falta de educación sobre el asunto de los crímenes de odio. Esta reflexión la hago en respuesta al trato voyerista y amarillista que la prensa corporativa dio a la noticia de que Manny Manuel fue hallado, golpeado, en Santurce. Y los comentarios claramente homófobos y despectivos de gente desde dentro y fuera de la comunidad LGBT.
En el contexto amplio de la violencia en Puerto Rico, es importante que reflexionemos sobre cómo reaccionamos y/o nos insensibilizamos a la violencia en nuestra cotidianidad. En el contexto específico de la violencia por género y/o por orientación sexual percibidos es urgente que se discuta abiertamente cuán “tolerantes” podemos ser con la violencia y cuánto de nuestra propia homofobia, sexismo, poca autoestima y/o puritanismo trata de justificar, casi hasta respaldar esa violencia.
El libreto respecto a la noticia de Manny Manuel empezó con la prensa inmediatamente cuestionando la veracidad del primer comunicado de prensa. No es secreto, un poco al igual que sucedió con Ricky Martin, una extensa parte del pueblo supone que Manny Manuel es gay, aún cuando él rehúsa hablar sobre el tema. La prensa y la Policía debatieron públicamente si los golpes eran compatibles con una supuesta versión oficial de los hechos. El voyerismo y la cizaña de algunos medios eran obvios. Manny Manuel pasó entonces a ser víctima de las especulaciones que sufrimos los hombres gay , o percibidos gay, cuando somos víctimas de un crimen.
Tal y como ilustran estas páginas tomadas de una conversación en Facebook, las especulaciones inmediatas fueron acompañadas de juicios y expresiones tan violentas, crueles y viciosas como el incidente que dio pie a la noticia. Las fotos reseñan una de varias conversaciones en las redes de las cuales participé1. La falta de solidaridad en estas expresiones, así como la total ignorancia y la homofobia internalizada que demuestran, hace que miembr@s de la comunidad LGBT, linchen públicamente a la víctima, que se lo buscó por “vellaca” (sic). Nótese también, por favor, cómo se usa el “femenino” de manera despectiva y sexista por quienes participan en la discusión.
Experimentar esta violencia tan de cerca, me estremeció, no pensaba que la ignorancia y la homofobia fueran tan prevalecientes en la comunidad LGBT2. Además, honestamente pensaba que las organizaciones comunitarias en Puerto Rico, además del trabajo de cabildeo intenso por la legislación de crímenes de odio3, habían hecho un trabajo de educación sobre el porqué de las mismas en “la comunidad». Ahora tengo serias dudas de que esto en efecto fuese así. Si la legislación de “Crímenes de Odio” se dio de “arriba para abajo”, o sea los líderes de organizaciones se reunieron con abogados y abogadas para escribirla y cabildearla, sin tener una conversación más amplia, esa necesidad, ahora nos explota en la cara, cuando el Senado de Puerto Rico decide eliminarlas del código penal. No parece que la comunidad LGBT esté comprometida con lanzarse a la calle a defender esa reivindicación que obtuvieron, tal vez, porque no la creen necesaria.
Como esto funciona, basado en los comentarios, es que un sector de la comunidad LGBT piensa que solo el macho heterosexual puede andar por las calles y ser sexual, y que ese reino es exclusivo y cualquiera que lo cruce, o lo rete, en este caso el hombre gay, “se busca”y hasta “merece” esa pela. Porque ser sexual y expresar el deseo sexual es “una falta de respeto” (¿al macho heterosexual?) Nos salimos de “nuestro sitio” (¿lo asexual, lo que no amenaza?)
Esto no es exclusivo de la comunidad LGBT, es síntoma también de la comunidad puertorriqueña en general: el derecho del macho heterosexual es incuestionable. De la misma forma vemos como muchas veces se cuestiona si la mujer “se lo buscó” por alzarle la voz al hombre, o por tener la falda muy corta, o el pantalón muy apretado, o el escote muy bajo. Es tan intrínseco al racional general que tanto el Supremo de Puerto Rico como quienes hacen las leyes, piensan que la mujer adúltera no merece la protección de la Ley 54.
Es entonces muy interesante que cuando se cuestiona a esta turba de linchamiento (“lynching mob”) su ausencia de solidaridad y su insistencia de culpar a la víctima, se menciona uno de los cucos victorianos de ese puritanismo hipócrita que nos arropa, la “promiscuidad”. Como si quisieran decir: “Lo siento pero sentir solidaridad o empatía con la víctima de un crimen de odio, significaría que endoso la promiscuidad». ¡Que tremendo disparate y manipulación de la “razón»! De esto a apedrear a las mujeres adúlteras en la plaza pública no hay ninguna distancia. El desprecio por la sexualidad es tal que no son posibles ni la solidaridad ni la empatía. Además, queremos a nuestras víctimas, puras, inocentes, virginales para poder llorarles y condenar el crimen. Toda persona que no cumpla con esos requisitos es rechazada como víctima. “Debe habérselo buscado».
Ya he argumentado que para adelantar el estatus de la comunidad LGBT (y yo también añadiría a las mujeres) hay que retomar ese asunto de la sexualidad y el disfrute de la misma. Ese asunto no está resuelto. La comunidad LGBT ha insistido tanto en desexualizarse e higienizarse, que hemos internalizado todo ese puritanismo fundamentalista que le tiene asco a lo sexual y lo rechaza como si fuese virtuoso rechazar el sexo.
Ha sido tanta la energía invertida en vendernos como “buenos trabajadores”, “buenos hijos e hijas”, “buenos hermanos y hermanas”, “productivos”, que un poco nos hemos olvidado que no es por eso que mucha gente nos odia. Nos odian porque tenemos y disfrutamos el sexo de maneras que retan la hegemonía del sexo normativo heterosexual, tenemos sexo sin ningún compromiso con la reproducción. Y ese es el asunto que pienso y sugiero que debemos retomar si queremos de verdad comenzar a querernos y aceptarnos a nosotros y nosotras con nuestra sexualidad.
Si alguna vez a mí me asaltaran o me golpearan en Puerto Rico no me cabe duda de que no lo reportaría. Ya mis amigos me han contado, desde el policía que se resiste a tomar la querella: “¿está seguro que quiere reportarlo? ¿Sabe que en la investigación pueden salir cosas sobre usted? Como en las preguntas directas o indirectas que hacen los “amigos”: ¿Y no lo conocías? ¿Y dónde dices que fue esto? Hay por defecto la presunción de que un hombre homosexual tiene que ser causa y cómplice de su golpiza, asesinato o robo.
Esto, claro, permite que nuestros enemigos y enemigas en el Capitolio sigan negando que en Puerto Rico existen crímenes de odio o que sea necesaria la educación con perspectiva de género. Lo que continúa invisibilizando este tipo de violencia contra miembros (y miembras) de nuestra comunidad borrándonos de las estadísticas y récords que competen a los otros ciudadanos, a los ciudadanos de primera clase, los que sí pueden ser víctimas de violencia.
Aunque esta discusión generalmente se da alrededor de hombres gays o trabajadoras sexuales transgénero, me consta que, también hay lesbianas que han sufrido vandalismo a su propiedad, donde la justificación se da en que “le pasa por machúa”, “ah, ella se cree que tiene más huevos que los verdaderos machos, bueno que le pase”, o le pasa “porque miró a la mujer de aquel” o a la “muchacha aquella”. Y que es esta racionalización el que las inhibe de documentar o informar estos crímenes.
Mientras sigamos ignorantes, sentenciosos y prejuiciados no podremos ni querernos ni entender mejor la violencia que se despliega y desplegamos contra nosotros basada en el género, en la orientación sexual. Necesitamos camaradas y colegas en los partidos políticos que puedan contrarrestar el tsunami de desinformación que sale de la iglesia católica y las fundamentalistas. Necesitamos camaradas y colegas en la prensa corporativa que exijan un mínimo de respeto y dignidad cuando nos cubran noticiosamente. Necesitamos amigos y colaboradores en los medios que puedan hacer campañas educativas de NO A LA HOMOFOBIA y NO A LA VIOLENCIA DE GÉNERO (no la mierda hipócrita de anuncio closetero que hizo el Canal 4 que ni siquiera dijo la palabra “homofobia” y que solo ayudó al canal 4 en sus relaciones públicas.) Y necesitamos amigos y colaboradores en las escuelas con un claro currículo de educación con perspectiva de género.
Claro, también necesitamos, de alguna forma a comenzar a practicar la solidaridad y la hermandad. Si algo aprendí yo de estas conversaciones que tuve en Facebook es que no podemos querer a nuestro prójimo, hasta que no aprendamos a querernos a nosotr@s también.
- No me interesa revelar la identidad de las personas involucradas en la discusión. [↩]
- Se dieron conversaciones muy parecidas en páginas de heterosexuales y algunas figuras públicas [↩]
- Reconozco que no apoyo este tipo de legislación [↩]