Una casa, tamaño 5×5, de palabras: a propósito del libro de Carmen R. Marín
Ya ven, las cosas como son; “se tenía que decir y se dijo.” Diría que este libro es una casa que inaugura –y perpetúa– los cosmos de las escritoras, aquellas que han sido capaces de enfrentar –y sobrevivir– una bala, que es una bala:
la bala dijo: ‘te he elegido,’ y le contesté: ‘calla. ¿desde cuándo tienes boca? ¿y tanta voluntad? no la tuviste cuando te machacaron el metal en la troquelería, cuando te tornearon para apretarte las curvas. no dijiste ni ji cuando te llenaron el alma de pólvora por el trasero. tampoco chillaste cuando el martillo del revólver te pegó ese impulso con el que saliste tan campante a buscarme. ahora lárgate. cantarás cuando el exmarido vuelva a encontrarme. (“un tapabocas metalúrgico” 23)
Y también una metáfora:
[…] en el triángulo que forman sus hombros y la boca del estómago siempre se alojó la muerte. la vida habitaba en el isósceles invertido de la planta baja. desde chiquita. pero su corazón crecía, como su clítoris, y alcanzó el disparador. para prevenir lágrimas e investigaciones fútiles, dejó una nota: debiste abandonarlo cuando me violó. la segunda vez. se lo llevó su propio veneno, pero a ti, qué, quién te liberará.
el biógrafo encontrará la nota e intentará sepultarla. pero su novia, alumna brillante, futura receptora de un premio importante que aún está por crearse, la publicará en un intento por develar el dolor de la escritora. se analizará letra por letra el mensaje y los doctores culturales concluirán que hay que vetar a la muerta. no sea que todas las chicas violadas por padrotes quieran convertirse en escritoras. (“excipit” 71-72)
Diría también que es una casa que inaugura –y perpetúa– los cosmos de las escritoras, aquellas que han sido capaces de enfrentar –y sobrevivir– al dios del castigo, al que convierte a “la mujer de lot” (18) en estatua de sal por curiosa, por ávida, por osar a desobedecerlo. “nunca nadie escribió sobre ella,” escribe carmen mientras escribe sobre ella, “la mujer de lot.” “mientras el pueblo escogido se desbocaba siguiendo la orden de su dios,” sigue el prosapoema, ella ”se volteó para verle los ojos de frente. quería escupirle a ese dios una lección de amor; ella sí sabía fecundar.” Ahora, ya no es la mujer de lot sino de sí misma, propia, y escribe. Ha “resucitado en forma de poeta, bondad ceñida con sangre” (“bondad” 59).
Para ustedes, estudiantes, quiero escribir que aquí dentro, en esta casa 5×5 de palabras, se puede vivir. Que es posible escapar el mandato de la masculinidad, así como el de la feminidad. Quiero implorarles que no renuncien a la lectura y, de ese modo, quiero sonar como el arquetipo de la anciana que siempre he admirado. Aquella que repite y repite y repite las cosas que valen la pena.
No dejen de leer. Y lean más, y más allá, que lo que aparece en el timeline y en el feed. Aunque parezca repetición de una cantaleta que no se transforma, les diría –quizá me permitan soñar con convencerles– que nunca se hace el mismo cuento, que si les digo que lean es porque cada vez que se lee se puede originar y perpetuar, cosmogonía y sal, un mundo –muchos mundos– que solo en apariencia son repetidos, pues cada vez que la literatura nos salva –ya sea por omisión, por esclarecimiento o por evasión– del mundo que nos ha construido la bala que es bala y también metáfora, nos devuelve distintas, quizá más tristes, a veces dichosas, pero siempre otras, otres, dispuestas a escribirnos nuestros propios, insólitos, guiones: “[…] por su parte, la mujer, a estas alturas, ya había dejado de envidiar. ahora se dedicaba a escribir” (“envidia” 48).
En el prosapoema “reseña,” la poesía se burla, con razón, de la crítica literaria, incapaz de considerar “un texto formidable en su brevedad, que categoriza razones puras y prácticas del deseo sublime de kant: tu espalda” (32). Por eso, en parte, no quiero hoy hacer crítica literaria, a no ser que la crítica literaria pueda convencerles a ustedes, estudiantes, juventudes, fueguitos, como diría Galeano, que pueden vivir aquí dentro, en estas palabras,
a pesar,
muy a pesar,
de que las palabras –¡tan dadivosas!– se dejen usar por el mal, por la injusticia, por la explotación, por la violación, por el capital. A pesar de que ustedes me contesten, como bien podrían hacerlo, que no hay quien pueda vivir dentro de palabras, pues son abstracciones sin materia, combinaciones de sonidos, y no pagan.
Yo lo único que les pediría es que sean tan descreídos como lo puedan ser conmigo y con la poesía con quien les prometa vivir dentro de los chavos –es decir, con buena parte del mundo según lo organiza el capitalismo–, pues los chavos son tan abstracción como las palabras, con la colosal diferencia que las últimas pueden salvarnos de los crímenes, de las máquinas de destrucción masiva, de los primeros. La voluntad literaria es, en parte, el esfuerzo por componer las palabras distinto a la composición que con ellas hace el poder. Por ello, es lícita la metáfora de una casa de palabras, donde una podría vivir, mas es verdaderamente imposible construir una metáfora con los chavos como casa. Ya ven, La casa de papel, en Netflix, es muy literalmente el edificio donde se imprime el dinero. Allí no hay posibilidad de metáfora. Ni siquiera pueden titular la serie La casa del dinero de tan horrendo que suena.
Sin embargo, en esta casa de palabras 5×5, tanto se puede vivir que logos, ese fetiche de la híper masculinista tradición filosófica occidental, es en el prosapoema “historia de la alfabetización” “el ratón de un reino subterráneo.” Allí, “adorado como dios, presencia, verbo, salvador,” “creyó dominar” a una leprosa al “obligarla a nombrar los alimentos entre salivas de ayuno” y así, “sin proponérselo, logró enseñarla a hablar.” “de ahí, ella pasó a la escritura, en torno a la cual se elevaría una sociedad avanzada en cuya subterra se sembró el alfabeto y con él, logos quedaría desprovisto de toda preeminencia en la historia.” (33-35)
En esta casa 5×5 de palabras tanto se puede vivir que podrás reírte de tu propia desgracia, asunto que sabemos constituye una marca de sanidad emocional. Por ejemplo:
muerte, ¿quién soy frente a ti? una mala amiga; te llamo muy de vez en cuando y no estás en mi feisbu. igual te apareces en mi trabajo, cada vez que una de mis niñas viaja en auto por esas autopistas, y cuando se someten al achicharramiento de la plancha que les alisa el cabello, frente a esos espejos de salón de belleza que contribuyen a sus complejos. y, sobre todo, cuando se cocinan en los deseos reprimidos de amar a otra mujer. ¿sabes? a veces te invoco. con más frecuencia de lo que quisiera admitir. pero tu sentido de la amistad parece que también está fatal. (“you have 5 missed calls” 20-21)
Tanto se puede vivir en esta casa 5×5 que hasta los lingüistas partidarios de la gramática generativa dejan de creer tras su encuentro con mujeres sobrevivientes de “temas [no] importantes:”
[…] v. había una vez dos tetas sobre un pecho. estaban ahítas de metáforas redondas. se cortaron un poco y se volvieron parabólicas. los fabricantes de sostenes se rompían la cabeza ingeniando nuevos estilos, apropiados a la figura. pero este no es un tema importante.
cierto día, un lingüista que creía en la gramática generativa iba por el campus universitario y se encontró con las tetas parabólicas les pidió fuego y ellas aparecieron esa tarde en el noticiario de las cinco. el lingüista se convirtió en un descreído y ahora se la pasa vendiendo agua fría en los semáforos. (“cotidianas” 96-97)
Una búsqueda rápida en internet de dicha escuela de la lingüística arroja que “pretende hacer predicciones sobre por qué ciertas combinaciones sintácticas son posibles en una lengua determinada, mientras que otras combinaciones resultan incorrectas o agramaticales.” Mejor vender agua fría en los semáforos que seguir creyendo que puede predecirse lo que harán –y lo que no– unas tetas parabólicas bien plantadas.
¿Ya me creyeron que aquí se puede –y hasta se debe– vivir?
*Este texto se leyó el 24 de octubre de 2019 durante la presentación del libro, publicado en 2019 por Editora Educación Emergente como parte de su serie Bolsillos feministas, en la UPR-Recinto de Mayagüez, ante un público predominantemente estudiantil.