Una quinta columna en la Quinta Avenida
A Juan Antonio Corretjer Montes, por regalarnos Boricua en la luna.
La victoria de un puertorriqueño sobre otro puertorriqueño es la derrota de la Patria.
—Pedro Albizu Campos
The National Puerto Rican Parade is arguably the soul of the Puerto Rican community.
—Lorraine Cortés-Vázquez, Presidenta del Desfile Nacional Puertorriqueño
Pese a ello, los organizadores de la actividad, unidos bajo el lema “Un Pueblo, Muchas Voces”, mantuvieron incólume su misión: “crear conciencia y cultivar el aprecio por la historia y la cultura puertorriqueña, así como resaltar las contribuciones de Puerto Rico a la sociedad global”. La entidad promueve el arte, la cultura y la educación en la comunidad boricua, en Puerto Rico y en Estados Unidos. Una de sus iniciativas es haber gestionado un programa de becas que, gracias a sus auspiciadores, ofrece oportunidades de estudios superiores a cien estudiantes de procedencia boricua en escuela secundaria y universitarios.
Veintidós boricuas fueron seleccionados originalmente para ser homenajeados en el desfile este año, comenzando con el designado como Gran Mariscal, el querido Caballero de la Salsa, Gilberto Santa Rosa. El receptor de béisbol Iván Rodríguez fue escogido como Padrino y la vedette Iris Chacón como Madrina. Además, la distinción a las comunidades se le otorgaba al pueblo de Hormigueros y a la Comunidad Puertorriqueña en Lorain y en Cleveland, Ohio. Personalidades de varias ramas del arte, la cultura, el deporte y la historia representaron la diversidad de nuestro pueblo. Todos los homenajeados merecen ser mencionados: Julio Monge, Modesto Lacén, Éktor Rivera, Shalim Ortiz, Alan Villafaña, Ricardo Luis Villarini, Walter Mercado, Bobby Cruz, Ismael Rivera, Jr., Ana Isabelle, Jeimy Osorio, Yandel, Ozuna, Rolando Alejandro, Buscabulla, “Team Rubio – Los Nuestros” Puerto Rico 2017 World Classic Baseball Team, Mónica Puig, Laurie Hernández y Oscar López Rivera.
Sin importar cuántas veces se repitieran los nombres de los veintidós homenajeados, varias de las empresas auspiciadoras del desfile y de las becas de educación retiraron su patrocinio debido a que no estaban de acuerdo con una de las veintidós invitaciones –la de López Rivera. El mismo gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, fue uno de los instigadores de las acciones de boicot al desfile. Días antes expresaba que “urgiría a cualquiera –a todos los auspiciadores y a cualquier persona a que eviten apoyar esta iniciativa”, partiendo de su descontento con los organizadores, de quienes percibía la “intención de convertir en héroe” a López Rivera.
Aunque, para finales del año pasado, Rosselló era uno de los partidarios de López Rivera, ahora, había cambiado de parecer.
Un gobernador que incita a un boicot activo para que se retiren los auspicios a un evento que tiene como norte la unificación de un pueblo –de más de ocho millones de personas– debería saber que –inequívocamente– sus acciones tienen consecuencias. Su operativo de diferenciar o establecer diferencias entre los puertorriqueños el 11 de junio en la Quinta Avenida logró llamar la atención de los medios y, como consecuencia, la de los ciudadanos estadounidenses. No hay duda de que lo consiguió, aunque parece no ser consciente de las consecuencias de esa acción quintacolumnista. Llamar la atención sobre el evento de manera negativa les demostró a los estadounidenses cuán diferentes somos de ellos y entonces la atención se enfocó en las luchas por la independencia, en las acciones de los independentistas y en lo consecuente de esa lucha que no cesa. La campaña, tan pronto despegó, se estrelló.
Además, para los puertorriqueños, ahora es evidente la mala fe de un gobernante para con los suyos –estén aquí o estén “allá”–, que ha generado el equivocado y trágico mensaje de que los boricuas no somos hermanos. Intentar dañar esta actividad longeva, que este año llega a su edición número 60, es jugarle sucio a su propia estirpe.
Los boricuas siempre seremos un solo pueblo.
Lo más terrible es que con esa acción, Rosselló también les negó su apoyo y reconocimiento a Gilbertito, Iván, Iris, Julio, Modesto, al Team Rubio (Los nuestros), Mónica, Laurie y al resto de los homenajeados. El gobernador les dio la espalda a quienes han traído orgullo, alegría y un incremento en la autoestima del pueblo puertorriqueño en momentos clave. Al igual que Rosselló, también desdeñaron a los puertorriqueños las empresas AT&T, Coca-Cola, Corona, Goya Foods, JetBlue, los New York Yankees, Univision, Fox News, NBC, Telemundo 47, el New York Daily News, así como los bomberos de Nueva York, las uniones de los oficiales de la policía, asociaciones hispanas, funcionarios y políticos de la ciudad –incluyendo al gobernador Andrew Cuomo y los senadores de Nueva York Chuck Schumer y Kirsten Gillibrand. En lugar de ser un homenaje a la comunidad puertorriqueña, en realidad parece haber sido lo que Héctor Luis Álamo resume en su artículo: “La revolución puertorriqueña no tendrá auspiciadores.”
Ante la cizaña que se intentó sembrar para dividir a su pueblo, Oscar solicitó a los organizadores del desfile que en lugar de homenajearlo a él, que fueran homenajeados los pioneros de la diáspora y los que trabajaron por su excarcelación, con lo cual se mantenía el vínculo original al propósito al que aspiraron los organizadores. También expresó su deseo de que el honor lo compartieran “los que están confrontando la crisis fiscal, en el sistema de salud y de derechos humanos” a la que se está enfrentando Puerto Rico, en la que figuran prominentemente los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico (con quienes Oscar se ha solidarizado fervientemente). Oscar dijo ¡presente! junto a sus hermanos y hermanas boricuas en la Quinta Avenida y participó junto a ellos como el puertorriqueño humilde que es.
Pero esto va más allá del desfile. No contentos con dividir a los boricuas en Nueva York, el sector anexionista en Puerto Rico se presentó unilateralmente a una consulta sobre el status político del pueblo puertorriqueño –el mismo día del desfile. El mal llamado plebiscito fue otro acto divisionista, pues no contó con la participación del sector independentista ni del sector soberanista –ni siquiera del sector favorecedor del status-quo–, ya que todos esos sectores llamaron al boicot.
El plebiscito no es vinculante y no es reconocido. Ni siquiera fue validado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, como pretendía el gobernador.
Si Rosselló esperaba promover en Washington la estadidad para Puerto Rico, en realidad ha fracasado y promovió precisamente lo contrario –justo en la fecha en que el Partido Nacionalista rendía homenaje a la bandera puertorriqueña.
Erigir una quinta columna en la Quinta Avenida significa haber irrespetado el lema “Un Pueblo, Muchas Voces” y fue una agresión al “alma [misma] de la comunidad puertorriqueña”.
Eso no será olvidado.
*NOTA: Versión editada post-defile. Una versión anterior de este artículo fue publicada antes del desfile en Latino Rebels.