Una, tres o cinco cosas a propósito de Lo terciario
1. La dedicatoria es hipervaliente, o muy ambiciosa, o demasiado ilusa, o súper old school, o urgentemente esperanzadora. Aún no me decido. Pero, sin duda, es el primero de los muchos aciertos de Lo terciario/ The Tertiary (Timeless, Infinite Light, 2018), el más reciente libro de Raquel Salas Rivera. La dedicatoria lee “para puerto rico.” Si lo abres por un lado, los poemas son en inglés. Si lo abres por el otro, son en español. ‘puerto rico’ es de los pocos nombres en el libro que no cambia, no importa por dónde empieces a leer. Hay algo sobrecogedor en esto, pero aún no logro articularlo. Intuyo, sin embargo, que tiene que ver con las siguientes preguntas: ¿Qué significa escribir para un país? ¿Quién osaría empeñar su palabra por este país en deuda? ¿Si solo poetas leen poesía en el país, acaso no es más preciso dedicarle el libro al corillo? ¿Cuán grande debe ser el corillo para poder decir mi país es esto/estos/estas/estxs que estamos aquí?
1a. La recomendación de este lector es armar un corillo para leer el poemario en colectivo y entonces armar al corillo. ¿Vale?
2. El título del libro así como los títulos de los poemas que lo componen fueron tomados de El Capital de Marx, según traducido por Pedro Scaron. Yo, que de ‘Carlitos’ solo he leído The Revolutionary Ideas of Karl Marx de Alex Callinicos y Why Marx Was Right de Terry Eagleton, no soy el lector ideal para arrojar luz sobre los aspectos teórico-políticos de la poesía de Raquel. Lo que sí puedo decir es que —al decir de Che Melendes— estos versos sí que son brillantes: “pero el valor que es valor de uso sólo lo tiene porque tío jun arreglaba sillas,/ y porque tití irma perdió la cordura y escribía cartas/ donde la letra crecía hasta llenar páginas enteras.” La letra aquí, en cambio, es pequeña pero la imaginación poético-política de Salas Rivera vuela cabezas: “por cada dos compas que le cierran el paso a la junta de control fiscal,/ se duplican los flanes de coco y las alcapurrias.”
3. Yo, que busco a Gallego en todas partes, lo encontré en estos versos: “vuelves al banco con tu isla tan densamente ingerida/ que toses semáforos y entierros.” El poema se titula “no se cambia una chaqueta por una chaqueta” y fácil podría ser lectura requerida en un curso de obligaciones y contratos en la Escuela de Derecho. A Raquel le interesa la deuda del país. O no tanto la deuda del país sino quiénes son forzadas a pagarla y con qué y cómo esa obligación repercute en su cotidianidad. Así habla el banco en el poema: “tu vida no es suficiente. tendrás que pagarla con el trabajo de tus hijos y los hijos de tus hijos.” Pero, “digamos que les dices nunca tuve/ porque nunca quise que heredaran mi deuda/ aquellos que apenas saben distinguir/ entre coquito y leche.” Entonces el banco exige como pago los ríos de la isla. Raquel los enumera. Es un inventario de llanto y de rabia.
3a. Pensándolo bien, jamás asignarían este poema en un curso en la Escuela de Derecho por miedo a que el estudiantado lea y —rabioso, lloroso— corra a darse de baja.
4. El Poema fácil podría ser “mediante el acto de circulación opuesto, o la metamorfosis inversa,” donde Salas Rivera —desde Corretjer— aborda la masacre de Pulse en Orlando. O El Poema podría ser apenas un trocito de la quinta parte de “si ellas se niegan a que las tomen, éste puede recurrir a la violencia o, en otras palabras, apoderarse de ellas” donde Raquel resume con dolorosa perfección nuestro momento actual: “en mi sueño venden el yunque./ fuera del sueño, venden el yunque.” Pero yo me quedo con el diálogo de Raquel con su madre en la penúltima parte de “quedará siempre un sustrato material.” El Poema comienza así: “mi madre dice que está muy desmoralizada/ para escribir poemas sobre la deuda.// su mano aprieta mi corazón dislocado.” Y termina “[mi madre nunca dice esto, aunque sí me dice que no puede escribir poemas sobre la deuda pero no explica, aunque sí llora y me aprieta el corazón, aunque sí escribe poemas que son, como los míos, sobre la deuda, aunque no lo dice en los poemas, de la deuda se tratan todos, aunque no se lo diga nunca.]”
De la deuda entonces esta lectura del libro de Raquel. De la deuda la mesa que lo sostiene, y mis manos que hasta hace un ratito descansaban sobre ella y que ahora agarran a mi niño que no sabe distinguir entre coquito y leche. Mi niño jamás será de la deuda, pues él —como Lo Terciario— es para puerto rico. Es decir, para el corillo amoroso que esperó por él y que ahora lo cuida. Escribir para puerto rico, desde Raquel, significa en contra de quienquiera se atreva a venir a cobrar. Porque puerto rico es de sus ríos, y de las sillas del tío jun, y del valor de tití irma, y de quienes nunca tuvieron hijos.