UPR Carolina: en torno a la violencia
Carta al Dr. Luis Daniel Torres
Rector Interino Universidad de Puerto Rico en Carolina
En esta carta me propongo expresar una preocupación en torno a la violencia de cada día que recorre nuestros pasillos, en esta, nuestra comunidad académica. Violencia que discurrió en el pasado trimestre con varios boletines que circularon anónimamente y que en estos días retorna como espectro en nuestros pasillos y en algunos medios de comunicación. Urge que no finalice este trimestre, así como tampoco finalice el proceso de consulta para la selección del Rector, sin abordar esta problemática. Esto porque es en el ámbito académico donde debemos atender los asuntos, relaciones y tensiones sociales, que se traducen en la cotidianidad de nuestro quehacer como universitarios/as y ciudadanos/as.
Surge la inquietud de la virulencia con que en esta comunidad académica se exponen asuntos que por el nivel de violencia impiden el debate de asuntos que tal vez tienen la intención de plantear. El debate dentro de la universidad debería contemplar un tono académico, y abandonar las expresiones que se asemejan más a programas televisivos y radiales que en ocasiones la comunidad puertorriqueña ha boicoteado. Igualmente preocupa, que cuando se insiste que toda comunidad académica debe investigar y publicar, esto sea lo que algunos/as universitarios/as, hayan entendido. O sea, que hayan entendido que lo que se debe investigar y publicar sea la vida personal de profesores, estudiantes, y empleados no docentes. ¡El mal/entendido de que la exhortación a investigar y publicar sean asuntos sobre la vida sexual, emocional, familiar y privada! ¡Pareciera esto una Academia de Detectives y no una Universidad!
Sin embargo, esta carta no pretende censurar, pues creemos en la libertad de expresión. Tampoco pretende moralizar el tono o la forma en que surge la expresión. Es más bien a propósito de la violencia que expresa. Violencia que perturba, que ataca de manera personal, y que fundamentalmente se asume contra mujeres y contra homosexuales. Destacan en las expresiones anónimas y radiales cierta homofobia y misoginia. Es una violencia que lacera. ¿Acaso, como parte de los asuntos que se trabajan en la comunidad académica, no interrogan en torno a la violencia de género, de raza, de clase, entre otras violencias? Estos boletines y programas radiales reproducen totalmente los asuntos que debemos trabajar. Porque si discutimos con nuestros estudiantes, o publicamos sobre temas alrededor de problemas de género, raza, clase social, condición de los confinados en Puerto Rico, sobre los derechos civiles y derechos humanos, ¿cómo nos situamos si por un lado decimos y por el otro reproducimos el malestar social. Me parece que es un imperativo ético el reconocer los límites del discurso académico y coloquial.
La inquietud surge porque, como califica el filósofo Ives Michaud, vemos reaparecer una violencia que expresa “la brutalización de las relaciones sociales”. Brutalización que manifiesta una violencia que asoma niveles de perversión en su insistencia en hacer daño en asuntos que podemos asumir como personales, pero que al traerlos al ámbito público (de esta comunidad) estamos comprometidos a politizarlos. Y digo politizarlo, no desde el entendido de los partidos políticos, sino en el sentido de lo público y de la ética. Lo que Michaud define como la brutalización de la violencia, nos permite hilar desde el psicoanálisis, algún sentido al no sentido, si esto fuera posible. Pareciera, con Freud, que hay una fuerza constante que (in)siste. Un malestar reprimido que retorna con fuerza. Bien pudiera ser el retorno de aquello reprimido, que se manifiesta insistentemente.
Si como nos planteara Freud, el ser humano está constituido por la pulsión, por ciertas fuerzas ciegas que lo impulsan hacia lugares para los que el sujeto carece de palabras. La pulsión es una fuerza constante que insiste. Pulsión inconsciente, interna y constante. Ese inconsciente freudiano, cargado de leyes y de deseos. Deseos que no siempre el sujeto quiere, ni puede conocer. Lo simbólico de la ley y la castración a la que somos sometidos, constituye la verdad del descubrimiento del inconsciente, lugar de las representaciones reprimidas. Produciendo un continuo malestar.
Como propusiera Freud, la compulsión a la repetición es un fenómeno inconsciente en el que la pulsión se esfuerza para volver a un estado anterior. El sujeto repite algo del pasado en el presente. Es una actualización, algo nuevo que se produce en la repetición y que tiene una dinámica conflictiva. Y que se torna en una capacidad de destrucción, -demasiado humana-, que revela una dimensión pulsional, de exceso, destrucción y autodestrucción. Pulsión que al dirigirse hacia lo exterior manifiesta la agresión y destrucción. Se manifiesta una fuerza constante, que insiste. Y para no dejar en el olvido conceptual a Lacan, asumimos que lo que insiste es el retorno de lo real. Lo real que se manifiesta en hacer sufrir, en el masoquismo moral. Una fuerza imperativa. Una pulsión de muerte que se sintomatiza hacia el exterior, hacia lo que se entienda como el Otro, y a quien se visualice como el Enemigo. Recordemos el Tótem. La danza alrededor del tótem, crea una relación particular con el resto del grupo. El Otro es el enemigo, a quien hay que aniquilar y anular como sea.
Zygmunt Bauman plantea que las formas en que se expresa la violencia contemporánea constituyen procesos de autoafirmación de grupos y de particulares. Si tomamos con seriedad intelectual lo que señala Bauman, tendríamos que asumir que la violencia en nuestra comunidad académica se expresa de forma carnavalesca (aunque esto sería darle mucho valor a la expresión, y con perdón de los carnavales), o, asume una forma teatral, (que también sería darle un sentido artístico que no estamos seguros que tenga). Carnaval, arte, adquiere una forma mimética. Lo que Rene Girard llamó la mímesis de la violencia.
¿Qué hacer con esta violencia nuestra de cada día? ¿Cómo convivir con ella en esta comunidad académica? Ya sea insistente, reprimida, carnavalesca, artística, mimética. Es violencia. La violencia es un significante cuyas manifestaciones legitiman y reproducen el malestar. Brutalización de las relaciones sociales que limita y dificulta desarrollar una comunidad académica. Tal vez urge trabajar con las violencias (las propias y las ajenas) para reconocer los límites, las posibilidades y la capacidad potencial para iniciar proyectos promotores de una unidad de lo diverso, en esta nuestra Universidad.
Ante esto, le solicitamos (se unen varios profesores preocupados por el impacto no solo para nuestros estudiantes, pues estas expresiones difamatorias y la violencia de la discusión adquieren un movimiento viral, sino también, el efecto para quienes trabajamos en esta comunidad que se distancia de lo académico), que haga una comunicación a la comunidad universitaria no solo de la UPRC, sino de todo el sistema UPR a los efectos de plantear lo que nos parece es un problema no solo para la UPRC, sino para la vida universitaria misma. El debate debe quedar abierto, pero un debate a la altura de la Universidad de Puerto Rico.
Sonia M. Serrano Rivera, Ph.D
Directora Interina
Departamento de Ciencias Sociales y Justicia Criminal
Endosada por los siguientes:
Alexis Rodríguez M.A., JD.
Departamento de Ciencias Sociales y Justicia Criminal
José O. Carrasquillo, Ph.D.
Departamento de Ciencias Sociales y Justicia Criminal
Amalia Alsina Orozco, Ph.D.
Directora Interina, Departamento de Humanidades
Rosario Lecaroz Vázquez, Ph.D.
Coordinadora Interina, Programa Diseño Interior
Juan L. Bonilla González, Ph.D
Decano Interino, Decanato Académico
Zulma Penchi Porrata
Directora Interina, Departamento de Español
Eldra G. Hernández Calcerrada, DBA, Directora Interina, Administración de Empresas
Víctor Borrero, Ph.D.