Whiplash
Este filme muestra el efecto que sobre Andrew Neyman (Miles Teller), un joven músico, tiene un maestro cuyos métodos son dictatoriales y severos y que manipula la psique de sus discípulos para lograr de ellos sus mejores ejecuciones. Terence Fletcher (J. K. Simmonds) el maestro de jazz en la mejor escuela de música del país, el Conservatorio Shaffer (ficticio), es un cruce entre un sargento militar y un coach de deportes, y exige los sacrificios físicos y mentales más extremos que puedan soportar los estudiantes. Es un líder muy talentoso y por eso tiene el respeto de la facultad y puede ejercer su intimidación a través de insultos y amenazas físicas. Este es particularmente el caso con los bateristas, un elemento que necesita para conseguir el sonido que quiere generar. En su lucha está en juego su “reputación”, según él mismo nos dice, pues ella cuelga de la integración perfecta del conjunto de instrumentos que compone la orquesta.
Neyman, por su parte, cuyo héroe es Buddy Rich, está convencido de que quiere llegar a ser uno de los más grandes bateristas de la historia (por lo menos estar entre ellos), y su ambición lo empuja a dedicarle casi todo su tiempo a escuchar y practicar su música. Mientras tanto, Fletcher continúa su incansable e irascible enfoque para tratar de mejorar el rendimiento de sus músicos. Estas dos posturas conducen a una tensión continua entre maestro y estudiante que sobrepasa por mucho las creadas con los otros músicos estudiantes. Inevitablemente la confrontación se vuelve tan intensa que desemboca en consecuencias inesperadas.
La música de la película está ejemplificada por dos piezas principales, “Whiplash” de Hank Levy y “Caravan”, del puertorriqueño Juan Tizol, pieza que compuso en 1936 para la orquesta de Duke Ellington. Demás está decir que son dos canciones de gran belleza en las que se puede lucir una baterista que tenga el talento especial que se le profiere a Neyman en el filme.
Desde que comienza el filme nos atrapa con su enfoque en el conflicto entre los dos principales y los que cada uno de ellos, en particular Neyman, sufren fuera del conservatorio. Hay una subcorriente homoerótica en cómo el maestro trata a sus músicos, pero en particular cómo se relaciona con los bateristas, y es evidente que el maestro sublima su atracción por el joven Neyman a través del abuso verbal. Hay a través de la película referencias al sudor y las lágrimas, y a la sangre; de hecho, sangrar, que según el guionista es parte necesaria para llegar al pináculo. Toda la vierte Neyman sobre sus palillos y escobillas, y sus tambores. En esa visión el guión metaforiza al muchacho como un mártir que depende de “sangre, sudor y lágrimas” en la defensa de su ambición. Es curioso que el actor (Teller) tiene cicatrices en el cuello y en la cara que acentúan ese lado sacrificial de su actuación.
Y así es. Predomina una especie de celibato emocional y físico que tiene que rendir Neyman para poder incorporarse a la banda. Pienso que, en parte, aquí reside el mayor defecto del filme. Practicar algo intensamente puede lograr hacer que un músico mejore el nivel que su talento le concedió, pero si alguien tiene genio para ello, tal vez con menos o igual práctica, llegará más allá que el de menos talento. Eso es el caso también en muchas ramas de la vida, por ejemplo, con los atletas.
De todos modos, lo que la película consigue son dos actuaciones superlativas, una cinematografía destacada y una dirección impecable. Acompañado por la música, el empuje de la cinta es irresistible. No puedo juzgar más allá de lo que mis oídos pueden apreciar sobre la calidad del baterista que produce la música que se oye en el filme porque no sé de música como para analizarla. Me pareció, sin embargo, maravillosa y, de todos modos, la evaluación de la película no puede depender únicamente de las destrezas del músico (Teller tocó todas las piezas ayudado por la edición del pietaje).
El joven Miles Teller toma su personaje y nos va revelando sus frustraciones y sus egoísmos según lo vamos conociendo mejor. Además, deja aflorar poco a poco la violencia que va engendrándose como consecuencia de su relación con Fletcher y con su familia, y lo consigue en un crescendo que coincide con su capacidad de hacer su tempo musical cada vez más ligero y acelerado. La metáfora musical es muy acertada porque también coincide con la maduración que le permite a Neyman confrontar a su maestro, J.K. Simmons, un experimentado actor y cantante de Broadway quien ha tenido una larga y exitosa carrera como actor de carácter; es feroz, sádico e imposible de no odiar (con reservas) en su papel estrella en esta película. Hay algo oculto en su personaje que a la vez que demuestra sus fuerzas y convencimientos, nos hace participe de sus sutilezas y sensibilidades. Es una de las mejores actuaciones de un actor de reparto en lo que he visto hasta ahora.
Damien Chazelle escribió el guión y dirigió, y muestra que a la tierna edad de 29 años es uno de los nuevos escritores-directores de los que podemos esperar mucho. Fue baterista en la alta escuela, pero un maestro de música que fuera su inspiración para Fletcher lo convenció de que debía hacer otra cosa. Evidentemente, un gran maestro.