Y es que estamos vivos
No voy a adentrarme en asuntos de filosofía pero tengo que decir que esta obra no hace mas que recordarme los preceptos del maestro alemán Immanuel Kant, filósofo de la estética. Sus debates en torno a la idea de “lo bello”, a la idea del genio, de lo sublime y de ese espíritu del geist me persiguen haciéndome preguntas cuando veo estos trabajos. Viene a mi mente de forma inmediata la verbalización de Kant cuando indica “Acércate, lo bello puede ser muy pequeño.” Creo que con estos trabajos, es muy certero eso de acercarse y ver lo bello como un algo que nos perturba.
Al entrar en la galería con obra de Elizabeth Robles y conociendo el tipo de trabajo, esperaría algo de repulsión e intriga. No sabría en donde pararme entre figuras un tanto morbosas por lo entreabiertas, por lo enigmáticas, por la incomodidad que antes me han producido. Sin embargo, entro. Entro porque reconozco en Elizabeth Robles una teórica de la belleza (aún sin necesriamente proponérselo) que pone a prueba los fundamentalismos de la estética. Entro porque sé que me hará considerar asuntos de belleza, asuntos del cuerpo, asuntos de la escultura como medio, asuntos incluso sobre la pintura. Entro porque reconozco en Nelson Rivera un maestro de la crítica y de la curaduría pensada y le reconozco además su acercamiento a este trabajo. Entonces sí entro, a ver, a experimentar.
Poco antes le había hecho una visita a su taller. Fui con mi suegra por razones del destino. Ella quedó maravillada y sin palabras. Su reacción me hizo pensar otra vez en los efectos de estas piezas sobre otras personas quienes no esperan nada; no buscan ni maravillarse, ni espantarse. Simplemente, van. Así pues, una vez en el hermoso recinto del Arsenal con sus pisos en piedra y sus arcos que dividen las salas, observo y siento una necesidad de acercarme a cada uno de los trabajos, darle la vuelta, pensarlo, respirar su espacio, oler sus formas, buscar lo bello porque a primera vista no lo veo. De pronto fue como si las piezas fuesen imanes que me atraían a pausar.
Nelson Rivera hace una observación sobre estas piezas con su despliegue y su selección. Escoge meramente cinco (5) esculturas que acomoda en nichos para que no compita una pieza sobre la otra. Las ilumina con luces directas, lo que sin duda produce dramatismo pero al mismo tiempo esta iluminación y este acomodo realza en el espectador la intimidad para observar y apreciar sus detalles como si se tratase exclusivamente de una relación entre dos: la pieza y quien la observa. Se ha hablado de lo sacral en torno a su obra, y este despligue lo confirma. Sin embargo, yo particularmente no me detengo mucho en este giro. Más bien reflexiono en aquello que me produce el verme hacia adentro y ver a otros desde lo interior hacia lo exterior. Eso casi nunca ocurre. Normalmente es al revés.
Así, la obra de Robles te hace un par de preguntas a ti como espectador: Qué miras? Por donde me miras? Te gusto o no te gusto? Quieres tocarme, explorarme, lo sé, pero sabes que aunque parezco fuerte me puedo romper, así que, manos atrás. Y pienso que estas son esculturas creadas con la sensibilidad que parte de aquello que fue; en lo que una camisa vieja puede llegar a convertirse y a transformarse cuando la cera la abraza con todo su calor. Elizabeth nos reta a nuestra propia transformación y en la mayoría de las ocasiones, lo logra.
El trabajo de Robles se observa aquí, más plenamente en la curaduría de Nelson Rivera, como discursos sobre la estética y la escultura de piso; esa que se observa a la vuelta redonda. Esa que ha sido escasamente mostrada en los pasados años en Puerto Rico. En la apertura de esta muestra me encontré con el maestro escultor Melquíades Rosario Sastre. Su trabajo me recuerda un poco este tema de la escultura en la plástica puertorriqueña. El caso de Melquíades tambien merece que nos sumerjamos entre la tierra, la madera y que le bailemos a su lado casi que tocándola, casi que sintiéndola y queriendo transformarla. En el caso de Elizabeth esta nos muestra unos fragmentos un tanto inexplicables, en principio. Sin embargo, búscandole explicación y a pesar del rechazo inicial nos atrevemos a referirnos al cuerpo, a la carne viva, a las entrañas, a formas viscerales. Y es que estamos vivos!
Nelson Rivera escribe en el opúsculo de la muestra que “en este momento en que los puertorriqueños necesitamos reafirmar la vida ante el obsceno espectáculo diario de la violencia, nos es imprescindible reconocer el trabajo de Robles como una respuesta atrevida y valiente a la crisis social.”
Yo no lo había pensado de esa manera y le doy las gracias a Nelson por presentarlo de esta forma. Yo sí había considerado sin embargo la idea de la transformación, de la mutación y del balance particularmente con la pieza Arabesca que le da título a esta muestra. Tomar como base unos bloques de construcción, a su vez pesados y con gran carga social, implicaría tambien reconocer la belleza en lo mundano. Así pues, Elizabeth logra formas entre la tela, la cera y el color que nos mueven en diversas direcciones: desde lo violento hasta lo sublime, desde lo carnal hasta lo espiritual.
He considerado el enredo además como forma de existir en este mundo y no necesariamente desde lo negativo. Más bien desde sus múltiples posibilidades. Así, medio enredada, me vi ante su obra Desvío. Como ente que la camina con ganas de tirármele encima como si de una piscina de bolas se tratase o bien con ganas de agarrarla y movilizarla como yo quiero y hacia donde yo quiero. Hubo dos formas de actuar ante Desvío: la impulsiva y la calculada. Esta pieza es un ejercicio del no tocar porque ciertamente se nos inhibe de hacerlo por razón de su delicada naturaleza.
No podemos controlarlo todo y este es el caso de esta muestra. En algún momento sentimos el deseo de intervenir y sabemos que no sería lo correcto. Es un asunto de querer transformar e imaginar cómo lo haríamos. Quizá ese imaginar creativo es parte lo que necesitamos para movilizarnos como sociedad, pero sólo quizá. Y sin duda, requerimos control para saber hasta dónde realmente podemos llegar.
Estas obras son arabescas porque la entrada puede ser la salida y al revés. Las rebuscas y las rebuscas. Les preguntas y les preguntas. Te contestas y vuelves a preguntar. Elizabeth, sin duda nos has puesto a todos a pensar.
* Este texto fue escrito para ser leído en el conversatorio Pasaje en Arabesco de la muestra Arabesca, de Elizabeth Robles, celebrado el 2 de noviembre junto a Dialitza Colón y a Sabrina Ramos (moderadora).