Apertura solidaria y educación universitaria

janice chang
El gobierno tiene la autoridad sí, y más o menos autocráticamente podrá prohibir unas cosas, y permitir otras, y tendremos que cumplir con eso por fuerza de las posibles sanciones. O por deber. Pero un gobierno que con la propia pandemia ha incurrido en muy ofensivos actos de corrupción que traicionan el Pueblo, que no hace las pruebas que se hacen necesarias para ir a la segura con las aperturas, que no tiene a estas alturas un plan para trazar a los contagiados, unos políticos a quienes se le ofrece uno gratuito y lo rechazan, (Véase historia de primera plana en El Nuevo Día, 6 de mayo de 2020), que ni siquiera han logrado evitar que de Estados Unidos vengan viajeros a contagiarnos, es un gobierno, que además de ser colonial, de ser un gobierno a medias y débil, es, por decir lo menos, muy poco confiable.
La gobernadora habla de que se trazarán los contagiados, pero hasta el momento, eso ha sido hablar por hablar y por hacer propaganda y buena imagen para su desgobierno, porque ni se especifica cómo se va a hacer, ni se ha delineado plan alguno. Por lo tanto, los boricuas tenemos que cumplir lo que manda el “gobierno” por responsabilidad ciudadana, pero como no confiamos en que este pueda hacer bien lo que le toca, porque no somos tontos, tenemos que crear cadenas de solidaridad entre nosotros mismos, entre los ciudadanos. Utilizar fondos federales para montar una línea telefónica de “orientación” al Pueblo no sustituye el rastreo adecuado de los contagiados. Es algo ya probado científicamente. Y la “orientación ciudadana” podrá ser mejor o peor, según sus contenidos, y según la línea sea fácil de acceder o no. Rechazar una oferta gratuita de un fideicomiso serio de salud pública, a no ser que se le explicara al Pueblo por qué la oferta es inefectiva o ineficiente, huele más bien a “la rechazamos porque con ella no gana dinero ningún PNP bien conectado”.
Es una de las principales lecciones de esta pandemia, que el egoísmo con que mucha gente ha acostumbrado a vivir y a tratar los asuntos de los demás, no funciona. No nos queda de otra que ser solidarios unos con otros, porque, de lo contrario, vamos a padecer muchos más contagios, más muertes y sufrimientos sin fin. Esto no es cuestión de religiones ni de que la pandemia se deba ver como un castigo hacia los humanos. Es que la propia ciencia vigente demuestra fuera de toda duda que ni podemos seguir viviendo con egoísmo y sin solidaridad, ni sin cuidar y proteger el ambiente natural, ni tampoco continuar con las terribles injusticias económicas del capitalismo neo-liberal que hemos soportado, o tolerado ya por demasiado tiempo, en algunos casos por estar velando güira a ver si “algo cae”.
Ese tiempo ya pasó. Si no lo comprendemos, ni actuamos conforme a la nueva realidad, la humanidad sólo habrá de enfrentar desastres. Por lo tanto, debemos disponernos a reflexionar sobre nuestras propias conductas para saber si ellas son o no solidarias con los demás y si son compatibles o no con la necesidad de que la humanidad tome un nuevo rumbo solidario y menos desigual.
Cuando uno lee las iniciativas que se toman algunas personas alrededor del mundo, puede comprender mejor de qué se trata la solidaridad. Doy sólo un ejemplo sobre el cual leí recientemente en el Huffington Post digital (4 de mayo de 2020) de Estados Unidos. Dos chicas asiáticas del Dartmouth College, cansadas de no hacer nada durante el encierro de la cuarentena, se preguntaban qué podrían hacer para ayudar a los más necesitados en esta emergencia del coronavirus. Al no tener recursos propios y tener que estar encerradas les parecía que nada podrían hacer. No obstante, a una de ellas se le ocurrió reclutar a una tercera amiga –y por medio de la Internet– intentar poner en contacto entre las tres, con donantes potenciales, a los sanitarios que luchan en primera línea contra el virus, y a otras personas que laboran en servicios esenciales, pero que por lo mismo de sus labores sacrificadas y extremas, tienen necesidades no cumplidas respecto de sí mismos o de los familiares que viven con ellos. Esto suele ser así en Estados Unidos casi siempre por la falta de tiempo para resolver por sí mismos tales necesidades. Al principio, su anuncio por las redes sociales atrajo principalmente a personas con necesidades, siendo ellos trabajadores esenciales o sanitarios de primera línea. Más adelante sin embargo, a medida que se publicaron las necesidades de los que tenían algún problema no resuelto, comenzaron a comunicarse diversos donantes, ofreciendo ayudar a esas personas que trabajan en servicios esenciales durante la cuarentena para que éstas pudieran recibir ayuda de ellos como donantes ya que sí tienen el tiempo o los recursos para ayudarles. De esa forma, se fundó un proceso en que las iniciadoras de esta idea pusieron en contacto a muchas personas: unos con necesidades y otros que surgieron como donantes para llenar o resolver esos problemas o necesidades. Así, dichas universitarias contribuyeron solidariamente a resolver situaciones personales o familiares de los que están dedicados a combatir el virus o que laboran en servicios esenciales, como por ejemplo para mantener los servicios de electricidad y de agua potable para que los ciudadanos puedan tener lo necesario para vivir durante el encierro o lockout de la cuarentena. Es sólo una de las cientos de ideas que se suscitan en el planeta hoy día y que permiten a unos seres humanos ayudar a otros, ser solidarios con otros, aun manteniendo las normas obligatorias del distanciamiento físico entre las personas. Muchas cosas se pueden hacer sin arriesgar la salud, pero eso conlleva pensar bien para tomar los cuidados y precauciones necesarias.
Lamentablemente, buena parte de la atención de los medios puertorriqueños a los problemas planteados por una posible apertura en fases para normalizar la vida cotidiana en tiempos de la pandemia, se ha dedicado exclusivamente a un análisis, bastante superficial, por cierto, sobre la apertura de la economía. Es decir, de la producción y distribución, de modo que podamos rescatar la economía de los daños que ha sufrido por más de 50 días de paralización de la normalidad social. De hecho, la parálisis no ha sido completa, como todos sabemos, porque la gente ha necesitado consumir en supermercados, farmacias, bancos y garajes de gasolina a fin de lograr sobrevivir a las limitaciones de la cuarentena. Aunque las actividades económicas son muy importantes, la economía no es el todo en una sociedad, como podría uno pensar del tratamiento que le da la prensa comercial diaria en el país a las posibles condiciones de su apertura por fases. Se entiende que las ganancias económicas de su empresa, y de otras empresas, luzcan como prioritarias para la prensa que sólo o principalmente se concibe como un negocio para generar ganancias. No obstante, debiera ser responsabilidad de una verdadera buena prensa, para con su público lector, el proveerles espacios de discusión profunda sobre problemas que van más allá de lo puramente económico.
La apertura no es solamente de eso que llamamos “la economía”…
¡No sólo de pan vive la humanidad! Existen necesidades sociales, culturales, educativas y psicológicas que van mucho más allá del consumo e intercambio de productos económicos. A no dudar, las actividades económicas deben considerarse como muy importantes, pero no al extremo de que parezca que son las únicas. Si leemos la prensa europea: española, italiana, portuguesa, holandesa, británica o alemana, nos percataremos de las múltiples discusiones interesantes sobre cómo los seres humanos habremos de vivir el futuro inmediato en tiempos en que la amenaza del virus no ha concluido pero cuando, por muchas razones, ya se hace necesario ir abriendo la sociedad por fases, con las debidas precauciones para impedir un aumento en los contagios y en las muertes. En cada una de las áreas de la vida humana existen expertos y profesionales que pueden contribuir a pensar y escribir los libretos de los protocolos que podrían utilizarse en cada una de ellas y en cada fase de la llamada “re-apertura”. Pero ello hay que hacerlo con tiempo y requiere de una divulgación amplia. Requiere además de un consenso entre los actores sociales. Echamos de menos esos tres elementos en el espacio público de Puerto Rico.
Me ha parecido muy interesante –porque demuestra un pensamiento fuera de “la cajita” neo-liberal– el que el periódico digital boliviano Página 7 nos resuma en un artículo, citando a Clarín de Chile, lo que se discute en Holanda sobre la pospandemia provocado esto por un manifiesto firmado por unos 170 académicos y para el logro de una nueva economía. Algunas de las propuestas debatidas desde ahora en Holanda son: 1) La dedicación de todos a una economía no enfocada hacia el crecimiento y bajos condiciones inevitables de decrecimiento. Si lo pensamos a fondo, veremos que el desarrollo y crecimiento de las economías capitalistas se ha basado más en el enriquecimiento de los pocos que ya son muy millonarios, mientras que la masa del Pueblo vive con privaciones y dificultades. Por lo tanto, la nueva economía propuesta por estos académicos se dedicaría a desarrollar –o a mejorar– asuntos de calidad de vida y de la redistribución de recursos en sectores clave de la economía que pueden necesitar nuevas inversiones: sectores públicos críticos, desarrollo de energías limpias, educación, salud y otros. Al mismo tiempo, dicha economía se dirigiría a hacer “decrecer radicalmente” otros sectores como el petróleo y el gas, la minería y la publicidad, por ejemplo. Esto no es otra cosa que aprovechar las recesiones que ha traído la pandemia para dar un vuelco a la economía que se base más en mejorar la calidad de lo que ya tenemos, y en distribuir los recursos con mayor justicia entre toda la población, aunque se dejen decrecer sectores no prioritarios para atender los más importantes. En el capitalismo neo liberal se pretende que todo crezca siempre para que aumente el Producto Interno Bruto (PIB) pero no existe una racionalidad, que no sea la del capital y sus ganancias, para atender diferencialmente a sectores que lo ameriten. Así la salud y la educación están hoy muy mal atendidos –y desigualmente– afectando a los ciudadanos diferencialmente, según los sectores sociales, tanto en EEUU como en otros países centrales del capitalismo neo liberal; 2) La construcción de una economía basada en la redistribución mediante el aseguramiento a todos los ciudadanos de una renta básica mínima, un sistema universal de servicios públicos de calidad, un fuerte impuesto a los mayores ingresos y riquezas del País, con horarios compartidos para muchos trabajadores –y horarios reducidos– pero que reconozca la importancia de los trabajos que se basan en el cuido a enfermos y a adultos mayores, con salarios más elevados; 3) Transformación del sector agrario en una agricultura regenerativa que esté basada en la conservación de la biodiversidad, en la autosuficiencia alimentaria en el consumo de vegetales y hortalizas y todo ello con condiciones de empleo y salario más justos para los que laboren en la nueva agricultura; 4) Eliminar los consumos suntuarios, reducir el consumo y los viajes de lujo, permitir más bien viajes básicos y enriquecedores para los que viajen, pero sin el despilfarro de dinero en que algunos han incurrido en el pasado. Los turismos deberán ser satisfactorios y sustentables en cuanto a la protección de los recursos y el ambiente natural se refiere; y 5) Cancelación de las deudas, principalmente las de trabajadores y propietarios de pequeños negocios, y las deudas de países del sur del mundo, ya sean éstas con países o gobiernos o con instituciones financieras internacionales. En esta nueva economía no hay cabida para deudas odiosas y usureras, ni tampoco para que el capital financiero haga millones explotando con altos intereses a los trabajadores. (Página 7, La Paz, Bolivia, sábado 25 de abril de 2020)
Todos los aspectos enumerados por el manifiesto de los académicos holandeses hacen parte de lo que muchos hemos querido decir con tener un nuevo país en Puerto Rico. No sólo en lo económico, por supuesto, pero todas estas son propuestas para la economía que proponen cambios reales y no nos hacen perder el tiempo. Lamentablemente, demasiados políticos y economistas en Puerto Rico nos entretienen con viejos modelos de atracción del capital depredador estadounidense como posible “rescate” de nuestra economía y sobre dádivas y nuevas dependencias en “fondos federales”. El capital estadounidense hoy es muy dudoso que quiera llegar a invertir en Puerto Rico, además de que conlleva la super-explotación de nuestros trabajadores, y los fondos federales son un paliativo, para algunos necesarios por un tiempo –en lo que pasa la emergencia– pero que no pueden ser para nadie un modo de vida, excepto para vagos y personas que en nuestro medio hayan perdido ya los valores constructivos.
El tema de la nueva educación universitaria
El tema de la educación es muy complejo en estos tiempos y definitivamente debe atenderse en una forma diferente a los disparates que constantemente comete el gobierno actual con la educación pública. Esto ya se trató muy inteligentemente por el ex Secretario de Educación Rafael Aragunde en 80 grados (24 de abril de 2020) Mi contribución, por lo tanto, se limita, sobre todo, a encarar el tema de la educación universitaria, en tiempos del coronavirus, y para el futuro.
Las circunstancias de la pandemia han obligado a las universidades a acelerar un proceso que ya se venía dando parcialmente en varias entidades de educación superior en Puerto Rico: la de moverse cada vez más hacia la educación a distancia mediante el uso de las tecnologías. Esto no se hizo antes lo suficiente a pesar de que es una manera para ahorrar costos en la educación universitaria y un magnífico instrumento para colocar a los estudiantes universitarios en la situación de convertirse en aprendices autónomos para toda la vida y en el deber de hacer suficiente experiencia investigativa tanto en el nivel del bachillerato como en los estudios graduados.
En estos aspectos, las autoridades de las universidades (la administración) han arrastrado bastante los pies ralentizando un proceso que se debió dar más rápida y efectivamente. Y muchos profesores conservadores y estudiantes de los sistemas universitarios siguieron practicando los mismos patrones de cursos presenciales, asistencia a salones de clases desprovistos de las tecnologías típicas de una educación del siglo XXI de calidad mundial, y otras prácticas tradicionales. Así el pasado ha pesado como una verdadera pesadilla para las nuevas generaciones universitarias. Muchos jóvenes continuaban “tirando” y soportando la organización anti democrática y poco eficiente de las universidades. Ahora, con la emergencia mundial de la pandemia del coronavirus, las universidades se han visto en la obligación de recurrir a marcha forzada a la educación a distancia. Y los profesores han visto aumentar sus horas de trabajo y esfuerzo para poder convertir sus cursos según los requerimientos de una buena educación a distancia. Todo esto se ha sumado a la inconsciencia de muchos de los administradores, rectores, decanos y directores que no han logrado comprender que los profesores no tienen que estar presentes en el campus para que se logre un proceso efectivo de enseñanza y aprendizaje. Algunos estudiantes, por otro lado, han carecido de destrezas adecuadas para funcionar adecuadamente con los nuevos métodos. Por otro lado una de las universidades privadas se sabe que ha aprovechado la pandemia para recortar la tarea de los profesores, con lo cual, evidentemente, se busca pagarles menos. Ni debe ocurrir lo que en España, que se ha demostrado que los profesores que ahora trabajan en línea desde sus casas trabajan en promedio unas diez horas, por lo menos dos horas más de las requeridas, ni tampoco se debe experimentar un descenso en las horas requeridas a cada profesor, como si trabajar desde la casa no fuera trabajar. Ambos extremos tienen el efecto de reducir el salario real por hora de los docentes, algo que les perjudica gravemente en medio de los gastos relacionados con la pandemia.
Los centros universitarios –muy autónomamente– debieran estar propiciando experiencias de discusión a distancia sobre los nuevos procesos entre administradores, profesores y estudiantes. Esto no se hace como se debe porque nuestras universidades no se rigen democráticamente y porque sus administradores están acostumbrados a ser imponentes y autoritarios. Algunos profesores también, lamentablemente. Pero los cambios que habrán de venir ineluctablemente no son posibles sin una verdadera gobernanza democrática y sin la participación de todos los sectores universitarios de un modo autónomo en cada universidad, y respecto de la Universidad Pública, sin que los asuntos de la política partidista intervengan en el proceso. Eso, por supuesto, es como pedir peras al olmo si los gobernantes son del PNP y el PPD, acostumbrados como han estado a manejar la universidad pública polititiqueramente, por criterios de los partidos, y hasta propiciar que los alcaldes de algunas municipalidades vean las universidades como lugar para prebendas políticas en lugar de que los verdaderos criterios académicos sean los que determinen, como correspondería a toda buena universidad, lo que ocurre en los ámbitos universitarios.
Lo antedicho explica por ejemplo la colusión entre miembros del partido de gobierno con el fin de despojar a los profesores del sistema público de su sistema actual de pensiones. No sabemos cómo esto habrá de afectar las pensiones de los ya jubilados. Pero es evidente que si el sistema actual se desmonta, a pesar de su relativa salud actuarial, se afectarán de modo importante las oportunidades de un retiro digno para profesores que dedican largos años de su vida a la educación universitaria de nuestros jóvenes. Es bien sabido que si la Junta de Supervisión Fiscal no electa desea reducir costos en la universidad para facilitar el pago de la deuda, hay muchas maneras de hacerlo sin afectar las pensiones en el sistema. Sobre todo, las condiciones de la educación a distancia ponen en evidencia la farsa político-partidista que se niega a la reducción de costos en las universidades públicas mediante la integración y reducción de recintos, aprovechando que la educación a distancia se puede recibir desde cualquier lugar. Por supuesto lo que buscan tales agentes políticos es mantener las duplicaciones burocráticas y los elevados gastos de electricidad y otros de planta física que de alguna manera favorecen los planes de partidos y gobiernos pero que entronizan la ineficiencia en los centros universitarios públicos. Muchos de esos gastos se ahorrarían si las universidades dan por fin el paso hacia la educación a distancia. Lo que viene ocurriendo no tiene nada que ver con la educación universitaria de cara al futuro, ni con el logro de educación universitaria de calidad mundial, sino con intereses político-partidistas que prefieren complacer a la Junta Fiscal tramando la reducción de las pensiones y eliminando para los nuevos profesores las posibilidades de un retiro digno en el futuro, con tal de pagar deudas no auditadas, algunas de las cuales se sospecha que han sido impuestas de manera abusiva por los fondos buitres.
Las universidades tienen que democratizarse y librarse de los controles político-partidistas, todas ellas, pero sobre todo la Universidad Pública, para que se pueda llevar un proceso de reflexión democrática y constructiva hacia cómo debe ser la educación universitaria en los nuevos tiempos posteriores a la pandemia. Definitivamente, fuerzas importantes harán que la educación a distancia y la aplicación de las nuevas tecnologías hayan llegado para quedarse. Hacia eso van las universidades del mundo. Y será perentorio otro modo de organizar la vida universitaria, de modo que las universidades se conviertan en verdaderos centros de investigación y publicación sobre diversos temas y materias y con las ya necesarias miradas interdisciplinarias a los problemas colectivos.
Estas transformaciones habrán de implicar un cambio fundamental en los modos mismos de organizar las tareas universitarias, tanto de profesores como de estudiantes. Es una práctica poco eficiente que cada profesor tenga que repetir la misma clase en secciones diferentes dos y hasta tres veces. Y que el único modelo mediante el cual los estudiantes contactan a sus profesores sea mediante las clases presenciales con estilos de educación bancaria. Y ello, además, en salones abarrotados de estudiantes que tienen pupitres individuales a la usanza antigua y carecen de luz adecuada y de instrumentos técnicos disponibles para todo tipo de presentaciones. En las universidades más adelantadas del mundo de hoy, los salones son más pequeños, los estudiantes se sientan en mesas y hacen trabajo colectivo, y todos los salones cuentan con equipos contemporáneos. En estos momentos los riesgos por los contagios del virus obligan a descansar más en la educación a distancia. Con el tiempo las universidades no dependerán de tener tanta planta física costosa para poder atender a estudiantes en salones enormes para clases presenciales. Y todo tipo de costos se reducirán al operar principalmente con la educación a distancia.
Los contactos entre estudiantes y profesores, además de los de los medios de comunicación a distancia, deberán limitarse a sesiones presenciales de pocos estudiantes, o de un estudiante con un profesor, con el fin exclusivo de aclarar dudas que no se hayan comprendido plenamente mediante lecturas asignadas o presentaciones pre-grabadas del profesor o de los cada vez más frecuentes sesiones de seminarios por las redes, llamados en inglés Webminars. Este tipo de organización universitaria daría mucho más tiempo a los profesores para lo que debe ser su función principal: la función de investigación y las publicaciones de los hallazgos confirmados de tales investigaciones. De ese modo, la Universidad Pública podrá tener también una relación más estrecha con los gobiernos y con las empresas privadas proveyendo las investigaciones que ellos necesitan. Ese por supuesto no será el criterio principal para determinar qué investigar, pero puede ser uno de entre los diversos criterios para dirigir las investigaciones.
Las Universidades, en lugar de gastar en tanta burocracia y en muchos salones presenciales para los estudiantes, deberán tener salones apropiados para la investigación colectiva tanto por parte de profesores como de estudiantes. Y gastar más bien en los servicios de acceso a diversas bases de datos en línea que permitan las investigaciones de diverso tipo, ya sean por parte de los estudiantes como parte de su formación universitaria, o por los profesores como parte de su tarea para su universidad. Esto ya está ocurriendo por razón de la educación a distancia. Entidades como la National University en Ponce van sustituyendo el mantener edificios e instalaciones enormes, para darle mayor importancia a la calidad de los procesos de la educación a distancia.
Todo el que conoce lo que es la educación universitaria de calidad mundial, sabe bien que los estudiantes universitarios deben aprender a niveles de profundidad suficiente como para resolver problemas y como para realizar investigaciones pertinentes y significativas. Los bachilleratos no pueden continuar siendo una escuela superior a un nivel de mayor exigencia. Tanto en los bachilleratos universitarios como en los estudios graduados la nueva meta debe ser que los estudiantes desarrollen el pensamiento crítico y estratégico. Con ese nivel de profundidad en sus estudios es que lograrán resolver problemas. De ahí la importancia contemporánea al aprendizaje basado en problemas. Cuando se pueden resolver problemas complejos, el estudiante aplica el pensamiento estratégico. Complementariamente, la educación universitaria, en el nivel de bachillerato y más intensivamente en los niveles graduados, debe propiciar la investigación autónoma de los alumnos, de modo que puedan lograr el nivel de profundidad que se conoce como “extendido” logrado cuando el estudiante extiende lo que aprendió a diversos contextos mediante el proceso de investigación. De ahí, que sea tan importante hoy día la educación universitaria basada en proyectos de investigación, ya sea esta primaria o con fuentes secundarias.
No obstante, para que ese tipo de educación funcione sin grandes dificultades, el primer año de la educación del bachillerato debe dedicarse en buena medida a desarrollar las destrezas necesarias para el aprendizaje autónomo, según los modos de aprender diferenciados que sean más apropiados a cada alumno. No todas las personas aprenden al máximo de la misma manera. Una vez se tienen las destrezas básicas ejecutadas y practicadas por los estudiantes, los diversos programas a los que acceda cada estudiante universitario, desde el segundo año del bachillerato al cuarto, y en los estudios graduados, deberán planificar bien, cada uno acorde con su materia y con el tipo de profesional o académico que desean desarrollar, las destrezas específicas que habrán de desarrollarse en las experiencias educativas de sus alumnos. De esta manera, las Universidades también podrán ofrecer una educación más pertinente a las destrezas que están en demanda en el mundo laboral contemporáneo y en las diversas ramas académicas o profesionales en las que se adiestran los alumnos.
Se trataría pues de una universidad muy diferente a las que hemos conocido. Unas universidades tanto públicas como privadas especializadas en las diversas áreas académicas y profesionales, reducidas en su burocracia administrativa y en sus gastos de ese tipo, para concentrar en la educación a distancia, basarse en contactos presenciales mínimos pero esenciales para que los alumnos aprendan al máximo de sus intereses y capacidades, y en las que la dedicación principal de los profesores sea la investigación y la publicación. En dichas investigaciones del profesorado podrá dárseles participación a los estudiantes de bachillerato o a los graduados como una parte esencial de los procesos de aprendizaje. Una dedicación importante del profesorado tendrá que ser trasladada a las labores de avalúo o del Assessment del aprendizaje de un grupo limitado de alumnos que tendrá asignados cada profesor con tal propósito. De esa manera los estudiantes podrán demostrar a sus profesores lo aprendido y si consideran que tienen lagunas importantes en su proceso de aprendizaje. La aplicación en la práctica de este modelo de universidad, sumado a los esfuerzos para la formación del carácter y de la ética profesional como objetivos del estudiantado, habrá de hacer operativo el verdadero Bildung, o formación, que debe ser meta a lograrse en las universidades del futuro.
De seguro una universidad organizada de esa manera, con procesos colectivos democráticos y totalmente desvinculada de los criterios políticos del grupo de turno en el gobierno, habrá de proveer una mejor educación a sus educandos que las universidades de hoy. Podrá además generar más ingresos por conceptos de patentes de los inventos que puedan generar las investigaciones de sus profesores y alumnos. Y será mucho más pertinente y útil para la sociedad a la cual sirve mediante diversos tipos de servicios vinculantes de la Universidad con las necesidades sociales. ¿Seremos capaces de iniciar un proceso de discusión sobre una propuesta como esta u otras similares en donde las tecnologías realmente aporten a una educación menos costosa y más productiva? Hacerlo es ya ineludible si queremos educación de calidad mundial en nuestro país. Y si queremos aprovechar los cambios a que nos ha forzado la pandemia para contribuir desde las universidades a una sociedad más solidaria y a una vida económica menos desigual que la que existe en el Puerto Rico de hoy.
Otros ámbitos en que necesitamos idear y analizar posibles protocolos para estas fases siguientes de apertura parcial
No sólo se trata de idear protocolos, difundirlos y consensuarlos entre las asociaciones de dueños de negocios para la re-apertura parcial de los mismos, por ejemplo, de los restaurantes. Hay que hacerlo, y quien debe tomarse la iniciativa no es “el gobierno”, sino los propios gremios de los propietarios de cada tipo de negocio. El gobierno puede legislar los límites de lo que está o no permitido en cada fase, pero dentro de eso, hay un margen amplio para medidas de protección a los clientes que deben consensuar los propietarios de los establecimientos, de modo que haya suficiente cuidado y uniformidad para evitar un aumento en los contagios. En el caso de los restaurantes, aunque son un negocio económico, al mismo tiempo llenan necesidades psicológicas y culturales para las familias que han estado en encerramiento total por muchos días. En primer lugar, las personas que han estado cocinando sin parar pueden tener un alivio al poder descansar y acudir a un restaurante. Pero además, el disfrute de las salidas, de comidas de diferentes orígenes culturales y otras actividades relacionadas con comer afuera habrá de tener un provecho que va más allá de lo económico desde el punto de vista de los comensales. Por supuesto, en un momento en que no existe todavía una vacuna segura contra el virus, y además por las irresponsabilidades e incumplimientos del gobierno local en cuanto al rastreo de contagiados, las personas mayores de 65 años deben abstenerse por buen tiempo de estas actividades. Deben abstenerse también personas más jóvenes pero que por condiciones previas de salud tienen alguna debilidad en su sistema inmunológico. Ya sabemos que el virus no discrimina por edad y que han muerto personas de todas las edades, incluso niños. De modo que este proceso tendrá que hacerse con mucho cuidado o posponerse para la fase en que sea más prudente realizarlo.
El alivio psicológico y hasta a la salud física para las personas más jóvenes de los permisos para pasear y hacer algún ejercicio físico, al mismo tiempo que mantienen el distanciamiento físico prudente con los demás, es muy importante. Las personas mayores de edad podrían también disfrutar de eso si, como en España, se deciden horarios especiales para ellos y se estipulan bien las medidas de protección y distanciamiento físico entre ellos de modo que los paseos y ejercicios se realicen con seguridad. Incluso es posible designar lugares especiales para los mayores que sirvan a esos propósitos, como algunos parques nacionales, y en donde no se permita pasear ni ejercitarse a los más jóvenes y donde también haya regularmente procesos de desinfección diaria. Ello no sólo animaría a los mayores a ejercitarse, sino que también les proveería mayor tranquilidad y seguridad psicológica.
Una de las fuentes de esparcimiento y diversión de jóvenes y mayores en Puerto Rico son las playas. Es perentorio que se ideen protocolos de seguridad para la asistencia distanciada a estos lugares, ya que son un posible foco de transmisión del virus. En Italia, por ejemplo, el gobierno decide qué playas pueden abrir cuándo y para quiénes. Y las medidas para el distanciamiento físico ya comienzan a discutirse aunque aún allá no ha llegado el verano ni tampoco se ha terminado con la amenaza del virus. Una de las ideas adoptadas en ese país europeo es la de demarcar lugares en las arenas de las playas con mamparas acristaladas que separen a unos usuarios de otros y que provean protección contra cualquier difusión del virus por vía aérea. En las playas hay que tener cuidados especiales debido a los vientos fuertes que suelen darse. Ello tiene el potencial de permitir contagios a más de 6 pies o dos metros. Por lo tanto, las mamparas acristaladas, aunque cuestan dinero al gobierno, son una muy buena medida para la protección de los ciudadanos que acudan a las playas. Los ciudadanos tendrán además que ser solidarios y operar un buen distanciamiento en el agua, cuando se permita acceder a esa parte de las playas. En España el gobierno comienza a escribir propuestas de protocolo y a solicitar ideas a los propios ciudadanos. Por ahora, sólo se permite estar por dos horas paseando por la arena o descansando en una toalla para tomar el sol con un distanciamiento de dos metros que se mide por toallas y no por personas. Habrá que ver qué resultados tienen las diferentes medidas que se tomen en los países que comenzaron con problemas del virus antes que nosotros y que han tenido mucho más contagiados y muertos que Puerto Rico. Y lo que suceda en esos países puede ser guía para adoptar en nuestro país las mejores prácticas en su momento. Lo que definitivamente no puede imitarse –porque es una invitación irresponsable a la multiplicación de los contagios y las muertes– son las escenas que se han visto en lugares de España misma, o en Estados Unidos en la Florida, dónde los ciudadanos han acudido a las playas produciendo aglomeraciones entre personas, falta de distanciamiento físico adecuado y ausencia de protecciones como las mascarillas. Esto se ha producido también en pleno Central Park de la ciudad de Nueva York, aunque dicha ciudad se ha convertido en el mayor foco de contagios en EEUU. Respecto de cómo enfrentar el virus, si los puertorriqueños no desean más casos y más muertes en nuestra isla, lo que ocurre en Estados Unidos –desde la irresponsabilidad en las aglomeraciones públicas de ciudadanos hasta las declaraciones torpes del Presidente de ese país– deben ignorarse y no imitarse en absoluto.
En algún momento habrá que establecer protocolos para posibles asistencias presenciales a las actividades musicales y a otras como las del teatro en etapas en que todavía es necesario el distanciamiento social. Estas actividades tienen gran importancia recreativa y cultural para todos. Afortunadamente, las tecnologías han permitido el disfrute de las mismas por los medios, por ejemplo, con los vídeos musicales, la televisión y la Internet. Es un área en que se puede posponer para fases más adelante lo de las asistencias presenciales. No obstante, desde ya, habría que estar diseñando los protocolos de cómo se habrán de potenciar tales actividades y discutirlas públicamente, si es que se habrán de permitir algunas actividades presenciales limitadas en tiempos previos a la aprobación de una vacuna segura. Esto es preciso decidirlo.
Un problema que se relaciona con la educación de los niños y con el regreso de los padres al trabajo se ha dramatizado recientemente en Italia. (Véase en The New York Times el artículo al respecto de Elisabetta Povoledo, 6 de mayo de 2020) Los adultos que laboran en ciertos sectores han podido regresar a sus oficinas o lugares de trabajo. No obstante, los niños no están acudiendo a las escuelas y parece que se ha decidido por el gobierno que ellos no regresarán a las aulas hasta septiembre. El gran problema es que el gobierno italiano no ha propiciado la apertura de centros de cuido diurno y otros servicios que permitan atender a los niños de edad escolar mientras ambos padres trabajan. El problema pone en riesgo los empleos, sobre todo de las madres jóvenes, ya que muchas optan por agotar licencias vacacionales para poder atender a sus hijos. No obstante, sus servicios en los comercios o trabajos de oficina que se han reanudado en Italia son necesarios. Es pues, un dilema importante. Aunque el gobierno ha prometido un pago de $600 euros, una sola vez, para que los ciudadanos contraten servicios de cuido de niños (baby-sitters), no todas las familias con este problema han recibido esa ayuda. Aparte de eso, hay que programar con solidaridad social para que más personas con tiempo libre puedan trabajar como cuidadoras de los niños.
El problema se agrava por el distanciamiento físico que se ha decretado entre los abuelos y los nietos para proteger a los más viejos y vulnerables de posibles contagios de coronavirus. Algunas madres jóvenes han tenido en Italia que arriesgar la salud de sus propias madres ancianas para poder dejar a un niño de meses con su abuela. Por supuesto, otro elemento a considerar es que en la medida en que ambos padres acudan a sus trabajos y los niños no estén yendo a la escuela, la función de educación en el hogar que habían desempeñado durante la cuarentena, sobre todo las madres jóvenes, ya no se puede llevar a cabo y los niños quedan sin poder aprovechar y aprender algo sobre las materias que estudian en las escuelas. Este es un asunto social y laboral sobre el cual se debe hacer planificación en Puerto Rico. No se puede hacer una apertura de muchos centros de trabajo, si no se ha provisto algo para el cuido de los pequeños. De modo que algo tiene que articularse por el gobierno con los centros de Head Start y con lugares privados para el cuido de niños en edad de escuela elemental, si no queremos vernos repitiendo los errores que se han cometido en Italia. Es por eso que una buena lectura de la prensa internacional se hace necesaria para que más ciudadanos en Puerto Rico estén en capacidad de proveer ideas y acciones solidarias para que tales problemáticas puedan evitarse o, de surgir, enfrentarse exitosamente.
En todo esto es importante que las personas en Puerto Rico, los ciudadanos, funcionen a base de una perspectiva de género que permita mayor colaboración de los varones con sus esposas en la atención de los hijos. Las instituciones sociales de todo tipo, y las organizaciones sin fines de lucro, no sólo deberán enfrentar el problema de la violencia de género durante estas etapas, venga de donde venga, sino además deberán educar y ayudar a las familias funcionales para que puedan organizar con mayor equidad entre los géneros las labores parentales en estos momentos en que por el virus sus hijos no están asistiendo a las escuelas. No es justo que las mujeres estén sobre cargadas en esas tareas y los padres estén aportando poco en el proceso. Los hijos son de ambos y ambos padres deben responsabilizarse por su educación.