Avital Ronell y el “rush” de pensar (2)
Segunda parte de la entrevista con Avital Ronell en la cual el autor conversa con la filósofa sobre la relación entre las tecnologías, la guerra, la adicción, la experimentación sensorial y la transmisión del saber entre otros temas recurrentes en su extraordinaria obra teórica.
Me interesa mucho tu testimonio, sobre todo en términos de aquel brillante texto suyo titulado “Ante la ley” que tradujiste al inglés. Allí se elaboraba una teoría del testimonio. Hay algo allí que me hace volver a la cuestión del uso del vídeo y del filme para el testimonio. Y en este sentido, quería preguntarte un poco sobre la película Examined Life, donde apareces entre varios teóricos y filósofos como Butler, Cornell West, Appiah y otros1 ¿Cómo pensar un vínculo entre la filosofía y los medios? ¿Cómo fue esa experiencia de testimoniar sobre la filosofía para el cine?
Bueno, la verdad es que la directora de Examined Life no me dio muchas instrucciones, ni señal alguna de lo que estaba a punto de suceder. Así que me di cuenta de que tenía que inventarme mi propio guión. Y me preguntaba cómo iba a situar su proyecto, y así es como me convertí en la iniciadora de los muchos diálogos o monólogos que tuvimos. Tuve que preparar el film. El inconveniente es que de las casi seis horas de entrevista que fueron al cuarto de edición, ella sólo uso el comienzo, el precalentamiento, lo que yo había considerado las tomas preparativas. Fue un poco frustrante pero a la vez me interesó estar ahí porque siempre estudié las relaciones entre los medios y la filosofía, y precisamente desde un punto de vista dramático. Trabajé de hecho con Kittler Friedrich2, y fui parte de su maquinaria, aunque también estaba por supuesto bajo la influencia de otras intervenciones críticas y teóricas alrededor de los medios. Así que el medio siempre me resultó intrigante, siempre puse mucha libido ahí, y cuando enseñé en Berkeley por ejemplo, se volvió muy claro para mí que algunos estudiantes se cerraban o no se mostraban receptivos a parte del trabajo que estaba tratando de hacer, y que implicaba una reflexión sobre otros medios. Y eso me interesó mucho también, como experimento intelectual, pedagógico: el grado en que cierta gente necesita estar tecnológicamente encendida. Eso demandaba cierta clase de intensidad para comenzar, su articulación o desarticulación.
Me pregunto si la condición de la teoría o del pensamiento filosófico hoy está de algún modo revelada mejor en cierto tipo de cine que en la universidad misma. ¿Cómo analizarías tu propia aparición en el film o en otros acontecimientos mediáticos, y la relación entre ese espacio de intervención y el de la universidad hoy?
Es una pregunta excelente, porque por un lado una asumiría una cierta distancia entre el pensamiento filosófico y el acto analógicamente infligido de filmarse. En principio no se espera una colaboración o complicidad sencilla. Por otro lado, estoy muy interesada en lo que se niega a ser mostrado, en el vocabulario fílmico y en la capacidad de señalar disyunciones, en las imágenes de las diferentes narrativas conocibles y en los tipos de colapso que pueden ser imaginados y rastreados, de modo que al final una puede incluso localizar una visión cinemática o una creciente filosofía cinemática.
En cierto sentido siempre hubo cine, antes de esta mera acomodación o invención tecnológica; siempre hubo una suerte de sentido panorámico, un primer plano o sentido de los ídolos, o de la idea, así que siempre existió esa dependencia de la televisión o de lo cinemático. Así que no hubo que esperar a que llegara la tecnología en sí para tener esa sensación. Y la tecnología no es absolutamente nueva pero de todos modos implica una colaboración complicada, un sentido de jerarquía, en el cual, lo visual sería devaluado y sin embargo también convocado. Así que no es una relación simple, y eso es lo que me interesa, cuando la relación no parece legítima.
¿Qué es lo que lleva a la filosofía al film y qué es lo que se filma de ella?
Bueno, justo en este momento un director mexicano quiere hacer un film sobre mí, y estamos discutiendo sobre estos temas. Su nombre es Jesús Mario Lozano. Era director de teatro, ha hecho algunas películas y ha escrito también una tesis sobre Philippe Lacoue-Labarthe y el teatro. Así que es un joven director muy intelectual y promisorio. Hemos tenido varias discusiones sobre lo que quiere capturar o encontrar, y ahora tengo cierta idea y parece que me ve como una especie de héroe de acción de la filosofía. Lo que no está mal si pensamos que la filosofía comenzó como teatro callejero. Nuestro amigo Sócrates, que, de paso, fue el modelo para Colombo y otros tipos de detective, comenzó haciendo dialéctica en callejones escondidos. Hacía a la gente saltar. Los provocaba. Era como un gangster, un pendenciero. Y después está “El banquete”. No tengo que hacerte la lista de todas las puestas en escena o búsquedas teatrales que existen en la filosofía. Y estos gangsters filosóficos sacan a relucir sus armas blancas retóricas. Tienen disputas por el territorio, algo de lo que somos conscientes porque todavía hay residuos de esas disputas en la universidad. Así que tenemos esta cosa similar a West Side Story, pero además está el baile, Nietzsche hablaba de danzar. Hay que pensar también que la filosofía creció en el vació que dejó la tragedia griega. Y que aparece asociada a las Olimpíadas. La filosofía era una suerte de acontecimiento deportivo mediático: había contendientes. Está muy conectada entonces con la lucha y con otros comportamientos deportivos: hay mucho de sacar músculo, hacer alarde de flexibilidad, de brillantez, y de cuán capaz se es como cuerpo, como espíritu, como cuerpo de trabajo. Así que filmar la filosofía nos retrotrae a todos eso. Tal como yo lo pienso no crea una discontinuidad con lo que la filosofía siempre ha querido ser, sino que nos lleva de nuevo a sus orígenes griegos y al modo en que necesitaba exhibirse. Siempre fue una cuestión importante: ¿cómo mostrar, como presentar la filosofía? Siempre ha sido una lucha, y siempre ha querido verse filmada. Y también filmar: pensemos que la filosofía en gran medida tiene que ver con hacer diferentes tomas, editar de distintas maneras, montar distintas perspectivas para llegar a la verdad en un trabajo un poco detectivesco. Siempre hubo la necesidad de hacer una suerte de trabajo detectivesco en lo que respecta a la búsqueda de la verdad.
Y en algunos de tus textos te conviertes en una especie de detective de ciencia ficción.
Sí. Y después de que abrí mi agencia de detectives de la ciencia ficción se empezó a decir que las obras filosóficas verdaderas exigían ese tipo de sensibilidad detectivesca o sci-fi, como indicador de su voluntad de buscar y rastrear cosas, y de su concepción del pensador como alguien que viene a responder después de alguna clase de catástrofe o de un evento conectado con los límites de la finitud y cierta relación intolerable con la verdad.
Y a veces pareciera que usas el recurso como un modo de abordaje más ficcional, como si se tratara de un drama conceptual.
Sí, hay algo de drama pero también puede que sea una marca de género o que mi propia queerness esté involucrada, porque de ningún modo puedo yo atacar la verdad como si fuera una mujer heterosexual convencional. Hay siempre algo de escándalo, inervación, enojo, desilusión, frustración, exageración. Me gusta trabajar sobre la exageración. Recuerdo una discusión con Jean-Luc Nancy en la que él me decía: “Oh, mais Avital, tu exagères toujours”. Y me puse a pensar sobre la exageración y sobre el hecho de que con frecuencia estoy triste, tengo un alto sentido del drama. Así que lo que puede parecer como un trabajo de ciencia ficción o detectivesco viene de un sentido dramático del horror, del placer, de la insuficiencia, de mi sensación de ser perseguida… Originalmente era más escandaloso de lo que es ahora. En mucho de mi trabajo político me aprovecho de la situación de ser construida como una mujer. Hay ciertas cosas que las mujeres pueden hacer, y hay otras cosas que no pueden hacer en este mundo misógino, aunque este es un tema en el que no vamos a entrar porque ha sido y es trabajado por otros. Pero hay cosas que las mujeres podemos hacer y que los hombres no pueden o no hacen, y entonces las mujeres podemos actuar y salir indemnes (aunque yo siento que he pagado bastantes impuestos). Trato de ser lo más amable posible en mis ataques y de ser una guerrera nietzscheana, pero sin embargo siempre siento que estoy en problemas. No es fácil vivir así porque siempre siento la ansiedad de estar en problemas. No obstante, tengo momentos de mayor fortaleza en los que calculo cuánto problema puedo causar y cómo causarlo, cómo sacudir los fundamentos de ciertas cosas, cómo ser escandalosa. A veces enseño un curso que se llama “Textos escandalosos”. Por supuesto, todos los textos pueden ser bastante escandalosos. Creo que en cierto sentido siempre sentí que era algo así como una responsabilidad ética ser escandalosa en una institución tan segura de su dignidad. Quería provocar los bordes de la dignidad y actuar mi indignidad.
Me parece muy importante lo que estás diciendo sobre la dignidad y las demandas de la dignidad. Me interesa saber sobre todo cómo afecta eso tu práctica pedagógica en la universidad. ¿Es posible o imposible enseñar bajo las exigencias del pensamiento digno o serio cuando se postula una esa estrategia de deformar la presentación?
Bueno, tengo muchas sub-personalidades y como docente muchas veces soy como un soldadito. Y no necesito destruir a mis estudiantes. Y eso sorprende a la gente porque mi estilo como docente es muy estricto y severo, y soy muy dramática en mis expectativas y no acepto tonterías, todos tienen que hacer su trabajo y no hay sustituto para la lectura. Sólo tolero el cuerpo estudiantil más riguroso, sobre-preparado y ansioso que pueda existir. Sin dudas tengo un diploma en uniforme. Quiero decir que mi parte docente es muy severa y disciplinaria, al menos en tanto performance. En primer lugar porque, digámoslo, a la gente le encanta todo eso, la profesora un poco sádica, un poco dominatriz. Pero más allá de eso, para mí es políticamente muy exigente sentarme en clase y hacer el trabajo con los estudiantes. Lectura lenta, los materiales más complicados, y de ningún modo caer en las preguntas objetivas como qué, cómo, dónde. Hay una falla en el ego que hace que los profesores traten de buscar los textos más lindos y ser populares, que traten de entretener, como si tuvieran que bailar, hacer cabaret. Puedo hacer todas esas cosas, claro. Puedo hacer un show de variedades o de gospel; puedo cantar, disfrazarme… Puedo cantar y recitar mis clases pero en cambio hago esto, porque me siento responsable. Hablábamos antes de testimonio y yo siento que ellos tienen que presenciar a alguien actuando con seriedad y rigor. Trato de modelar esa clase de compromiso serio con la lectura, ese compromiso que te hace romperte la cabeza al enfrentarte al texto más difícil, y entre medio abre de pronto pero cuidadosamente otros dossiers y otros registros, mientras les aclaro que ellos no están autorizados para mezclar o intercalar géneros, que yo me he ganado el derecho de hacerlo. Así que me esfuerzo por enseñarles que hay una asimetría, sobre todo después de Berkeley que nos ha inculcado que debemos ser políticamente correctos y como profesores mostrar que sólo somos una parte de la clase, que todos somos iguales. Mi pedagogía políticamente incorrecta me dicta insistir en la asimetría y en la idea de que no somos iguales, y sobre todo en la idea de que ellos todavía no saben pensar. Muchas veces ellos se sienten preparados para hacer una pregunta, y resulta bastante escandaloso cuando ante el “Tengo una pregunta” yo respondo “No, no tienes ninguna pregunta. Tienes que escucharme, tienes que oírme por varios años antes de presumir que puedes tener una pregunta”. Por supuesto, esto es incorrecto…
¿Te imaginas a tu querida Madame Bovary enseñando una clase?
Me gustaría imaginármela enseñando. La vería como alguien apasionada por sus textos, casi como una Lucia di Lammermoor. O sea que la vería como una profesora muy efectiva pero también embargada por una sentimentalidad excesiva. Pero volviendo a nuestros métodos, durante mucho tiempo creí que la buena enseñanza exigía avergonzar a los estudiantes. Pero no puedo hacerlo, y si lo hiciera sufriría muchísimo. Todas estas observaciones y preguntas son cruciales para determinar cómo enseñamos, cómo transmitimos o expresamos la autoridad de un texto en tiempos en que no hay autoridad. Hace poco terminé de escribir un texto sobre estos problemas, sobre el desvanecimiento y la desaparición de la autoridad, y lo titulé precisamente “¿Qué era la autoridad?”. De algún modo estamos jodidos, hemos introducido una cierta sencillez al leer la cultura popular y en ciertos casos eso implicó una degradación en ciertos niveles… A veces me siento responsable porque en mi vocabulario hay algo de popular, de pop. Cuando empecé a hacerlo era inaudito, extraño, y la gente se preguntaba por qué alguien trabajaría con Heidegger para permitirse ciertas licencias pop. Pero ahora muchísima gente se vuelca al pop sin haber hecho el trabajo anterior, la tarea. Y a veces pienso: “Cállate, tú has abierto esa puerta”. Recientemente me invitaron a dar una conferencia y cuando mencioné a Homero alguien dijo: “No nos interesan los hombres blancos”. Yo le respondí: “¿Cómo sabes que era blanco?”, y ellos retrucaron: “El único Homero que nos interesa es Homero Simpson”. Yo quería hablar de Homero y de Bush como feminista queer y me maltrataron, me tomaron en broma. Eso fue muy descorazonador, porque el público era interesante pero no me permitía hacer ese tipo de trabajo… Me sentí mal, hasta pensé preparar en Youtube una respuesta al episodio hablando de “Homerofobia”, sí, como lo harían en una canción de rap. Así es que me interesa muchísimo la desaparición de la autoridad como calamidad, porque la autoridad es algo que nos reduce a todos y nos llama al orden de una manera digna.
Ya en la dedicación a una exclusiva dignidad universitaria el filósofo había perdido su autoridad social, pero acaso la salida a los medios no resuelve el problema…
El filósofo que está en los medios ya ha perdido a priori su autoridad. De alguna manera alega o declama que tiene la autoridad de la filosofía. En este punto pienso en los bufones de Shakespeare, porque el bufón es el que se enfrenta cara a cara con la autoridad, con el soberano, con el rey, con impunidad y coraje. Y precisamente porque se los considera tontos o locos, pueden llegar más lejos, y presionar y agitar por la verdad. Pero justamente el bufón es el que nunca exhibirá autoridad, porque ha renunciado a la autoridad. Y sin embargo instala una guerra de guerrillas retórica. Y yo me identifico con esta figura, con la agitación del diablillo, que aparece en lugares a los que no ha sido invitado, metiéndose, diciendo cosas que otra gente ni siquiera puede creer haber oído. Y así me he habituado a decir cosas que de acuerdo con todas las teorías no puedes permitirte decir. Y esto se acerca a lo que Erasmo llamó un filósofo. El filósofo es el que puede cruzar al otro lado, asumiendo que es otro lado, y luego volver y decir “Soy un tonto”. Admite que no puede recuperarse súbitamente de la experiencia del pensamiento. Y eso le da autoridad, le da credibilidad callejera digamos. Mi punto de partida es que puedo perder toda la autoridad que tengo y por la que he peleado. Hay un riesgo, un riesgo real, y siempre lo he asumido al exhibirme, al hacer de mí misma un espectáculo o sumarme al ejército de bufones, que somos lo suficientemente tontos como para asumir riesgos extremos. Creo que por eso trabajo sobre la estupidez; sobre la figura del bufón, del idiota y el carácter sagrado de aquellos que no están salvaguardados por el saber o el conocimiento. Es exactamente lo opuesto de aquello con lo que se supone tienes que identificarte como académico. En la universidad nadie supone que vas a decir: “Soy un tonto, o soy estúpido”. Y sin embargo desde Sócrates el disfraz ha sido siempre decir: “No sé, soy estúpido”…. Hemos dicho mucho.
Te agradezco.
Yo te agradezco.
- Examined Life es un documental de 2008 dirigido por Astra Taylor. El film muestra a ocho pensadores contemporáneos caminando por New York y otras grandes ciudades mientras discuten sus ideas y el modo de utilizarlas para entender la cultura contemporánea. Entre otros, aparecen en el documental Avital Ronell, Judith Butler, Slavoj Zizek y Michael Hardt. [↩]
- Kittler es un crítico literario y teórico alemán que desde los años 80 trabaja sobre nuevos medios y tecnología. Sus textos, que no han sido traducidos al español, son muy influyentes en Alemania y en ciertas zonas de la academia norteamericana. Una de sus formulaciones clave sobre tecnología alienta a no considerarla una extensión del hombre, sino un ente autónomo que sigue una lógica de expansión geométrica dejando a los hombres y a la historia escrita detrás. [↩]