De un pájaro las dos patas 2: las décimas del amargue y otras canciones de amor
Me quedé con ganas de compartirles más detalles de por qué a nuestra banda Ojos de Sofía nos ha dado por hacer canciones, charlas y talleres explorando las conexiones entre la música boricua y la quisqueyana con énfasis en la música jíbara, la bomba, los boleros, la bachata, los palos, las salves y el gagá. Así que aquí van las razones de ser de este proyecto que hemos llamado «Las décimas del amargue y otras canciones de amor«.
Razón #1
En el Nueva York caribeño que nos hemos desenvuelto, estos géneros coexisten visiblemente y se retroalimentan. Por ahí fue que empecé este cuento en la parte 1 de este texto.
Razón #2
Quedamos prendados al oir por primera vez bachatas acústicas «vieja escuela» de los años ’60 y ’70—especialmente aquellas más obvia y directamente influenciadas por la música jíbara.
Por ejemplo, escuchen «Los tres niños inocentes», versión del guitarrista Edilio Paredes y el cantante Ramón Cordero.
Como podrán apreciar, de esa bachatita a un seis fajardeño o un seis de Andino un paso es.
Las similitudes están en el aspecto instrumental y también en el poético, ya que la canción de Paredes y Cordero está escrita en décimas. De esas canciones dominicanas hay buen número pero vale señalar que son minoría dentro de la obra bachatesca—hasta la fecha las que he escuchado son de Ramón Cordero y Alfredo Polonia. (Quien sepa de otras, soy toda oídos.) Comparto aquí la versión de «Los tres niños inocentes» de Polonia quien, de hecho, es su autor.
Dato curiosísimo: las canciones en décimas que ha grabado Polonia, aunque suenan decididamente más a música jíbara que a bachata, están mercadeadas como «plena dominicana«. Para enredar más la cosa, el texto que acompaña la compilación Putumayo Presents República Dominicana describe a Polonia como «el intérprete más conocido de lo que se conoce como plena dominicana, una variante de la bachata». Y aquí dos complicaciones terminológicas extra: Una es que según Martha Ellen Davis (y con ella están de acuerdo muchos otros académicos y folcloristas) las plenas dominicanas son «canciones de trabajo antifonales y sin métrica (que no se deben confundir con las plenas puertorriqueñas)». La segunda complicación es que he escuchado al menos dos excelsos exponentes de la música tradicional dominicana referirse a la música jíbara como plena.
Por otra parte, hay bachatas que aunque no obedecen la estructura poética de la décima espinela, están directamente influenciadas por ella. Así lo aseguran muchos, entre ellos las respetadas investigadoras Deborah Pacini Hernández y Martha Ellen Davis. Por ejemplo, la popular bachata «No fui el único», que dio origen al apodo del bachatero Chivo Sin Ley (Ramón Isidro Cabrera), comienza sus primeras ocho líneas como si fuera décima espinela y luego varía la rima. Según la biografía de Cabrera publicada en el sitio web de la disquera IASO que se ha dedicado a reeditar y regrabar los tempranos éxitos bachateros: «Su padre era un maestro de la décima[…]. [Cabrera] describe haber tenido competencias de improvisación con su padre. Así que no sorprende que la canción motivo de su apodo es una décima adaptada a la estructura de la bachata».
Por un lado, estas bachatas con letra en décimas (o cercanas a las décimas) están fuertemente influenciadas por la música jíbara que mucho se escuchaba en República Dominicana a mitad del siglo 20, durante esas décadas formativas de la bachata. Pero por otro lado, también están marcadas por una tradición local dominicana de décimas que, no es de extrañarse, se desarrolló paralela a la puertorriqueña a partir de la colonización española del Caribe. Aquí en el minuto 3:00 una décima cantada por Pablo de Jesús Tavárez de El Aguacate Jacagua Arriba, Provincia de Santiago.
Si bien es cierto que la tradición dominicana de las décimas—particularmente en sus vertientes cantadas e improvisadas—no es actualmente tan visible como la puertorriqueña, esto no necesariamente la hace menos inspiradora o importante. Al revés, pienso yo. El hecho de que esta tradición esté relativamente decaída de fuerzas, la debe colocar en un privilegiado sitial para aquellos que amamos la tradición transatlántica de las décimas. A mi, por lo menos, me da más ganas de conocer lo que hubo y lo que—¡por fortuna!—aún hay. (Y hablando de lo que hay, el año pasado organizó la Casa de la Cultura de La Vega el Primer Festival de la Décima Espinela)
Aunque en nuestra banda no trabajamos el merengue—cuestión de enfocarnos en los géneros dominicanos menos conocidos—no quiero dejar de celebrar la presencia de las décimas en merengues—típicos y no tan típicos— de Tatico Henríquez, El Cieguito de Nagua, Juan Luis Guerra (décimas de Juan Antonio Alix), Johnny Ventura (décimas de Huchi Lora) y (¿cómo olvidarlo?) el Conjunto Quisqueya con Tavín Pumarejo.
Razón #3
No solo la música jíbara si no también los boleros a lo boricua han tenido una estrechísima relación con la bachata. Así lo detallan escritores e investigadores como la antes mencionada Deborah Pacini Hernández, al igual que Alci de la Rosa y Miguel López Ortiz. El bachatero y merenguero Blas Durán afirma en el minuto 5:50 del video que sigue: «La bachata por primera vez—hay gente que no lo creen—pero la bachata se hizo primero en Puerto Rico. [En República Dominicana] se comenzó a oir bachata en el ’60, en el ’61 con José Manuel Calderón y Rafaelito Encarnación fueron los primeros. Pero en Puerto Rico en el ’58, ’59, ’60, José Antonio Salamán, José Miguel Class «El Gallito de Manatí». Lo que pasa es que Puerto Rico abandonó la bachata y nosotros los dominicanos seguimos con ella, pero una bachata más cruda, sabor a mujeres libres, a romo, sabor a cabaret».
¡Ojo! Digo yo que dice él. Y que no es el único que lo dice. Pero quiero recalcar que no estoy diciendo que la bachata es originaria de Puerto Rico. Y que muchas otras fuentes bachateras tan fidedignas como Durán no están de acuerdo con él. Aprovecho de una vez para sacarme del pecho esta espinita: los dimes y diretes sobre los supuestos «verdaderos orígenes» de un género u otro bien pronto se tornan caldeados, ridículos y dolorosos. (Como ejemplos vean los comentarios debajo de unos videos de Odilio González y también esta acalorada conversación en un foro de Univisión) Estos debates, aunque en teoría interesantes, en la práctica tienden a menoscabar lo compartido de la experiencia musical… y eso es lo que de verdad, me interesa a mí como persona y a nuestra banda como colectivo.
Bueno, hecha esa salvedad, volvamos al tema.
El periodista Alci de la Rosa escribe sobre la «música de amargue» que más influenció el desarrollo de la bachata. Entre intérpretes y canciones de Cuba, Ecuador, México y Colombia, de la Rosa destaca a Puerto Rico. «La de más influencia fue la de Puerto Rico en voces de Felipe Rodríguez (‘La última copa’ y ‘La cama vacía’ que duraron diez años, en los 50s, en los primeros lugares y muchos temas más); José Antonio Salamán (‘Caminito Vecino’, ‘Adiós, adiós’, ‘Clamor’, etc.), Blanca Iris Villafañe (‘Por Despecho’, ‘Tengo el sentimiento herido’, ‘Besos Callejeros’, etc.), Ramito (‘Una mujer en mi vida’, etc.), La Calandria (‘Ese hombre es mío’, etc.) y otros que sería prolijo enumerar.
«Besos callejeros» de Blanca Iris Villafañe en 1960 suena así.
En voz de la bachatera Andre Veloz «Besos callejeros» en 2012 suena así.
Traigo a colación a esta joven dominicana—que trabaja en estrecha relación con Edilio Paredes, entre otros pioneros de la bachata—ya que antes de cantar «Besos callejeros» la he escuchado dar crédito a Villafañe por ser pionera de la música de amargue. (Lo cual no es lo mismo que decir que Villafañe fue una de las primeras bachateras, que quede claro.)
Lo que hoy llamamos bachata se conocía en los ’60 simplemente como boleros (entre otros nombres). Como me dijo Edilio Paredes en una entrevista: «Del bolero nació la bachata. Le pusieron bachata a nuestro bolero». Y así lo constata la contraportada del disco La sufridade la bachatera Mélida Rodríguez. Lo que hoy describimos como bachatas están todas identificadas como boleros.
Otras de las figuras que músicos y escritores suelen mencionar como clave para el surgimiento de la bachata son los puertorriqueños Odilio González, José Miguel Class y Tommy Figueroa. Aquí el bolero «Estando contigo (Madrigal)» de Don Felo en voz de Figueroa.
Acostumbrada a las versiones de Quique y Tomás y de Danny Rivera de este bolero, al escuchar por primera vez la versión de Figueroa me impactó lo mucho que me sonó a bachata. ¿Pero por qué me sonó a bachata si el estilo de la guitarra no es muy bachatero que digamos? ¡Es lo quejumbroso y melodramático de la voz!
Ramón Cordero, quien es indudablemente uno de mis bachateros favoritos, me dijo en una entrevista: «Mi artista favorito de esa época es Tommy Figueroa. Yo encontraba que sus melodías eran muy bonitas». ¡Ah! Pues no en balde tiene Cordero esa magia melodramática en la voz. De más está decir que esa es una de las razones por las cuales me gusta tanto Cordero—eso, y su afición por hacer bachatas en décimas.
Razón #4
Resumiendo: este proyecto se llama «Las décimas del amargue» en honor a esa semillita de inspiración que quedó sembrada en nosotros al entender las íntimas conexiones entre la música jíbara, la bachata y los boleros.
También se llama «y otras canciones de amor» como homenaje a esas «otras músicas de Quisqueya» (salves, palos, gagá y más) y sus conexiones con la música puertorriqueña.
Quienes conozcan y aprecien la bomba yubá «Anaízo» (versión Dancing the Drum / Bailando el tambor o cualquiera de sus otras versiones) difícilmente quedarán indiferentes al escuchar alguna de estas versiones de palos dominicanos para Anaíso alias Anaísa. O este merengue de guitarra mezclado con palos que invoca tanto a Anaísa como a su consorte Belié Belcán.
Propongo la figura de Anaízo/Anaíso/Anaísa como un ejemplo de todos esos espíritus, ancestros, símbolos, mitos, ritmos, letras, cuentos, acciones y sueños que hermanan a boricuas y quisqueyanos.
Dicen que ella es símbolo/espíritu/misterio del amor. Es por eso que no he podido evitar yo también dedicarle una canción. Y es por eso que, mientras nuestro primer proyecto como banda titulado Las 7 salves de La Magdalenatiene como mito/espíritu guía a María Magdalena, a estas «Décimas del amargue y otras canciones de amor» es Anaísa/Anaíso quien las guía.
Razón #5
«Las décimas del amargue y otras canciones de amor» tienen todo que ver con nuestras familias, nuestros ancestros directos. Y en particular dos de ellos: Jorge «El Gato» Rivera y Bienvenido Troncoso.
El primero es el acordeonista y pianista naranjiteño que por fortuna esta servidora y nuestra otra cantante Anabellie Rivera tuvimos como padre. El segundo es el reconocido compositor dominicano de principios de siglo 20 quien es también el abuelo de nuestro percusionista Jonathan Troncoso.
El primero fue/es para mi hermana y para mi un factor clave en nuestro amor al bolero y a la música jíbara. El segundo es compositor de muchísimas hermosas canciones—entre ellas «Ansias locas», una de las favoritas del primero. De boca de Jonathan espero que puedan escuchar el fin de semana que viene lo que significa para él la música de su abuelo.
Al Gato Rivera y a Bienvenido Troncoso dedicamos esta versión de «Estando contigo (Madrigal)» que canta Anabellie acompañada por nuestros guitarristas Yasser Tejeda y Bryan Vargas. En esta versión Anabellie sigue los pasos de nuestro viejo y, en vez de cantarle a un amor «romántico», le canta al amor insondable que inspiran ciertos seres—ya sean familia de sangre o familia escogida—cuyo amor es nuestro madrigal.
Este texto ya se ha extendido mucho más de lo que originalmente pensé. Así que les dejo con la esperanza de verles en alguno de nuestros eventos en Puerto Rico entre el 27 de agosto y el 4 de septiembre.