Disfrazados de obreros para “la fiesta del arbitrio”

Imagen de la campaña "Protege mi trabajo" lanzada por un grupo de ejecutivos corporativos contra el impuesto del 4% a las corporaciones foráneas.
“Protege mi trabajo” no es el eslogan de un sindicato ni de un grupo de trabajadores organizados para hacer frente a los despidos. “Protege mi trabajo” es el eslogan con el que los industriales disfrazan sus intereses corporativos con terno, camuflados de sensibilidad humanitaria y obrera, ante la posibilidad de tener que aportar 4% de sus riquezas en arbitrios.
“Amenazada” mínimamente su opulencia, el bloque industrial del país ha creado esta campaña en la que se valen de la imagen un niño, de la madre, del padre y de la “clase trabajadora” para oponerse a la Ley 154 que impondría un impuesto de 4 % a las corporaciones extranjeras.
La campaña fue presentada el pasado 4 de noviembre en una conferencia de prensa en la que, según la periodista Marie Custodio Collazo, asistieron decenas de trabajadores de diversas compañías locales y en la que además hubo representación de la Asociación de Industriales, el Concilio de Suplidores Minoritarios de Puerto Rico y la Asociación de Hoteles y Turismo.
Esta movida industrial contra la Ley 154 utiliza la imagen fotográfica de un niño de tez negra que mira solemnemente a los ojos del espectador. El niño, de aproximadamente unos 6 o 7 años de edad, fue capturado en un médium close up en el que posa sobre un fondo negro con una camisilla blanca. Sobre su hombro izquierdo un texto, en letras blancas y mayúsculas: MAMI YA NO TIENE TRABAJO. PAPI NO PUDE PERDER EL SUYO. En la misma imagen, como calce y en letras más pequeñas, narra el niño:
“Mi papá me dice que en Puerto Rico se han perdido cerca de 70 mil empleos en los últimos dos años. Ahora el gobierno aprobó un impuesto a muchas fábricas que puede dejar a papi sin trabajo”.
Y bajo este texto una oración en bold que parece ser el grito de los industriales:
“Puerto Rico no puede perder más empleos. ¡ESTO NO AGUANTA MÁS!”
Mientras que el eslogan ¡PROTEGE MI TRABAJO! Aparece en la esquina derecha de la foto.
En la imagen que presentan en su campaña, la víctima directa del impuesto de 4 % no son las corporaciones sino la familia trabajadora, representada a través de la inocencia del niño que nos mira y nos invita a indignarnos con él por este “injusto” arbitrio. En la historia que nos presenta el texto, la madre del niño ya no tiene trabajo, lo cual, según el tono pasivo del mismo, ha sido aceptado con naturalidad por la familia. Pero “papi”, el hombre de la casa, “no puede perder el suyo”, eso sería inaceptable.
Llama la atención la forma ingeniosa en que los industriales defienden sus bienes al poner en acción el clásico método hegemónico de transponer y generalizar sus intereses particulares. Para exponer la ideología corporativa, se asume una retórica tradicionalmente asociada al discurso obrero sindical. Ante la amenaza del arbitrio los directivos de las corporaciones intentan crear una equivalencia estratégica entre ellos y sus empleados, alineándose así en una sorprendente articulación entre patronos y obreros para hacer frente a esta medida. En la conferencia de prensa, donde presentaron su campaña, Jorge L. Rodríguez, presidente de la firma Paciv, hacía alarde de esta singular unión al señalar que:
“Conmigo se encuentran hombres y mujeres puertorriqueños de la clase trabajadora. Yo les llamo el ‘contigo’ al que se refiere el Gobierno. Estamos unidos con un mismo fin y un propósito: atender el importante asunto del impacto que traerá a nuestra economía y al bolsillo de los trabajadores puertorriqueños la imposición del arbitrio del 4%”.
En esas expresiones está presente la misma estrategia que se esconde tras la imagen de la mirada solemne del hijo de familia trabajadora. El bloque corporativo defiende sus intereses invisibilizándose como clase dominante y pone en el spot a sus empleados, a los que ahora, convenientemente, llaman por su nombre y apellido: “la clase trabajadora”. Pero lo más llamativo del asunto no es sólo el disfraz “pro obrero” de los ejecutivos sino que nos advierten, de antemano, que el arbitrio impactará al bolsillo de los trabajadores puertorriqueños. Esto revela la forma en que lidiarán con el vacío que creará en sus cuentas el 4 % que tendrían que pagar si se aprueba la Ley. Lo solventarán de la forma más corporativamente posible o mejor dicho, con el mecanismo corporativamente preferido, el mismo que puso en efecto el gobierno actual para lidiar con su alegado déficit: los despidos.
Esta campaña incluye también un portal cibernético en el que declaran que el gobierno de Puerto Rico “subestima la gravedad que este impuesto tendrá sobre las familias y patronos”; y añaden que “las industrias biofarmacéuticas tendrían que decidir si este costo añadido se ajusta a sus planes de negocios”. Con ese tono amenazante los industriales le dicen al Estado que tienen el poder, no sólo de dejar en la calle a más trabajadores y trabajadoras, sino que también los pueden poner en su contra.
Este cabildeo mediático representa un chantaje político en el que se explota la fuerza laboral más allá de las horas de trabajo, es una explotación simbólica de la que no escapa la familia, incluyendo a los hijos del trabajador.
Además, esta maniobra empresarial y el impuesto a las corporaciones que impulsa el gobierno neoliberal de Luis Fortuño pone en entre dicho las concepciones rígidas en cuanto a la correspondida entre clase social, ideología y política pública. Recordemos que hace poco la administración light de Aníbal Acevedo Vila aprobó la Ley de Incentivo Industrial, y ahora, sorpresivamente, el gobierno hardcore, estadista republicano y neoliberal de Fortuño impulsa un arbitrio de 4 % a las corporaciones foráneas.
“Protege mi trabajo” pueden decir entonces los trabajadores y trabajadoras de las farmacéuticas y demás corporaciones, pero no protégelo del arbitrio del 4 %, sino de la política corporativa que al ver una mínima parte de sus ganancias en riesgo ya tiene la fórmula perfecta para lidiar con la situación: el tijerazo.