El intento de anexar República Dominicana a Estados Unidos
Durante el siglo 19, los intentos de anexar la República Dominicana a los Estados Unidos fueron el resultado del largo proceso de inestabilidad política y económica del país a partir de su independencia de Haití en febrero de 1844, luego de veintidós años de ocupación haitiana. De algún modo u otro, la idea anexionista fue la culminación de la búsqueda inicial de un “protectorado” con una nación europea para proteger el país de una serie de invasiones haitianas que se inician el mismo año de su independencia. El arrendamiento o cesión de la península y bahía de Samaná a una potencia naval extranjera, sería el denominador común en esta historia por conseguir un apoyo político, militar y económico exterior durante el resto del siglo 19.
De 1801 a 1855, Santo Domingo fue invadido seis veces por los haitianos. A raíz de la proclamación de la República de Haití (1801), Toussaint Loverture invade la antigua colonia española de Santo Domingo. En 1805, Jean-Jacques Dessalines invade la parte oriental de la isla, entonces en manos de Francia, y comete una serie de iniquidades. En 1822, el presidente Jean-Pierre Boyer invade la colonia de Santo Domingo, entonces recobrada por España, y la ocupa por veintidós años hasta la proclamación de la República Dominicana (febrero, 1844).
El primer presidente constitucional dominicano, el general Pedro Santana, enfrentó exitosamente en marzo de 1844 la invasión haitiana dirigida por el presidente Charles Hérard como consecuencia de la independencia dominicana. En 1845, el presidente Jean-Louis Piérrot otorga patente de corso a buques haitianos y extranjeros para perseguir navíos dominicanos, aunque no logró realizar la invasión planeada. Santana, junto a los llamados “afrancesados”, estaba convencido que el país para sobrevivir necesitaba la protección de una nación europea. Trató así de conseguir sin éxito un protectorado con Francia. Cuando obtuvo del gobierno francés un “Tratado de paz, amistad, comercio y navegación” (1848), el autoproclamado emperador haitiano Faustin Soulouque se sintió amenazado y lanzó una masiva invasión en marzo de 1849. El triunfo de Santana sobre esta quinta invasión haitiana incrementó su prestigio.
En 1853, Santana es de nuevo proclamado presidente. Ahora busca el reconocimiento y protección de España. Al año siguiente, el presidente estadounidense Franklin Pierce envía a Santo Domingo un delegado para negociar un “Tratado de amistad, comercio y navegación” que no llegó a materializarse. El gobierno español, temeroso de la entrada de Estados Unidos en la geopolítica antillana, se apresura a firmar un acuerdo similar. Mas Santana, conociendo las intenciones norteamericanas, torna su mirada hacia Estados Unidos en busca de un acuerdo de protección. En 1855, de nuevo Soulouque se siente amenazado por la probable presencia de estas potencias esclavista en la isla y lanza una invasión que fue derrotada en dos sangrientas batallas por las tropas del general Santana.
Luego de una serie de conflictos y luchas internas, Santana regresa al poder en 1858. A principios del año siguiente envía un delegado a negociar con España un protectorado. En abril decide solicitar la reincorporación del país a España en calidad de provincia, al igual que Cuba y Puerto Rico. A sabiendas del interés norteamericano en la bahía de Samana para establecer una base naval, el gobierno español concreta la negociación y en marzo de 1861 se proclama la Anexión a España. Sin embargo, el sentimiento nacionalista que había cundido en la masa del pueblo dominicano provocó serios conflictos con la fuerza de ocupación española y en poco tiempo surgen una serie de rebeliones en la región del Cibao. El llamado Grito de Capotillo (agosto, 1863) dio inicio a la Guerra de Restauración, guerra que luego de unos 107 combates, miles de muertos y la devastación del país, logró expulsar las tropas españolas en el verano de 1865. No hay duda que el triunfo dominicano sobre España fue, en gran medida, el acicate para que tres años después se diera el Grito de Yara en Cuba y el Grito de Lares en Puerto Rico.
De nuevo independiente, en la República Dominicana se inicia hasta finales de siglo un período de luchas políticas y revoluciones donde predomina el personalismo y el caudillismo heredado de la guerra restauradora. Apenas dos años de la expulsión de España, bajo el gobierno de José María Cabral llega a Santo Domingo el comisionado Frederick W. Seward interesado en negociar la bahía de Samaná. Nada se concretó. Buenaventura Báez, hábil político que había ocupado la presidencia entre los gobiernos de Santana, triunfa en una revuelta armada, iniciándose los llamados “Seis años de Báez” (1868-1873), años que estarán caracterizados por el afán anexionista, persecuciones políticas, asesinatos, censura y el desfalco de los fondos públicos.
El presidente Báez fue el principal protagonista en los intentos de anexar su país a los Estados Unidos. Le propuso a William Seward, Secretario de Estado norteamericano, vender la bahía de Samaná por 1,000,000.00 de pesos oro y 100,000.00 en armas. Seward evitó dar una respuesta categórica, a pesar de contar con la simpatía del presidente Andrew Johnson. En 1869 los esfuerzos anexionistas de Báez vieron la oportunidad de realizarse con el ascenso del general Ulises Grant a la presidencia de Estados Unidos y seguidor de la Doctrina Monroe de “América para los americanos”. En poco tiempo, con la crítica crisis económica y política que enfrentaba, Báez cambió la idea de vender la bahía de Samaná por la de anexar el país. Grant endosó la idea y a mediados de año envió a Santo Domingo al general Orville E. Babcock con un borrador de acuerdo redactado por Hamilton Fish, Secretario de Estado. En su segundo viaje a Santo Domingo, Babcock logró que se firmara el “Tratado celebrado entre los Estados Unidos y la República Dominicana para la incorporación de esta en aquella nación” por Manuel María Gautier, Ministro de Relaciones Exteriores dominicano, y Raymond H. Perry, el agente comercial norteamericano. El acuerdo establecía el pago inmediato de $100,000.00 en efectivo y 50,000.00 en armas. Además, una llamada Convención establecía el arrendamiento de la península y bahía de Samaná en caso que el Senado norteamericano no aprobara el Tratado. Cabe decir que en su viaje de regreso, el general Babcock se detuvo en Samaná donde izó la bandera de Estados Unidos.
Tan pronto el acuerdo Gautier-Perry trascendió públicamente, la oposición en Washington no se hizo esperar. De manera similar reaccionaron los dominicanos exilados en Curazao, San Thomas y Puerto Rico. Previendo una invasión de Haití, donde el presidente Nissage-Saget se oponía al acuerdo, Báez solicitó y obtuvo que la marina de guerra norteamericano patrullara las aguas dominicanas. En febrero de 1870, Báez convocó a un plebiscito para obtener la opinión sobre la anexión, según se había establecido. El amañado plebiscito resultó en 15,695 votos a favor de la anexión y 11 en contra.
Cuando el proyecto de anexión fue presentado en el Senado norteamericano, éste acordó con el presidente Grant enviar una Comisión investigadora a Santo Domingo para verificar el deseo de la población y evaluar los resultados económicos de la incorporación. La Comisión, que se cree estaba influenciada por Grant, fue favorable a la anexión. En julio de 1871, luego de un acalorado proceso en el Senado, el proyecto no logró las dos terceras partes de los votos para ser aprobado. Gracias a la tenaz oposición sostenida por un grupo de senadores liderados por Charles Sumner, destacado orador y decidido antiesclavista, la votación quedó empatada con 28 votos en contra y 28 votos a favor.
Fracasado el proyecto de anexión, Báez promovió negociaciones para arrendar la consabida bahía a la “Samaná Bay Company”, compañía formada por varios capitalistas norteamericanos. El contrato por un término de 99 años se firmó en diciembre de 1872. Pero la crítica situación política y económica del país desembocó en una revolución encabezada por Ignacio María González, quien como nuevo presidente rescindió el contrato en 1874.
Años después, el general Ulises Heureaux (Lilis), dictador de 1887 a 1899, se convirtió en el nuevo propulsor de la anexión a Estados Unidos. Con el apoyo del presidente Benjamín Harrison, logró un Convenio de Reciprocidad comercial (1891) entre ambos países, el cual tuvo la abierta oposición de los gobiernos de Alemania, Inglaterra, Francia e Italia que velaban por sus intereses comerciales. Lilis consiguió el firme apoyo de Estados Unidos y el problema se disipó. En 1892, Harrison también se esforzó en conseguir la bahía de Samaná, enviando al comisionado Durham a Santo Domingo con un proyecto de contrato. Lilis, no obstante, le dio largas al asunto por estar negociando otros empréstitos internacionales donde dicha bahía podía servir de garantía.
Cuando ocurrió la Guerra Hispanoamericana (1898), el dictador dominicano reconoció el poderío de Estados Unidos y pensando que el presidente William McKinley estaría de acuerdo de arrendar a Samaná, le sugirió transmitir al cónsul Grimke un descabellado plan: que su gobierno enviara a un agente confidencial para negociar la cesión de Samaná, pero que antes la tomaran por la fuerza. Y para que el pueblo aceptara el plan, decía necesitar $300,000.00 tan pronto la acción ocurriera. La respuesta que recibió fue que el interés del gobierno norteamericano era la terminación de un acuerdo similar al negociado por Harrison en 1892. Agobiado por los problemas financieros y una fuerte oposición, Lilis hizo un último esfuerzo para establecer una especie de protectorado con el nuevo imperio continental. Entre otros puntos que establecían una mutua protección estratégica, estaba dispuesto a ceder los puertos dominicanos en caso de guerra de Estados Unidos con alguna potencia extranjera, aunque decía mantener la integridad del territorio dominicano. El proyecto sometido al Departamento de Estado fue categóricamente rechazado por el secretario Hay. A fin de cuentas, con la ocupación de la bahía de Guantánamo por Estados Unidos a principios del nuevo siglo, la bahía de Samaná pasó al olvido.
Los endeudamientos del país establecidos por Lilis con la Westendrop y Cía. (1890) y San Domingo Improvement Company (1893), dieron paso a una progresiva influencia norteamericana en las finanzas dominicanas que culminaría en la ocupación militar de Estados Unidos de la República Dominicana (1916-1924). © SRL