Elizam Escobar: Instrospectiva simbólica
Amar es pensar. Lo decía Pessoa (“Tengo una gran distracción animada…”). Y Elizam Escobar, ex prisionero político, uno de los genios plásticos y creativos del Puerto Rico contemporáneo, ha creado, con la edición de Joserramón ‘Che’ Meléndes, un libro hermoso, complejísimo, íntimo, escrito a mano e imantado con esa máxima poética. Se trata del Antidiario de prisión: el beso del pensamiento, un texto que escribió en la cárcel como ejercicio para recoger por escrito el proceso radical y escurridizo del pensamiento.
Nunca es fácil entrevistar a Elizam. No porque se guarde la información sino tal vez por todo lo contrario. Es un extraordinario conversador, auténtico y espontáneo, a veces cándido, siempre generoso con la anécdota. Pero la corriente de su pensamiento es sofisticada. Para seguirle el rastro, hay que esforzarse por escuchar más allá de lo que dice, observar un poco más de lo que hace y, sobre todo, enlazar las referencias, que son siempre complejas y no pueden unirse indiscriminadamente. Digamos que hay que saber dónde va qué.
Esta entrevista la hicimos con motivo de su reciente exposición Elizam Escobar: Instrospectiva simbólica, en el Museo de Arte de Puerto Rico. Pero incluimos también la referencia del Antidiario porque, al igual que la exposición, es uno de los libros más importantes y hermosos que se hayan hecho en Puerto Rico en los últimos años.
ER: Elizam, nosotros acá, los que no estamos presos, separamos el pensamiento, lo intelectual y filosófico, de lo afectivo. Pero pienso que, en El beso del pensamiento, al tú estar segregado en prisión, lejos, el pensamiento viene a sustituir el afecto de alguna manera. Ante la ausencia cotidiana de lo afectivo, el pensamiento toma un lugar de lo emocional, ¿o no es así?
EE: Lo afectivo está en todos sitios. Cuando tú estás ausente o, por ejemplo, la amada está ausente, tú la tienes que pensar, la tienes que digerir. Pessoa tiene un verso que dice “pensar es amar”. El beso del pensamiento, no recuerdo exactamente cómo surgió eso pero hoy yo leí un poema donde yo digo eso, hablo del beso del pensamiento. Es una cuestión más existencialista. El pensamiento está ahí dando vueltas y, cuando uno lo concibe como algo más allá del concepto sino que también es una cuestión simbólica, que atrapa todo.
El pensamiento no te deja en paz. Mira, una de las razones por las que empecé a escribir eso fue que yo tuve un año que no me dejaban pintar, por asuntos de ellos allá. Me escondieron los materiales. Era año nuevo. La corriente del pensamiento, como hablaban los surrealistas, estaba ahí dándome vueltas y yo dije ‘espérate, tengo que empezar a escribir esto’. Escribir lo que estoy pensando y tratar de atraparlo en el momento es otra cosa. Empecé el segundo día de enero. Traté de ver cómo podía manifestar lo que es el pensamiento a través de la escritura. Es imposible. No puedes hacer eso. Es como los sueños. Tú puedes transcribir un sueño pero, como decía Freud, no es lo mismo lo que tú recuerdas del sueño, que el sueño. Son cosas distintas. Pero no importa. Porque, después de todo, es igual que la historia y la historiografía. La historiografía quisiera ser la historia pero no lo es. Pues me metí en eso. Se desarrolló de muchas formas.
ER: En relación a la exposición, el Antidiario me da la impresión de que esto es un artista y hay un lenguaje plástico pero hay algo ahí, una insuficiencia ahí. Y tiene que acudir a otros lenguajes. ¿Cómo esos dos lenguajes viven? ¿Son complementarios o son radicalmente opuestos la escritura del Antidiario y la creación de las obras?
EE: Lo que creo es que le da unidad o son complementarios en el sentido de la libertad. Que tú no tienes que estar probando nada ni seguir un método dictado por la Academia. Hay una libertad total en el sentido del espacio, no en el sentido de que estoy en la prisión, qué carajo estoy hablando de la libertad si estoy preso. Eso mismo me da una dimensión que otra gente ya lo ha hecho. Yo me puse a estudiar Filosofía y había momentos en la historia -porque el Estado era demasiado prepotente- en que los individuos se tenían que echar pa’ dentro, ¿entiendes? Y eso pasa mucho.
El arte puede ser una terapia, no tengo problema con eso. A los presos, el arte los ayuda a liberarse, a desahogarse. Pero para mí el arte no se puede limitar a una terapia porque el arte es algo que puede ser lo contrario, te puede joder la vida. Es una tensión. La guerra es la continuación de la política por otros medios. Y el arte para mí es la continuación de la vida por otros medios, los simbólicos. No está separado de la vida pero no es la vida. Los surrealistas querían que la vida y el arte fuera lo mismo.
ER: Acá tus amistades solemos dividir tu vida en dos: antes y después de la cárcel. Esa misma división a veces pretendemos expandirla al análisis de tu trabajo artístico. Pero pienso que no necesariamente es así. Porque, por ejemplo, creo que has tenido varias etapas artísticas desde que saliste de la cárcel. ¿Tú cómo lo ves?
EE: Más que un antes y después de la cárcel, veo mi vida como un antes, un durante y un después de la cárcel, sí. Pero cuando digo después eso incluye durante. Porque yo pensaba que iba a salir. Hay un momento dentro de la cárcel en que yo ya sabía que iba a salir pero surgió lo de la bomba en Oklahoma y eso retrasó todo. Y eso marca otro momento.
Ha habido etapas estructurales de composición, de colores, de temas. Uno tiene distintos motivos entonces tú tienes que usar distintas formas para trabajar ciertas cosas. Yo puedo hacer una obra que hay una perspectiva de fondo, qué sé yo y otra que es bien plana porque depende de lo que yo quiero hacer. No me esclavizo con un estilo porque no creo en eso. ¿Por qué yo me voy a limitar más de lo que ya estoy?
ER: ¿Alguna vez sientes que nunca estuviste preso o siempre lo tienes ahí?
EE: Es un sinnúmero de cosas. El primer año o dos años que salí, a mí se me olvidó la prisión. Después del once de septiembre (2001), estábamos en la capilla de Vieques celebrando el segundo aniversario de la salida nuestra. Llevaron palomas blancas y todo, me acuerdo. De ahí en adelante, yo sueño con la prisión todas las noches de mi vida.
ER: ¿Qué? O sea, ¿tú llevas catorce años soñando con la prisión?
EE: Te lo juro. Pero son prisiones distintas. Hay unas en que venden Medallas, por ejemplo; otras en que estoy con una jeva bien bella. Pero te juro que todas las noches sueño que estoy en una prisión. Y eso no tiene que ver con preocupaciones ni nada, es algo raro.
Mucha gente antes decía ‘ay, todos estamos preso”. ¿Sí? A Corretjer le preguntaron si él no se sentía mal de no poder ver la independencia, y Corretjer dice ‘yo he vivido la independencia de Puerto Rico’. Y tu viejo (Juan Mari Brás) también lo dice. Pues lo mismo. Oscar es un tipo que tiene una libertad espiritual que la mayor parte de la gente (no tiene) pero no es lo mismo estar allí que estar aquí. No, no es lo mismo.
ER: En el Antidiario de prisión: el beso del pensamiento, tú hablas mucho de la vida simbólica y la vida real. ¿Y sientes que alternas entre ambas vidas tanto en la libertad como en la prisión o uno vive una vida real en efecto?
Bueno, uno vive una vida que es la única que hay pero…
La vida está en otro lado. Es un dictum que uno puede interpretar de muchas formas. Pero obviamente, cuando tú estás preso, tú sabes que la vida es otra cosa.
Lo simbólico es un nivel necesario y real. No es la realidad pero es real.
Por ejemplo: ¿Por qué estamos luchando por la independencia? ¿Por qué creemos en tantas cosas? ¿A qué se debe eso?
Está el concepto de la utopía, el sistema perfecto ideal o lo mejor que uno pueda desarrollar dentro de las limitaciones. O sea que está la utopía como algo idealista que no existe y algo que uno quiere conseguir. Ahora, hay unas necesidades que existen en cada momento histórico porque cada momento te lleva a crear otras necesidades.
Tal vez todavía estamos en una infancia bien cabrona porque de aquí a veinte años o veinte siglos va a haber otra cosa. A través del arte, de lo simbólico, uno puede adelantarse a todo eso. En un sentido que no es como leer la bola de cristal. Es que, a través del arte, de la poesía, el inconsciente, todo eso que no te atreves a decir, lo puedes decir a través de un personaje.
ER: Hay unas ausencias en el Antidiario, las cosas de las que no puedes hablar, ¿son ausencias realmente, huecos que quedan o son cosas sin las cuales tú puedes hacer tu historia?
EE: Siempre hay cosas que tú no puedes decir…
ER: Tú te creciste como artista y como intelectual en la cárcel, reflexionaste mucho. Háblame de ese tiempo, de tu transformación artística allí.
EE: Me puse a reflexionar entre la relación de lo político y el arte y me di cuenta de que yo había dejado de creer en el valor del arte. Está el arte comprometido y el que no lo está pero el nivel simbólico del arte a mí me pareció que era fundamental. Que después de todo, para qué luchamos. Bueno, pues para tener un sentido de lo que es la vida.
Cuando están cantando el himno, los independentistas por ejemplo, se sienten que son uno. La mayor parte de los líderes políticos ven el arte como un instrumento, algo que sirve para otra cosa. Nosotros creemos que hay que hacer arte de propaganda para organizar la gente pero eso no es el único papel del arte, ni siquiera el más importante. El más importante es que yo pueda leer una novela de Dostoevsky que me diga a mí a través de la narrativa de qué carajo se trata todo esto. Si no, es un elemento para conseguir el poder. Y después de conseguir el poder, ¿qué tú vas a hacer?
Una de las cosas que no dejo de cuestionarme es que todo el mundo que ha visto esta exhibición se ha encantado y ahí no hay tantas cosas políticas. Supuestamente. Porque lo político de verdad está en las cosas como son. No es falsificar un montón de obreros así…
El compromiso es con el arte y con la justicia. Tú no puedes repetir el discurso del político en el arte. No le añade nada. Si yo digo lo que dijo Albizu pero a través de imágenes pues es ideología en imágenes, no es arte en el sentido más radical de la palabra.
Una obra de teatro de Bretch, que era marxista, son unas obras de un poder de hacerte entender, crear conciencia. Cuestionarte las cosas, algo que no tendría una obra donde te dan todas las recetas porque no tiene las contradicciones como son de verdad. El arte presenta la contradicción, el conflicto. No lo va a resolver pero lo presenta.
ER: ¿La lucha por la independencia se ha convertido en una lucha simbólica?
EE: No, lo que pasa es que ha habido una laguna en las generaciones nuevas. Se da por sentado que todo el mundo sabe quién era Albizu y no es así. Porque nuestra distorsión de la historia es una cosa terrible. En la Escuela de Artes Plásticas yo hablo de Carlos Raquel Rivera y nadie sabe quién es. Puede ser que uno sepa. (Rafael) Tufiño es más conocido. Pues es la oportunidad de tú dar a conocer eso, ponerlo en el contexto histórico y darle el valor que se merece. Igual con los escritores y todas las figuras históricas.
No creo que la independencia sea ya una lucha simbólica. Porque es que no hay otra cosa. Que tú le digas a una persona de treinta años que se tiene que quedar con el papá y la mamá porque no hay otra forma. Eso es un pragmatismo bien enfermizo. Pero hay que buscar la forma de conectar. Hay una diferencia generacional en muchos sentidos. A estos jóvenes de ahora no les importa un la moral esa pendeja. Una nena de estas lo mismo se acuesta con una mujer que con un hombre y no se considera lesbiana. O lo mismo se acuesta sin tener interés en tener sexo.
Cualquier persona que tenga todos los sentidos en su lugar no puede despreciar la independencia pero son muchas capas ideológicas. La gente no sabe qué es eso, piensa que eso es una locura. Hay que buscar los medios pero no repetir el discurso de siempre. Hay gente que quiere resolverlo todo a través del discurso.
Cuando digo simbólico no estoy hablando de un símbolo, como la bandera de Puerto Rico. Estoy hablando de las cosas que van más allá del código. Del lingüístico y del código ideológico. Yo puedo hablar de la independencia, no en el sentido político directo que hablan los conversos sino hacer que la gente piense. Hablo de los jóvenes porque ellos son los que van a decidir. Olvídate de los viejos que son independentistas y a lo mejor piensan que eso es un sueño pendejo.
Hasta que uno no entienda que no es un sueño sino una necesidad. Antes que Marx, Spinoza decía que la libertad es el reconocimiento de la necesidad. Si tú no sabes lo que es necesario, no puedes hablar de la libertad, no puedes dar un salto. Muchos de los posmodernos conservadores en Puerto Rico, el resentimiento de ellos con su experiencia independentista los lleva a negar y renegar de esas cosas que son completamente necesarias. A mí me importa poco lo que diga aquel tonto que se cree un vanguardista comemierda. Porque no entienden nada. Se quedaron en el nivel de las ideas y no entienden nada. Yo los saludo a todos porque sé que son gente que todavía tienen algo que aportar pero muchos se han jodido con esa mierda del resentimiento porque “después que yo vendí tantos Claridad, ahora esta gente tiene el Festival de Claridad anunciando qué sé yo qué, se convirtió en una cosa comercial…”. Mano ¿tú quieres legitimar tu traición a la lucha con el Festival de Claridad? Uno puede hacer cosas desde distintos sitios… Este jodido celular no sirve”.
La introspectiva simbólica
ER: Ahí en la retrospectiva también hay un pensamiento detrás, algo como la corriente del pensamiento que te hizo escribir el Antidiario.
EE: Un bodegón es como frutitas y jodiendas. Pero la analogía del bodegón tiene algo más profundo. Es la relación entre lo efímero, la vanidad y todas esas cosas.
Una pintura anónima española, conservada en Berlín, muestra tres libros viejos, cartas, pluma y tintero y un reloj de arena sobre un tapete rosado. El reloj de arena señala el paso del tiempo y simboliza la brevedad de la vida. La pluma y los libros anónimos, evidentemente muy usados, representan el conocimiento humano, lo deteriorado de estos últimos alude a la transitoriedad del saber y del éxito intelectual. O sea, que a través de estas pinturas que parecen de diseño, para que se vean bien en el cuarto, hay todo un pensamiento de la vida. Hay todo un pensamiento de la vida, que va más allá de la vida. Porque la vida es efímera, todos nos vamos a morir. Pero el arte permanece ahí. Está la modalidad del arte efímero en el cual yo no creo. Porque es todo lo contrario a la naturaleza del arte. Si yo algo lo hago para que dure, no para que se destruya. Si se destruye pues se jodió pero no lo hago con esa finalidad porque es una moda. Ah, yo voy a hacer arte efímero porque la vida es efímera, ay, váyase al carajo.
Sobre las luchas de excarcelación
EE: Hubo un momento antes de eso que yo dije ‘pa’l carajo todo esto de movimiento por excarcelación, si esa gente son todos unos tontos, no saben qué carajo están haciendo. Desde la prisión yo me cansé de tanta mierda de los grupos y me dije ‘mira, olvídate de eso. Si salgo, salgo y si no salgo, que me joda”.
ER: ¿Era mejor eso a tener que bregar con los grupos y sus cosas?
EE: ¡Sí! Yo escribía un montón de cosas y nadie me hacía caso, decían ‘ese hombre está loco’. Pero cuando Jan (Susler) entra en escena, yo la convencí a ella de que se enfocara en la lucha. Porque ella era una ex hippie de estas así, tú sabes… ‘ay, yo estoy con los salvadoreños’… Yo le dije “mira, ven acá. Tú tienes que enfocarte. No puedes estar con toda esa gente porque no vas a hacer un carajo”. Mira, y esa mujer…
ER: Yo diría que todavía está bastante enfocada…
EE: Eso marcó una diferencia grande. Igual cuando (Luis) Nieves Falcón entró. La gente en Chicago también pero… las cosas tienen su momento. Tú no puedes estar pensando en pajaritos preñaos porque no es el momento para ciertas cosas y tienes que hacer otras. No me puedo poner ‘no, que si yo quiero salir que si me voy a escapar’. No mano. Tú tienes que asumir las consecuencias. Porque escapar puede ser fácil pero esa no es la solución. A mí me dieron un montón de planes para yo escapar y yo, ‘ah, ok, está bien’…
Como decía Corretjer, ‘en cuestiones de política, como en cuestiones del amor, hay que saber esperar’. Pero saber. No es esperar, es saber esperar.
*Especial para En Rojo, Claridad, reproducido aquí con el permiso de la autora.