La imaginación en tiempos de cuarentena
De aquellos viejos textos de historia antigua, leídos en los cursos de historia antigua, comenzaba ahora a recordar imágenes de barcos con su tripulación apiñada sobre mástiles, torciéndose tras las claraboyas, mientras casi imperceptiblemente se observaba el lomo de un roedor hurgando entre los maderos. Así comenzaban aquellos viajes a Oriente, tras las Cruzadas, surcando la ruta de la seda, en busca de telas y especies para mercadear. Pero ahí también, en aquellos mismos barcos, infestados con pulgas de aquellas ratas comenzaba aquella infame peste bubónica. Al inflamarse los ganglios de los miles de contagiados aparecían tumores o bubas, y de ahí el nombre; la piel se tornaba morada, y de ahí también ese otro nombre, peste negra, conocida hoy como Yarsinia pestis.
Tras el regreso y desembarco se extendía aquel virus por ciudades y campos. Ante el desconocimiento de las causas o el riesgo de contagio, poblaciones enteras, como en Florencia o Venecia, verían diezmar su población con más de un millón de víctimas. A falta de remedios, los sobrevivientes se encerraban en templos y conventos, propagando sin saberlo, aún más la epidemia, exterminándose así más de un tercio de la población europea (Infobae.com). Aunque fuese una plaga del pasado, se nos recuerda que el bacilo, perteneciente a la familia de los enterobacteriaceae, mutó y se extendió hasta llegar a la época moderna.
Pero también entre las sombras mortuorias de ese pasado, surgía la luz de la creatividad como rayo de esperanza para nuestros días. Fue precisamente en aquellos encierros por la peste, donde en 1348 diez sobrevivientes en una villa florentina se entretuvieron relatando cada uno un cuento por diez noches: de ahí el nombre Decamerón, dado por su autor Boccaccio. Así la epidemia de aquellos días se convertiría en un clásico de todos los tiempos.
Aquella peste no pararía allí, y siglos más tarde otro virus volvió a afectar a Europa. A fines del siglo 16 otra plaga asoló a Londres. Se suspendieron las actividades teatrales y reuniones. Según el historiador James Shapiro (citado en el portal pijamasurf) el cierre del circuito teatral permitió a Shakespeare completar durante la cuarentena tres obras, entre ellas, Macbeth y Antonio y Cleopatra. “Mientras la peste se expandía, Shakespeare tejía sus tramas de celos …e intrigas…enmarcados en hermosa poesía” (ibid.)
Pero no sólo la plaga dio lugar a la literatura. Encerrado dentro de aquella misma cuarentena, Isaac Newton tuvo el tiempo necesario para desarrollar sus fórmulas matemáticas del cálculo, y su teoría de la gravedad, «dos cuerpos se atraen entre sí con una fuerza proporcional a sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que separa sus centros de gravedad».(referencia de Bloghemia.com; obtenida a través de un enlace en la página del profesor Oscar G. Dávila)
Y más cercano a nosotros, García Márquez narraría aquella otra plaga en El amor en los tiempos del cólera. Pues el arte, la poesía o las matemáticas pueden surgir en los momentos más insospechados.
Esperemos que en estos días de encierro pueda germinar también la imaginación y nuestros artistas o escritores produzcan obras que se enmarquen entre los anales de esas historias en los tiempos del virus.