Las elecciones para la presidencia de los EE UU y su significado para Puerto Rico (y el resto del mundo)
(Si piensa que soy injusto con la nación que usted cree que es la más extraordinaria Democracia que jamás haya existido, permítame un minuto hacer este paréntesis antes de entrar en el tema principal de esta opinión para resumirle algunos de los “principios” que en la práctica gobiernan a los EEUU, conforme más o menos los propone, no yo, si no Noam Chomsky, uno de los académicos e intelectuales estadounidenses más reconocidos, respetados y reseñados en el mundo entero, a saber:
Reducción de la participación de los ciudadanos en la gobernanza del país. O sea, de entrada, procurar la menor Democracia posible.
Sustitución de la manufactura como ancla del desarrollo económico por las finanzas y el casino del mercado de valores y el crédito; o, lo que es lo mismo, la deuda, sí, como la deuda pública y privada –nunca olviden ésta última, que puede ser más peligrosa– que amenaza con sumir a Puerto Rico en la miseria y el caos.
Trasferencia de la carga contributiva de quienes han acumulado y ostentan las riquezas, conocidos como los ricos, a quienes no tienen ni donde caerse muertos, conocidos como los pobres, porque los ricos saben más, o son más eficientes y productivos, o son más generosos y altruistas, en fin, son más capaces y acabados seres humanos que los pobres.
Desregulación económica y financiera.
Construcción (y corrupción) de los resultados electorales a billetazo limpio por parte de las corporaciones u organizaciones que son propiedad o velan y promueven el interés de los ricos de ser más ricos todavía.
Erosión del sindicalismo.
Promoción de un consumismo totalmente frívolo e irrazonable (que tarde o temprano destruirá el planeta).
Polarización ciudadana entre los conformes (mayormente los que algo tienen) y los inconformes (usualmente los que no tienen prácticamente nada) para entretenerlos luchando entre si y así mantener y ampliar el poder y control que una minúscula elite política, financiera y religiosa ostenta y ejerce sobre la mayoría de la sociedad de las maneras más burdas, abusivas e injustas.
Así que, si usted creía que EEUU es una Democracia, lamento informarle que está bien, bien equivocado.
Puesto que esencialmente concurro con Chomsky sobre su perspectiva en torno a lo que se ha convertido los EEUU, creo que todo boricua que viva en el archipiélago y se respete asimismo no debería participar como candidato o elector en la política estadounidense, y me causa una profunda rabia y vergüenza observar como algunos políticos y otros nacionales puertorriqueños le alzan la cola y aplauden como focas a los políticos gringos que nos visitan con el único propósito de pedirles dinero para politiquear.)
No obstante el anterior largo paréntesis, sigo muy de cerca y estudio la política de los EEUU porque, para bien o para mal, me guste o no, su poderío económico y militar y sus actitudes imperiales afectan a mi país y prácticamente todos los confines del planeta. A los poderosos hay que tenerles el ojo bien echa’o pa’ que no abusen de los menesterosos.
En este contexto, como se sabe, desde hace algunos meses atrás, en los EEUU inició el proceso primarista que definirá las personas que sus dos partidos principales les presentarán a los electores estadounidenses como candidatos a presidir esa nación desde el año que viene ante el inminente retiro de Barack Obama, conforme lo dispone la Constitución de los EEUU, la cual limita a ocho años el término que una persona puede ser su presidente.
El Grand Old Party se debate entre, por un lado, su frontrunner, Donald Trump, un excéntrico multimillonario megalómano que es un peligro para él mismo. Entre otras muchas barbaridades, a manera de ejemplo, este individuo cree que a los EEUU no debería entrar un mexicano o un árabe más porque todos son unos criminales o terroristas y los mayores responsables de las desgracias de su país. Por el otro lado tenemos a Ted Cruz, un abogado muy bien instruido, senador por Texas y también millonario, que es más políticamente conservador y fanático religioso que míster Trump, por lo tanto, más peligroso, aunque usted no lo crea. Por más que uno le diga al otro el desastre que sería como presidente, el que prevalezca en la primaria republicana será, a mi juicio, en pleno Siglo XXI, el peor candidato de la versión más conservadora, fanática y retrógrada de un partido estadounidense que yo haya podido identificar en la historia. Ronald Reagan es un moderado al lado de los locos que hoy dirigen el partido del elefante. Son una verdadera desgracia para el partido que una vez dirigió Abraham Lincoln. Como progresista que soy, no es necesario decir algo más sobre estos dos candidatos, excepto que si yo participara en las elecciones estadounidenses no votaría por ninguno de esos dos republicanos ni porque me ofrezcan todas las riquezas del mundo o la salvación del alma.
(Porque no han dicho ni esta boca es mía, otra breve digresión para preguntarme, ¿a quién apoyarán ahora Luis Fortuño, Jennifer González y toda esa pandilla de republicanos del patio que apoyaban al hoy cadáver político Marco Rubio? Mire si estos boricuas con guille de gringos son ridículos, que de manera abrumadora votaron por un candidato que unos días después perdió las primarias en el estado del que es senador de los EEUU (Florida), no obstante ese estado ser la cuna del exilio cubano y él ser descendiente de cubanos que emigraron hace más de seis décadas a la tierra prometida.)
Contra las dos impresentables opciones republicanas, la favorita de la institucionalidad del Partido Demócrata (de allá y de acá) y el mass media gringo (y pienso que el boricua también) es Hillary Clinton, quien en el papel luce, y muchos consideran la más preparada candidata en la historia de las elecciones presidenciales de los EEUU. Abogada instruida en las mejores universidades de su nación, fue primera dama, senadora por el estado de Nueva York y secretaria de Estado, en fin, todo un cuarto bate en la política estadounidense.
No obstante intentar proyectarse muy progresista, sin embargo, las actuales posiciones de política pública de la señora Clinton a lo sumo la colocan como una “moderada” que al fin del día toma posiciones y ejecuta acciones en el fondo conservadoras. Además, su biografía personal y pública levanta demasiadas interrogantes sobre su idoneidad para presidir una nación tan poderosa como los EEUU.
Por ejemplo, mientras su esposo Bill Clinton era presidente durante la década de los años noventa, la entonces primera dama, aunque fracasó, intentó convencer al país de lao justo y necesario que era adoptar un sistema de salud universal (pagador único). Ahora, como candidata a la presidencia, piensa que no es necesario continuar luchando para brindarles a todos los ciudadanos estadounidenses un sistema de salud que verdaderamente les garantice buenos servicios en igualdad de condiciones. Las aseguradoras privadas le han comprado su conciencia, supongo.
A propósito de la compra de conciencias, la señora Clinton –-por “derecho propio” millonaria también– es muy solicitada por los banqueros y especuladores financieros, quienes le pagan obscenas cantidades de dinero (a ella o a su leal marido) por una charla o conferencia. Dicen quienes conocen mejor los hechos que Goldman Sachs le pagó $250,000 por dictar una conferencia privada y secreta de una hora a sus asociados, y que solo desde que abandonó la Secretaría de Estado ha recibido de sus buenos amigos de Wall Street al menos un par de millones de dólares. ¿No creen ustedes entonces que su estrecho vínculo con los plutócratas que administran la oligarquía estadounidense (ella, que yo sepa, no ha negado las conferencias o charlas y el hecho de que le han pagado por las mismas; lo que ha ocultado es cuánto, me imagino porque reconoce que las cantidades son obscenas) es, en el mejor de los casos, un gran obstáculo para realizar las reformas que son necesarias para transformar a los EEUU en una decente Democracia liberal progresista y, en el peor, la puerta para que se entronice aún más el inmoral capitalismo financiero que muy bien denuncia Chomsky nos lleva directo al infierno aquí en la tierra?
Sobre sus propuestas para Puerto Rico, bendito, nada que valga la pena reseñar. Lo único que se me ocurre es que apoya que algunas entidades gubernamentales -como los municipios y las corporaciones públicas– puedan acogerse a los beneficios del capítulo 9 de la ley de quiebras federal, y que sus principales fans en Puerto Rico son Roberto Pratts y Kenneth McClintock, quienes hasta le escribieron una patética apología en el 2008 cuando perdió las primarias contra un entonces desconocido Obama (a pesar que era mucho más conocida y fue la favorita por mucho tiempo, casualmente).
El contrincante de Hillary es un veterano senador progresista (independiente) por el estado de Vermont en el Senado de los EEUU que ha tomado por sorpresa al Partido Demócrata con sus atrevidas (por supuesto, dentro del contexto estadounidense del año 2016), pero sensatas propuestas, y el extraordinario carácter y pasión que ha demostrado a través de su vida pública y durante su histórica campaña primarista. Se llama Bernie Sanders, un estadounidense de origen judío que rompió el molde de los políticos gringos tradicionales. Imagínense, se autodefine como “socialista” en un país que hasta los otros días era una mala palabra, y es de los pocos senadores federales y el único candidato a presidente –de los que quedan en carrera; el otro era Marco Rubio– que no es millonario. Fue activista por los derechos civiles y humanos durante las décadas de 1960 y 1970. Luego, pero antes de ser congresista, fue alcalde de la capital del estado de Vermont, en la opinión de muchos el estado más liberal y progresista de los EEUU. Critica vehementemente y ha prometido transformar el inmoral sistema económico que impera en su país (y el nuestro también) que genera tanta desigualdad e inestabilidad social y económica. Propone un seguro de salud universal (pagador único) para que de una vez haya verdadera igualdad (sí, leyeron bien, ¡igualdad!) en el ofrecimiento y prestación de servicios de salud. Cree que la educación es la clave para superar las inequidades sociales y económicas, por lo que también propone educación superior gratuita para sus conciudadanos que aspiren cultivar su intelecto hasta el máximo de sus posibilidades. Y, como si todo lo anterior no fuera lo suficientemente progresista, fumó mariguana cuando joven y, más importante aún en el caso que llegue a ser presidente, está claro que la absurda guerra contra las drogas (al menos la que se desata contra el cannabis) debe ser sustituida por una política pública salubrista que no criminalice a quienes la consumen y neutralice la criminalidad asociada al mercado negro.
A lo mejor usted dice, “oye eso no suena mal”. Pero se pregunta, “¿cómo el señor Sanders va a pagar por todos esos servicios y bienes públicos?” Pues la respuesta de él es clara y sencilla: ¡imponiéndole más impuestos a los ricos! Y lo puede hacer sin problema alguno, porque, contrario a todos los otros candidatos, el senador Sanders no le ha vendido el alma a los grandes y poderosos intereses, o sea, los ricos, puesto que no ha aceptado dinero de corporaciones o corruptos comités de acción política (conocidos como PACs o Super PACs por sus siglas en el idioma de Shakespeare). ¡Ha logrado financiar su campaña mediante modestas aportaciones de individuos que tan solo promedian $27 y es el candidato que más dinero ha recaudado de personas de carne y hueso! Ni Barack recaudó tanto dinero de individuos particulares, en pequeñas cantidades, en tan poco tiempo, no obstante la esperanza que inspiró con su mensaje y por ser el primer negro que tenía una buena oportunidad de convertirse en presidente (a mí, para serles honesto, me defraudó mucho, pero eso es harina de otro costal).
Otro dato muy interesante y revelador sobre las posiciones políticas y el carácter del senador por Vermont es que, a pesar de ser de origen judío y reconocer el derecho del estado de Israel a existir y defenderse de quienes lo quieran destruir, y contrario a su contrincantes demócratas o republicanos, también reconoce y critica con gallardía las ilegales políticas y abusivos procederes de dicho estado y los EEUU contra los palestinos, en particular, y los musulmanes en el Medio Oriente, en general. Cree que erradicando las injustas e infrahumanas condiciones materiales de vida en que esos dos poderosos estados mantienen a los palestinos y otras etnias de la región se comenzarán a superar las profundas diferencias y la violencia que existe entre estos pueblos. Para él, la diplomacia es el primer y mejor recurso de las relaciones exteriores, mientras que el uso de la fuerza armada para hacer la guerra es la última opción para resolver los conflictos internacionales. Por eso, distinto a Hillary, votó en contra de la ilegal invasión de Irak por parte del ejército gringo.
Hasta aquí las propuestas principales de Bernie Sanders para sus conciudadanos del Norte. Bien por ellos. Pero, usted ahora se preguntará, ¿qué piensa y propone él para atender y resolver los problemas de sus conciudadanos que viven en el territorio no incorporado que no es parte, pero pertenece a la nación que aspira presidir?
De entrada, don Bernie parece estar muy claro que las medidas de austeridad que le han impuesto (y pretenden continuar imponiendo) a Puerto Rico los grandes intereses, manipulando a su antojo a políticos gringos y criollos que tienen bajo nómina, no son la medicina que necesita nuestro país para salir de sus problemas económicos, fiscales y sociales. Muy bien reconoce que hay que auditar la deuda pública y no pagar la que se ha contraído de manera ilegal. Apoya que Puerto Rico pueda acogerse a los beneficios de la ley de quiebra de los EEUU para reestructurar aquella parte de su deuda que no se contrajo ilegalmente. Es más, ha dicho que, de ser necesario para garantizar bienes y servicios públicos esenciales, los acreedores de Puerto Rico deben condonar parte de nuestra deuda pública (financial haircut), en particular los buitres que pretenden obtener inmorales rendimientos por una acreencia que adquirieron a precio de pesaca’o abomba’o en detrimento de la educación, salud, alimentos y vivienda que reciben los menos afortunados.
Por otro lado, don Bernie propone trato igual para Puerto Rico en Medicare y Seguro Social, no como una dádiva del Big Brother benefactor, ¡si no porque pagamos por esos beneficios con el producto de nuestro trabajo y esfuerzo igualito que los gringos!
En torno al problema de que somos la última colonia que existe, don Bernie está muy claro que la actual relación política y económica entre Puerto Rico y EEUU es indigna, injusta y un lastre que hay que superar para que nuestro desencantado archipiélago pueda salir de la debacle económica y social que experimenta desde hace ya más de una década. A esos fines, propone que se celebre una consulta con opciones políticas cónsonas con el ordenamiento jurídico nacional e internacional con el compromiso vinculante del Congreso de los EEUU de respetar e instrumentar la decisión que tome el Pueblo de Puerto Rico.
Habrá que esperar que gane y ejecute para conocer cuán sincero y honesto es Bernie Sanders. Soy muy consciente que para él y su equipo será cuesta arriba ejecutar la “revolución” política y económica que han prometido. La verdad es que no creo que es una revolución lo que propone, ahora bien, no recuerdo otro candidato al cargo del hombre o mujer más poderoso que haya formulado una propuesta tan progresista sobre cómo se deben atender los problemas que le aquejan a los estadounidenses, los puertorriqueños y el resto de los seres humanos, y para tratar de erradicar muchas de las dependencias, inequidades e injusticias de las relaciones de EEUU con Puerto Rico y el resto del mundo.
Sé que me he extendido demasiado, pero no quiero concluir sin comentar lo siguiente: Olvídense si estoy equivocado en cuanto a lo que cree y propone Hillary y sobre su carácter o si soy parte de la gran conspiración de la ultra derecha estadounidense que ella alega que ha tratado de destruirla desde que nació. ¡Trump y los republicanos van a pegarle como a una pandereta de pentecostal boricua en Semana Santa o pandero (quinto) durante las Fiestas de la calle de San Sebastián si se convierte en la candidata del Partido Demócrata! Con EEUU repleto de fanáticos e idiotas que no son capaces de distinguir la gimnasia de la magnesia, no me extrañaría que un decrépito megalómano como el frontrunner republicano convenza a la mayoría de los electores que doña Hillary no es una persona de fiar (de hecho, todas las encuestas de opinión reflejan que los estadounidenses ya tienen una muy pobre y negativa opinión sobre su carácter). Si sus correligionarios demócratas no acaban de entender esa realidad político/electoral, serán tan responsables como los republicanos de que su nación continúe en decadencia y se lleve enreda’os a muchos otros países (particularmente a su territorio no incorporado caribeño). Lo que más me frustra es lo vulnerables e impotentes que somos. ¡Qué rayos se puede decir o hacer pa’ que los gringos dejen de creerse que son tan grandiosos y acaben de darse cuenta que su oligarquía imperial y su irrazonable sociedad de consumo e inmoral capitalismo financiero terminarán destruyéndonos a todos!
No que piense que el hombre sea un mesías, ni que esté de acuerdo con todo lo que propone (por cierto, hay algunas propuestas de él con las que no estoy de acuerdo), pero me parece que Bernie Sanders es el único candidato que ha propuesto medidas progresistas en torno a la educación, la salud y otros asuntos, y prometido que combatirá los excesos y abusos de los inescrupulosos buitres de Wall Street (quienes, fuera de toda broma, son más peligrosos para el mundo que el Estado Islámico). Además, ha tomado posiciones y formulado propuestas bastante sensatas sobre política exterior –incluyendo sobre el milenario y muy sensitivo conflicto medio oriental y el centenario problema de las relaciones políticas y económicas entre Puerto Rico y EEUU– y la política pública sobre las drogas. Como puertorriqueño y habitante del globo terráqueo, estoy convencido que, ante las alternativas que tienen los estadounidenses, lo mejor –o si se prefiere una perspectiva pesimista, lo menos malo– que le puede suceder no solo a EEUU y a su colonia caribeña, si no a La Humanidad entera es que el veterano senador progresista sea el próximo presidente de la nación más poderosa de nuestro tiempo.