«Los que no tienen nada que perder»
a Gamaliel
¿Para qué sirve la poesía
sino para que el hombre,
como decir Edipo,
descubra su trágica ceguera y
se arranque las cuencas huecas,
salga al patio y las cuelgue
donde se colmen de viento?
–Janette Becerra
Son jóvenes: su arrojo supera su experiencia y sabiduría. Pero no por serlo se equivocan más o menos que sus mayores. No son pocos quienes piensan mal de su osadía. En algunos medios parecen ser más quienes truenan en su contra, mientras que en otros, con lógica anti neo liberal, florecen entusiasmos y lamentos. Y según sube el tono, las consignas llaman al compromiso y al empuje: ¡Lucha sí, entrega no!
¡Y cuán bien se atrincheran tras los portones! Allí ensayan nuevamente un nuevo modelo de convivencia, de democracia, de universidad, donde la solidaridad y el compromiso alimentan la esperanza. Allí escuchan conferencias, foros y discuten alternativas para enfrentar la encerrona en que los partidos del orden han acuartelado al país. Allí también han recibido el aliento de quienes les acompañan, proveen alimento y necesidades y de muchxs de sus artistas y cantantes favoritos. Allí también, imagino que una “pecosa y discreta” guitarra tímidamente “se desata por una mirada en arpegios de amor … procurando un acorde mejor”, como la “del joven soldado” a la que le cantara Silvio Rodríguez décadas atrás.1
Silvio, ese poeta de su generación, alentador de juventudes latinoamericanas con su clamor de justicia. Silvio, el joven, evoca unos años cuando no éramos pocos quienes pensábamos que “la era est[aba] pariendo un corazón”, y nos convocaba a “ir matando canallas con su cañón de futuro”. Silvio, para quien la revolución era una vocación rabiosa contra “el imperio asesino de niños”, al tiempo que un compromiso solidario “por quien merece amor”. El “necio” que regalaba canciones como balas convidándonos a creerle cuando decía futuro y que después se lamentara porque “el hoy no llegó al futuro sangrado de ayer”.
Busco en Silvio vasos comunicantes con esta generación que carga sobre sus hombros la urgencia de detener un plan fiscal y el pago de una deuda sospechosa a costa del empobrecimiento intelectual y el deterioro de la salud del país. Pero como el necio, mi voz se apaga sin respuesta. Veo en estos y estas estudiantes esxs “que no tienen nada que perder”, pues una Universidad con la mitad de su presupuesto se aproxima a una universidad perdida, pero no hallo la palabra en el umbral del misterio.
En “Todo el mundo tiene su Moncada”, dijo hace 50 años el joven Silvio que “menos mal que existen los que no tienen nada que perder ni siquiera la muerte”. Esta oda triste al guerrillero heroico —al que salta a lo imposible— aplaude su entrega, su no detenerse en medir palabras, su disposición a enfrentar la muerte para buscar su lugar en la historia, porque esos “existen para hacernos”. Este canto angustioso encantaba mi ardoroso espíritu, pues en ese repentino “nosotros” del verbo que deriva su ser de esa unión retórica entre quien canta y quien lucha, se funde la palabra del poeta con la acción del combatiente. Pero ¿quién canta? ¿Quiénes son esos que luchan y nos hacen? ¿Cómo está compuesto el nosotros de dicha comunidad?
“La guitarra del joven soldado” no canta hasta “pasadas las diez”. Aunque “siempre ayudando a vivir”, su melodía presenta un lugar aparte de la disciplina militar, para “en el monte” soltar “su amor y su fe”. Allí se aleja de la regla, de la verdad del coronel y del presidente, revela “secretos” y entona “canciones que nunca escuchó”. Allí, quizás “tímidamente”, se lamenta por los “compañeros poetas” y músicos a quienes esos coroneles les quitaban premios, exigían rectificaran errores y enviaban a las UMAP (Unidades de Apoyo a la Producción) para reeducarles como “hombres (¿y mujeres?) nuevos”; “caminos” ante los que no dirigió su rabia apasionada.
Quizás estiro mucho la cuerda, me salgo de tono y brinco el ritmo en mi intento de hallar una melodía con la cual comunicarme por encima del portón. Porque esa universidad en la que armoniosamente ensayan alternativas comunitarias, en la cual articulan nuevas propuestas, solo es posible cerrando el portón a la otra universidad, en la que caben los que no piensan como yo, acusándola a toda por igual de apoyar ciegamente el sistema, de estar de vacaciones mientras llega el plan fiscal con sus misiles, frente a los que se arrojarán entonando sus consignas: “¡Lucha sí, entrega no!” ¿Por qué?
“No hay de otra”, me estruja Pirulo, este otro poeta ¿de esta generación? La insistencia de los cínicos del poder en no auditar la deuda, cierra caminos y llama al “joven soldado” a que baje del monte y ocupe su lugar en la trinchera. “No hay más que un solo camino”, vaticinaba el otro, Juan Antonio Corretjer, tras aclamar a Lloréns Torres en su viaje de Collores, y no puedo sino pensar en la hipocresía poética con la que el juanadino renegaba su gloria, su poder y su dinero. ¿Cuál camino? ¿Por qué solo hay uno? Si “los caminos que encontramos hechos son desechos de viejos vecinos”, ¿cómo “hacer camino al andar”? ¿Solo nos queda “una dirección”?2
Menos mal que existen
los que no dejan de buscarse a sí
ni siquiera en la muerte
de buscarse a sí.
(Silvio Rodríguez, “Todo el mundo tiene su Moncada”, 1968)
- Cito de “La guitarra del joven soldado”, Silvio, Fonomusic CD-1179 (1992). Además, a lo largo de mi ensayo, cito directa e indirectamente de las siguientes canciones de Silvio: “La era está pariendo un corazón”, “Canción del elegido”, “Días y flores”, “Por quien merece amor”, “El necio”, “Te doy una canción”, “Te convido a creer cuando digo futuro”, “El problema”, “Oda a mi generación”, “¿Quién fuera?” y, sobre todo, de “Todo el mundo tiene su Moncada”, la que escuchaba desde mis años de escuela superior en un disco en homenaje al ataque del cuartel Moncada, impreso por Disco Libre. Pueden acceder a una grabación moderna en youtube y a las letras de Silvio, aquí. [↩]
- Al final aludo a muchas canciones de Francisco “Pirulo” Rosado Rosario, “En la vida todo es ir” de Juan Antonio Corretjer, “Los caminos” de Pablo Milanés y “Cantares” de Antonio Machado. Pueden acceder a mi análisis de “Los caminos”. [↩]