No, la alegría ya viene
Hace 24 años, el mundo presenció la victoria de la opción “no” en un referéndum histórico. El 5 de octubre de 1988, la población chilena acudió a las urnas para participar en un plebiscito nacional que determinaría si la presidencia del dictador Augusto Pinochet se extendería hasta 1997. Las presiones ejercidas tanto por grupos internacionales de derechos humanos así como por aliados extranjeros poderosos (e.g., los Estados Unidos) llevaron a que Pinochet convocase este plebiscito. Muchos pensaron que el proceso sería fraudulento y amañado ya que el mismo se había originado por la dictadura. Sin embargo, 55.99% de los votantes apoyaron el “no” y rechazaron la idea de continuar viviendo bajo la tiranía de Pinochet. Como resultado, se convocaron elecciones democráticas para la presidencia y el parlamento chileno el año siguinente. Así, con la elección del abogado Patricio Aylwin como presidente en diciembre de 1989, comienza en Chile el periodo conocido como “la transición a la democracia”. Durante esta transición, sin embargo, Pinochet continúa siendo una figura política dentro del país. Por ocho años más, Pinochet ocupó el puesto de comandante en jefe del ejército chileno.
El nuevo filme de Pablo Larraín titulado No explora esta coyuntura histórica, específicamente el periodo de los 27 días antes del referéndum y sus consecuencias inmediatas. No es la última parte de una trilogía dirigida por Larraín que explora la sociedad chilena durante los años nefastos de Pinochet. La película inicial de la trilogía, Tony Manero (2008), es una comedia de humor perverso que transcurre durante uno de los periodos más violentos del régimen pinochetista. La misma se enfoca en un psicópata de mediana edad que desea convertirse en el mejor imitador chileno de John Travolta en Saturday Night Fever. La segunda película, Post Mortem (2010), habla sobre el origen de la dictadura. En la misma, el empleado de una morgue de Santiago de Chile tiene que lidiar súbitamente con la dura realidad política de su país cuando se encuentra cara a cara con el daño causado por el golpe de Estado.
Pedro Peinaro, coescritor del éxito internacional La nana (2009), tuvo a su cargo el guion de No, el cual está basado en la obra teatral El plebiscito del novelista chileno Antonio Skármeta. El filme cuenta con dos productores —Juan de Dios Larraín (el hermano del director) y Daniel Dreifuss (un escocés criado en Brasil) —y tres compañías productoras: Fabula, Canana y Participant Media. Canana, que también había estado involucrada en la realización de Tony Manero y Post Mortem, es un proyecto dirigido por los actores mexicanos Gael García Bernal y Diego Luna y por el productor Pablo Cruz. Además de su rol como miembro de Canana, Gael García Bernal protagoniza No junto a varios actores chilenos que habían laborado en los otros filmes de Larraín: Antonia Zegers, Alfredo Castro y Marcial Tagle.
No se enfoca en René Saavedra (Gael García Bernal), un relacionista público atractivo pero sin pretensiones quien logra persuadir a sus clientes por medio de su comportamiento lógico y mesurado. El grupo que quiere derrotar a Pinochet contacta a René para que revise los materiales que han creado para la campaña. La misma formaría parte de un programa televisivo de 15 minutos que se transmitiría por 27 días consecutivos y culminaría con el referéndum. René decide que el material del no es muy triste y antiestético y propone la creación de una campaña ligera y atractiva. Siguiendo los consejos aparentemente frívolos pero astutamente calculados de René, los proponentes del no aceptan sus planteamientos tácticos para la campaña política, incluyendo el eslogan “Chile, la alegría ya viene”. El resto de la trama de No examina el desarrollo y la victoria de esta campaña, la cual afortunadamente cambió la historia del pueblo chileno.
La construcción del personaje de René y la interpretación de Gael García Bernal le confieren sagacidad —y hasta cierto punto, ambivalencia— al filme. René es un protagonista lacónico; sabemos, o mejor dicho, deducimos más sobre él por medio de sus acciones que por sus parlamentos. Aunque él trabaja para el no por convicción, la narrativa lo localiza políticamente en una relación interesante entre la derecha y la izquierda. Por un lado, los lazos de René con la derecha se manifiestan mediante su trabajo. Su jefe, Lucho (Alfredo Castro), es un miembro de alto rango del consejo asesor de Pinochet. Pese a que sus posturas partidistas son opuestas diametralmente, ambos comparten su devoción por las relaciones públicas y su convicción en el poder que las mismas pueden ejercer socialmente. Por otro lado, los vínculos más cercanos que René tiene con la izquierda se dan por medio de su relación complicada con su exesposa, Verónica (Antonia Zegers). Ella es una activista radical que cree que el plebiscito es un fraude y que René es un ingenuo apolítico. Sin embargo, las posturas aparentemente dispares que existen en esta pareja se superan mediante el amor que ambos sienten por su hijo Simón (Pascal Montero).
El lugar que René ocupa en sus relaciones profesionales y personales hacen que el personaje funja como un negociador entre diferentes maneras de pensar y actuar. De acuerdo con el filme, la publicidad también cumple esta misión mediadora en nuestras sociedades. Por ejemplo, uno de los problemas que la posición del no enfrentaba era producir una campaña que interpelara tanto a los jóvenes descontentos como a las mujeres mayores de edad. La solución fue crear una propuesta que apelara a sentimientos e ideales compartidos por la mayoría de la gente. De esa forma, René decide que la campaña se enfocaría en la alegría ya que “todo el mundo quiere ser feliz”. Ante la acusación de que su propuesta es vacua y pueril, René responde: “estamos usando el languaje de la publicidad pero el contenido es político”. Yo pienso que el lenguaje de la publicidad no es antagónico con el contenido político. Es más, podemos decir que el lenguaje de la publicidad siempre es político. El problema es que las políticas que articula casi exclusivamente son los ideales del consumismo y el capitalismo. Asimismo, la declaración de René se convierte en un referente autorreflexivo del filme. En otras palabras, así como la campaña creada por René utiliza la publicidad para hacer una propuesta política que logró sacar del poder a un dictador, No emplea el artificio fílmico para proponer cómo el cine puede intervenir simbólicamente tanto en la articulación de discursos históricos, como en la construcción del imaginario social de una nación.
En el material publicitario de No, Juan de Dios Larraín propone que la película sigue la tradición épica de la historia de David y Goliat pero utilizando elementos del género de la comedia de humor perverso. Es vital tener en cuenta este marco ya que el mismo ayuda a aprehender cómo No constituye simultáneamente una reconceptualización de un acontecimiento histórico monumental, así como una crítica sagaz sobre el papel de los medios de comunicación en la sociedad contemporánea. René utilizaba las mismas tácticas publicitarias para vender refrescos, promover telenovelas y derrotar a Pinochet (“Seamos honestos, hoy Chile piensa en su futuro.”) Parte de este humor perverso se hizo patente en una entrevista televisiva reciente entre la comediante Chelsea Handler y Gael García Bernal. El actor le propuso a Handler que, a fin de cuentas, el no fracasó. La animadora, quien es bastante perspicaz, le preguntó anonadada, “¿Pero, no lograron sacar a Pinochet?” Él respondió, “Sí, pero la felicidad no llegó.” Esta respuesta aparentemente cínica revela una de las ideas más provocadoras de No. Según el filme, tanto la política como la publicidad dependen vitalmente de hacer promesas que estimulen tanto la fantasía como la acción, ya sea individual o colectiva. La manera en que esa fantasía se convierte en una realidad, es otra historia totalmente diferente, aunque la misma termine dichosamente con la derrota de un dictador como Pinochet.