Pastiche sobre el fragmento actual y la abundancia de textos: Leyéndome leer
“Huye que te coge la muerte.”
El gran combo de Puerto Rico
¿Y si hiciera una reseña de pedacitos de citas de libros sobre un mismo tema qué resultaría? Digamos que no quiero añadir mucho a lo que ya dicen claramente los textos que me interesa comentar. Se trata de libros que reflexionan como si pasara a la escritura el fluir de conciencia de gente que se dedica a leer libros, a comentarlos, a escribirlos. El tema de estas reflexiones es la pregunta qué es literatura hoy. Qué temas trata, qué diálogos se entablan en ella, qué forma toman los textos literarios, por dónde circulan, es decir, cómo llegan a las manos del lector y quién los lee. Son importantes estas preguntas porque el campo cultural ha cambiado mucho. Antes lo cuidaba con esmero la elite letrada que ordenaba los libros y los explicaba desde academias, ateneos, universidades. Hoy gran parte de quienes escriben y publican lo hacen prescindiendo de los procesos de autorización y destilación que suponían estas instituciones en crisis debido a que su origen y permanencia dependía mucho de las narrativas nacionales y de las premisas sobre la educación y la democracia que implicaban que “el pueblo” tenía que saber para poder participar del debate social. Hoy las naciones neoliberales –y las otras también– se han liberado de los relatos de héroes y hazañas junto con la responsabilidad de ocuparse de la cultura –en sus versiones menos comerciales, puesto que aquí no entra lo que en los noticieros llaman “entretenimiento”– para centrarse en los relatos del consumo y en el consumo mismo. El Estado se ha desprendido de la responsabilidad que alguna vez sintió tener en divulgar y propiciar cultura a través de sus instituciones. En ese contexto, ¿qué ha pasado con la literatura? Centro este ejercicio en dos libros que tratan el tema de la muerte de una forma de vida y de los modos en que la imaginación literaria ataca, explora, interviene en las realidades actual y futura. Uno de ellos es de Josefina Ludmer y se titula Aquí América Latina (Argentina: Eterna Cadencia, 2010) y el otro es de Cristina Rivera Garza titulado Los muertos indóciles (México: Tusquets, 2013). Guardaré para mí las fronteras del [corchete] y las itálicas.
Aquí América Latina. “El orden temporal 4 es un orden global, apocalíptico, típico del 2000. Es el tiempo de los fines: el fin del futuro, de la historia, de la utopía, del significante, de la literatura y de la clase obrera. Los tiempos globales no son cronológicos como los nacionales sino esquemas puramente formales, llenos de paradojas. La temporalidad del fin y del después del fin implica la destemporalización del presente” (91).
“La idea de una temporalidad global, de una literatura apocalíptica de fin de milenio y de una política literaria no nacional, está también presente en el Grupo del Crack en México alrededor del 2000. “Explotan” con un manifiesto (heredan de las vanguardias el gesto del manifiesto) [creo yo que la literatura actual hereda muchos de los gestos de las vanguardias históricas, además, hay que recordar también Mc Ondo cuando se menciona el Crack], en este caso contra la literatura del Boom; contra sus temporalidades nacionales y sus regionalismos. En el Manifiesto Crack Ignacio Padilla dice que las novelas del Crack son apocalípticas: un clima de guerra, pobreza, sida y fin de la historia. El grupo creció en el DF como ciudad infernal con las crisis económicas de 1982 y de 1994” (93).
[Pienso que estas propuestas, la del Crack y la de McOndo, lo que buscan es marcar una ruptura con la literatura anterior para poder hablar, como sucede en los cambios generacionales en los que los padres han sido muy fuertes, como lo fueron los escritores del llamado Boom. Señalan también que los tiempos han cambiado en cuanto no se puede seguir haciendo literatura como antes, cuando se le prestaba atención a la historia y sus contradicciones. Los autores de estos movimientos se centraron en lo local, lo privado, lo específico o en la historia que nos conecta con las metrópolis porque ella –pensada como una narrativa moldeada según los intereses de quien la dice– a partir de los años sesenta, más que estructurarse a partir de oposiciones directas, está más bien hecha de pequeñas complicidades y convergencias de intereses, además de resistencias. La escritura postboom en América Latina es una suma de textos cínicos, pero sus mejores propuestas siguen siendo humanas en la medida en que se conmueven aún a partir del diálogo con los muertos que va dejando la gran Historia. Por otra parte, no me gusta hablar del Boom sin recordar otras escrituras contemporáneas a él que ya lucían algunas de las características que se piensan para los textos posteriores: el policial, la escritura de La onda en México, las crónicas, por ejemplo.]“Con la presencia del pasado en el presente (todas las épocas se pueden exponer en el paseo o en el mismo territorio del presente) la literatura de hoy (y no solo la de América latina) cuenta todo el tiempo la historia de la literatura con otras categorías históricas: los estilos y formas que antes se oponían y sucedían ahora conviven y se exhiben en fusión. Este régimen de significación parece dominar la imaginación pública: produce presente y al mismo tiempo deja pensarlo” (116) [qué querrá decir con “deja pensarlo”… Termina el párrafo ahí. Siempre ha habido cohabitación de temporalidades y formas híbridas. Lo que pasa es que en el presente hay más conciencia de ello. Es un asunto de focalización.]
“Territorio y políticas de la muerte: en América latina la guerrilla de los años 1960 y 1970 elegía cuidadosamente a sus víctimas en tanto representantes (la víctima como tal constituía el sentido: la policía, el ejército, el estado, el capitalismo); el terrorismo actual (no solo el islámico) elige el territorio: las víctimas son los cuerpos que están en ese territorio y lo atraviesan, los cuerpos anexos al territorio atacado. Y puede elegir el género o el sexo de los cuerpos que se desplazan [¿No son las mujeres representantes de “algo”, aunque sea de un set de cromosomas XX?] “Del lado de los crímenes” (una parte de 2666 de Roberto Bolaño, sería una crónica del terrorismo de género en tanto política de la muerte en un territorio latinoamericano de frontera con los Estados Unidos, con los cuerpos de mujeres que lo recorren.
Pensar territorialmente hoy, con los afectos (especular en territorioafecto), es ver algunos conflictos centrales en América latina. Ver las líneas y los mapas que trazan el capitalismo, el tráfico, las mafias y las políticas de la muerte.” (124)
[Es que en este momento histórico se reconoce que las naciones se han quedado sin capacidad de diligencia (así traduzco yo el concepto que en la academia gringa llaman agency) ante el capitalismo. Éste sigue produciendo muertos. Antes eran en su mayoría los pobres, las mujeres, los esclavos. Ahora puede ser cualquiera que tenga la mala pata de interferir con una transacción capitalista, legal o ilegal–y éstas están en todas partes porque son dioses o fantasmas.]“Porque estas escrituras diaspóricas no solo atraviesan la frontera de “la literatura” sino también la de “la ficción”, y quedan afuera-adentro en las dos fronteras. Y esto ocurre porque reformulan la categoría de realidad: no se las puede leer como mero realismo, en relaciones referenciales o verosimilizantes. Toman la forma del testimonio, la autobiografía, el reportaje periodístico, la crónica, el diario íntimo y hasta de la etnografía (muchas veces con algún género literario insertado en su interior: policial o ciencia ficción, por ejemplo). Salen de la literatura y entran a “la realidad” y a lo cotidiano, a la realidad de lo cotidiano, y lo cotidiano de la TV y los medios, los blogs, el e-mail, Internet. Fabrican presente con la realidad cotidiana y esa es una de sus políticas” (151). [¿Y la Crónica colonial? ¿Y el testimonio o literatura testimonial? La escritura en Latinoamérica siempre se ha ocupado de la línea que divide la ficción de la realidad. Es cierto que hoy en día hay muchos medios que ficcionalizan la realidad con la pretensión de borrar la parte ficticia de lo que se construye; eso es harina de otro costal.]
“El performativo (en el sentido de actuación o performance y también en el sentido de acto de habla) es fundamental en los actos de profanación, igual que en los actos de constitución de la nación. Porque las diatribas antinacionales son ante todo una puesta en escena, una performance verbal o la performance de una voz (y en ese sentido integran en las performances artísticas de los mismos años 90), en el borde de la autoparodia y del ridículo” (162). [Ajá, sí… Los libros se deben pensar hoy como puestas en escena –la escena social, la esfera pública– puesto que más que solo textualidad son gestos y esto a su vez es así porque tratan del mito. Ante el vacío de narrativas se están reconstituyendo los mitos –no se vive fuera de narrativas y la neoliberal tampoco sirve– y la voz de los dioses es performativa: “Hágase la luz”.] [Cualquiera habla en cualquier lengua puesto que migramos o nos migran la cultura. Entonces]: “Especular desde aquí en el territorio de la lengua es usar una teoría del subsuelo y del suelo de lo humano, de lo que nos une a todos), que es una teoría de lo no-expropiable. Especular con otra biopolítca: con lo que nos iguala a los seres humanos porque todos somos hablantes y por lo tanto habitantes y sujetos del territorio de la lengua (y del castellano somos unos 400 millones y 100 más que lo hablan como segunda lengua). El primer postulado entonces es que en el territorio de la lengua no hay dueños porque el lenguaje (en tanto facultad e idioma) es un recurso natural, un anexo y un complemento de los cuerpos, como la tierra, el agua (o el petróleo) o el aire. El lenguaje es una facultad que ocupa algo así como el subsuelo biológico de lo humano; es preindividual y el medio para la individuación” (189). [Qué buena reflexión. Ahora entiendo mejor lo que dicen los lingüistas hoy día sobre la base biológica y común de la capacidad de hablar, que me parecía un tipo de determinismo. Más que limitante, la reflexión nos libera de fronteras autoimpuestas. Si es preindivudual y además el medio para la individuación será siempre sobre la comunidad –aunque no se quiera– y los modos en que los infinitos yos se insertan en ella,]
Los muertos indóciles.
“En tanto cadáver y en su condición de cadáver, pues , el texto puede ser enterrado y exhumado; el texto puede ser diseccionado para su análisis forense o desaparecido, debido a la saña estética o política de los tiempos” [Entonces ella llamará al texto que se produce en la necropolítica, necroescritura”. Se nota que es escritora literaria. El libro es un ensayo hermoso e imaginativo].
“Los escritos que se producen en condiciones de necropolítica son así, en realidad, fichas anamnésicas de cultura. “Hay cadáveres”, repetía Néstor Perlongher al final de cada estrofa de su poema Cadáveres, señalando su ausencia. Hay cadáveres, sostendría, que no nos obligan a recordar cada ficha anamnésica. Al final del poema de Perlongher, sin embargo, ante la pregunta de la mujer de Paraguay: “¿No hay nadie?”, algo o alguien responde: “No hay cadáveres”, el verso que rompe la repetición y cierra el poema, volviendo así sensible la desaparición de los cadáveres, que, paradójicamente, vuelve visibles y oíbles a los que sí proliferan en el país y, por lo tanto, en las líneas anteriores del poema” (39). [A fin de cuentas se trata de que nos acordemos de conversar con nuestros muertos.]
“El surgimiento y la sobrevivencia del capitalismo cognitivo, también conocido como biocapitalismo, capitalismo posindustrial o semiocapitalismo, depende más y más de su habilidad para incorporar, subordinar y explotar una serie de capacidades hasta ahora comunes, en el sentido de formar parte del bien común, a la experiencia humana, tales como el lenguaje, la facultad de socialización, la vivacidad o el ánimo” (41-42). [Lo que termina diciendo Ludmer. El performance artístico del lenguaje es un modo de rescatarlo del mero mercado; es reapropiárnoslo. Lo explica más detalladamente y citando más adelante.] “Haciendo eco de un término que Gayatri Chakravorty Spivak utilizó para analizar la creciente interdisciplinariedad en los estudios culturales, argumento aquí que una buena parte de las escrituras posconceptuales del mundo de hoy se llevan a cabo en ese tránsito peculiar y constante que va de lugar a lugar y de lengua a lengua, generando lo que Marjorie Perloff llama literatura exofónica, y que la poeta estadounidense Juliana Spahr describe como esas prácticas textuales en las que refulge la “inquietante desorientación lingüística de la migración” (49).
[Sobre la escritura en Twitter y otros medios digitales, otra migración, dice que ellas tienen que ver con la ficción de realidad que ha explotado recientemente –otro boom— como sugería Ludmer arriba. Rivera Garza reflexiona a partir de “La carta robada” de Poe]: “Se expone para ocultarse mejor, la carta. Eso, que es lo que parece estar diciendo Poe en una historia intrincada y amena, tal vez es lo mismo que nos vienen a enseñar las redes sociales, en especial en Twitter. Entre más expuesta (la carta o la vida privada), más inaccesible” (198). [Sobre la escritura en estos medios argumenta]: “¿Por qué habría de pedírsele a todo texto que parezca como si hubiera sido escrito con la tecnología y los estándares de conducta de sus congéneres del siglo XIX? Pues porque una pequeña elite temerosa de perder los cotos de poder que refrenda su estética lo sigue argumentando aquí y allá en la plaza pública. Por mi parte, estoy convencida de que todo mundo tiene derecho a seguir escribiendo su versión propia del texto del siglo XIX, ciertamente. Lo que esos neoconservadores no pueden hacer ya es esgrimir una noción de lo literario, que es histórica y contingente, como si se tratara de un estándar natural o intrínseco a toda forma de escritura” (207). [Según Rivera Garza también, en este momento histórico, el campo literario construye la autoridad de los textos de forma más parecida a como sucedía en la Edad Media que a la época moderna. Son mis palabras, mi interpretación de lo que ella dice. Se refiere a que más que la originalidad lo que se buscan son lecturas y reescrituras de otros textos. Como si todo ya estuviera dado, ahí, y lo que se necesitara fuera una reorganización o relectura. Esta cita es buena para concluir esta reflexión hecha de citas:] “Puesto que el texto desapropiado lleva consigo las marcas del tiempo y el trabajo de otros, del trabajo de producción y del trabajo de distribución de otros, es decir del trabajo colectivo hecho junto con otros en el lenguaje que nos dice en tanto otros, y nos dice, por lo mismo, en tanto comunidad, es justo que la pregunta que busca dilucidar el motor que hace significar a un texto no solo se refiera a procesos de subjetivación sino, mayormente, a los procesos de comunalidad que le permiten enunciar y enunciarnos por virtud de su ex/istir. Aclaro: utilizo el término comunalidad, en lugar de comunidad, porque el primero hace hincapié en las relaciones de trabajo colectivo –conocido en los pueblos mesoamericanos como tequio– que se encuentra en el eje mismo de su existir como un afuera-de-sí-mismos y como forma básica de un estar-con-otros. Este trabajo colectivo, gratuito, de servicio, es lo que deja ver la reescritura cuando se le lleva a cabo desapropiadamente. Eso es, sin duda, lo que la vuelve amenazante para sistemas cerrados y jerárquicos que viven y predican privilegio, el prestigio, el mercado. La ganancia en lugar de la compartencia” (281) [la compartencia contra la ganancia. Qué lindo. Hasta se inventa el término. Si lo dijera yo desapropiadamente diría que la escritura es siempre sobre comunidad y sus sentidos. Sobre el sentido del yo en la comunidad y de la comunidad en el yo. Entonces, en este momento de biopoder en el cual se nos gobierna desde el discurso, que la comunidad cree discurso a contrapelo de los significados que se nos mercadean implica la supervivencia de la vida en sí; y creo que Rivera Garza tanto como yo aquí estamos citando tanto a Agamben como a Foucault. En fin, que el tema de la escritura hoy parece simple pero es complicado. Que se publique mucho, de forma independiente de instituciones me parece buenísimo porque hay muchas voces a las que las instituciones habrían filtrado la entrada, lo cual ya no es posible. Lo problemático es que es un mercado complejo que no todos somos capaces de entender. Habría que estudiar bien las características de esos mercados; el del libro, el de los símbolos o los sentidos –películas, televisión, la música, el cuento de la abuela, la gente en la peluquería, el chisme, el chiste, los libros clásicos y los menos , línea 26 [contadoclásicos. En su forma artesanal funciona casi como trueque. En su forma neoliberal la escritura pasa por las grandes editoras radicadas en países de centro y su mercadeo. Pero a fin de cuentas no todos los que escriben performean a contrapelo de estas estructuras de circulación de sentidos actual de forma consciente, erudita, sofisticada. Yo celebro la abundancia de mitos, historias, experiencias, memorias escritas. Luego sé que no todas me conmueven, porque el lenguaje es natural y es de todos, pero igual que todos sabemos caminar, no todos somos atletas olímpicos. El olímpico se ha ejercitado de modo que tiene los músculos y las destrezas que otros no tienen, a pesar de que sé, más allá de cualquier elitismo posible –y vuelvo a Rivera Garza, quien a su vez cita a Charles Bernstein–, que: “poema es todo objeto verbal designado como poema” (218).