Presentación: Cuando era niña, hablaba como niña, Alexandra Pagán
En febrero del 2012, Irene Vilar, la nieta de Lolita Lebrón (considerada por el nacionalismo puertorriqueño como la Madre de la Patria) visitó el Recinto de Río Piedras para hablar de su memoria escrita en inglés, Impossible Motherhood: Testimony of an Abortion Addict, (que había sido publicada en 2009). En su charla, para el asombro de muchas de las presentes, aseguró que no quería a su abuela. Esa subversiva declaración fue el detonante para que comenzara a pensar en otro acercamiento a nuestra literatura. ¿Qué significaría para la literatura puertorriqueña leer desde la madre? ¿Qué interpretaciones nuevas podían surgir?
Recordé la invitación de Juan Gelpí en su libro Literatura y paternalismo para que estudiemos la literatura puertorriqueña de otro modo que no sea a través de la idea de generación, en la que se erige un padre figurado y se va eliminando o censurando todo lo que queda fuera, es decir, lo que amenaza con la dispersión/el orden. Así lee Gelpí a Ana Lydia Vega y a Magali García Ramis, por ejemplo. Sin embargo, es a través de Manuel Ramos Otero que se rescata un enlace primordial: el de la madre. Gelpí nos ofrece un punto de partida al recuperar la brevísima oración: “La familia es mamá” del cuento “La casa clausurada”. (Traigo sus palabras):
La casa no es aquí el espacio fundado por el padre, sino el lugar asociado con la figura materna. Pero hay más: “la familia es mamá” sugiere una alianza con la madre y, por lo tanto, un deseo de establecer otros vínculos familiares que no estén basados en la genealogía y la autoridad de la figura paterna. (Gelpí, 144-149).
Empecé a ver esta propuesta como una necesidad (no solo para las letras, sino para nuestro cine) y me he dedicado en los últimos años a releer los llamados clásicos, a mirar, a pensar y a escudriñar la literatura puertorriqueña contemporánea desde la madre.
Ha sido un camino de encuentros y posibilidades… Me parece significativo que en los últimos años se ha visto una constelación de narrativas contrahegemónicas en la literatura puertorriqueña a partir de lo materno. Puede pensarse en la memoria de Irene Vilar que mencioné anteriormente; en el libro de cuentos acerca de madres monstruosas, dementes e hípersexuales de Crímenes domésticos de Vanessa Vilches; la inseminación artificial y las madres lesbianas de Caparazones, (2010) y en la africana esclavizada que recuerda el silbido de su madre en el barco hacia el Nuevo Mundo y la cimarrona partera, experta en diversas lenguas, que busca la manera de que los niños no sobrevivan para que no sean esclavizados en Las Negras (2011) de Yolanda Arroyo Pizarro; y la colección de columnas periodísticas de crítica y denuncia recogida en Brujas y rebeldes de la activista y directora del Proyecto Matria, Amárilis Pagán Jiménez (2012). En el campo del periodismo y las ciencias sociales valdría la pena mencionar Bioislas de Marlene Duprey y Tropiezos con la memoria: la esterilización en la prensa puertorriqueña (1940-77) de Lourdes Lugo Ortiz.
Debo decir que en el cine alternativo reciente se puede apreciar la efervescencia de revisiones, recuentos y deconstrucciones de los arquetipos de la “madre tradicional” o importantes cuestionamientos desde las relaciones madre e hijos/as.1
El poemario
Hoy toca celebrar la publicación de este poemario Cuando era niña, hablaba como niña de Alexandra Pagán Vélez, como parte de nuestro brocado literario, un libro que establece un diálogo ineludible con las obras que he mencionado y con nosotras mismas.
Me fijo en el título como punto de partida pues subvierte un texto bíblico, (1 Corintios 13:11): “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño”. De entrada, me parece que este libro propone otra epistemología. Como nos recuerda Adrienne Rich, en Nacida de mujer, un texto madre de la teoría feminista: (dice así…)
Tan pronto sabe una mujer que crece una criatura dentro de su cuerpo, cae bajo el poder de teorías, ideales, arquetipos, descripciones de su nueva existencia, de las cuales casi ninguna viene de otras mujeres (aunque sean otras mujeres las que las transmiten), y que han estado flotando, todas ellas, invisiblemente a su alrededor desde que se percibió a sí misma como mujer, y por ello potencialmente una madre. Necesitamos saber qué, de toda esa confusión de imágenes y convulsión de pensamiento, podría salvarse, aunque fuera tan solo para entender mejor una idea tan crucial para la historia, una condición que se le ha arrancado a las mismas madres para apuntalar el poder de los padres… ( De mujer nacida, 61-62)
Puede decirse que el poemario comienza entonces con una subversión, un cuestionamiento fundamental, una reescritura… El texto parece decirnos: Cuando era niña hablaba como niña pero no dejé las cosas de niñas, no puedo o por qué he de dejarlas, las traigo conmigo de adulta, las necesito, la acaricio, las cuido, las rememoro, me conmuevo, me espanto… mi madre y mi abuela han sido niñas, son niñas en su fragilidad, uso la voz de niña, la intercambio, la examino, la transformo en poesía… y así…
Y como clave en su propuesta poética, el epígrafe que Alexandra escoge, una etimología (que no es sino el origen de las palabras) de la palabra amor…
de la palabra latina viene de la raiz indoeuropea *amma (voz infantil para llamar a la madre), más el sufijo –or (efecto o resultado, como en calor, dolor, fervor, etc).
Me detengo con relación a la palabra amor: la poeta y lingüista, Ivonne Bordelois, en su precioso libro La etimología de las pasiones, cuestiona la relación arbitraria del significado y significante que caracteriza el signo lingüístico, al señalar que:
…en el caso de la M del amor de las lenguas romances, meridionales, como la L (presente entre otros ejemplos en el inglés love) de las lenguas germánicas, septentrionales, la relación se ofrece a através de dos onomatopeyas centrales, que reproducen los gestos de la boca y de la lengua, respectivamente. Esto gestos, en ambos casos, se refieren, reproducen y apuntan al acercamiento al pezón y al lamer o paladear propios del amamantamiento. El acontecer del amor se centra fundamentalmente, desde el punto de vista del racimo de raíces indoeuropeas del que disponemos, en la relación recíproca de madre y criatura, y solo por relación se expande hacia las zonas del abrazo de la pareja humana. En otras palabras, el lenguaje sabe que las madres no pueden divorciarse de los hijos ni los hijos de sus madres, y por eso prefiere denominar amor a esta relación verdaderamente indisoluble. (86).
Cuando decimos AMOR decimos madre. (33). Nos recuerda Alexandra en una sola página, volviendo a un origen, atediéndolo cuidadosamente.
Ese trasunto bíblico del título, con sus pretéritos imperfectos “era, hablaba” acentúa una nostalgia (y recordemos que al contrario al pretérito perfecto simple: fui, hablé, no se marca un final, se difumina), también es una oración a completar… Son los mismos orígenes, los comienzos de nuestras historias, de los cuentos y de la palabra misma. Aunado a la palabra, al origen, está la mirada que como nos explica John Berger en Modos de ver: “La vista llega antes que las palabras. El niño mira y ve antes de hablar”. (5) Y ese es ese mirar al espejo (y que se multiplicará en el libro, de hecho, el libro está lleno de espejos…) el que completa las coordenadas iniciales con el primer poema: “Preámbulo o por donde empezó la cosa”:
Mami, ahora veo que lo intentaste
tanto
y tanto
Solo que no me di cuenta
no lo vi
es que estaba tan cargada, verás
de tantos reproches
de tantas preguntas
que no te escuchaba, Mami
No me conformaba
por más que te esforzaras
Quería que me vieras
a mí, Mami
Quería que me escucharas tanto
que no te oía
no te veía
Y nos mirábamos
como a un espejo… (y luego al revés (espejo) con tipografía clara y apenas imperceptible).
Hoy Alexandra nos entrega un poemario que transita por los recuerdos cotidianos, rescata la mirada tierna junto a la temible, nos habla como madres, desde la madre, hacia la madre para la madre… sus vocativos nos interpelan… sus preguntas nos obligan a recorrer nuestros propios laberintos maternos… la fragilidad de la madre, la vejez y la enfermedad… como en (Retrato de mi madre 1, 17)
las manos tiemblan artritis
las manos clorox medalla limón
Mami, tus manos, son un mapa
Un mapa, Mami
Búscame, Mami…
Nos lleva a fijarnos en la ruina del cuerpo: nuestras manos y nuestra dentadura, la zozobra de ‘carne y hueso’ como en Retrato de mi madre 3 (36)
Unas manos y los hombros carcomidos por la vejez y el trabajo
Una estatura reducida apocopada
Un cuerpo casi borrado, fantasma de brisa
Sábana del viento
Un espejo frente a otro espejo
Y a otros espejos
Cual de ellos en la ventana
Cual de ellos esquina
Cual de ellos asilo
Asilo de tiempo en espejo…
Es una colección de poemas acerca de la pérdida, de contrastes literales (en el blanco negro y negro de sus páginas), de las contradicciones con las que vivimos y que nos conforman… Es un libro sobre el amor terrible, la decepción, de aquello que resquebraja el arquetipo materno tradicional y nos humaniza… Como señala Silvia Tubert en su libro Figuras de la madre:
A partir de una posibilidad biológica –la capacidad reproductora de las mujeres— se instaura un deber ser, una norma, cuya finalidad es el control tanto de la sexualidad como de la fecundidad de aquellas. No se trata de una legalidad explícita sino de un conjunto de estrategias y prácticas discursivas que, al definir la feminidad, la construyen y la limitan, de manera tal que la mujer desaparece tras su función materna, que queda configurada como su ideal. (7)
Puede decirse que este poemario es un movimiento en contra de ese desaparecer, esa invisibilidad de otras maternidades… abarrotado de niñas, madres y abuelas… es una resistencia al “silencio que se repite”, como escribe Alexandra (Lo que no se dice, 19). Apunta entoces a una genealogía materna, un linaje de dolores como en el poema Una pregunta (34). Este texto, con sus breves subversiones poéticas (que se nutren de las onomatopeyas, de lo soez, la oralidad… de ‘los espejos torcidos’) socava las ideas tradicionales de la maternidad que esclavizan y silencian… resurgimos con sus palabras, rotas y humanas. Como en el poema que cierra el libro Más allá del bien (52)
Aprendo a verme
En esquinas a tropezones
Al menos por instantes… y lejos…
Muy lejos
Toco la punta de unos dedos
Y tomo la mano de todas
Todas las madres
Que son una sola mano.
Gracias a Alexandra por estas páginas a las que estoy segura que muchas volverán con cautela, como quien examina cuidadosamente la casa materna, como para habitarla, abandonarla y luego rememorarla…
- Cabe mencionar los siguientes trabajos: Sábado de Gloria (2012) de Gisela Rosario y Karen Rossi, Paridad (2014) de Vivian Bruckman,; Isla Chatarra (2008) de Karen Rossi, un documental que muestra la terrible dependencia del carro en Puerto Rico, que sigue la rutina diaria de una madre y su pequeño hijo en la que vemos como el auto reemplaza la casa, ese espacio del sueño de la modernidad puertorriqueña; Yolanda (2013) de Cristian Carretero, en el que una madre dominicana, para huir de la pobreza, emprenderá el difícil viaje clandestino con su hijo hacia Puerto Rico; Gabi (2012) de Zoé Salicrup Junco, breve filme acerca de una mujer que vive libremente en San Juan y vuelve a su pueblo para lidiar con la muerte de la madre y el rechazo familiar; el documental La aguja de Carmen Oquendo Vilar y José Correa Vigier que presenta la complejidad de las concepciones maternas del chamán de la belleza, José Quiñones, quien no solo rememora a su madre, sino que desempeña un rol maternal hacia dos transexuales, y el corto de ficción Carmelo (en producción) que presenta la primera madre trans del cine puertorriqueño. Habría que añadir a este corpus el desgarrador performance Antropofagia (2008) grabado en video, en el que la artista Marisol Plard Narváez ingiere las cenizas de su madre. Y finalmente, la obra de Carla Cavina que desplegará un claro afán mítico Su segundo cortometraje, El cielo de los ratones se destaca por representar, por primera vez en el cine puertorriqueño, una madre lesbiana. y que en su último corto, ¿Nos conocemos? (2014), volverá a la figura de la madre. [↩]