Ridinrún
Diciembre 2012 (después del fin del fin del mundo)
No va a ser una biblioteca. No. Los podrán leer, pero tiene que ser allí, en el Ridinrún. No se los pueden llevar prestados para sus casas. Será un punto de lecturas.
No sólo estarán mis exlibros. También la gente podrá dejar sus libros. Y se harán colecciones con los nombres de los y las que presten sus libros. No importa la cantidad de libros. Podrá haber colecciones de un solo libro. Y de muchos libros. No habrá discrimen por eso.
Sí habrá discrimen por temas. Lo siento, pero ni la autoayuda ni Paulo Coelho podrán estar en el Ridinrún. Será un sitio democrático pero con ciertos criterios discriminatorios. Cómics habrá. De esos cómics inteligentes, contundentes, extraordinarios.
Sobretodo habrá libros de anarquismo. Libros anarquistas que nos estimulen a pensar distinto, a pelear con ellos, a escandalizarnos.
Le haré una especie de altar a Murray Bookchin, mi gurú anarquista ecologista. Pondré esta foto (de cuando lo visité en su casa en Vermont) en el centro de todos sus libros y revistas y folletos.
Y tendremos tertulias interminables sobre municipalismo libertario, sobre ecología social, sobre el anarquismo lifestyle de moda, sobre el infantilismo de izquierda, sobre la abolición del estado, sobre la autogestión.
Y otro altar a Celestin Freinet, el educador fránces de principios del siglo 20. El que decía que los libros de texto embrutecen, el que defendía que la vida entrara a los salones de clase.
El que inventó el texto libre y la utilización de la imprenta en la escuela y la correspondencia escolar para que las vidas de sus alumnos no quedaran tristes en el umbral de la puerta del salón de clases.
Y entonces alrededor de las mesas hablaríamos de cómo revolucionar nuestras escuelas, cómo terminar el autoritarismo del maestro y de la institución, cómo enamorar al estudiante con el aprender. Aprender con sentido.
La gente podrá traer cervezas y vinos. Y beberemos hablando y riendo y despotricando. Como nos dé la gana. Claro, sin joder a los demás. Podríamos tener una cava voluntaria. La gente trae su botellita de vino y la deja en la cava como donación. Una noche alguien toma una botella y la comparte. Muy bien. Luego la repondrá. El código de honor del Ridinrún nos obliga a cumplir.
También podríamos tener una cocina donde la gente traiga comestibles como donación. Y al mediodía o a medianoche, si hay hambre, te haces un sandwhich o una tortilla. Eso sí, hay que fregar y mantener todo limpio. Prohibidos los puercos y puercas.
No faltará la música. Tendremos una gran colección en CDs, LPs, MP3, etc., etc. ¿Quieres oír tal música con tus amigos y amigas en el Ridinrún? Pues bien. Te la traes y se pone y se comparte. Y se agrega a la colección. Igual con los DVDs. Tendremos que hacer una colecta y comprar un buen proyector para exhibirlas.
Y hablando de música. Hay que tener un rinconcito donde se pueda tocar música en vivo y recitar poesía y leer partes de novelas en progreso o ensayos, etc., etc., etc.
Por ejemplo, podríamos hacer un combito que se llame los Guaya-Soviets con algunos de los siguientes sospechosos:
Podrían tocar todos los jueves en la “Noche de Guaya-Vodka”. Imaginen el vacilón.
No voy a mencionar todas las actividades que se podrán dar en el Ridinrún. Hay que dejar un espacio democrático para la invención de otros y otras. Lo que sí sé es que el 2013 es el año del Ridinrún en Río Piedras.
¡Espéralo!