Seguridad alimentaria y desarrollo agrícola post COVID-19
Contexto histórico:
Los historiadores ya hablan de que este es el momento más complejo de la historia desde la Segunda Guerra Mundial. Es poca la gente viva que presenció algo similar. Los efectos mortales causados por el COVID-19 han paralizado el planeta. El mundo en el que vivimos ya es otro. Los efectos sociales y económicos de la pandemia pillan a la humanidad en un momento muy particular de la historia. El mundo atraviesa una polarización política, un clima social cargado de prejuicios y niveles de desigualdad económica no vistos desde el siglo pasado.
Acá en el archipiélago caribeño de Puerto Rico van seis semanas desde que el gobierno impuso restricciones a la movilidad de los ciudadanos para controlar la propagación de la enfermedad. Al igual que a otros países, la cuarentena nos pilla en un momento muy complicado de nuestra historia. En medio de la quiebra política, económica, fiscal y administrativa del país nos ha tocado levantarnos de tres desastres naturales prescindiendo del gobierno que va de un escándalo de corrupción a otro. Nunca sabremos exactamente cuánta gente murió, cuánta gente se enfermó, ni cuanta de nuestra gente pasó hambre. Lo que sí sabemos es que estas crisis nos han hecho madurar como pueblo.
Seguridad alimentaria, concepto y definición:
«El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estableció varios Objetivos Mundiales, conocidos también como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En específico, el segundo objetivo de los ODS es poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en inglés), la inseguridad alimentaria es un indicador que complementa al indicador de sub alimentación y permite mejorar la caracterización del hambre (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), 2018).»
Para la FAO, la seguridad alimentaria existe cuando todas las personas tienen acceso en todo momento (ya sea físico, social, y económico) a alimentos suficientes, seguros y nutritivos para cubrir sus necesidades nutricionales, de acuerdo con las preferencias culturales, para una vida sana y activa. Dada nuestra relación política con los Estados Unidos, es necesario incluir la definición del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés). Según el USDA los requisitos mínimos para cumplir con la definición de seguridad alimentaria son: (a) la disponibilidad de alimentos nutricionalmente adecuados y seguros, y (b) la habilidad de adquirir comidas de una forma socialmente aceptable (sin robar, entre otros) en los pasados 12 meses.
La agricultura y la seguridad alimentaria
La agricultura es el elemento más importante para determinar el índice de seguridad alimentaria. Toda persona que no sepa producir la comida necesaria para cubrir sus necesidades nutritivas y las de su familia depende de un agricultor. La relación que existe entre el agricultor y la humanidad es una primitiva y primordial a partir de la que se atienden nuestras necesidades básicas, ya sea mediante el intercambio o la venta.
El agricultor es el único eslabón necesario para que los seres humanos adquieran su comida y suplan sus necesidades de nutrición. Cada eslabón en la cadena de distribución de alimentos implica una transacción adicional, por lo que aumenta el costo y el riesgo. Estos factores afectan la disponibilidad y el precio del producto. A mayor producción agrícola local, menos eslabones en la cadena y por ende mayor índice de seguridad alimentaria y viceversa. En casos de emergencia en los que la cadena para proveer importaciones se rompa, la producción agrícola local debería ser suficiente para suplir las necesidades de su población.
Seguridad alimentaria en Puerto Rico al 16 de marzo de 2020
El 85% de los alimentos que consumimos en Puerto Rico son importados. Todo lo que hay que decir sobre este asunto está dicho en el Resumen Ejecutivo del “Informe sobre seguridad alimentaria en Puerto Rico» publicado por el Instituto de Estadísticas. Cito: “La gran cantidad de alimentos que se importa a Puerto Rico hace que la población de Puerto Rico esté vulnerable a tener inseguridad alimentaria.»
Agricultura de Puerto Rico al 16 de marzo de 2020.
Toda la comida que producimos da para alimentar a 450,000.00 personas, es decir: un número equivalente a la población de San Juan y el resto de la isla que se resuelva. Se trata de un problema muy serio. La poca producción agrícola asegura las ventas. Esto ciertamente es bueno para el agricultor, pero puede ser un problema para el país si una buena parte de ellos decide no aumentar su producción por el riesgo que conlleva a su salud emocional la falta de apoyos para lograr el éxito en esta empresa, lo cual tiene también consecuencias para su bolsillo. La mayoría de las fincas que operan en el país son micro fincas, por lo que su producción es muy poca para atender mercados que exigen grandes cantidades de producto y tienen redes de distribución complejas. Además, esto las hace vulnerables. La poca producción local deja a la mayoría de los mercados desatendidos.
Los que sí decidimos invertir para aumentar producción y acceder a nuevos mercados, nos encontramos con la dificultad del poco capital de inversión existente para los agricultores. El Departamento de Agricultura incentiva la inversión en infraestructura con un reembolso de hasta un 50% del proyecto, con un tope de $300,00.00 al año. El contrato de incentivo sirve como garantía para financiar el resto de la obra. Desafortunadamente, la oferta de crédito a los agricultores que ofrecen la banca y las cooperativas es muy limitada. Esto nos obliga a financiar las obras por cuenta propia o buscar financiamiento del mismo gobierno, con lo que eso implica, dificultando grandes aumentos en la producción a nivel de finca, con su efecto multiplicador a nivel de sector.
Agricultura de Puerto Rico después del 16 de marzo de 2020.
El cierre parcial del mercado, particularmente el de comidas preparadas, mercados familiares y el de comedores escolares ha sido un golpe fuerte para el pequeño agricultor. El esfuerzo por sobrevivir ha sido sobrehumano. Aun así, las pérdidas sufridas ponen en riesgo el futuro de sus fincas, muchas de las cuales, como la mía, todavía intentan recuperarse de las consecuencias que trajo el huracán María. Más aún, el incierto panorama político, económico y social pone en duda la viabilidad de nuestras fincas y de los mercados agrícolas que sirven a los agricultores del país. Algunos de los pronósticos hablan de la posibilidad de que la producción baje a niveles similares a los posteriores a los huracanes del 2017 (léase 7%).
En este contexto pandémico, los agricultores están arriesgando sus vidas en las fincas y en la calle para llevar su cosecha al pueblo. Las lecciones aprendidas han dado paso a iniciativas espontáneas y han logrado salvar buena parte de las cosechas, reduciendo las pérdidas económicas de los agricultores y el impacto social de la escasez provocada por las tragedias. Las “cajitas” de productos frescos que se distribuyen directamente a las casas por un precio fijo, las compras hechas por las grandes cadenas de supermercados y alianzas estratégicas entre sectores de la industria son algunas de las iniciativas que están surgiendo. Por conversaciones con compañeros agricultores y con personas relacionadas a la industria, entiendo que hay un consenso en cuanto a que el resultado parcial de estas iniciativas son bastante buenos, que las cosechas han llegado a la gente y han dado algo de estabilidad a las fincas, aunque serán muchas las que no sobrevivan el impacto del COVID-19. Otras quedarán maltrechas y habrá que encontrar modos de ayudarlas a resistir. Esto debe desembocar en una reducción en la producción agrícola. Aun así, las gestiones realizadas, las relaciones creadas y la experiencia adquirida nos dan un aire de optimismo. Muchos compañeros ya han vuelto a sembrar sus fincas y están prestos a seguir sirviendo a la comunidad. Aunque el cantazo nos deje medio atontados, seguro que salimos fortalecidos a nivel de finca, a nivel de pueblo y a nivel de país.
Desarrollo agrícola y seguridad alimentaria post COVID-19
Que quede meridianamente claro. El día que volvamos a la “normalidad”, nuestra agricultura no podrá satisfacer las necesidades básicas de la mayoría de la población. Nos tomará generaciones alcanzar los niveles de producción necesarios para ello. Esto ante un panorama incierto que ofrecerá retos inimaginables. Se espera que a corto plazo escasee la comida debido a las dificultades provocadas por la pandemia en la agricultura mundial y por nuestra dependencia de las importaciones para suplir la mesa local. Se espera que a mediano o largo plaza esta realidad se agrave debido a otros factores como el cambio climático.
De cara al futuro, el único objetivo de nuestra agricultura debe ser asegurar a todos los residentes de nuestra isla los alimentos necesarios para vivir una vida plena. Para conseguir el objetivo debemos revolucionar la agricultura local para lograr responder a la nueva realidad global. El modelo de desarrollo agrícola debe ser regido por los siguientes principios:
- Mejorar el bienestar social de los trabajadores agrícolas y sus comunidades.
- Adoptar técnicas de sostenibilidad ambiental y energética.
- Invertir en tecnología que apoye la eficiencia operacional y el cumplimiento con las regulaciones.
- Idear nuevos mecanismos de financiamiento que balanceen la realidad del agricultor con la necesidad de los mercados.
- Crear alianzas estratégicas con el sector cooperativo para atender necesidades de banca y seguros.
- Crear alianzas con las grandes cadenas de supermercados para atender el mercado adecuadamente.
- Trabajar colaborativa y estratégicamente, de modo que los agricultores y los demás jugadores en la cadena de distribución de alimentos puedan adaptar la producción a las necesidades del mercado.
- Desarrollar redes de apoyo para mejorar la resiliencia de las fincas en momentos de crisis.
Una vez las fincas alcancen niveles óptimos en sus instalaciones y operaciones, sus cultivos aumentarán cuantitativa y cualitativamente, acercándonos un poco al objetivo. Además, se utilizará la finca como un centro de apoyo a la comunidad que fomente el bienestar integral de los distintos barrios. Más aún, el efecto social y económico en las comunidades estimulará a los jóvenes en busca de su vocación y a la cantidad creciente de desempleados a escoger la agricultura como forma de vida, lo cual tendría un efecto multiplicador en la producción y la cultura de paz que deseamos construir. De esta manera, el desarrollo agrícola sirve como un motor de cambio social y como uno de los pilares para el desarrollo económico del país.
La historia nos demuestra que a través de las épocas los retos son similares y lo que varía son las circunstancias. Los seres humanos necesitamos alimentarnos, pero la cultura que se construye en torno a suplir esa necesidad varía por razones históricas o ambientales.. Nuestros hijos, nietos y bisnietos tendrán que alimentarse. Nos toca a nosotros poner la semilla de una agricultura que germine en su crecimiento integral. Esto tomará décadas. Dada la coyuntura histórica, es nuestra obligación hacerlo; este es el gran reto al que nos enfrentamos. El futuro de generaciones en las fincas, en los pueblos y en el país depende de los pasos que tomemos hoy.