Selección de poemas
Siniestra
Subo escaleras,
quemo una casa,
decido volar,
hablo una lengua que no hablamos,
caen pencas,
troncos eléctricos,
se está en una ciudad muda,
la mudez es sabia,
la voz nos hace animales,
el animal se ahoga en el agua,
en todos, el mar
alguna vez tsunami.
Jet Lag
(fragmento)
I.
el deseo o la ventana o la náusea que amerizo me dice desde otra latitud cosas como soy el ángel de todas las azafatas con mis pestañas duermo el miedo de los tripulantes las azafatas iconoclastas erizos sin miedo nostalgia aérea de las viudas negras vacíos de aire los pilotos cansados las azafatas místicas del consumismo que venden tarjetas de llamada que nunca funcionan artefactos de T.V que nunca comprarían son las mártires de las naciones que no existen azafatas jet lags de amor para los viajeros sin audífonos sin tarjeta de crédito sin almohada para vuelo trasatlántico sin asiento en ventana amerizo llevo dentro a una azafata en emergencia y amerizo llevo dentro una avería técnica y amerizo llevo dentro a un piloto trasnochado que se duerme y amerizo llevo dentro a una pasajera que amenaza con explotarse y amerizo amerizo y primero se enfrían motores tragan agua las turbinas dejo de ser zumbido y soy chasquido de olas contra mi alma de metal amerizo y las nubes no me extrañan inmediatamente yo extraño a las nubes inmediatamente extraño a los pasajeros que le temen a la turbulencia y rezan me extraño las nubes las recuerdo turbulentas las nubes no me extrañan porque aquello que atravesé ya no son las nubes las botellas de whiskey salen flotando de las ventanas de primera clase como abejas ahogadas en una piscina de un hotel veo que los tripulantes de primera clase también quieren huir primero morirse primero empujar primero a los de clase turista amerizo y el bip bip bip de la caja negra se desprende como una mosca que se ahoga en la saliva de un oficial encubierto amerizo y engendro el terror de todos los que no saben nadar amerizo y una pasajera que aún duerme sueña con el ruido de una turbina que se apaga
Flora numérica
Ciento setenta y tres de cada mil mujeres
se llamaban Rosa en Alabama
en el mil novecientos cincuenta y cinco.
Una de ellas se sentó en un autobús
que nos llevó a todas a un futuro de posiciones
y museos pero con una idea de justicia
que rondaba las costuras de la automovilística.
(Hubo Rosas que no contaron en el censo
porque recién habían cruzado la frontera
o habían germinado).
Una niña que nació por cesárea y no lactó
fue la última en llamarse Rosa
en el mil novecientos ochenta y nueve.
Ese mismo año dejaron de nacer Rosanas.
En la década del ochenta se extinguieron las Rosario.
En el mil novecientos noventa
ninguna niña se llamó Rosemary.
En el dos mil cinco, una de cada mil mujeres
en todos los Estados Unidos se llamó Rosa.
Hay residuos del Big Bang en las rosas,
residuos de radiación, hay menos abejas
en el planeta polinizándolas, hay menos Rosas.
Pájaro que cae
Han pasado cosas rotas
como si la suerte fuese un error
que nos cae en la cabeza.
No hablo de accidentes.
Hablo de que ayer era otra
que decoraba una casa en un sótano
con imágenes de época
(la decoraba con mi
fijación a las revistas).
Tengo una abuela que muere
y tampoco me refiero a eso,
pero entro en la ducha
y me imagino el poema fúnebre
que le he escrito desde siempre,
desde que sé que la belleza se muere
y que mientras muere se deshace
como el error de un pájaro que cae.
Los estudiantes
Los profesores nos volvieron locos
-Nicanor Parra
Los estudiantes saben
de arañas en la luna pero alegan
que es mejor saber si pasan hambre
por culpa de los zares muertos
que cantaban con la boca llena.
Fue Gioconda quien se hizo los bigotes.
No hay gerundios cuando se está en guerra
ni te sangra la nariz en el amazonas.
Un mandala es un apóstol de la forma.
Flaubert pensó en los mayas cuando fue a Egipto.
No hay ilustrador que haya hecho a Cide Hamete.
Lo importante es que Goliat era un gigante,
la filosofía un holograma de la historia
y una churuata yekuana es una bóveda al cielo.
Irnos, irnos, irnos desde entonces.
Todos dirán que las estudiantes
sabían de la historia su lápiz roto
hablándole sin devociones
con la infidelidad frágil al evento.
-Así iban con mezclilla y pancarta
como que estamos a comienzos de siglo-
Tenían todo por lo que molestarse
molestándolos de esa manera
sobre todo por lo inconfesable:
a qué tanta manía policíaca
¡tanta crueldad en el vacío más negro!
Nodriza de jaguar.
Cuicuizcatl es golondrina en náhuatl.
En San Juan Chamula el tiempo se derrite en la Coca Cola.
Hay poemas antiácido como hay antipoemas.
La verdad es un número primo,
corazón de los manifestantes,
árbol genealógico de las Venus de Willendorf,
las maestras leñateras de San Cristóbal,
las moradas según Santa Teresa,
la correspondencia entre anónimos,
el heterónimo de los heterónimos.
El Estado nos remata en la ciencia
y una familia alternativa no existe en el censo.
¿Por dónde anda el insecto de tu nombre?
El mínimo común múltiplo es una semilla sin
alteraciones genéticas ni contratos de Monsanto.
Mamada luz que origina discursos vacuos.
El om es todo el origen que se necesita.
Mi pez beta llegó enfermo de un tianguis.
Julian Assenge va en uno de los jets del Apocalipsis.
Los monitores son el colmo de Eco.
El fin del mundo fue antes de los trenes.
Sinapsis del lenguaje para los pizarrones del futuro.
Tacha las palabras en boca de las corporaciones.
Nos sentaron en la mentira de las cosas
que resultó un asiento muy incómodo
del que nos paramos con contestaciones
leídas a espaldas de maestros de creación literaria
y con poemas de Parra en la Biblioteca Lázaro
en donde hicieron un huerto los estudiantes en huelga
con insectos que polinizaban otros pupitres,
flores de tubérculos que heredamos de los esclavos.
El gobernador dijo frases ridículas sobre la universidad.
Calle 13 leyó Flor de Ciruelo y el viento y lo anunció en su twitter.
Para mí la poesía nunca deja de comenzar
y me atravesaron versos de José María Lima el corazón las horas
y es que los poetas matemáticos saben bien
“como relacionar el marxismo con el cálculo integral”
¿Será esa una verdad ontológica como murciélagos
que intercambian saluditos pesados,
perturbando la calma del universo?
Ese es nuestro mundo lleno de huelgas,
de rebeliones y multitudes clamando el quiebre
que evitan las nalgas de los empresarios de la ONU
y sus redes de esclavas sexuales en Bosnia.
Como en el poema épico del Bhagavad Gita,
Arjuna comprende que enfrentarse a lo que ama
es un deber ético para llegar a la justicia.
Comí bagels con Lydia Cacho en un pueblo del Midwest
su mirada era toda presente:
He ahí algunas esperanzas para las estudiantes
que caminamos a altas horas de la noche por un campus
con temor a que nos secuestre el taxista o nos viole un futbolista
que nos explote el gas lacrimógeno de los abuelos
que nos separa para siempre un vagón de los hombres
el miedo, el miedo, el miedo que encaramos
diciendo la verdad de la mentira.
El inconforme comprenderá
que la justicia es un ángel feroz
que cepilla palabras a contrapelo:
¿determinar la bajeza de una fuga radioactiva?
¿desprogramar la extinción de las especies?
¿demostrar que es irracional no hablar de desaparecidos?
¿aprender de memoria los Antipoemas de Nicanor Parra?
Déjense de excusas con nosotros
no hay que dirimir ninguna crisis
para aprender a escribir los nacimientos
y a continuación los poemas de lucha
(con las emisiones de CO2 de Obama)
en una bancarrota digna de un imperio opresor.
Y mientras tanto ocupar.
Y mientras tanto ocupar.
La juventud se quitó las alas
con una suavidad insospechada.
-De Poemas para fomentar el turismo
Mi siglo
La verdad es pan
-Simone Weil
Siglo mío, bestia mía
-Osip Mandelstam
De la sonrisa a la insensatez,
la verdad es el pan de la espera.
La espera, el secreto de un dios
que se fue de fiesta y regresó
encorbatado
y el rumor mediático de que su gendarme
fue una bandada de pájaros
que atravesó el agujero con la pócima vencida.
Sus frutas, cómplices
de la mirada de la bestia
que me desviste de terror,
y todo el viento se abrasa en la sed
del húmero en que creímos.
Hoy este siglo parece una cita
pero la tierra lleva un vestido verde
estampado de caminantes.
Mi espera se convierte en la disolución
de todas las promesas
con la muerte de los vaticinadores.
Pegada al suelo, persigo
una naturaleza insospechada
que canta su réquiem.
-De Candada por error
Moho
Los carros de mi casa
tenían los retrovisores pegados con silicona
porque no había dinero para repararlos.
Los espejos fragmentados
como en un rompecabezas mal hecho.
Cuando mirabas por ellos
veías a conductores ebrios, mujeres golpeadas,
adolescentes maquillándose,
niños olvidados en los asientos traseros,
parejas camino a los moteles o a la iglesia,
asesinos vestidos de empresarios,
veías monjas serias que miraban hacia el frente,
al vecino evangélico gritándole a la esposa,
yerberos capsuleando, novios recién casados,
ambulancias,
músicos camino a los conciertos en el anfiteatro,
transacciones de droga, de armas, de huesos,
veías plátanos verdes traídos de Dominicana
y piñas gigantes más dulces que la miel,
veías volkys de colores,
y los contabas y poco a poco desaparecieron,
veías cañas de pescar, tablas de surfear,
las varetas de madera con las que enmarcaba el padre
y que los amiguitos de la escuela
llamaban escopetas,
veías a los policías
que querían multarnos por ir rápido, por ir lento,
por ir con los retrovisores rotos pegados con silicona,
veías la heroinómana en el semáforo
que se quedaba pidiendo monedas
cuando los carros mohosos aceleraban
para llegar a la casa,
a la escuela, a la universidad, al trabajo.
Retrovisores rotos,
movilidad enmohecida por el salitre
mar por todas partes, reflejo de fractal en aguacero,
posibilidad de Yunque, de ave costeña, de yagrumo,
de flamboyán como hemorragia del camino.
En los carros mohosos de mi casa
se hicieron pequeñas revoluciones
amorosas y escolares,
pronuncié correctamente la palabra periódico,
conduje rápido por las autopistas y la ruta panorámica,
me escapé al grito de Lares y a veces vi fantasmas,
en los retrovisores de los carros mohosos
vi los ferrocarriles dándole la vuelta a la isla
y los rostros de la gente
asomados por las ventanas de los vagones
sin que nadie se quejara de no tener aire acondicionado,
vi a mis tíos sin cinturón yendo por la número uno
antes del accidente que hizo llorar tanto a mi madre
y a mi abuelo subiendo la ventana automática
como si fuera un gran adelanto para la familia.
Porque el pasado de esta isla sólo puede verse
en un retrovisor roto con espejos mal pegados:
recuerdos enmohecidos
que están más cerca de lo que parece.
En Antología Plomos.