Un proyecto inconcluso: la residencia Torre del Norte (UPR-Río Piedras)
A Hanni.
«El problema de vivienda para estudiantes existía desde los comienzos de la institución.»
-María Luisa Moreno, La arquitectura de la Universidad de Puerto Rico: Recinto de Río Piedras, 2000
La trayectoria de la Torre del Norte ha sido una muy accidentada desde su comienzo. Resulta necesario dejar claro que el propósito de esta investigación es estrictamente académico. No obstante, nos ha parecido responsable y necesario el anotar todos los datos de acuerdo con sus fuentes. El texto a continuación surge con motivo al 45 Aniversario de la residencia, celebrado entre el 14 al 20 de noviembre de 2016. Como parte de los ofrecimientos de la efeméride, y respondiendo a la sugerencia de la Directora Auxiliar Yahara Rivera, se organizó una exposición histórica que estuvo abierta por el espacio de un año en la Galería Borikén en el primer piso del edificio.
La estructura que hoy conocemos, ubicado al final de la Avenida Universidad, no es la primera residencia construida para estudiantes, aunque sí la única en su clase. Los precedentes son varios, según indica en su libro La arquitectura de la Universidad de Puerto Rico, María Luisa Moreno. Se estipula que desde 1909 se intentó atender, infructuosamente, el problema del hospedaje en la universidad. Situación que incrementó junto con el número de estudiantes que no paró de ascender durante los primeros 60 años del primer centro docente de Puerto Rico. Esto supone un problema el funcionamiento del campus pues desde sus inicios se concibió que estudiantes y profesores debían convivir en el recinto; la logística de la universidad con mayor cantidad de alumnos del país se diseñó de este modo, pero no se concretó. Es decir, que a nivel estructural, aún hoy, el recinto no es enteramente funcional. Moreno lo explica del siguiente modo:
Del modelo norteamericano de “academic village”, en el que estudiantes y profesores conviven en una comunidad quasi-autosuficiente, la U.P.R. rechaza dos aspectos importantes. El campus de Río Piedras no ofrece facilidades de vivienda para la mayoría de su facultad. Con excepción del profesorado del exterior y algunos miembros de la administración, la facultad ha vivido siempre fuera del campus. Igualmente, el estudiantado: sólo una fracción del mismo puede hospedarse en dormitorios dentro del campus. A pesar de formar parte prominente en todos los planos de desarrollo del recinto desde 1925, los proyectos de vivienda para estudiantes y profesores quedan relegados o incompletos al asignar el orden de prioridad en la construcción (Moreno, 3-4).
Arquitectos, ingenieros, gobernadores, rectores y entidades religiosas gestionaron proyectos paliativos que no dieron abasto; entre estos la residencia Carlota Matienzo, el Hogar Masónico y el Pensionado Católico, que luego pasaría a llamarse Residencia Isabel Andreu de Aguilar, cuando la universidad compró la propiedad. No obstante, la gran mayoría del estudiantado debía hacinarse en hospedajes que no necesariamente contaban con las facilidades para cubrir las necesidades básicas. Hubo más de un proyecto para construir residencias estudiantiles que se adaptaran al volumen de estudiantes que la universidad atendía. Entre estos destaca la residencia que hoy conocemos como Resicampus, el cual es un solo edificio de varios propuestos por Henry Klumb para atender este problema. Por diversas razones, los proyectos de hospedajes para estudiantes no se construyeron o se quedaron en la primera de varias fases. El Proyecto para un campus residencial de estudiantes de Firpi no fue la excepción.
Inicios del proyecto dormitorios de estudiantes
La necesidad de proveer facilidades de alojamiento para el estudiantado es indiscutible, y la urgencia improrrogable.
-Abraham Díaz González, Rector, 1967
Sin duda alguna, la necesidad ha sido el principal motor de desarrollo estructural de la Universidad de Puerto Rico y todos los edificios de vivienda construidos para estudiantes y profesores no han sido la excepción a esta razón. Esta necesidad, suscitada principalmente por el aumento en la matrícula, no paró de incrementar al menos hasta la década de 1960. A través del texto antes citado de María Luisa Moreno detalla este incremento: la Escuela Normal en 1903 contó con una matrícula de 173 estudiantes, para 1909 el estudiantado casi alcanzaba los 300 alumnos, en 1923 se matricularon 1,500 y otros 300 calificados no se aceptaron por falta de espacio (Moreno, 27), para 1945 la matrícula ascendió a 7,300 y dos décadas más tarde –en 1965– alcanzó los 24,809 estudiantes (Moreno, 15, 27 y 108). A pesar de esto, a finales de la década de 1960 la Universidad contaba con menos de 500 unidades de vivienda para estudiantes.
En un memorando fechado el 5 de diciembre de 1967, el entonces Rector del Recinto de Río Piedras, Abraham Días González, informa al Presidente y al Consejo de Educación Superior lo siguiente:
Un estudio realizado a fines de 1966 por la Oficina de Planificación del Recinto de Río Piedras, a solicitud del Rector, demuestra que de 12,750 que fueron consultados, 6,443 expresaron interés en vivir en residencias universitarias. Durante el año académico 1966-1967, 5,094 estudiantes vivían en casas de hospedaje, frecuentemente en condiciones deplorables. A pesar de que la matrícula total del recinto asciende a 21,317 estudiantes, de los cuales 15,456 son estudiantes diurnos regulares, sólo existen en el Recinto facilidades de dormitorios para 348 señoritas y 120 varones. (Díaz, “Memorando”)
Estas estadísticas constituyen el primer esfuerzo documentado para construir otra residencia de estudiantes posterior a la construcción de Resicampus en 1958. El memorando se acompañaba de ocho fotografías -que no se hallan junto al documento actualmente- en las que se evidenciaban las malas condiciones en que vivían los estudiantes en las casas de hospedaje privadas. En otro memorando, Díaz González escribió que en algunos de estos hospedajes se acomodaban hasta 6 estudiantes en habitaciones donde solo cabría uno cómodamente y que algunas de estas residencias todavía tenían letrinas (Díaz, “Borrador”). Estas estadísticas también aparecen en otros documentos en los que se justifica la necesidad de construir otra residencia para estudiantes.
En 1966 el arquitecto José Firpi Miranda llega a la Universidad para ocupar el cargo de Arquitecto del Recinto. En noviembre de ese mismo año presenta su Proyecto para un campus residencial de estudiantes. Parece ser muy posible que el estudio sobre hospedería de estudiantes a finales del 1966, mencionado en el memorando de Díaz González, anteriormente citado, haya surgido por el mismo Firpi. Hay que mencionar que en 1960 Firpi ya había trabajado en la restauración del Hotel El Convento. Incluso, en la página de título de su proyecto de dormitorios, Firpi se identifica como “arquitecto asesor”, de modo que el estudio aparenta ser idea suya para justificar su propuesta. Si en esto último especulamos basándonos en la proximidad de fechas, lo cierto es que en el memorando arriba citado el entonces Rector ofrece una descripción detallada del proyecto sugerido. Esta descripción incluye:
- La ubicación del mismo cerca del área donde finalmente se construyó la Torre del Norte (donde en ese momento se encontraba la Residencia Isabel Andreu de Aguilar).
- La capacidad del edificio para alojar 418 estudiantes.
- El financiamiento a través del “Housing Act of 1950” mediante un préstamo a 50 años, al 3% de interés anual (con copia adjunta de la notificación de la Oficina de Vivienda y Desarrollo Urbano Federal, notificando la disponibilidad de la suma de $1,989,000 para el proyecto).
- Un estimado del costo preliminar que sería de $17.39 por pie cuadrado en un área total de construcción de 112,000 pies cuadrados, más el costo de compra de terrenos y otros gastos, para un total de $2, 575,000; además del desglose de los fondos que la universidad debía aportar.
- El ingreso anual estimado del proyecto de $270,864 por concepto de rentas, contrastado con el estimado anual de gastos de operación de $122,265 (lo cual permitía pagar los $98,400 del préstamo determinados por el Director del Dpto. de Vivienda y Desarrollo Urbano, Luis A. Suárez).
Si esta lista resulta algo extensa, es solo un resumen de las 5 páginas del memorando del 5 de diciembre de 1967 -sin contar los anejos que, aunque se mencionan, no se encontraron-. La especificidad del documento hace evidente que entre 1966 y 1967 se gestionaron los procesos necesarios para construir este proyecto. Así, el 11 de diciembre de 1967 el Consejo de Educación Superior le comunicó al Rector que en su reunión del 27 de noviembre aprobó la construcción de un dormitorio para 416 estudiantes (González, “Carta a Abraham”). Cabe notar que la capacidad de alojamiento varía de un documento a otro debido a que el proyecto sufrió cambios a lo largo de su desarrollo. Luego, el 4 de enero de 1968, Luis E. González Vales, Secretario Ejecutivo del Consejo, emitió la Certificación Número 49. En sus cuatro puntos esta certificación autoriza al Canciller de la UPR a solicitar el financiamiento de la Oficina de Vivienda y Desarrollo Urbano Federal y ejecutar toda la documentación necesaria para desarrollar el proyecto de vivienda, incluyendo los requisitos para obtener los fondos. La Certificación también autoriza al Presidente de la Universidad a ejecutar el acuerdo para el préstamo y una hipoteca, de ser necesaria, u otros instrumentos colaterales para asegurar el préstamo; además certifica que el solicitante (la UPR) cumple por completo con el “Title VI of the Civil Rights Act of 1964”. Este documento dio luz verde al proyecto que ya en febrero de 1969 había obtenido los permisos necesarios del Negociado de Permisos de la Junta de Planificación de la Oficina del Gobernador.
Si el diseño del proyecto recaía sobre el Arquitecto del Recinto, Firpi, la compañía constructora que se encargaría de levantar la obra debía escogerse mediante subasta. De modo que se colocó un anuncio en español en el periódico El Mundo (11 de agosto de 1969) y otro en inglés en The San Juan Star (17 de agosto de 1969) que rezaba en ambos idiomas:
La Junta de Subastas de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, aceptará proposiciones selladas para el proyecto de epígrafe [Construcción de dormitorios para estudiantes – Primera etapa – Proyecto Num. CH-PR-29 (D) Río Piedras, Puerto Rico] en la Oficina de Planificación e Investigaciones, Edificio Baldorioty, hasta las 2:00 P.M. del día 18 de septiembre de 1969, cuando se abrirán y leerán en voz alta.
Hay que señalar que es en estos anuncios donde aparece por primera vez el nombre “Torre del Norte” con el cual se bautizaría finalmente el edificio. Ocho compañías responderían a los anuncios, pero fue la Metropolitan Builders, Inc. la cual ofrecería construir el proyecto por el menor monto: $2,587,000, según se indica en la Hoja de ofertas sometidas por las compañías constructoras a la Oficina de Planificación de la UPR.
Con diseño, permisos, compañía constructora y fondos suficientes para la construcción del primer edificio, el contrato del Proyecto para un campus residencial de estudiantes comenzó el 18 de diciembre de 1969, con miras a terminarse en junio de 1971. Sin embargo, el edificio de 22 pisos que se comenzó a construir era solo la torre norte –el dormitorio para varones– de un proyecto mucho más ambicioso que José Firpi había diseñado. El mismo incluía un edificio gemelo, la torre sur, que sería el dormitorio para damas y un tercer edificio mucho más bajo entre medio de estos dos donde se ubicarían áreas comunes. Como se ha mencionado, esta idea Firpi la había perfilado desde el Proyecto para un campus residencial de estudiantes, propuesto a su llegada a la UPR y cuyos planos ya había diseñado en 1968 para albergar a 874 estudiantes a un costo total aproximado de $4, 488,000 de dólares.
Construcción de la Torre del Norte
Yo sé que al principio le hicieron la vida miserable [a José Firpi]; hubo muchas inspecciones y otros asuntos que obstruyeron la construcción.
-Hanni Firpi, 2016
Ubicación del proyecto y primeros pasos de la construcción
El espacio donde antes se encontraba la Residencia Isabel Andreu de Aguilar desde el principio se identificó como el lugar idóneo para la construcción del Proyecto para un campus residencial de estudiantes; aunque inicialmente se planteó la posibilidad de no destruir la Residencia preexistente. Pero, el proyecto que propuso José Firpi era uno de monumentales proporciones, por lo que no solamente hizo falta demoler la Residencia Isabel Andreu Aguilar, sino que también una librería diseñada por Henry Klumb pocos años antes, que se encontraba en el extremo sur de la súper-manzana triangular entre la Ave. Ponce de León, la Ave. Universidad y la Ave. Gándara (Rodríguez, “Harán torres para vivienda”). Suponemos que la demolición de un edificio nuevo y funcional como lo era la Librería, no debe haber sido muy bien visto, aunque no hemos encontrado documentación de resistencia alguna. No obstante, hubo otros inconvenientes que obstaculizaron la construcción.
Según un estudio realizado a finales de la década del 60, por la compañía Jaca & Sierra: Soil Consulting Engineers, se concluyó que el terreno era favorable para la construcción. Incluso el entonces Gobernador de Puerto Rico, Luis A. Ferré, aportó a la viabilización del proceso de construcción mediante una carta escrita a George W. Romney, Secretario de la Oficina de Vivienda y Desarrollo Urbano Federal. En esta carta, fechada en mayo de 1969, Ferré explica que la atmosfera intelectual del Recinto no se había podido alcanzar por la severa falta de viviendas para estudiantes; también señala que ya se habían asegurado fondos de esa Oficina y solicitaba que se considerara el prestar los fondos necesarios para construir el segundo edificio (Ferré, “Carta a George”). De modo que tan pronto se comenzó la primera etapa del proyecto en diciembre de 1969, se diligenciaron los trámites necesarios para asegurar que se completara el diseño propuesto por Firpi.
Obstáculos
Aunque completamente justificado, el Proyecto para un campus residencial de estudiantes tuvo sus detractores. Una carta fechada el 15 de abril de 1969, del entonces alcalde de San Juan, Carlos Romero Barceló, le informa al Rector lo siguiente:
He recibido varias visitas de residentes de Río Piedras en relación con el proyecto de la Universidad de construir edificios para albergue de los estudiantes.
Por sus quejas y la investigación que he podido realizar, me parece que esta determinación y estos planes se han llevado a cabo sin tomar en cuenta que un gran número de personas, entre ellos viudas y gente de escasos recursos, dependen exclusivamente del ingreso que devengan de sus casas de hospedaje.
El Rector Abraham Díaz González, respondería con las estadísticas del estudio realizado en 1966, dejando claro que la matricula del recinto riopedrense era de 22,421 estudiantes y que el proyecto en cuestión alojaría solo a 874. De este modo, los dueños de hospedajes no tenían de qué preocuparse. Además, aprovechó la ocasión para señalar que un daño mayor se les hacía a los estudiantes pobres que debían “…vivir en condiciones tan insalubres como las que demostró nuestro estudio de la situación.”( Díaz González, “Borrador de respuesta”).
Posterior al asunto con los vecinos, el proyecto enfrentó problemas con el requisito de la Junta de Planificación para ensanchar la Avenida Universidad. A pesar de haberse comunicado desde enero de 1970 con el Departamento de Transportación y Obras Públicas de la ciudad capital, solicitando los planos del ensanche, aún en julio no los habían recibido. De modo que Firpi le sugirió a Pedro José Rivera (el nuevo rector) que le escribiera al Alcalde, Carlos Romero Barceló, para agilizar el proceso (Firpi, “Carta al Rector con borrador”). Problemas similares se presentaron con el alumbrado y los sistemas de tuberías del lugar.
Aunque desde un principio se habían movilizado todos los recursos a mano para conseguir el presupuesto necesario de $4,488,000, el costo del proyecto parece haber sido un punto difícil. Desde 1969 la Metropolitan Builders, Inc. había sugerido una reducción de $70,000 que Firpi rechazó porque, según él, comprometía la integridad del proyecto (Firpi, “Carta a Roberto Busó”). El mismo Firpi había contemplado la posibilidad de construir edificios más bajos para no tener que recurrir al pilotaje y ahorrar dinero, pero el terreno lo exigía (Firpi, “Carta al Dr. Roberto Busó”). Aun así, -casi tan pronto se comenzó la construcción- en enero de 1970 se creó un comité para investigar los costos del proyecto con el Dr. Roberto Busó como presidente de este. Cabe añadir que, fuera de alguna correspondencia entre el Dr. Busó y el arquitecto Firpi, no se encontró resolución alguna de este comité. De todos modos, el costo de construcción tiene la apariencia de haber sido el motivo que se tomó por causa oficial para no completar el Proyecto para un campus residencial de estudiantes. No obstante, existe evidencia de que otras circunstancias influenciaron fuertemente esta decisión.
A pesar de todos los tropiezos, el Ingeniero Rafael Aparicio Bosch condujo la construcción de la Torre del Norte sin detenerse hasta completarse. Habiendo comenzado los procesos de demolición de las estructuras preexistentes en diciembre de 1969, ya en enero contaban con el seguro y se comenzaba el pilotaje. Para marzo de 1970 el pilotaje se encontraba un 99% terminado y en el mes siguiente se completaron los cimientos. En enero del siguiente año las paredes y el techo se encontraban en un 10% de su total y en septiembre el proyecto entero se encontraba completado en un 98% (Metropolitan Builders, Inc. “Monthly Construction Reports”). La Torre del Norte del Proyecto para un campus residencial de estudiantes del arquitecto José Firpi se inauguró en enero de 1972, como residencia de varones. Según el actual director de la Residencia Torre del Norte, José A. Nieves Cartagena, no sería sino hasta el verano de 1989 que se aceptarían estudiantes mujeres en la residencia (“Entrevista a José A. Nieves”).
Sobre el Proyecto para un campus residencial de estudiantes, Raúl Cintrón Rodríguez menciona en su tesis que “Este conjunto de vivienda multipisos, el primero en su clase en Puerto Rico, rompe con los esquemas antes vistos en el sentido de escala y contexto urbano” (71). También describe excelentemente la estructura en los siguientes términos:
De los 22 pisos, 19 son habitaciones y los tres primeros son de oficinas, salas de espera, de estudios, apartamento del director, cuartos mecánicos y almacén.
Todas las habitaciones fueron diseñadas sencillas, pero en la etapa de construcción se modificó el diseño para crear un ala del piso en habitaciones dobles. Cada habitación cuenta con lavado propio, closet y amueblamiento fijo. Cada piso cuenta con 23 estudiantes, dispuestos en 5 habitaciones dobles, 12 habitaciones sencillas y 1 habitación para el supervisor de piso [el proctor] con su propio baño.
En cada piso tiene una sala de estar cerca de los ascensores.
El conjunto total incluía un centro comunal con salas de estar, sala de reuniones, comedor, merendero, tienda, barbería, salón de belleza, cocina, salas de conferencias y patio interior. Este se diseñó para ser conectado a las torres por dos puentes. […]
El sistema constructivo de este edificio lo componen una losa plana de hormigón armado sostenido por muros de carga. Las paredes adicionales a los muros de carga son de bloques de hormigón. Las habitaciones cuentan con un sistema de pared exterior preferiblemente de paneles y ventanas. Las paredes exteriores y las paredes de los primeros niveles son de hormigón expuesto, usado por primera vez en este Recinto Universitario.
Aunque hoy Torre del Norte tiene cabida para más de 430 estudiantes, de haberse completado el proyecto, 874 estudiantes se habrían beneficiado de una vivienda muy cercana a la Universidad con todas sus necesidades cubiertas, de modo que no tendrían que alejarse del campus, a un costo de $220 dólares al semestre.
Razones que detuvieron la construcción del complejo
“I would not serve one day under the chancellorship of Benítez. […] Benítez opossed every proyect I was working on”
-José Firpi, 1969
Antes de presentar dato alguno resulta imperativo establecer que los motivos para que el Proyecto para un campus residencial de estudiantes no se completara no quedan claros. Ciertamente, el proyecto tuvo oposición de personas específicas, pero las razones para que estos no consintieran parecen no estar documentadas más allá de alegaciones personales de fuentes particulares. Es decir, no se han encontrado documentos oficiales que justifiquen de modo alguno el abandono de los planes originales que ya habían sido aprobados y que contaban con los mecanismos necesarios para acceder a los fondos necesarios para completarse. Todo apunta a que el problema fue uno de política interna.
El primer triunfo del Partido Nuevo Progresista en las elecciones de 1968 marcó la historia de la Universidad de Puerto Rico, por tratarse de la primera vez en que los puestos de confianza de la administración serían cambiados a propósito de la administración incumbente. El Rector Abraham Díaz Gonzáles sería uno de los primeros en ser sustituido por Pedro José Rivera, quien asumirá su puesto. Desde entonces el bipartidismo determinaría en gran medida los cambios en la administración universitaria hasta el día de hoy.
Este tema fue motivo de una publicación titulada “Exigimos Dormitorios”, del Consejo General de Estudiantes que, aunque no está fechada, se infiere fue impresa entre 1970 y 1971, por la información que de ella se desprende. El Consejo General presenta el Proyecto para un campus residencial de estudiantes incluyendo una fotografía de la maqueta del proyecto completo, construida por los hermanos Iranzo (hoy conservada en el Archivo de Arquitectura y Construcción de la Universidad de Puerto Rico), la cual contrasta contra otras dos fotos de una pequeña habitación en la que se acomodaban seis estudiantes en tres camas literas con un espacio mínimo para caminar, y el interior de una letrina que aún seguía en uso. Este pudo haber sido el tipo de fotografías con las que el Rector Abraham Díaz Gonzáles acompañó su respuesta a la carta del Ejecutivo Municipal Romero Barceló, mencionada anteriormente. Pero, además de presentar el Proyecto para un campus residencial de estudiantes, el Consejo General ofrece su versión de los hechos que terminaron por detener la construcción del complejo. Según este documento el responsable fue el entonces Presidente de UPR, Jaime Benítez Rexach, en los siguientes términos:
…el señor Benítez, quien ya tenía sobre sí el estigma de haber dirigido la Universidad por más de veinte años sin haber hecho nada para solucionar el problema [la necesidad de hospedajes para estudiantes], se opuso de la manera más enconada a la construcción de estas viviendas. Intentó dilatar y entorpecer la aprobación del proyecto, logrando, por ejemplo, que la Junta Universitaria le votara en contra. Esto obligó al Rector Díaz González a apelar ante el Consejo de Educación Superior, el cual, en una acción sin precedentes, revocó por unanimidad a la Junta y aprobó la construcción de las dos primeras torres. Luego de este fracaso el señor Benítez continuó con sus gestiones obstruccionistas, movilizando a los propietarios afectados por la expropiación de los terrenos necesarios (el Coronel Vigoreaux, entre otros), a los hospederos de Río Piedras, y a obstaculizar las gestiones encaminadas a que se viabilizara el financiamiento.
Todos estos intentos fracasaron como lo demuestra la torre que ya se está construyendo frente a la Universidad. La razón básica para la oposición del señor Benítez parece ser su reiterada antipatía hacia ideas y proyectos que surjan de la iniciativa de otros. Trató de que su oficina planificara la idea del Rector Díaz González, pero cuando éste [sic] último presentó la idea ya había sido desarrollada a cabalidad por arquitectos y planificadores del Recinto y hubiese sido un lamentable derroche de fondos y material humano duplicar este trabajo. Ante esta situación, Benítez optó por oponerse sistemáticamente.
Estas son acusaciones muy serias por parte del Consejo General de Estudiantes que nos atrevemos a anotar solamente porque, a pesar del tono proselitista del artículo, fueron confirmadas por Hanni Firpi, viuda del arquitecto en una entrevista realizada en su residencia. El artículo también establece que el Rector Pedro José Rivera se solidarizó con la oposición de Benítez. Lo cual justifica, en gran medida, la virulenta reacción de los decanos ante el despido de Abraham Díaz González y el nombramiento de su suplente. Además, el memorando citado anteriormente es evidencia de la apelación de Díaz González ante el Consejo de Educación Superior: el asunto de este memorando reza:
Información esencial para entender una apelación del Rector del Recinto de Río Piedras de un acuerdo de la Junta Universitaria que impide la construcción de un edificio para residencias de 418 estudiantes.
El epígrafe de esta sección es parte de las expresiones que José Firpi hiciera a The San Juan Star para un artículo concerniente a los decanos que renunciaron a sus posiciones como consecuencia del despido de Abraham Díaz González. Jaime Fuster, Decano de Estudiantes, renunció a pesar de que Benítez le pidió quedarse, al momento de la publicación del rotativo aún no confirmaban si era cierto que el Decano de Estudios Generales, José Echevarría había renunciado, aunque se entendía que sí, el Decano de Humanidades Jorge Enjuto renunció con el ofrecimiento de quedarse en el puesto hasta que se encontrara un sucesor y el Director de la Escuela de Arquitectura, José Firpi, presentó su renuncia efectivo de inmediato. Ante todo, el Director de la Junta, Roberto Busó, comentó sobre las renuncias que “they were to be expected” (López, “Firpi, Dean Fuster Resign”).
En ese entonces Firpi trabajaba como Director de la Escuela de Arquitectura sin sueldo por tener un contrato profesional para diseñar edificio en el Campus (López, “Firpi, Dean Fuster Resign”) de modo que a pesar de su renuncia, su labor en el Proyecto para un campus residencial de estudiantes seguía vigente. Además, hay que recordar que desde el principio del proyecto la Certificación Número 49 del Consejo de Educación Superior autorizaba al Presidente de la Universidad a ejecutar préstamos hipotecarios de ser necesario para conseguir los fondos necesarios. De modo que no había motivo alguno para detener la construcción del complejo.
Pero, ¿por qué Jaime Benítez se opondría al proyecto? Existe la posibilidad que sus motivaciones respondieran a otras razones, por ejemplo: el miedo. Según un recorte de The San Juan Star, un año después de inaugurada la Torre del Norte aún 9 de sus 22 pisos estaban vacíos (Preece, “UPR Students Plan Action”). En el artículo el entonces Presidente del Consejo General de Estudiantes, Hiram Lozada, criticaba el costo de $50 mensuales de la Residencia, además de la regla que prohibía las visitas y explicaba que se discriminaba a la hora de aceptar estudiantes ofreciendo casos concretos. Sin embargo, el comentario del artículo que nos parece más interesante es el siguiente:
[Lozada] alleged that plans for the completion of the complex have been shelved because the university adminstration fears a concentration of students rigth across from the main gate of the university.
Por lo que nos llama tanto la atención este extracto es una entrevista en la que Hanni Firpi, viuda del arquitecto, nos comentó que uno de los motivos que le dieron a su esposo para detener la construcción era que la azotea de la Torre del Norte es un lugar perfecto para que los estudiantes se apostaran como francotiradores y dispararan hacia el edificio cuadrángulo del Campus. Y es que la década de 1960 fue una de mucha actividad política entre el estudiantado de la UPR, que incluyó una campaña contra el R.O.T.C, huelgas, piquetes, confrontaciones policiacas, motines, confrontaciones entre grupos independentistas y anexionistas, estudiantes suspendidos, profesores sancionados, arrestos, heridos y hasta muertos. Así mismo comenzó la década de 1970, con el ataque a marinos estadounidenses en San Juan resultando en la muerte de uno de ellos, aparentemente como ajusticiamiento por la muerte de la estudiante Antonia Martínez por la policía, y con la expulsión del R.O.T.C del Recinto riopedrense (Paraliciti, “Protestas, disturbios y confrontaciones”). De modo que Jaime Benítez, quien no contaba con el afecto de algunos sectores del estudiantado, tenía motivos para temer.
Si aún existía la posibilidad de continuar la construcción del complejo luego de inaugurada la primera torre, de seguro la huelga de 1973 habría sido la excusa perfecta para sepultar la idea de construir cualquier otro edificio de vivienda para estudiantes. Esta huelga es el tema de un artículo –tipo crónica- publicado en la revista digital 80 Grados, por Papo Coss titulado La huelga olvidada. Coss fue uno de los estudiantes que se manifestaron en octubre de ese año en una huelga en la que, según él, el liderato estudiantil superó sus diferencias ideológicas para unirse y lograr reivindicaciones inmediatas importantes. En lo que respecta a Torre del Norte, el cronista narra lo siguiente:
Allí nos apoderamos del edificio de la Residencia de Varones durante más de treinta días. En mi opinión, nuestra táctica resulto correcta, porque la policía venia seguramente a vengarse por el ajusticiamiento de su comandante el 11 de marzo de 1971. Por eso, el liderato estudiantil entendió que debíamos retroceder y reorganizarnos fuera del recinto, en vez de confrontarlos.
Frente a la Residencia de Varones, se celebraron diariamente durante los meses de octubre y noviembre de 1973, decenas de actividades educativas, artísticas, deportivas, culturales, etc. También se llevaron a cabo las maratónicas reuniones organizativas y de estrategia política. El ambiente en esa convivencia igualitaria, era verdaderamente participativo y democrático, en donde intervenían decenas de agrupaciones e individuos de todas las vertientes ideológicas.
Así las puertas en el segundo piso de la Torre del Norte, desde donde se proyectaría el pasillo que uniría este edificio con el edificio comunal, quedaron para siempre abiertas al vacío por diferencias entre sectores de la universidad. Lo que para más de 39,000 residentes, año tras año desde su inauguración en el 1972 fue su primer hogar mientras se estudia en la universidad, se tambalea ante la inesperada noticia de remodelación que a todas luces, hasta el momento, carece de veracidad ante la desinformación sobre presupuesto y planes para llevar a cabo las tareas de reparaciones. Sirvan estas notas para recordar la visión de Firpi y reiterar, a toda la comunidad universitaria, su deseo de que toda persona debe tener las oportunidades para educarse.
Nota: Este artículo corresponde a una investigación más amplia, que sirvió de texto para la exposición histórica del edificio, organizada en el marco del 45 Aniversario en el 2017. Para acceder al texto completo, puede acudir al Seminario de Historia del Arte (Facultad de Humanidades), Archivo vertical de la Biblioteca Santiago Iglesias Hijo, de la Escuela de Arquitectura, o el Archivo de Arquitectura y Construcción de la Universidad de Puerto Rico.