Urbanismo de resistencia
Pensar otra ciudad posible y necesaria desde la crisis requiere una mezcla de análisis crítico e imaginación, unida al compromiso con las acciones colectivas, estar con un pie en la avenida y perderse con el otro en los callejones y procesos de la ciudad interior. Requiere participar en un diálogo continuo con las miradas alternativas y los proyectos de cambio. Supone trabajar de manera creativa con los recursos disponibles, con respeto a la diversidad, la dignidad y al ambiente natural y edificado. A los que viviendo, creando, pensando o apropiando lugares hacemos ciudad, nos toca poner el oído en tierra, estar atentos a los proyectos que surgen y cuajan desde la ciudadanía y que aunque todavía están a nivel individual y local, tienen la capacidad de repercutir en el desarrollo de proyectos a escala nacional e inclusive planetaria. Solo así podremos acompañar solidaria y profesionalmente a esta masa creadora que aspira a una ciudad y un país más digno, vivible, accesible, democrático y sostenible. Las propuestas, cuando surgen como parte de un proceso participativo, desde los espacios comunitarios, son herramientas de poder en la medida que propician y facilitan la inserción de los desaventajados en la toma de decisiones y permiten poner en práctica sus propias reflexiones e ideas y, ¿por qué no decirlo?, sus propios sueños.
Necesitamos un urbanismo de mirada amplia capaz de proveer las redes y la infraestructura que permitan el desarrollo local. Capaz de consolidar la estructura ambiental macro y a la vez capaz de consolidar el desarrollo de estructuras a la escala comunitaria. Todo lo anterior enmarcado en un concepto de sostenibilidad, que pueda dar respuestas a otros problemas urgentes, como la crisis social y energética y la decadencia de los centros urbanos, mientras cumple con las necesidades de la ciudadanía y las necesidades de crecimiento y desarrollo del país.
La responsabilidad principal del urbanismo, según el catalán Jordi Borja, es producir espacio público, “…espacio funcional polivalente que conecte los lugares, que ordene las relaciones entre éstos, que proporcione continuidades y referencias, hitos urbanos y entornos protectores, cuya fuerza significante trascienda sus funciones aparentes”.1 Al hacerlo desempeña una función eminentemente organizativa y política. Puede servir para facilitar o para dificultar la vida cotidiana. Puede actuar para sepultar las contradicciones y conflictos, acallar las formas disidentes de apropiar el espacio de la ciudad y los estilos de vida divergentes, o ser herramienta para que las culturas y modos de vida de los que pocas veces o nunca son considerados en los procesos decisionales, sean genuinamente tomados en cuenta. Puede servir para controlar y dominar las poblaciones subalternas o actuar como detonador de procesos de cambio. Esta última, una práctica del urbanismo que llamo de resistencia, asume una posición crítica ante el predominio de los intereses de unos pocos sobre los de la mayoría y las maneras en que limitan el derecho de estos últimos a la ciudad. El urbanismo de resistencia apoya las luchas de los grupos subalternos por defender sus comunidades, sus territorios, sus proyectos contrahegemónicos y su acceso al espacio urbano. Depende de este para materializarse, para funcionar y establecer una presencia, una referencia. escenarios alternativos de intervención a partir del trabajo con los grupos comunitarios y de una redefinición de la práctica convencional por ser impositiva, elitista y poco democrática.Estoy convencido de que los cambios sociales y políticos tienen una repercusión en el espacio, a veces de forma evidente, a veces no. Depende de este para materializarse, para funcionar y establecer una presencia, una referencia. Esa nueva espacialidad que acompañe a los procesos de cambio, debe pensarse desde ya, sabiendo que tomarán tiempo, ensayo y reflexión. La creatividad y la imaginación son parte indispensable del cambio, de la nueva ciudad contestataria.
No puede caber duda de que la crisis económica, social, política, ambiental y ética que nos habita y habitamos tiene un impacto importante, se intensifica, en las ciudades. Es así por la aglomeración de gentes, lugares y procesos, y la complejidad de relaciones que ello supone.Ejemplos de cómo la crisis se manifiesta en el entorno urbano lo constituyen: el cierre de urbanizaciones y la proliferación de la vigilancia y el miedo; la exclusión y la violencia institucional hacia los que se aventuran a utilizar la ciudad de maneras distintas como por ejemplo para la protesta; la abundancia de no-lugares, ‘espacios de nadie’, sin identidad, imposibles de ser apropiados por ningún grupo social; la creciente reducción de lugares de producción y trabajo y el aumento de centros comerciales; la ocupación de territorios por personas sin hogar para crear albergues improvisados; la privatización y mercantilización del espacio público; el excedente de viviendas de alto costo con pocas posibilidades de venta y la imposibilidad de los grupos de bajos ingresos de satisfacer su necesidad de albergue.
Sin poder ni pretender decirlo todo, puedo añadir a esta lista: la no sostenibilidad de los modelos de urbanización y desarrollo de las áreas con sensibilidad e importancia ecológica que debían conservarse; el desalojo de comunidades para dar paso a proyectos de construcción especulativa para consumidores exclusivos; la inoperatividad de la infraestructura física y la ineficacia de la infraestructura social y los servicios públicos; la inestabilidad laboral, el subempleo y la venta informal; el deterioro de edificios y los centros urbanos y la ineficacia de las políticas institucionales para palear la decadencia; la pérdida vertiginosa de terrenos agrícolas para usos urbanos y la consecuente dependencia ascendente en productos importados; la pérdida de población; la abismal desigualdad social y la tenaz oposición del capital inmobiliario a la preparación de un Plan de Usos de Terrenos a escala nacional para dirigir la planificación del territorio.
Ante la escasez de terrenos urbanizables en la periferia suburbana, el capital irrumpe cada vez más sobre los territorios ocupados, desde hace mucho tiempo, por comunidades urbanas de bajos ingresos limitadas de poder, para apropiarse de estos. Los promotores, también conocidos como developers, definen cada vez más los patrones de crecimiento de la ciudad, los usos y usuarios a ser permitidos y las conductas aceptables.
En la actualidad muchas de las certezas y seguridades ciudadanas que tenemos en nuestro país están bajo cuestionamiento, o simplemente se han perdido. Estamos siendo invadidos por muchos cambios impuestos y repentinos en frentes distintos, para los cuales no siempre tenemos una respuesta u opción inmediata, ni la capacidad organizativa para combatirlos. Lo peor es que no se vislumbra luz alguna al fin del túnel dentro del estado actual de las cosas, caracterizado por la pérdida creciente del poder ciudadano y la concentración del mismo en el aparato político. Para poner ligeramente en contexto, cabe señalar, en lo que respecta a lo económico, que experimentamos un retroceso total de 12.4% en los seis años desde que comenzó la recesión; es decir, entre los años fiscales 2007 y 2012.2 Para marzo de 2014, el nivel de desempleo era de 14.7%, un .5% más que en el mismo mes de 2013. Entre mayo de 2013 y mayo de 2014 el grupo trabajador se redujo en 13,000 personas.3
Nuestra economía no está basada en la producción sino que depende en gran medida de las transferencias gubernamentales, el endeudamiento público y el enorme sector informal. Resulta prematuro evaluar el impacto de las nuevas4 políticas económicas y administrativas relativas al desarrollo del país y los patrones de uso y manejo de terrenos, aunque podemos vislumbrar que en el caso de las comunidades desaventajadas la cuota de sacrificio es casi siempre mayor. En todo caso habrá que mantener la lucha en las comunidades para proteger derechos ganados y mantener a raya los intereses capitalistas que amenazan su integridad.
Ante la creciente pérdida de control sobre el entorno socioespacial surgen grupos que discuten y proponen formas distintas de usar, mirar, proyectar, debatir, construir y habitar la ciudad y utilizar el espacio urbano para adelantar objetivos de índole social y político. Defienden el derecho a mantener sus comunidades ancestrales, al uso del espacio público de las maneras que estiman necesarias y aceptables, a satisfacer sus necesidades reales según ellos las definen y a participar en la toma de decisiones. En el juego de protesta con propuesta inventan maneras innovadoras de comunicación y participación y formulan propuestas que deben ser estudiadas a fondo. Utilizan, entre otros, el performance, la música, la gráfica, la radio comunitaria y los campamentos de lona para ocupar, crear y defender espacios físicos de lucha. ¿De qué otras maneras se manifiestan estas corrientes contestatarias y alternativas? ¿Cómo reformulan la experiencia de hacer y vivir lo urbano?
La calle es el escenario de lucha más importante que tenemos en este momento. Apropiarla como espacio político, como espacio de afirmación, es en sí un acto de resistencia. Allí se tornan visibles las protestas, las propuestas, las visiones alternativas y se confronta el orden establecido. Según Saskia Sassenes en la calle donde “…aquellos que carecen de poder, aquellos que son desaventajados, marginales, discriminados y minoritarios, pueden ganar presencia en las ciudades globales…” Estas prácticas hacen posible, añade, “… la formación de nuevos tipos de sujetos políticos que no necesitan para ello ingresar al sistema político formal”.5 La apropiación del entorno público es fundamental porque ayuda a legitimar y hace evidente la confrontación y la mirada alternativa. Transforma los espacios de una manera, que si bien puede ser efímera, ejercen una influencia necesaria en la construcción de identidades colectivas y en la consolidación de las fuerzas políticas de cambio. Las manifestaciones, marchas y el performance callejero, confrontan no solo a la autoridad, sino a los mismos participantes también, con mensajes alternos, análisis y propuestas. Son una manera de utilizar el entorno como escenario, como pantalla y telón, de apropiarlo para convertirlo en espacio educativo y de convergencia y promover cambios que reformulen el poder.
Las políticas de reclamo callejero no excluyen, más bien apoyan y complementan otras estrategias de negociación y afirmación colectiva en defensa de nuestros derechos. Las comunidades amenazadas por el desalojo, los universitarios, los grupos altermundistas, los desaventajados, los de mirada crítica, buscan, además de denunciar, la oportunidad de negociar, de presentar sus propuestas. En el caso de las comunidades bajo amenaza de desalojo, preparan contrapropuestas que garanticen su permanencia, armonizando las necesidades de desarrollo de la ciudad con las de sus comunidades,bajo un concepto donde tienen cabida las nuevas construcciones junto a la conservación y revitalización de los elementos que dan identidad, facilitan y dan continuidad a la vida en la comunidad. Ven en esto una manera de integrarse a la ciudad dentro de términos que puedan ser aceptables por todos. En este caso el diseño urbano, al ser instrumento de negociación, amplifica como altoparlante metafórico el alcance de la voz ciudadana.
Entre las propuestas de la resistencia, para mencionar solo varios ejemplos, encontramos proyectos de autogestión, a veces contestatarios, que cuestionan el modelo de desarrollo actual y proponen hacerlo más equitativo y solidario. Este es el caso de proyectos cooperativos de producción y consumo, de trueque y comercio justo como los mercados agrícolas en plazas públicas y La Chiwinha. Es el caso también de proyectos artísticos educativos como Beta Local, que estimulan la creación de herramientas para poner la tecnología al servicio de la gente, propiciar la autonomía y hacer posible la participación de todos en la construcción de ese otro mejor país posible. Cabe incluirse también en esta lista otros proyectos educativos como la Secundaria Montessori de Puerto Rico, Estancia Montessori y Nuestra Escuela, que trabajan con conceptos de educación liberadora que cuestionan el carácter bancario, a decir de Freire, de la educación tradicional y convierten a los alumnos en co-creadores del proceso educativo. Mientras, Casa Pueblo, Ciudadanos del Karso y la Coalición Pro-Corredor Ecológico del Noreste, entre muchos otros, trabajan y conciencian sobre la defensa y manejo de los recursos naturales y el ambiente y la necesidad de un desarrollo sostenible. Por todo el país florecen proyectos de agricultura orgánica de bajo impacto, como el grupo ‘Boricuá’, muchos de ellos iniciados por jóvenes en áreas rurales así como en barrios urbanos tales como las comunidades del Caño de Martín Peña, bajo la égida de los proyectos ENLACE y la Compañía para el Desarrollo Integral de la Península de Cantera.
En otros ambientes, proyectos como Crearte, estimulan a los jóvenes y niños a usar su capacidad creativa para interrogar, repensar y recrear su entorno. Esa misma intención de interrogar, confrontar la realidad y estimular un diálogo en espacios públicos mueve además a muchos otros grupos de teatro y performance callejero. Entre ellos el grupo ‘Papel Machete’, ‘Jóvenes del 98’ y ‘Agua, Sol y Sereno’.
Vemos también cómo grupos ciudadanos transforman lugares de desarraigo en proyectos para desarrollar espacios de convergencia en sitios como la calle de Loíza y otros que luchan por rescatar su historia y mantener sus comunidades pobladas y activas. Por su parte, los jóvenes del barrio Capetillo, ocuparon un solar baldío para crear un huerto y un espacio comunitario y evitar así la erosión de su territorio, sustituyendo de esa manera la imagen de decadencia por una de renovación para enfrentar el control desde afuera, confrontando el urbanismo impuesto, con el desarrollo de espacios comunitarios. La lista es muy larga y muchos escapan mi conocimiento.
En esa tarea necesaria de preservar y fortalecer la memoria y la identidad individual y colectiva, una diversidad de grupos laboran para el rescate de lugares y estructuras cuyo estudio y conservación permiten reescribir su historia a partir del protagonismo de otros sujetos. Caben mencionarse entre muchos otros, a los grupos ciudadanos que han trabajado para preservar lugares marcados por sucesos importantes de su historia, tales como La Masacre de Ponce, varios almacenes de tabaco en Comerío y Cayey, una antigua escuela en Jayuya, la antigua estación de correos de Guánica, la Hacienda El Molino en Toa Alta, los trazos de ‘caminos reales’ en Guavate y la casa Defilló, relacionada con la familia de Pablo Casals en Mayagüez, entre otros. Menciono además la propuesta de cambiar nombres de calles y lugares para cambiar la carga simbólica y afirmar la historia que aún no hemos terminado de escribir. Ejemplo de lo anterior es la propuesta de cambiar el nombre de la calle Brumbaugh de Río Piedras por calle De los Mártires por ser escenario de un hecho donde fueron asesinados dos miembros del Partido Nacionalista. En esa misma línea de pensamiento propongo cambiar el nombre de la Avenida Ponce de León, nombre de un conquistador y esclavizador de indígenas por el de Dr. Gilberto Concepción de Gracias o Felisa Rincón de Gautier, dos figuras importantes en el desarrollo de San Juan.
El rescate del espacio público como lugar de todos y todas ha sustentado varias iniciativas importantes. Entre ellas menciono el proyecto ‘Desayuno Calle’, un convite para compartir alimento y conversación en espacios públicos inusitados y varios proyectos de ciclismo como ‘La Masa’, cuyo objetivo primordial es rescatar el derecho a habitar la ciudad de diferentes maneras. Otros procesos, como la última huelga de los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico y el Foro Social de Puerto Rico muestran formas distintas de hacer política, más participativas y democráticas, que como hemos visto tienen claras consecuencias en las maneras como apropiamos y utilizamos el espacio público y creamos lugares de convergencia. Otros proyectos más recientes como Cinema Paradiso y Casa Taft 169 en Santurce presentan propuestas para recuperar lugares abandonados y crear lugares culturales y de concertación de la ciudadanía, que en el caso del cine han ayudado a animar el área inmediata, actuando como elemento multiplicador.
No quiero dejar de mencionar otros grupos ciudadanos que construyen espacios de autonomía comunitaria. Este es el caso de comunidades como las Parcelas Hill Brothers y las Parcelas Falú en Río Piedras y Alto del Cabro en Santurce que decidieron preparar sus propias propuestas de diseño para crear un parque que tomara en cuenta sus necesidades según definidas por ellos. De esa manera pretendían ser sujetos y no meros objetos del proyecto. Se destacan en este tipo de acción colectiva grupos ciudadanos como el Consejo Vecinal de Río Piedras y las comunidades Mainé y Los Filtros de Guaynabo, Barriada Morales de Caguas, Villa Caridad de Carolina y Villa del Sol en Toa Baja. En la elaboración de estos proyectos de cambio mencionados los grupos comunitarios han contado en numerosas ocasiones con la asesoría de profesionales solidarios y del antiguo Taller de Diseño Comunitario de la Escuela de Arquitectura.
A la lista anterior incluyo además la puesta en práctica de otras formas de tenencia de la tierra como el Fideicomiso de Tierras de las comunidades del Caño de Martín Peña y las propuestas para construir comunidades alternativas donde se ensayen otras formas de colectividad y relaciones personales, de espiritualidad, producción y consumo. Un ejemplo de lo anterior es lo que se conoce como ‘El Llamado del Caracol’ un acontecimiento cultural y espiritual alternativo. Aunque efímera, solo dura un fin de semana, esta propuesta presenta la oportunidad de experimentar y poner en práctica conceptos de convivencia y cambios de paradigma en ámbitos como la alimentación, la atención al cuerpo físico y espiritual, la sostenibilidad, la construcción y el manejo de los espacios comunitarios. Esta actividad toma lugar por pocos días, apenas un momento, pero ocupa el tiempo suficiente para conocer estos nuevos espacios de cerca y verlos como posibilidad cotidiana.
Las luchas reivindicativas, las iniciativas para construir proyectos y espacios de liberación desde donde ejercer el derecho a habitar dignamente no se limitan al ámbito de escala urbana. Incluyen también, y de manera importante, los espacios cotidianos. Puedo decir, por ejemplo, los ensayos de nuevas formas de vivienda colectiva basada en la posibilidad de compartir algunos espacios de la vivienda con otras familias resguardando la privacidad de los espacios íntimos.
Las propuestas para crear lugares desde donde vivir estilos de vida diversos y divergentes requieren el diseño de nuevos espacios o la conversión de lugares existentes según la necesidades funcionales, además de la creación de nuevas maneras de representación simbólica para marcar y apropiar sus territorios. Estas referencias, o llamémoslos así, ‘nuevos hitos urbanos’ son marcas esenciales en ese necesario proceso de crear lugares distintos del modelo urbano impuesto que es insostenible, consumista y desigual. Además de los proyectos ya mencionados, pienso por ejemplo en marcas como las ‘lámparas’ de papel que propusimos y que ejecutaron varios artistas y niños del Caño para recuperar simbólicamente su patrimonio y enfrentar la pérdida por robo de las originales con un gesto de afirmación colectiva.
Reitero lo importante que resulta convertir los espacios de nadie en lugares de socialización y celebración. Menciono como ejemplos de lo anterior, además de los ya nombrados proyectos ‘Desayuno Calle’ y ‘Cinema Pasadiso’ las celebraciones callejeras como el ‘Festival de la Calle Loíza’, las ‘Fiestas de Cruz’ y los murales que animan los muros ciegos y mudos de la ciudad. Hay otras maneras intangibles de marcar los muros, lugares y pavimentos, por ejemplo con olores y sonidos y la presencia de cuerpos. En cuanto a esto último viene a la memoria el espacio en el puente Dos Hermanos, utilizado por el grupo de mujeres ’32 x Oscar’ para clamar públicamente un ‘basta ya’, el fin de la ignominia y la excarcelación del prisionero político puertorriqueño. El ritual semanal llevado a cabo en el mismo lugar trasciende la transitoriedad marcando el sitio que ya se asocia con ellas y su discurso. Sus cuerpos pueden no estar pero su presencia y el mensaje permanecen y se refuerza cada vez que regresan.
Los hitos no son solamente marcas e incisiones que celebran la alteridad y la construcción de otros mundos mejores posibles. Son también reflejos de los espejos de la realidad que debemos abolir. Me refiero por ejemplo a los edificios de apartamentos vacíos porque los que necesitan alojo no pueden pagarlos, pienso también en las plazas como la de La Convalecencia en Río Piedras de uso restringido y vigiladas continuamente por los representantes de la ‘ley y el orden’ por temor a la gente, pienso en los campamentos construidos por los ‘sin techo’ y recuerdo los solares vacíos y la decadencia de los centros urbanos como el de Río Piedras, producto de la especulación y la corrupción gubernamental.
La ciudad, y vida, que aspiramos, plena de oportunidades para la convergencia, la reciprocidad, el buen vivir, el buen gobierno, el desarrollo económico y humano justo, la vivienda accesible, la espiritualidad inclusiva, el desarrollo integral de las comunidades y el respeto hacia la diversidad, es una tarea colectiva urgente. Es labor de mucha paciencia cuyos triunfos y fracasos encuentran cabida, se manifiestan de alguna manera en el espacio que habitamos. Eso lo saben muy bien algunos grupos comunitarios como los del barrio de la calle Antonsanti en Santurce, quienes a pesar de no haber prevalecido en su lucha contra el desalojo, marcaron la ciudad con signos que aunque portátiles y efímeros dejaron huellas indelebles en la memoria colectiva sobre la posibilidad de confrontar laimposición con ideas, con actos creativos de desobediencia.
¿Cómo se pueden involucrar los arquitectos y urbanistas en este proceso de crear una nueva ciudad, nuevas espacialidades y nuevas formas de apropiación del entorno público? Como profesionales solidarios acompañando y asesorando la protesta y la propuesta desde una óptica integradora, a partir de las necesidades particulares, la cultura del espacio y la disponibilidad de recursos; en la preparación de contrapropuestas o propuestas alternas de diseño cuando los proyectos impuestos no son aceptables para la ciudadanía; desarrollando procesos de diseño inclusivos que permitan a la gente tomar parte de las decisiones; diseñando lugares que puedan ser apropiados y utilizados de maneras múltiples y creando oportunidades para dotar a la ciudadanía con lenguajes y herramientas que amplíen sus conocimientos y capacidad de actuación sobre los procesos de desarrollo y gestión del territorio.
El trabajo del diseñador ambiental puede estimular la mirada y el diálogo crítico con la ciudadanía y exponer historias ocultas sobre la aportación de los grupos invisivilizados en las luchas reivindicativas y en la producción del espacio. Reitero que esta práctica profesional ligada a los procesos de transformación social y política exige, no puede ser de otra manera, un nuevo protagonismo de la ciudadanía. Supone un trabajo basado en la autogestión, la mirada crítica y el compromiso. Solo así esa masa de gente ‘de a pie’ podrá recuperar, reclamar y apropiar territorios desde los cuales ejercer poder en y sobre su vida cotidiana. Dice David Harvey: “…que mientras la clase obrera no aprenda a enfrentarse a esa capacidad burguesa de dominar el espacio y producirlo, de dar forma a una nueva geografía de la producción y de las relaciones sociales, siempre jugará desde una posición de debilidad más que de fuerza”.6
Para el proyecto neoliberal el espacio urbano es clave para el mantenimiento de redes económicas globales. Allí se concentra el conocimiento, gente, recursos y oportunidades. Precisamente por eso muchas de las propuestas y luchas por el cambio ocurren en las ciudades. Por esta razón el control de la producción social del espacio se vuelve un elemento central.7 Por eso, dice Borja que,“… debe asumirse que el espacio público es un espacio político, de formación y expresión de voluntades colectivas. Es espacio de la representación pero también del conflicto”.8 Digo todo esto sin menoscabar los procesos de cambio en el espacio rural producto de la defensa, revaloración y aplicación de conocimientos y prácticas culturales ancestrales muy ligadas a la Madre Tierra y al desarrollo sostenible.
El urbanismo de la resistencia debe de estar, ya lo dije, atento e involucrarse en las luchas callejeras así como también en los procesos cotidianos, estar con un pie en la avenida y perderse con el otro en los callejones y procesos de la ciudad interior. Su práctica supone incorporarse y contribuir a la construcción de los discursos y prácticas políticas transformativas. Debe buscar dar visibilidad a los movimientos contestatarios y reivindicativos que resisten la opresión, no solo a las acciones protagónicas sino a las acciones cotidianas protagonizadas por gente anónima fuera de la atención mediática.
El urbanismo contestatario y de resistenciaes, creo yo,un diseño de pequeña escala y como tal no favorece los grandes planes demiurgos impuestos por los ‘que saben’ y deciden por los que ‘no saben’. Al trabajar con la gente desde su realidad inmediata promueven una toma de control, una toma de conciencia que puede servir para detonar procesos creativos que a largo plazo lleven a aumentar su cuota de poder y de esa manera contribuir a la transformación social.
No podemos construir otros mundos posibles si no liberamos las ciudades del poder unívoco y controlador del capital, si no construimos, colectivamente, espacios de participación y emancipación que potencien, faciliten y conspiren para instituir la resistencia, la creación, el diálogo, la igualdad, los intercambios entre iguales, la justicia y la solidaridad como forma de vida. Todo esto acompañado de nuevos espacios, que a decir de Raúl Zibechi, sean flexibles, cambiantes, autónomos, rebeldes, creativos, integrales e integradores de la diversidad, polifuncionales, sin estructuras fijas y separadas de la vida cotidiana, sin formas estables y consolidadas de división de trabajo, espacios potenciadores de la capacidad de hacer de los oprimidos.9
Lo dijo Rafael Correa, presidente de Ecuador, lo ha dicho también mucha otra gente que “estamos, no en una era de cambio sino en un cambio de era”. Necesitamos, con urgencia, crear nuevos espacios y nuevas metáforas para representar las imágenes de esos nuevos procesos y proyectos, para hacer posible la construcción de esa nueva ciudad, de ese otro mundo que necesitamos crear desde la base. Una ciudad que no solo facilite y estimule la inserción de propuestas alternativas sino que sirva para representar simbólicamente los procesos y los proyectos de cambio. El espacio ni es neutral ni meramente un contenedor funcional, es también un medio de expresión a través de los cuales se construyen símbolos. Puede apoyar la consolidación de relaciones jerárquicas de dominación y explotación o reforzar la construcción de poder ciudadano y facilitar procesos de descolonización, donde reine el respeto a la diversidad, el derecho a la felicidady al buen vivir.
* Versión revisada y aumentada de artículo publicado en Claridad, suplemento En Rojo
- Borja, Jordi. La ciudad conquistada. Café de las ciudades, Año 1, n. 2, dic. 2002. En: www.cafedelasciudades.com.ar/numero_dos.htm [↩]
- Junta de Planificación (2012): Informe económico al Gobernador de Puerto Rico. [↩]
- Datos suministrados por el Departamento del Trabajo y Recursos Humanos. Negociado de Estadísticas del Trabajo. [↩]
- Para mayo de 2014. [↩]
- Sassen, Saskia (1999): La ciudad global. Buenos Aires: Eudeba [↩]
- Harvey, David (2003:65). Citado en Zibechy, Raúl (2007:191): Autonomías y emancipaciones, América Latina en movimiento. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Programa Democracia y Transformación Global. [↩]
- Oliivi, Alessandra: ‘La política de los lugares: prácticas de resistencia en la ciudad contemporánea’ en: ayp.unia.es/dmdocuments/scyt3_com09.pdf [↩]
- Jordi Borja: Op. Cit [↩]
- Citado sin ficha por Ramos, Leo y Javier Encina, UNILCO-Espacio Nómada: ‘Arquitectura y urbanismo participativos desde las resistencias populares de las ciudades hambrunas de Argentina’ en: http://ilusionismosocial.org/pluginfile.php/275/mod_resource/content/7/ARQUITECTURA%20Y%20URBANISMO.pdf [↩]