Votar en tiempos de La Junta
«Creo que no nos quedamos ciegos,
creo que estamos ciegos, ciegos
que ven, ciegos que, viendo, no ven».
–José Saramago, Ensayo sobre la ceguera
El modelo económico también ha colapsado y el gobierno ha quebrado. La metrópoli ha nombrado una Junta de Supervisión y Gerencia Financiera que “supervisará” y, en última instancia, decidirá los asuntos medulares de la política pública puertorriqueña. El gobierno colonial podrá decidir el nombre de una carretera, pero deberá “consultar” si puede usar los fondos públicos para pagar cualquier mejora que proyecte hacerle. El gobernador será miembro exoficio de La Junta con voz pero sin voto. La Junta regirá de facto el país y los funcionarios electos se convertirán literalmente en lacayos de La Junta.
Como ciegos que viendo no ven, sabemos que la clase política ligada al PNP y el PPD nos ha llevado al colapso, pero nos aprestamos a votar por ellos. A pocos meses de las elecciones se sabe, como siempre, que ganará el PNP o el PPD. El patrón ha sido claro en el siglo veintiuno, gobernadores de un solo término y alternancia partidista. El turno en esta ocasión es del PNP. Como si no hubiese sido parte de la orgía de corrupción, la facción de la kakistocracia ligada al PNP se presenta ahora como alternativa a la debacle, que no es sino la culminación de décadas de pillaje y depredación.
Como rebaño de corderos, dignos de nuestro escudo, las masas se aprestan a caminar nuevamente hacia el despeñadero electoral para votar por azules y rojos. Pero de entre el rebaño surgen voces de alerta: no voten por los de siempre voten por cualquiera menos los rojos y los azules. Otras voces dicen, absténganse, votar no resolverá nada. Hay que enviarle un mensaje a La Junta, decirles que los que se elijan, azules o rojos, no nos representan. Preguntamos, entonces, qué hacer ante esta disyuntiva presentada por una imaginaria “izquierda” débil y dividida.
‘Votar contra ellos’
Así se titula una columna que propone salir masivamente a votar contra los dos partidos gobernantes (PPD y PNP) y sus candidatos “inaceptables”. Nótese que el llamado es a votar contra los partidos y “sus candidatos inaceptables”. Lo que deja la puerta abierta al voto por los “candidatos aceptables”. La virazón del candidato a gobernador del PPD (David Bernier) favoreciendo el voto presidencial ha caído muy mal entre los los “melones” (independentistas pro PPD). La campaña en las redes pidiendo “pivazos” (voto por la insignia del PIP y por los candidatos a gobernador y comisionado residente del PPD), ahora propone que en la papeleta para gobernador vote por el PIP, el PPT, o cualquiera de los dos candidatos independientes pero que se vaya a votar.
Los entendidos en estas movidas pueden descifrar el código: un voto en la papeleta para gobernador a favor del PIP, el PPT o los independientes y un voto “melón” en las papeletas legislativas y municipales para el PPD y los “candidatos aceptables”. Quienes son los “aceptables”, ya los designarán las diferentes “organizaciones de la sociedad civil”, “movimientos sociales” y “personalidades mediáticas del melonismo” que sirven de frentes, fachadas y portavoces a la gran alianza de melones. La cuestión es no desmovilizar los electores. Cuando se vea que el PNP puede ganar, el miedo y las redes sociales dirigirán el voto en la dirección deseada: alcaldes y legisladores Populares y otros “aceptables” para los “melones”. Este será el voto de los “ciegos que, viendo, no ven”.
‘El voto inútil’
El anverso de “votar contra ellos” es la abstención electoral. Esta visión propone que, ante la llegada de La Junta, que significa la imposición de un “súper gobierno” imperial, la alternativa es no legitimar las elecciones. No importa a quién se elija, el gobierno estará sujeto a La Junta. Por tanto, el único rechazo posible a La Junta es la abstención masiva. Si votamos, dice un líder de la sociedad civil, “Votaríamos para que nos representen personas sin poder dentro de un estado de gobernanza impuesto y antidemocrático”.
El pueblo espontáneamente ha venido dejando de votar. Por desilusión o por protesta cada día son más los que no se inscriben o se inscriben y no votan. La gente se ha adelantado a los líderes, que han perdido su liderato. Elegir entre votar por la kakistocracia o por la izquierda de la kakistocracia no es elegir. Como dice José Saramago en su Ensayo sobre la lucidez, “Si uno se equivoca y el otro no corrige, el error es de ambos”.
Qué mensaje enviamos a Washington
La gran pregunta es, qué mensaje queremos enviar al Congreso, a la Junta, al pueblo puertorriqueño y al mundo que hoy nos mira con atención. Tomemos como ejemplo el plebiscito de 2012, en el cual los resultados fueron: un voto mayoritario de rechazo al ELA (54%) en la primera pregunta de la papeleta, y un voto no concluyente en la selección de alternativas: 45% a favor de la estadidad, 24% a favor del ELA soberano, 26% en blanco y 4% por la independencia. El Presidente y el Congreso de Estados Unidos (quienes nombraron La Junta), interpretaron este voto afirmando como que los puertorriqueños no están satisfechos con el status actual pero no tienen una preferencia clara. El ardid discursivo que pretendió presentar la votación como una mayoría de 61% a favor de la estadidad no funcionó, el voto en blanco se interpretó como el voto de protesta pedido por el gobernador electo en esa misma elección; no se adelantó en nada la solución del status.
Si escudriñamos, los resultados de la encuesta publicada por El Nuevo Día a tres meses de las elecciones, podemos anticipar que la estrategia de “votar contra ellos” resultará en la elección de candidatos de los partidos tradicionales. El voto cumulativo del PIP, PPT y los candidatos independientes en la encuesta suma 10%. Esto no representa ningún rechazo resonante a nada. Como de costumbre, azules y rojos se repartirán alcaldías, escaños legislativos, puestos gubernamentales y asesorías como si nada hubiera pasado. Asimismo, el apoyo a la Junta ha crecido de 46% a 62% entre junio y agosto de este año. Es de esperarse, entonces, que las reacciones de Washington sean similares a las del plebiscito de 2012: los puertorriqueños no saben qué quieren, no votan por un cambio y favorecen la Junta como instrumento de cambio. Si esta lógica norteamericana es correcta, las únicas acciones contundentes serían un voto masivo por la independencia o una abstención masiva que cuestione la legitimidad de la clase política. Lo demás será la típica zambumbia electoral que nos ha traído al colapso.