Romper todas las formas de servilismo y hacer la revolución, no es romanticismo. Mucho menos utopía. Es simplemente un combate por la humanidad.
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Romper todas las formas de servilismo y hacer la revolución, no es romanticismo. Mucho menos utopía. Es simplemente un combate por la humanidad.
Disimulado bajo el discurso del “interés nacional”, este racismo de Estado reaparece hoy y legitima la exclusión social y espacial de una población negra mayoritariamente relegada a los estratos más bajos del mundo del trabajo (jornaleros, obreros y empleados).
La arbitrariedad del nacionalismo visceral no es inocente y crea efectos contradictorios que ocultan lo que en realidad está en juego: la legitimación de la injusticia social.
De la noche a la mañana, cientos de miles de dominicanos serán ahora extranjeros, coartando así sus derechos más fundamentales.