Federico García Lorca, en aquella alocución de 1931 en Fuente Vaqueros, no estaba hablando solo de libros y cultura. Estaba encendiendo una mecha. Decía que la cultura, en manos de cualquiera, era una barricada. “No solo de pan vive el hombre”, proclamaba, y en ese grito estaba la esencia de su mensaje: la cultura no es un lujo, es un derecho, un salvavidas en tiempos oscuros. Si hoy, casi un siglo después, un gobierno neofascista toma las riendas de Estados Unidos, es porque la cultura ha sido despreciada, arrinconada hasta el olvido. Lorca lo sabía: sin cultura, el ser humano no es más que un engranaje obediente, dócil. En tiempos como estos, defender la palabra no sólo es una cuestión de honor, es un acto de supervivencia.