De nada, poetísimos, reniego: / ni del rebudio entre los carismáticos, / ni del mirar a los recién nacidos / con la cara de la mónada de Munch, / ni de hacer el amor bajo el influjo / de los helicópteros de Stockhausen.
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De nada, poetísimos, reniego: / ni del rebudio entre los carismáticos, / ni del mirar a los recién nacidos / con la cara de la mónada de Munch, / ni de hacer el amor bajo el influjo / de los helicópteros de Stockhausen.
Prefiero el musgo fresco de las cavernas a cualquier investidura de carroña. Por lo mismo me apego más al silencio profundo de los hocicos animales que a la podredumbre infinita de los abecedarios.
En el oscuro bar de izquierda / -ya sin fuego nutrido en la mirada- / tu agitado rostro reluce / desde el póster de una pared. / ¡Es la huelga del 34 y gritas! / Pero descontextualizado…
«En la dura molleja de las aves / hace en secreto el bardo gallináceo / su poesía digestiva. / ¡Tomar, entonces, todos este reflujo! / Y ¡Salud!»