La observación de que Trump carece de «estilo presidencial» y suficiente elegancia, supone que la función presidencial es digna y noble. Ignora la barbarie y atraso que esconden los rituales institucionales estadounidenses y sus formas de salón.
La observación de que Trump carece de «estilo presidencial» y suficiente elegancia, supone que la función presidencial es digna y noble. Ignora la barbarie y atraso que esconden los rituales institucionales estadounidenses y sus formas de salón.
La función de las provocaciones y arranques de vulgaridad de Trump es precisamente enmascarar lo normal y corriente que es su programa.
Casi todas las promesas de reformas populares de Obama fueron sistemáticamente frenadas. Sólo en el multimillonario rescate de los grandes bancos y entidades financieras sobrevivió al veto republicano.
Todo indica que en esta refriega el ganador ha sido el presidente Obama ya que la postura republicana se erosionó a medida que avanzaba el debate.
Se ha interpretado que el gasto individual en las campañas políticas va por encima de, prácticamente, cualquier otro valor social. De esta forma los ricos y sus corporaciones pueden “invertir” en el proceso político sin limitaciones.