Le hablé de Lindbergh, la novicia voladora, la Phillips, Foucault, las cajitas de pan con queso, de Fallon y de los jueyes con sabor a nafta. Le pregunté con ansiedad sobre qué pasará ahora que vimos a Fallon volando sobre Orocovis.
Le hablé de Lindbergh, la novicia voladora, la Phillips, Foucault, las cajitas de pan con queso, de Fallon y de los jueyes con sabor a nafta. Le pregunté con ansiedad sobre qué pasará ahora que vimos a Fallon volando sobre Orocovis.
Lo primero, y más decisivo, es que el moderno sistema monetario estadounidense le debe más a la genialidad y arrojo de Abraham Lincoln, que a las acciones de Hamilton cuando era secretario del Tesoro.
Pocas personas trabajan tanto en Estados Unidos como la masa de inmigrantes de las regiones indígenas de México. Laboran de sol a sol, y de luna a luna, en las ocupaciones peor pagadas. A menudo, les roban los salarios.
Estampas de la cultura negra y proletaria del sureste de Puerto Rico, un recorrido por las memorias de Guayama.
El futuro de la política progresista en Estados Unidos pone en primer plano a las mujeres en alianza, como dice Michael Moore, con hombres que apoyen los derechos de las mujeres.
De Maricao me llevo recuerdos gratos: la musicalidad de su lluvia, la dulzura de su gente, el poco acceso al internet, la zambullida en el Salto Curet, los desayunos de maíz cocido con bacalao, las conversaciones y miradas detenidas.
Cierto; no es que mi isla arda literalmente bajo los efectos de un incendio voraz. Pero, y esto no es fácil de decir, es innegable que un gran ardimiento destruye actualmente la cultura puertorriqueña.
El sureste, por su historia y misticismo, es parte integral del universo afroantillano. El ancla, la raíz de esa pertenencia es la negritud, entendida no ya abstractamente, sino en función de las luchas concretas de las comunidades pobres por mejorar sus condiciones de vida y afirmar la personalidad boricua.
Similitudes desgarradoras en la violación de derechos humanos y la política de separación de familias indocumentadas en Estados Unidos.
Sin la obra de Lloréns y, en particular, sin la obra gigantesca de Luis Palés Matos, no podríamos hablar en el siglo XXI de la lucha por nuestra identidad como pueblo antillano y subyugado por el imperio.
Estuve de visita en Puerto Rico desde el pasado jueves 24 de mayo hasta el miércoles 30. Cada día, sin excepción, me enteré o fui testigo de una situación caótica particular que, de por sí, contenía los gérmenes de la posible destrucción del país entero.
Hace ya casi medio siglo que fui por primera vez a una marcha de protesta en Puerto Rico. Creo que discurría el año de 1974. El fin de la isla parecía inminente. Apenas se hablaba de otro asunto que no fuera la proyectada minería del cobre en el centro del país.
Volver al comienzo, para lograr un mejor avanzar; tal parece ser el camino obligado para comprender el maleficio de la dominación imperialista de nuestro país.
Desde principios del siglo XX, Estados Unidos buscó ampliar su poder militar en los océanos del mundo, creando barcos ciclópeos con armas monumentales. El control de las naciones caribeñas, por supuesto, era de vital importancia para esa nación.
Hoy, los tataranietos de aquellos políticos infelices que en el 1898 no tuvieron la valentía de defender la tradición democrática de nuestro país, vuelven de nuevo a enarbolar la mentira como instrumento.
El interés por la geografía de Puerto Rico era considerable, tanto entre los promotores de la agricultura capitalista de exportación como entre los que favorecían un uso ‘conservacionista’ de los recursos naturales en Estados Unidos.
La estirpe proletaria y afroboricua de Nelson es impresionante. Su familia, por el lado materno, estuvo siempre ligada al trabajo de la caña de azúcar en la Central Aguirre. Y no solo los hombres, sino también las mujeres.
Al igual que sus contemporáneos, el cubano Nicolás Guillén y el martiniqués Aimé Césaire, Palés Matos le confirió al tambor africano un lugar privilegiado en la poesía antillana.
No es la primera vez que despido el año en La Habana. La ciudad, como nunca, está llena de turistas y extranjeros. Dos enormes cruceros han traído una buena cantidad de ellos.
Fue, pues, con los pueblos originarios de América del Norte que se inauguró formalmente la historia imperialista de Estados Unidos, con su liberalismo hipócrita.