Abandonados
El abandono relativo de Puerto Rico por su metrópoli
Si volvemos acá, a las islas de nuestro archipiélago nacional, veremos que el boricua promedio vive molesto, confuso, y con grandes dudas e incertidumbres. Sufre de un doble abandono porque la metrópoli que invadió al País en 1898 —y nos ofreció las bendiciones de su gobierno— tiene a Puerto Rico en un abandono relativo, comparado con mejores tiempos vividos en el pasado, los de presidentes estadounidenses como Franklin D. Roosevelt o John F. Kennedy, de manera que las bendiciones se han convertido ahora en indiferencia y hasta en maldiciones sin fin.
No hay que mirar sino las estadísticas de otros países que son todavía colonias y compararlas con las de Puerto Rico, que es, a la altura de 2017, la colonia más empobrecida y la más venida a menos, con la mayor crisis económica y social, de todas cuantas todavía son “territorios ultramarinos” de alguna de las grandes potencias. Comparen la situación de Puerto Rico, por ejemplo, con la de las Islas Vírgenes británicas. Como quiera, salimos mal. En las comparaciones, con las colonias de otras metrópolis, y ni hablar con las que pueden hacerse con países pequeños como Singapur e isleños y pequeños como Irlanda y Nueva Zelanda o Barbados, o poco más grandes en tamaño que Puerto Rico y continentales, como Suiza o Luxemburgo. Es realmente una vergüenza internacional el modo indiferente, lento, adormecido y falto de atención solidaria que ha vivido el Puerto Rico post y pre María, por parte de su metrópoli dominadora: Estados Unidos de América. Por eso mismo la gente anda apegada a su bandera mono-estrellada y muy poco se ven en las calles las banderas estadounidenses. Un país poderoso que es todavía una de las principales potencias del mundo y es aún un país muy rico, con abundantes millonarios y billonarios y con tecnología de punta.
La mayor parte de las ayudas post María llegaron de allá, pero provinieron de las ONG y de grupos privados, entre ellos los boricuas de la diáspora, incluso de artistas famosos que amasan millones. Una que otra ayuda llegó de algunos gobiernos locales de Estados Unidos. No obstante, el Gobierno Federal, muy poco y tarde ha legislado $4,000 millones, no como donativo sino como préstamos al Gobierno de Puerto Rico para subsanar su falta de liquidez ya que en los mercados no hay quien le preste. Todavía, al momento de escribir esta columna, no se ha recibido ni un centavo del préstamo.
El relativo abandono de Puerto Rico por Estados Unidos, porque ya nuestras islas no le sirven como antes, de punto estratégico militar, ni como vitrina democrática del Caribe, ni como país dirigido hacia la prosperidad, tiene que tener en confusión a los estadistas que esperaban con ilusión ser “parte integrante de Estados Unidos” —vana esperanza porque a una posesión ultramarina que el Tribunal Supremo de EEUU ha catalogado como “territorio no incorporado” jamás se le prepara para que pueda integrarse a la federación compuesta por los cincuenta estados. Ese es un dato histórico fundamental que los estadistas pasaron por alto. No solo los estadistas han quedado apabullados por la indiferencia de Estados Unidos ante su deseo de estadidad, sino también los estadolibristas quienes han tenido que atestiguar la suspensión de los rasgos principales de la Commonwealth de 1952, para encontrar que la metrópoli se refiere al país solo como “the territory”, a cuyo gobierno local despojó de su autonomía fiscal, se le gobierna en buena medida por una Junta no electa decidida por una ley del Congreso estadounidense y hasta está a punto de terminar el libre comercio de doble vía con Puerto Rico, decidido desde la Ley Foraker, pues en estos tiempos de Donald Trump los republicanos desean poner un impuesto de 20% a todo producto fabricado en Puerto Rico por firmas estadounidenses cuando ese producto vaya a entrar al mercado nacional de la federación. Para todo ese asunto a Puerto Rico se le quiere tratar como país extranjero, de modo que las fábricas estadounidenses se desestimulen a quedarse en Puerto Rico y se vayan a crear empleos al verdadero Estados Unidos: a tierras de Maine, Mississippi, California, Florida, Nueva York o de alguna de las Carolinas. Es decir, al gobierno federal controlado por los republicanos de TRUMP poco le importa la creación de empleos en Puerto Rico. La cuestión es que las empresas regresen al Estados Unidos de verdad, a alguno de los 50 estados y creen los empleos allá. Eso va en línea perfecta con la campaña eleccionaria que llevó al actual presidente al cargo, con las promesas ofrecidas a los votantes estadounidenses por Donald Trump.
Ante todo eso, el PPD y el PNP se han quedado sin ideología de estatus porque las que tenían desde siempre han quedado pulverizadas por las indiferencias y las decisiones pro activas del Congreso estadounidense.
Eso nos lleva inexorablemente a hablar del otro abandono que sienten los ciudadanos comunes en Puerto Rico: el abandono de sus mejores intereses de progreso y calidad de vida por parte de las elites egoístas y parasitarias que han dominado ambos partidos políticos: al PPD y al PNP.
Antes de entrar en ello, vale recordar que la historia provee lecciones que se repiten, una y otra vez. Y casi siempre, cuando las metrópolis abandonaron relativamente a sus colonias, las mismas terminaron por independizarse. Pasó cuando España tenía maltratadas y abandonadas a las sociedades de la América Latina, pasó a causa de los desatinos del Reino Unido en su trato con la India, en el Canal de Suez y en muchas de sus colonias que hoy son países independientes. Y ocurrió nuevamente cuando sus colonias africanas se sintieron relativamente abandonadas por Portugal.
El abandono de los intereses de bien común del Pueblo y del Buen Gobierno por el PPD y el PNP
En esto del abandono del Pueblo por la clase política, no hay diferencias importantes entre los principales partidos tradicionales de Puerto Rico. Gobernadores de ambos partidos nos llevaron a la gran crisis de la deuda impagable, por tomar prestado demás para gastar a diestra y siniestra y buscar votos. Ambos partidos jugaron con el tema del estatus para lo mismo: buscar votos y llegar al poder menguado del gobierno interno, sin la más mínima intención real de resolverlo. Y ambos partidos permitieron corrupciones de todo tipo, con tal de proteger los intereses egoístas de sus respectivas clases políticas y los de sus “amigos del alma”. Ambos gobernaron, con muy raras excepciones entre sus legisladores, no con el mejor beneficio de su Pueblo como objetivo, sino pensando en lo que pudieran sacar para sí, como clases políticas cada vez más alejadas del verdadero Pueblo.
Recientemente un analista político, mi ex estudiante y amigo, a quien admiro por sus realizaciones académicas y por sus análisis en la radio, Néstor Duprey Salgado, se quejaba de cómo Luis Fortuño y sus amigos y protegidos se lucraron en su estadía en el gobierno, buscando el lucro personal y familiar a costa de situaciones que perjudicaron al Pueblo y, sin embargo, Fortuño continúa su vida de lo más campante. “No pasa nada, no pasa nada”, decía Duprey. Debo, sin embargo, recordarle a mi amigo Néstor que el PPD estuvo cuatro largos años en el gobierno, y además de faltar a su promesa de legislar una Asamblea Constitucional de Estatus, falló malamente desde su Departamento de Justicia al no formular un solo cargo a los que se pudieran haber enriquecido ilegítimamente durante el cuatrienio presidido por Luis Fortuño. Si entre esas personas hubo impunidad, se le debe no solo a la vista larga del PNP, sino también a la del PPD. No obstante, no hizo el PNP sino llegar al control del gobierno de nuevo y numerosas personas nombradas por el PPD durante el cuatrienio dirigido por García Padilla han sido acusadas y han tenido que enfrentar los tribunales. No sólo en procesos judiciales federales, como en el caso de Anaudi y sus amigos, sino también en tribunales del país. Los Populares trataron con mano de seda las ineptitudes, maldades y corrupciones del PNP, tal vez pensando que con ello se protegían para la próxima vez que ganara el partido contrario, pero al fin y al cabo sufrieron la persecución implacable del PNP.
Las muestras palpables de cómo ambos partidos traicionaron la buena fe depositada en ellos por grandes sectores del Pueblo abundan. Toda clase de ineptitudes, lentitud e indiferencia, es lo que el Pueblo obtiene del PNP cuando a más de tres meses de ocurrido el golpe del huracán todavía existen más de 10 municipios donde ningún abonado tiene luz eléctrica, y, al mismo tiempo, a partes importantes de la propia ciudad capital del país y de ciudades hasta con alcalde del PNP, como Bayamón, se les deja en el mismo abandono. ¡Y eso que han llegado brigadas de Estados Unidos a ayudar en el proceso! Obviamente la ineptitud y la lentitud no son cualidades exclusivas de los “locales”. Del cuatrienio del PPD presidido por García Padilla lo más que se recuerda es el mal gobierno, los desatinos frente a la gran deuda, y aunque la clase política busca borrarlos de la memoria colectiva, no se puede olvidar cómo el Departamento de Justicia hizo aguajes con el caso del asesinato del niño Lorenzo, pero al fin y al cabo no lo resolvió, como quedaron sin solución y en la impunidad otros delitos importantes cometidos en el país. Con el PNP en el desgobierno actual, la criminalidad va en alza por doquier.
El mal gobierno se experimentó por todos lados durante los ejercicios administrativos del PPD y del PNP en los últimos años. Ello ha llevado al propio Gobernador Rosselló a excusarse de que la caída del tendido eléctrico se hace complicada de arreglar por los años y décadas de falta de mantenimiento a la infraestructura eléctrica del país. Lo que mayor coraje le infunde a los ciudadanos es que mientras ocurrieron estos descuidos, se premió con bonos de productividad a dirigentes de las corporaciones públicas, tanto en Acueductos como en Energía Eléctrica. Repartir bonos y altas pensiones no merecidas, por puro pago político, no solo es enseña de mal gobierno, sino un tipo de robo al país que raya en la traición colectiva. En otros países los que tal han actuado han sido destituidos u obligados a pagar con su dinero y su libertad los desmanes cometidos. En la ínsula de la impunidad, la mayor parte de ellos andan disfrutando el producto de sus maldades. Y eso se ha hecho a ciencia y paciencia de los dirigentes políticos de una de las clases políticas más egoístas y marrulleras existentes en el planeta: la de los jaibas y politiqueros del PPD y del PNP.
Del mismo modo que cuando el abandono se opera desde las metrópolis a las colonias, eventualmente se alimentan las luchas de independencia, cuando éste se produce porque las clases políticas de un país traicionan la confianza de su Pueblo, la legitimidad del sistema político decae, y tal régimen termina por perecer. Estamos justamente a los albores de la muerte del binomio PPD-PNP como principales agentes de la cosa pública en Puerto Rico. El mejor indicador de ello es la enorme abstención electoral sin precedentes que arropó las elecciones generales de 2016. Otro indicador irrefutable lo es el que muchos de quienes se van de Puerto Rico mencionan que estaban ya cansados de la inutilidad y la corrupción de la vida política en Puerto Rico. Y no menos importantes como indicadores son las muestras palpables y cada vez más frecuentes, de cómo la clase política puertorriqueña de ambos partidos ha perdido credibilidad y confianza por parte de las clases políticas de la metrópoli.
Todo ello junto ha llevado a un horizonte de incertidumbres políticas en el país. Hay dudas sobre si el gobierno tendrá liquidez para celebrar con los estilos dispendiosos de siempre, las elecciones de 2020. Y entre la mudanza de tantos boricuas para ciudades de Estados Unidos y otros lugares, y la abstención masiva de los votantes que permanecen en Puerto Rico —que no puede sino aumentar en 2020 porque los ciudadanos están más defraudados y furibundos que nunca— el panorama político se vuelve impredecible. No menos aterradora es para la clase política egoísta y usurpadora de recursos públicos, la falta de liquidez en el gobierno, algo que no les permitirá tan fácilmente llegar a los cargos públicos a medrar y a hacer fiesta con el dinero público. Ahora los que se postulen saben que se gobernará en precario. En otras palabras, la faz de la vida política puertorriqueña ha cambiado en forma drástica.
El otro resultado importante, además del aumento en la abstención electoral de grandes masas de votantes —con la consiguiente reducción de legitimidad del sistema político vigente— es que los votantes más inteligentes, sí participarán, pero será para acabar con el bipartidismo cerrado PPD-PNP, para terminar de acabar con el baile de las clases políticas egoístas de ambos partidos tradicionales. ¿Cómo lo harán? Es muy sencillo, con la postulación de 3 o más candidatos a Gobernador independientes de los partidos. Ya los electores inteligentes comprendieron, por lo ocurrido en 2016, que sin un cambio en el marco legal que favorece al PPD y al PNP, la única forma de desplazar a ambos del poder, además de con la mayor abstención electoral, es con el auspicio de candidatos independientes, no sólo a la legislatura, sino también al cargo de Gobernador. Con la combinación de un alza astronómica en la abstención y la postulación de dos candidatos independientes —que entre ambos obtuvieron cerca del 20% de los votos emitidos en 2016— ya el voto de castigo a García Padilla que hizo elegir a Ricardo Rosselló sólo llegó sólo al 42% de los sufragios emitidos ese año. Si para 2020 se postulan 3 o 4 candidatos a gobernador independientes, y aumenta al mismo tiempo la abstención electoral, será posible que el voto de castigo a Ricardo Rosselló y a favor del candidato del PPD se quede en 30 y pico por ciento bajito, a los sumo. Ello significa que alguno de los candidatos a Gobernador postulados de forma independiente podría ganar la Gobernación con un 30 y pico % más alto que el que obtengan los candidatos del PPD o del PNP, derrotando así al mismo tiempo a toda la clase política egoísta que nos llevó a la crisis y a la mala calidad de vida.
De esa manera el largo período de bipartidismo PPD-PNP con malos gobiernos habrá tocado a su fin.
El gran problema hasta el momento con ese modelo de acción política inteligente —para sacarnos de encima, la clase política egoísta y a menudo también corrupta del PPD-PNP— es que a la altura de fines de 2017 no se han organizado todavía opciones políticas independientes, cada una con su candidato diferente a la Gobernación. Falta por ver qué nos traerá el 2018.
La teorías políticas suelen caracterizar como pre-revolucionarias situaciones como la que vive ahora Puerto Rico, donde el empobrecimiento se multiplica, hay una baja en la calidad de vida frente a tiempos pasados, y las clases medias disminuyen sus ingresos y haberes para peligrosamente caer en la pobreza relativa, luego de haber estado mucho mejor anteriormente. En algunos países con una caída y un conjunto de golpes que fueron menores que los recibidos por nuestro Pueblo en los últimos años, se han producido revoluciones importantes. Puerto Rico, país colonizado y pacífico, no tiene tradición de revoluciones de ese tipo. Por lo tanto, es más probable que la rebelión de los ciudadanos se dé pacíficamente mediante la mayor abstención electoral y la postulación en 2020 de diversos candidatos independientes. Un solo legislador independiente, como Vargas Vidot, no puede ser solución porque no tiene fuerza ni poder suficiente. La clave está pues en los candidatos independientes al cargo de Gobernador.
Esto, sin embargo, no se puede hacer olvidando la gran necesidad de redefinir y restructurar nuestras relaciones con Estados Unidos. La descolonización de Puerto Rico es un imperativo insoslayable si queremos que nuestra economía vuelva a la prosperidad en estos tiempos de la globalización. No podemos continuar con los poderes en Washington, si la capital estadounidense y los poderes que son de allá no atienden debidamente las dificultades económicas de Puerto Rico. Los poderes tienen que residir en San Juan. El control tiene que estar en manos puertorriqueñas, en manos de una nueva clase política no egoísta y realmente patriótica que ponga las necesidades del país en primer lugar, no la de sus propios bolsillos, ni la de los bolsillos de familiares, ni de los “amigos del alma”. El país tiene que tener soberanía oficial para representarse frente a otros países por sí mismo y realizar acuerdos comerciales y de inversión con esos otros países. Hay un amplio mundo más allá de Estados Unidos que no podemos seguir dándonos el lujo estúpido de ignorar. Se nos va la vida y la viabilidad económica en ello.
La libre asociación soberana como consenso nacional para el cambio de estatus
Como no es muy probable que el país opte por el camino a la independencia, que con razón o sin ella, piensa que es un “salto al vacío”, la solución está en una fórmula de estatus que el propio Estados Unidos utilizó para resolver las situaciones de las islas del Pacífico: la libre asociación soberana. La libre asociación es, según los personeros del propio Congreso de Estados Unidos, una “forma de la independencia”. Es así porque nuestro país dejaría de ser un territorio ultramarino estadounidense para ser un país soberano, tanto con la libre asociación como con la independencia. No obstante, para nuestro Pueblo la libre asociación tiene resultados diferentes y más favorables que la independencia “a pelo” o “total”. Es así porque en la libre asociación Puerto Rico tendría una relación política y económica especial, de país soberano a país soberano, con Estados Unidos. Una relación económica y política especial con todas las ventajas de la independencia pero sin los riesgos de la independencia. Y sin las pérdidas graves que resultarían de la estadidad federada, algo que el Congreso no va a aprobar, o de continuar en la colonia, algo que es muy inconveniente, castrante y sin cambios esperanzadores para la mayoría de los puertorriqueños. Sabemos que la libre asociación está disponible para Puerto Rico porque el propio Congreso la señaló en el pasado en proyectos de ley sobre el estatus político futuro de Puerto Rico. Y porque es una realidad para la Micronesia, Palau y las Islas Marshall en el Pacífico, con el propio Estados Unidos, y para las Islas Cook y Niue en su relación con Nueva Zelanda.
Incluso un conocido académico independentista, Juan Manuel Carrión acaba de escribir en su libro recién publicado, Imperialismo, clase y nación, que a Estados Unidos lo más que le puede convenir en estos tiempos es ofrecerle a Puerto Rico la libre asociación. ¿Cuáles son las ventajas para Estados Unidos? Primeramente se termina el fastidio continuo que representa para ellos la mano estirada pidiendo millones de los estadistas y de los Populares, y la petición de una estadidad federada que ellos no conciben como beneficiosa a sus intereses, y mucho menos ahora que Puerto Rico anda quebrado. Se terminan además las acusaciones internacionales a EEUU porque tiene una colonia en Puerto Rico, porque viola el derecho internacional ya que no promueve la autodeterminación de nuestro Pueblo. El nuevo Estado soberano y asociado de Puerto Rico podría, como parte del tratado de libre asociación, hacerles concesiones especiales a ciertas empresas tecnológicas estadounidenses que nos convendría tener aquí y que a su vez le rendirán ganancias al capital estadounidense. Es decir, que tanto por el lado de la óptica internacional hacia Estados Unidos, como por la métrica de las relaciones económicas, puede ser favorable a Estados Unidos terminar con la dependencia extrema y las peticiones sin fin de ayudas estadounidenses. Con la libre asociación ciertos programas de fondos federales van a continuar. Los tienen en sus tratados las islas del Pacífico. Pero todo estará aclarado y limitado por los acuerdos del tratado, quitándoles las incertidumbres tanto al Congreso como al Pueblo de Puerto Rico.
Por nuestro lado, tener los poderes de la independencia pero con una conexión especial con Estados Unidos, nos permitirá negociar mejor con otros países, pues pueden producir en Puerto Rico y exportar al mercado de Estados Unidos con conveniencias que no tendrían en otros países de la zona. Al estar conectados con el primer mundo, vía Estados Unidos, no como colonia, sino como país soberano, nuestro reconocimieno y lugar internacional tendrán un subidón, desde la inexistencia o invisibilidad actual, hacia un reconocimiento internacional de respeto y de posibilidades mutuas de desarrollo económico. Puerto Rico podrá traer inversiones externas de Japón, China, Rusia, la India o Brasil, de los BRICS, o de la Unión Europea, sin las dificultades actuales. Por supuesto, si la libre asociación da ciertas ventajas de inversión a empresas estadounidenses en ciertas áreas de producción, hay que cumplir con ellas por conveniencia mutua. Se puede incluir en el Tratado una doble ciudadanía y reciprocidad ciudadana entre Puerto Rico y Estados Unidos. En su defecto, si eso no se consigue, de seguro habría ayudas económicas federales, libre tránsito a Estados Unidos, y permiso para estudiar libremente y trabajar en cualquiera de los 50 estados, como ya se le aprobó a los estados libre-asociados del Pacífico. La ciudadanía como tal no es tan importante, si se tiene todo eso asegurado. Y en todo caso, seríamos reconocidos en el mundo por nuestra propia ciudanía nacional puertorriqueña, que es más importante que tener ciudadanía estadounidense de tercera clase.
Es obvio que sería más fácil un consenso nacional puertorriqueño hacia la libre asociación con soberanía puertorriqueña que hacia cualquier otro estatus político no colonial ni territorial. Y es mucho más fácil convencer a los congresistas de la libre asociación como algo mutuamente conveniente, que hacerlo para la estadidad (ya hemos visto el caso que le han hecho al PNP y sus reclamos) o para la independencia sin asociación alguna con Estados Unidos. Los independentistas puertorriqueños podrían apoyar la libre asociación como el modo realista, de Realpolitik, de lograr en este tiempo nuestra propia soberanía y un reconocimiento internacional como Estado soberano. Ya muchos lo han dicho públicamente. Los estadolibristas podrían apoyar la libre asociación como lo que hubiese querido lograr la generación de Muñoz Marín, pero no estaba disponible entonces. Y los soberanistas de todo tipo van a apoyarla porque siendo Populares, independientes o estadistas, o han reconocido en ella una solución viable desde antes, o van a considerarla como tal, al quedar la estadidad frustrada.
No hay que ser muy inteligente para saber que un candidato o candidata independiente, que ofrezca solucionar el estatus mediante la libre asociación soberana, que se deje de culipandeos y que hable claro, que al mismo tiempo no hable un lenguaje antiamericano sino de amistad con Estados Unidos, en una relación nueva de respeto mutuo, y que encima de eso prometa buen gobierno y una Administración Pública diáfana y transparente, volcada realmente al servicio público de los boricuas y de nuestra identidad y nuestra cultura nacional, podría ganar con relativa facilidad en las elecciones de 2020 si se produce un escenario como el que se ha descrito en este ensayo para ese año: un aumento en la abstención electoral aparejado a la candidatura oficial de tres o cuatro candidatos independientes, además de los que se atrevan a postularse para perder por el PPD o el PNP. Como dice el refrán, la oportunidad la pintan calva. Si tenemos o no los inteligentes que la aprovechen… ya lo veremos.
Por lo pronto, los ciudadanos deben educarse sobre la libre asociación como opción de estatus. La Asociación Pro Libre Asociación Soberana, ALAS acaba de publicar un libro breve pero muy útil que servirá a ese propósito: La libre asociación: como es. El libro se presentará más adelante en enero de 2018 la Librería Casa Norberto de Plaza Las Américas: una buena oportunidad para conocer sobre él y sus autores y enterarse así de lo que puede venir.