Acerca del “hombre que robó a Puerto Rico”
Recién, mientras hojeaba mi página de Facebook, me topé con un interesante artículo publicado en Latino Rebels. Se trataba de un artículo de Nelson A. Denis titulado “The Man who Stole Puerto Rico”. Denis fue asambleísta en Nueva York y fue el escritor y director de la película Vote for Me! Es también autor de War Against all Puerto Ricans, que estará disponible en abril. El artículo atrajo mi atención e interés porque comentaba First Report of the Governor of Porto Rico de Charles Herbert Allen, primer gobernador civil estadounidense de Puerto Rico. Yo ya había examinado el reporte como parte de mis estudios sobre las representaciones estadounidenses de Puerto Rico y su gente.
El artículo de Denis trata precisamente sobre esta figura histórica y su enriquecimiento a expensas de Puerto Rico. Para el autor neoyorquino el gobernador Allen fue sencillamente otro robber baron, el responsable de haberse robado a Puerto Rico. Para Denis, el gobernador Allen “. . . served only 17 months, but that was all he needed to perform one of the most spectacular crimes of the 20th century”. La tesis básica de Denis es que Allen usó su posición como gobernador para enriquecerse, esto a través de la construcción de un imperio azucarero. Como explica Denis refiriéndose al reporte:
This was no mere “First Annual Report” to the president of the United States. It was a business plan for a sugar empire, and Allen quickly staked his claim. A few weeks after handing in this report, on September 15, 1901, Allen resigned as governor and headed straight to Wall Street, where he joined the House of Morgan as vice president of both the Morgan Trust Company and the Guaranty Trust Company of New York.
Allen formó entonces la American Sugar Refining Company, la compañía que a principios del siglo 20 monopolizó el procesamiento de azúcar, y que por ello se le conoció como el Sugar Trust. Incluía como una de sus marcas a Domino Sugar.
Como gobernador de Puerto Rico Allen nombró y posicionó a varias personas en puestos gubernamentales estratégicos, los que después le ayudarían a construir su indulgente monopolio azucarero. Como explica Denis: “Allen built the largest sugar syndicate in the world, and his hundreds of political appointees in Puerto Rico provided him with land grants, tax subsidies, water rights, railroad easements, foreclosure sales and favorable tariffs”. En adición, Allen y diversos actores en el sector bancario estadounidense controlaron las plantaciones de azúcar y varios sectores de la infraestructura en Puerto Rico: trenes, correo y puertos. En fin, y como lo resume el propio Denis: “As the first civilian governor of Puerto Rico, Allen used his governorship to acquire an international sugar empire, and a controlling interest over the entire Puerto Rican economy”.
Pero Allen no fue el único en despojar a Puerto Rico de su riqueza. No fue él el único que lo hizo. Y no me refiero únicamente a sus compinches. Muchos otros individuos se enriquecieron en Puerto Rico. Pero su asalto de la Isla y su subsecuente enriquecimiento no fue un fenómeno que podemos reducir a acciones individuales únicamente. Debemos entender esas acciones en el contexto de las estructuradas relaciones coloniales entre Puerto Rico y Estados Unidos. Aludo al proyecto imperial-colonial estadounidense para destacar el carácter institucional de la sustracción de riqueza en Puerto Rico. Los fines económicos del proyecto colonial estadounidense envolvían apoderarse directamente de las condiciones de producción: la intensificación de la integración formal y real de los obreros como trabajadores asalariados; el control capitalista de la infraestructura o el espacio, y la subsunción formal y real de los recursos naturales. Y como planteaba Rosa Luxemburg el capitalismo considera la apropiación de esas condiciones de producción “una cuestión vital”. El proyecto imperial-colonial estadounidense también envolvió la intensificación de la economía de mercancías en Puerto Rico a favor del capital estadounidense. Garantizar acceso al mercado puertorriqueño, por pequeño que fuese, y asimismo asegurar el control sobre las condiciones de producción—fuerza laboral, infraestructura, y recursos naturales—y sobre el flujo de bienes para beneficio del capital estadounidense eran fines y prácticas institucionales, que ya habían comenzado con el régimen militar estadounidense en la Isla. Desde entonces los estadounidenses dirigieron una gran parte de sus esfuerzos y recursos a la transformación política y económica de la Isla para garantizar su control sobre el flujo de recursos materiales y otras condiciones para la producción capitalista, entre estas la infraestructura y la fuerza laboral.La administración colonial civil, iniciada por Allen, requería no solo constituir y gestionar un gobierno civil en Puerto Rico sino además instituir la gerencia económica de la Isla, lo que envolvía la integración de la Isla a las abarcadoras redes del capital estadounidense.
Es también preciso recordar que First Report of the Governor of Porto Rico no fue el único “plan de negocios”. Una gran parte de la literatura estadounidense sobre Puerto Rico producida entonces, así como muchos de los informes gubernamentales, incluyendo los de la Comisión Insular y la Comisión Carroll, prospectaron la economía puertorriqueña. Esos reportes, seductores, invitaban a la inversión de capital en la Isla. Ambas comisiones estaban comprometidas con la integración de la Isla a los circuitos del capitalismo estadounidense y con la realización y legitimación de la intervención colonialista de ese país allí. Ambas comisiones reportaron la necesidad de constituir instituciones crediticias, endosar la modernización de la infraestructura local, revisar el sistema de contribuciones y diseñar incentivos económicos. También recomendaron y favorecieron que se les facilitara a los estadounidenses invertir capital y establecer negocios en la Isla.
Las condiciones y posibilidades económicas de Puerto Rico también fueron discutidas por la mayoría de los autores de los escritos populares sobre Puerto Rico entre 1898 y las primeras dos décadas del siglo veinte. Muchos de esos textos incluían la prospección económica de la Isla con el propósito de incitar la inversión de capital en la misma. Estos ayudaron a construir una base de conocimiento sobre la economía de la Isla e hicieron recomendaciones similares a las propuestas por las comisiones mencionadas. Los autores de esos textos exploraron la producción, distribución, intercambio y consumo de bienes, el manejo de los recursos humanos y naturales, y la organización de un sistema económico apropiado para Isla. Muchos de ellos dedicaron gran parte de sus obras a describir la situación de los procesos de producción predominantes, las condiciones de los trabajadores disponibles, la tecnología existente y los recursos naturales rentables. También prospectaron las posibilidades agrícolas e industriales de la Isla, destacando el potencial de la producción de café, azúcar y tabaco, y prescribieron diversas políticas económicas. En conjunto, los autores de todos esos textos participaron activamente de la organización y ordenamiento económico de la colonia, proveyendo conocimiento e información valiosa para ello a nivel local y federal. Estos también proveyeron información útil para los inversionistas potenciales, animando, afirmando y legitimando la intervención capitalista, colonial e imperialista estadounidense. El proyecto imperial y colonial estadounidense envolvía entonces la reorganización y distribución desigual de los recursos materiales de su nueva colonia. Y lo hicieron basándose en las diferenciaciones sociales típicas de su ideología y discurso colonial, las que terminaban devaluando a los puertorriqueños y justificando la intervención colonial en Puerto Rico.