Ana Lydia Vega presenta «Mundo cruel»
Conviene, antes que nada, establecer el contexto histórico en que aparece la colección de cuentos titulada Mundo cruel.
La primera década del siglo veintiuno ha colocado en la mira de la atención internacional las luchas por los derechos del hombre y la mujer homosexuales. Esas luchas, que comenzaron formalmente, de este lado del globo, con la fundación de la Society for Human Rights en el Chicago de 1924, se reorganizaron e intensificaron en la pasada década de los sesenta, cuando coincidieron con las reivindicaciones feministas, pacifistas, antirracistas y anticoloniales. Desde entonces, han logrado victorias contundentes, incluyendo la derogación de aquellas leyes cavernícolas que criminalizaban las relaciones entre personas del mismo sexo y la consecuente legalización, en numerosos países, del matrimonio y la adopción gays.
La evolución de las mentalidades hacia un modelo de convivencia más igualitario es un proceso en marcha. Pero las conciencias no caminan en formación militar. La conquista de unos derechos tan largamente denegados ha fortalecido las esperanzas. En contraste, el prejuicio, el escarnio y la agresión se han recrudecido como contragolpe al progreso alcanzado. Aliada con gobiernos oportunistas a la caza de votos conservadores, la homofobia religiosa sigue empeñada en detener el curso de la historia.
Todo tiempo convulso promueve grandes cambios y grandes confusiones. Ambos tocan, quiérase o no, al conjunto de la sociedad. Tanto en la comunidad gay como en la straight, los vientos transformadores generan reacciones conflictivas. Estamos, por lo visto, experimentando los vaivenes y las conmociones de una genuina era de transición.
Un momento tan dinámico como éste suele ser un verdadero río revuelto para pescadores literarios. Ofrece un superávit de enredos, choques y contradicciones, materiales indispensables de la buena literatura. Los cuentos de Mundo cruel recogen con lucidez, con humor, con realismo y con simpatía las complejidades interiores del tránsito entre el underground de la closetización y la integración a los plenos derechos ciudadanos.
El título es tramposo. De primera intención, parecería una denuncia severa de la naturaleza despiadada de la existencia. Estipulado: ya se sabe que el mundo no es un lugar muy tierno que digamos. Y, en efecto, crueldades de todo tipo no faltan en estas páginas. Pero un gato encerrado maúlla detrás del título.
La frase “mundo cruel” – que es un lugar común, una expresión trillada a lo “perra vida” o “mala muerte” – contiene su dosis infiltrada de humor negro. Es, después de todo, la despedida melodramática de quienes procuran suicidarse con elegancia. La falsa solemnidad de esas traviesas “últimas palabras” permite sospechar que estas historias no transitarán por la calle de la amargura. Título y obra conjugan así la brutalidad consabida del género humano con la risa cómplice de la parodia.
El escenario concreto de los personajes es, sobre todo, el de Santurce, centro urbano venido a menos donde los residentes residuales de la fuga a los suburbios, la población flotante de inquilinos y clientes y las oleadas sucesivas de los recién llegados sufren, gozan, bregan y sueñan. El cuento “El vampiro de Moca” monta el telón de fondo con la siguiente descripción del revoltillo santurcino:
«Santurce, Puerto Rico, antes conocido como Cangrejos, pero ya nunca más. Cuadras y cuadras llenas de oficinas de médicos, templos católicos, evangélicos, mormónicos, rosacruces, espiritistas, judíos y yoguísticos, si es así como se dice. Peste a alcantarillas las 24 horas del día. Calor insoportable. Reguetón, salsa de la vieja, boleros, bachatas, velloneras, billares, máquinas tragamonedas. Barras de mujeres desnudas, barras de dominicanos, barras gays. Colegios católicos, de barbería, tecnológicos y de hacerse un profesional en tan solo un año y sin muchas asignaciones. Tiendas de tela, de artículos de arte, de farmacias sin receta, de barberías y beauties.”
El mundillo gay, microcosmos enclavado en el intramuros capitalino, es el protagonista indiscutible del libro. Ese mundillo interactúa con otros, entre los cuales se destacan el de los frecuentadores de barras y licorerías, el de los inmigrantes dominicanos y el de los delincuentes y buscones que han hecho del downtown decadente su núcleo vital y laboral. Entre estos grupos, hay trueque de servicios, maniobras mercantiles y explotación de necesidades.
La crueldad que delata el título no responde únicamente a la intolerancia y el rechazo sociales. Se trata de un modus operandi adoptado y ejercido en defensa propia. Como en la novela picaresca, las vidas e intrigas de los antihéroes desclasados constituyen la materia prima narrativa. Su jerga, sus gestos, sus opiniones y sus peripecias imparten a los cuentos el ritmo y el colorido de un espectáculo teatral.
En literatura, nada resulta más difícil que la construcción de la autenticidad. Para lograrla, los narradores de Mundo cruel optan, al igual que en la picaresca, por la voz testimonial. Monólogos, diálogos, cartas y conversaciones telefónicas dan cuenta de las movidas que suscita la batalla por la sobrevivencia física y afectiva. El manejo eficiente de la palabra hablada confiere a los relatos un aire confesional. En ocasiones, la caricatura alborota la escena imprimiéndole a la caracterización un acento fársico y una aguda gracia camp.
El pícaro opera a base de trucos y simulaciones. Y, en estos cuentos de picardías, nadie es lo que parece ser. Los religiosos homofóbicos son hipócritas closeteros. Los criminales más desalmados rompen a llorar como magdalenas. El macho más machote se vira en la cama. El mejor amigo tira cañonas sin contemplaciones y hasta le roba a uno la presa erótica. En resumen: todo el mundo engaña y es engañado.
Nadie escapa tampoco al juego de las ilusiones. Son el salvavidas de los rehenes de la mala suerte y la soledad. Una perrita mimada, las baladas cortavenas de Yolandita, el mito de la virilidad absoluta, la pose de diva sufrida, la tierra prometida de la emigración, todo eso sazona la vida y aliviana el tedio. Las fantasías que sirven para espantar la depre cotizan bien en el mercado. Pero conducen – como en las ficciones picarescas – al desenlace irónico y al consecuente desengaño.
Secreta, inconsciente o manifiestamente, los personajes respiran la época de transición en que se inserta la obra. La fluidez desconcertante del momento altera las perspectivas, descompone los esquemas y afecta las relaciones. Enfrentados al cambio, jóvenes y mayores exhiben posturas generacionales discordantes. En el cuento “La Edwin”, el interlocutor chismográfico aconseja a un amigo de menor edad y le explica, en onda filosófica, las supuestas verdades inmutables de la psicología homosexual:
«Nena, agúzate, que este ambiente es así. Todas las locas son iguales y ustedes las jovencitas lo quieren cambiar todo de la noche a la mañana. Que si la bisexualidad, que si gay es una identidad política, buchas y locas juntas todo el tiempo, pero – entérate niña – que el mundo es mundo desde hace mucho tiempo. Y este mundo de nosotros es así.”
El más allá heterosexual cuyos ecos se cuelan por las rendijas del libro no está inmune a las sacudidas del cambio. Revuelto en la mezcladora urbana, su elenco tampoco integra una masa uniforme. Muestra, como el grupo gay, una diversidad de actitudes y comportamientos. Un padre se inquieta por el futuro nebuloso que aguarda a su hijito hostigado. Dos madres se alarman ante la creciente visibilidad urbana de los homosexuales. Una hermana solidaria convive con su hermano enfermo de SIDA y con el amante de éste. Un bugarrón quiere lavar con Clorox las huellas de un crimen, y tal vez las de su propio deseo…
Muy significativamente, tanto la apertura como la clausura del libro recurren a la subversión irónica de mitos bíblicos para hablarnos de unos tiempos a la vez terminales e inaugurales. El primer cuento (“El elegido”) se centra alrededor de un bautismo mesiánico que, desencadenando una redención carnal, pone fin a la represión familiar. El último (que titula la obra) evoca un apocalipsis al revés:el final del viejo orden homofóbico, la mutación de las mentalidades y el atisbo de un des-orden libertario. Good-by, Sodoma. Hola, mundo nuevo. Adiós, mundo cruel.
Hasta aquí estos breves comentarios que no pretenden ser sino una cordial invitación a la lectura. El debut narrativo de Luis Negrón ha contado con una acogida entusiasta por parte del público y la crítica puertorriqueños. Esperemos que su segunda entrega no tarde en producirse y que sea tan divertida y tan provocadora como la primera.
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Presentación de Mundo cruel en el Centro Cultural de Arroyo, Puerto Rico, el 11 de diciembre de 2010.
La presentación de la segunda edición del libro será el viernes 13 de mayo a las 7 de la noche en el Museo de Arte Contemporáneo en Santurce.