Animal Prudente
Hay días en que despiertas como si sobre tu cuerpo
se hubiese librado una guerra.
La carne espasmódica convoca hiedras para asentarse.
Detienes la mirada y lo observas a el y predices sus oasis.
Tomar el café junto a el es celebrar sus regresos.
Librar la supervivencia entre los brazos de la furia,
pudo ser el encanto de una rebeldía lejana
de dos hombres en pausa.
Cantar aunque sea bajito, no hay que presumir de la nostalgia,
es amanecer con una luz tenue que persigue su muerte.
La luz de la mañana, muerde como la llama,
Así de a poquito, como cuando te quemas con un fósforo,
es la promesa del día.
Estás vivo y migras sobre las aguas.
Muerde la Luz, como deben morder los infartos,
de esos que mataron a mi Padre,
o las distancias aunque sean breves.
Te miras y palpas, las manos ven y oyen.
Sabes que estás ileso, aun no te lo explicas.
Agradeces a la providencia su ejercicio matemático
justo en el punto del azar.
Quizás a la despedida del tránsito de Saturno
de tu casa del amor. Se han librado las batallas.
Bebes otro sorbo caliente y el sonríe.
No sabes por qué.
Duermes poco y despiertas
preguntándote si la lluvia se quedará un tiempo
sobre la memoria que empaña.
El ejercicio de recordar es correr hacia lo desconocido
sobre la grama cuando reverdece.
Corres en las mañanas sin saber la ruta,
el corre contigo
e intuyes que, a veces,
el azar juega
a ser un animal prudente.